El pasado 4 de marzo Pedro Sánchez anunciaba como presidente del gobierno “progresista” una Ley de paridad para la política y la empresa privada, con el objetivo de hacer pasar por feminismo la renovación de quién nos explotará a la clase trabajadora los próximos años.
Jase Tristán Madrid
Viernes 10 de marzo de 2023

El PSOE se ha autoproclamado como el partido motor del feminismo y defensor de los derechos de las mujeres, pero en lugar de concederle dicho honor de manera tan unilateral o retirárselo sin análisis quizá sea necesario un ejercicio sobre qué tipo de feminismo motoriza y para qué mujeres quiere derechos, lo que nos dará mejores indicaciones para comprender la naturaleza de esta nueva propuesta de Ley.
El anuncio de la Ley de Representación paritaria ha sido el último invento del PSOE previo al 8 de marzo, Día internacional de la mujer, y busca la completa igualdad en los órganos de representación política y económica del Estado Español.
En el espacio político, la ley busca que en cualquier proceso electoral, sea del Congreso, de ayuntamientos, Comunidades Autónomas, consejos insulares o el Parlamento Europeo haya una exigencia jurídica de que la mitad de los representantes sean mujeres, hecho que también quiere extender al Senado.
Recordemos que en las últimas elecciones, el Parlamento del Estado se convertía en el parlamento con mayor representación femenina de la Unión Europea con un 47,4%, la ley pretende ampliar hasta el 50% esta representatividad. Y si bien estamos a favor de que exista igualdad de género en la representación política en los parlamentos y otras entidades públicas, sabemos que, en esta sociedad, esta medida se queda en una formalidad, sin cambiar realmente la vida de las mujeres (sin decir que el PSOE se olvida de las personas trans y no binarias).
Así mismo, la ley afectaría directamente a la formación de gobierno, puesto que obligaría a que las mujeres ocupen un mínimo del 40% de los ministerios, a independencia del partido o partidos que formen gobierno. Esto ya sucede en el gobierno actual con un 64% de los cargos ministeriales y vicepresidencias ocupados por mujeres. Lo que nos muestra que esta “paridad” no garantiza por sí misma que se cumplan las reivindicaciones de la mayoría de las mujeres, las trabajadoras, precarias y migrantes.
Esta idea de la paridad en los cargos políticos, que puede ser deseable planteada de forma abstracta, adquiere un contenido concreto en el capitalismo. Mientras el Gobierno siga siendo un gestor del Estado capitalista, lo que en realidad sucede es que el 50% de quienes formen gobierno serán mujeres que administren los negocios de la burguesía. Ejemplo de esto es el propio gobierno “progresista”, que también se autodenomina feminista, que aprobó una reforma laboral que mantiene la precariedad de las mujeres trabajadoras. Algo que quedó claro en el hecho de que esa reforma la aplaudió quien dirige el Banco Santander, Ana Botín.
Pero es en el terreno económico donde entramos en los suelos pantanosos, esos en los que hunden los pies las mujeres trabajadoras tan alejadas de los techos de cristal de las grandes empresarias. Y es solo en estos techos donde el Gobierno del PSOE-Podemos quiere centrar su ley.
El punto central de la ley en el terreno económico es el obligar a todas las empresas que coticen más de 50 millones de euros y cuenten con más de 250 empleados (que representa únicamente a menos de un 1% de empresas en el Estado español) a mantener una cuota de mujeres de un mínimo del 40% en su dirección, eso con el pequeño dato de que esto solo afectará a sus direcciones, aunque no a los CEO´s.
Pedro Sánchez afirmaba: “Si las mujeres representan a la mitad de sociedad, la mitad del poder político y económico tiene que ser de las mujeres”. Sin un atisbo de cuestionamiento al sistema, este partido podría abandonar por completo la mitad de sus siglas y llamarse directamente “partido de la patronal española”. Admitir que esta ley no cuestiona ni la explotación ni el contenido de clase del Estado, sino que la refuerza con tintes progresistas .
