Comenzó el lunes en Brasil la protesta de camioneros liderados por el Comando Nacional del Transporte (CNT). La novedad de este movimiento es que, además de la reducción en el precio del diesel y una tabla de precios mínimos para el flete, su líder pide también la salida de la presidenta Dilma Rousseff.
Miércoles 11 de noviembre de 2015
Fotografía: Uarlen Valério/09.11.2015/O Tempo/Estadão Conteúdo
Con la articulación hecha por las redes sociales, el movimiento no cuenta con la adhesión de la mayor parte de organizaciones nacionales que representan en sector, sean sindicatos de trabajadores o cámaras patronales. En los estados de Minas Gerais, Santa Catarina, Paraná y Rio Grande do Sul hubo corte de algunas rutas.
Ivan Schmidt, uno de los voceros del CNT, soltó la bravuconada de que solo van a negociar “con el próximo gobernante”, en alusión a la demanda de renuncia de la presidenta. Esa afirmación, además del apoyo declarado de los movimientos Brasil Livre y Vem Pra Rua (Vení a la calle), vinculados a la oposición burguesa y portavoces de los actos a favor del impeachment (destitución) de Dilma, le da un carácter de derecha a esta protesta de camioneros.
Existen, sin embargo, algunos elementos contradictorios que pueden sorprender la dinámica del movimiento. Varias organizaciones que representan el sector se manifestaron en contra de ese movimiento. El Sindicato de Camioneros Autónomos del Estado de Pará (Sindicam-PA) y la Federación de Camioneros Autónomos de Cargas en General del Estado de San Pablo (Fetrabens), así como las entidades de Goiás y Tocantins, ligados a los trabajadores o directamente a las patronales firmaron, juntos, un documento en contra de la huelga.
Representante de más del 50% de los camioneros autónomos del país, la Confederación Nacional de los Transportistas Autónomos (CNTA) sacó una nota pregonando el diálogo con el gobierno y exhortando a los camioneros a creer “en un volanteo” en la crisis del país que, con el ejemplo de otras naciones, “con la lucha y apoyo de la población, de forma inteligente y organizada, dieron vuelta el partido y están nuevamente en crecimiento”.
Ya la Asociación Brasilera de Proteína Animal (ABPA), cámara patronal, creó un comité de gestión de la crisis para trazar estrategias para enfrentar los efectos de la huelga, realizando relevamiento del impacto y llevando a cabo medidas para hacer viable la entrega de insumos en las granjas, el transporte de animales a la faena y de productos para la distribución en el mercado interno y para las exportaciones.
“El paro tiene efectos perversos en el sector, y en este momento, tememos que sean aun peores que los que sufrimos a comienzo de año. Esperamos, por eso, una rápida acción por parte del gobierno”, afirmó en una nota el presidente de la ABPA, Francisco Turra.
En el último paro del sector, la ABPA calculó que los perjuicios al sector de aves y suinos ascendieron los 700 millones de reales (cerca de 185 millones de dólares). En esa oportunidad, cargas no pudieron ser entregadas, puertos pararon, agroindustrias suspendieron faenas y los estoques quedaron copados.
En un país que depende exclusivamente de la red rodoviaria para nutrir el consumo interno, pero especialmente para garantizar la exportación de commodities, una huelga de camioneros golpea frontalmente la economía nacional.
Los latifundistas y la patronal no están dispuestos a relegar sus ganancias para derribar al gobierno, al contrario, quieren asegurarse de que no haya mayores golpes en la política que atrasen la aprobación de los ajustes fiscales y alcanzar sus lucros. Al mismo tiempo, la protesta claramente política, organizada por la derecha, que no sigue ni la dirección de las cámaras directamente patronales ni la de los sindicatos del sector puede salirse de control de las burocracias e influenciar la dinámica de las mayores disputas políticas en el país.