El 8M fue una jornada de protesta a nivel nacional donde se expresaron los reclamos de miles de mujeres. Un elemento común fue la rabia contra la policía y las instituciones del estado que no garantizan justicia frente a la violencia patriarcal, también hacia la prensa que se tapa los ojos y los políticos que usan ésos reclamos como moneda de cambio o botín electoral.
Miércoles 16 de marzo de 2022
Basta con dar un vistazo a las redes sociales para encontrar algunos rasgos comunes en las movilizaciones: una mayoría de jóvenes, pancartas, mantas y consignas denunciando los femicidios, exigiendo el derecho al aborto legal, contra las políticas de ajuste que empobrecen a las mayorías y dejando claro que frente a la segunda ronda electoral las mujeres no hipotecan sus reclamos en ninguna de las candidaturas, pues tanto Figueres como Chaves son enemigos.
Los “generadores de opinión” antiderechos y escritores a sueldo de las iglesias y las clases dominantes hablan de la rabia demostrada como si fuese igual a la violencia que se denuncia en las calles. Dedican más líneas en defensa de las paredes y la propiedad que a favor de las víctimas de los curas pederastas; el Estado criminaliza a compañeras en Liberia por realizar pintas. La hipocresía abunda en los círculos de “opinión”.
De parte del Frente Amplio -partido político de los buenos modales democráticos- Patricia Mora sumó en redes sociales una opinión sobre la jornada señalando la “utilización electoral” del 8M; asumimos que habla de cosas como la tarima pagada por Liberación Nacional y los discursos de Progreso Social Democrático. Con una trayectoria larga en utilizar movilizaciones, la ex candidata del FA señala una verdad. De lo que sucedió en Liberia: ni una palabra. Muy distinto de lo que señalan sus simpatizantes políticas que marcharon ese día.
Fuerza Pública arrestó a una activista en Liberia. La Alcaldía anunció que tomará acciones legales en su contra.
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El método del “escrache”
En el panorama político actual y luego de una demostración de fuerza importante como lo fue la jornada del 8M, es necesario plantearse los problemas y debates con el mismo entusiasmo con que se sale a tomar las calles, parques y plazas.
En medio de todo lo que se dice de la jornada, lo sucedido en la Plaza de la Democracia este martes 8 de marzo ocupa titulares y discusiones a lo ancho del espectro político. Todo mundo habla de la pintura en la ropa cara de Eli Feinzag (diputado electo por el PLP, un reciclado liberal que recuerda a Otto Guevara), de la pintura en el carro de Teletica (la cadena televisiva más importante para la burguesía del país) y los gritos de “Eli Clasista” o “prensa vendida”.
Es cierto que las imágenes pueden generar sentimientos satisfactorios en algunas personas, a nivel exclusivamente individual. Quién escribe estuvo ahí mismo a unos metros, es innegable que la rabia era justificada. Pero también quedan claros los problemas de realizar acciones por el estilo como estrategia política o herramienta de lucha. ¿A dónde lleva ése método de “castigo simbólico” individual?
Si tomamos las lecciones de las conquistas que como movimiento hemos festejado en los últimos años incluso en el marco de lo que ofrecen los estados capitalistas -desde el aborto en Argentina, Irlanda y Colombia, hasta la legalización del matrimonio igualitario en varios países- es evidente que el camino fue pavimentado por grandes esfuerzos colectivos, donde la rabia de las que apenas se vienen sumando se combina con las que vienen peleando desde hace décadas y, más importante aún, se amplifica con los reclamos de las trabajadoras, las campesinas y las que luchan contra la dominación de la burguesía como clase social parasitaria en detrimento de las mujeres, quiénes componen al menos la mitad de la fuerza de trabajo a nivel mundial, la mayoría de las personas en condición de pobreza y precariedad; y que además protagonizan cada movimiento masivo de resistencia a dichas condiciones como ha quedado demostrado desde el inicio de la pandemia.
Lo cierto es que las acciones dirigidas a individuos, con el supuesto objetivo de combatir un sistema que se reproduce en cada esquina de la opresión capitalista, llevan fácil y rápidamente a un callejón sin salida. Porque el resultado no es golpear al sistema podrido que reproduce la explotación y la opresión de millones, sino que se fortalece la lógica punitiva y anti obrera del estado burgués y sus instituciones.
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Un arma colectiva y revolucionaria
Una mirada profunda, libre de los “sentidos comunes” de la época, permite dibujar un camino estratégico que unifique los intereses de las que potencialmente tienen, como decía Marx, “un mundo que ganar”, que son numérica y políticamente fundamentales. Las trabajadoras y con ellas toda las clases explotadas y oprimidas por el capitalismo.
Las revolucionarias que fundaron la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres en 1910 lo hicieron levantando los reclamos más profundos de las trabajadoras en su época. Hoy día en 2022 la realidad del capitalismo y las tragedias que trae consigo, requieren de nuestra parte una respuesta que permita elevar el peso político de la rabia que han demostrado miles en las calles.
Una salida que no se limite a intentar organizar “venganzas simbólicas”, sino que realice la rebelión de las oprimidas y explotadas, al lado de sus compañeros de clase de forma completa. Barriendo con las instituciones y el orden burgués, para conquistar la justicia por las que no están, los derechos que nos niegan y pavimentar el camino que moldearán las generaciones futuras. En lo inmediato, queda clara la necesidad de construir un Encuentro de Mujeres trabajadoras, jóvenes y campesinas que permita unificar esfuerzos en ese sentido; que sea una herramienta para el debate y la organización.
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