Debemos asumir de una vez que la existencia de mujeres explotadoras que se reúnan con hombres explotadores no altera en nada el sistema, sino que además lo refuerza y hace parecer que hay un avance en los derechos de la mujer. Por eso rechazamos este “feminismo liberal”.
En cambio, por lo que debemos luchar es lo que le compañere de la agrupación de mujeres y disidencias Pan y Rosas señaló en el diario Público durante las manifestaciones del 8 de Marzo. Rub decía: “No quiero que se luche porque haya explotadores y explotadoras por igual” y añadía “no hay que buscar que mujeres exploten a otras mujeres, sino que no exista la explotación”. “No quiero que haya 50% de Amancio Ortega y 50% Ana Botín, hay que luchar para que no exista la explotación”, agregaba.
🟣 DIRECTO #8M2023 | 🗣 "No quiero que se luche por que haya explotadores y explotadoras por igual, que no haya 'Amancios Ortega', un 50%, y otro 50% Ana Botín"
🗣"No hay que buscar que mujeres exploten a otras mujeres, sino que no exista la explotación"https://t.co/xtwIcqQitf pic.twitter.com/0vUQaP8vL2
— Público (@publico_es) March 8, 2023
Efectivamente esta ley lo único “novedoso” que tiene es la promoción de la explotación de una mujer sobre otra o de un hombre sobre otro, eso sí, ahora con paridad para que la plusvalía sea repartida a ambos sexos. Es el sueño del feminismo liberal, la capacidad otorgada por el Estado para explotar libremente a la clase trabajadora, pero con un bote de pintura morada encima.
Al Gobierno, en cambio, no parecen preocuparles las mujeres trabajadoras, esas mismas que se pusieron en huelga contra Amancio Ortega en Inditex y han conquistado una subida salarial histórica para el sector. Esas trabajadoras, las que están precarizadas en hospitales, las enfermeras, las médicas, las limpiadoras… Las que luchan por defender los servicios públicos que no reciben fondos suficientes porque el gobierno prefiere invertir en armamento. Esas trabajadoras migrantes encerradas en CIES y que están afectadas por la ley de extranjería. O esas trabajadoras a las que el gobierno no tuvo escrúpulos en infiltrarles policía hasta en sus camas. De todas ellas no se habla, cuando las ministras “progresistas” se llenan la boca con proyectos de “paridad”.
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Si este Gobierno tuviera preocupación real por las y los trabajadores no perseguiría las luchas como sucedió en Cádiz, buscaría crear planes para destruir la brecha salarial que en España se sitúa en el 28%. Pero no es el caso, el Gobierno está muy ocupado creando leyes que refuerzan el poder represivo del Estado a través de policías, milicos y jueces.
Estamos en un momento en el que la clase trabajadora en su conjunto está más feminizada y racializada que en ningún momento antes de la Historia, pero el gobierno prefiere centrarse en las explotadoras y no las explotadas. Lo que está claro es que un Gobierno ocupado por hacer feliz a la patronal mientras asegura la explotación de la clase trabajadora, mujeres incluidas, no es feminista, o al menos, no un feminismo que defienda a la mayoría de las mujeres. Para lograr terminar con la opresión a las mujeres y a las personas disidentes no vale con poner a dirigir grandes empresas a mujeres, sino que hay que acabar con la propiedad capitalista de las grandes empresas.
Lo que necesitan las mujeres trabajadoras no es que se asegure la existencia de sus explotadoras, sino que éstas no existan más. Las trabajadoras, al igual que el resto de la clase trabajadora lo que necesitamos es tomar la producción bajo nuestro control, tener servicios de cuidados socializados y que no obliguen a las mujeres a una doble jornada laboral, servicios públicos de calidad y no bajo los intereses egoístas e hipócritas de la burguesía. En definitiva, necesitamos la destrucción del patriarcado y el capitalismo, y de nosotres depende.
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No podemos seguir tolerando a un Gobierno que se pinta la cara de morado una vez al año, pero que luego defiende a nuestras explotadoras y explotadores. Como bien señaló Kollontai en su momento “a la mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer” y estas palabras hoy cobran su importancia histórica más que nunca.