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¿Llegó la primavera massista?

Pablo Anino

ECONOMÍA
Ilustración: Juan Atacho

¿Llegó la primavera massista?

Pablo Anino

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Sergio Massa concluyó con cierto éxito su gira en los Estados Unidos. En su peregrinar por Washington se reunió con funcionarios de la administración de Joe Biden, con las autoridades de los organismos multilaterales de crédito, con ejecutivos de empresas y con representantes del Congreso Judío Americano.

El embajador estadounidense en Argentina, Marc Stanley, participó en varias de las reuniones con funcionarios estadounidenses. Su influencia y su simpatía se expande, incluso, en su actividad en Buenos Aires, donde al regreso se reunió con Hugo Yasky y Roberto Baradel. Yasky pasó de cuestionar en noviembre de 2021 a Stanley por “declaraciones de un virrey que tiene una concepción neocolonial" a conversar con el embajador sobre derechos de los trabajadores y organización gremial.

El regocijo gremial lo expresó Pablo Moyano, quien afirmó que el embajador yanqui “es más peronista que muchos de los nuestros”. Por fin se superó una vieja grieta: la de los nostálgicos de la disyuntiva entre Braden o Perón...

La comunicación oficial destaca que las negociaciones de Massa en el país del norte ayudaron a conseguir algo de dólares para las alicaídas reservas del Banco Central. Es menos conocido, porque no se publicita, qué compromisos asumió el “superministro” en esas reuniones con varios funcionarios que tienen en sus manos las palancas de la política exterior estadounidense. ¿Alguien puede creer que Massa, cual encantador de serpientes, obtuvo el beneplácito estadounidense para abrir la billetera de los organismos multilaterales sin ofrecer nada a cambio?

Las reuniones más fructíferas en cuanto a dólares tuvieron lugar con el BID y el Banco Mundial. Luego del encuentro con Axel van Trotsenburg, Director Gerente de Operaciones del Banco Mundial, Massa tuiteó su agradecimiento. Según informó el Ministerio de Economía, el organismo tiene proyectos por U$S9.100 millones en Argentina y “lleva aprobados $ 1.100 millones en nuevos proyectos y confirmó otros $ 900 millones para los próximos seis meses”.

Otra reunión muy relevante tuvo lugar en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El Gobierno de Alberto Fernández estaba enfrentado con su titular, Mauricio Claver-Carone. ¿Por qué? Por dos motivos. El primer motivo es que Claver-Carone fue director ejecutivo en el Directorio del FMI en representación del gobierno estadounidense en tiempos de Donald Trump. Por lo cual, intervino en el crédito que el FMI le otorgó al Gobierno de Mauricio Macri. Y fue quien afirmó que ese crédito significó un apoyo político. Por este motivo, Claver-Carone estuvo en el foco de las denuncias de sectores del kirchnerismo que, al menos de palabra, impugnaban esa operación.

El segundo motivo es que el renunciado secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, compitió con Claver-Carone para ocupar la presidencia del BID. No lo logró. Pero ese enfrentamiento dejó sus huellas. El BID tenía trabados créditos para la Argentina. Todo cambia. La llegada de Massa a Washington permitió alcanzar un acuerdo y el BID enviará U$S 1.200 millones en el último trimestre del año, en particular para fortalecer las reservas del Banco Central.

De todos modos, aunque las condiciones de Argentina cambiaron para peor, resaltan los escasos recursos que consiguió Massa por parte del Banco Mundial y el BID en comparación con los U$S 57.000 millones (de los cuales llegaron U$S 44.000 millones) que consiguió Macri de parte del FMI.

El cierre de la gira fue a “todo trapo”. El pasado lunes 12 de septiembre, el “superministro” sostuvo una reunión con funcionarios de la Secretaría del Tesoro. Allí logró que la titular del Tesoro, Janet Yellen, le dedique unos minutos. Pero la reunión central se realizó con otros funcionarios del Tesoro, entre ellos David Lipton, quien en 2018 se desempeñaba en el FMI y tuvo un rol clave en el préstamo “stand by” otorgado al gobierno de Cambiemos.

Lipton, como Claver-Carone, también es responsable del préstamo más grande en la historia del Fondo, del fracaso de ese acuerdo con el macrismo y de que una gran parte de los recursos que envió el organismo los fugaran los grandes empresarios que operan en nuestro país a guaridas fiscales. Es decir, Massa negocia con quienes hasta hace poco tiempo atrás eran denunciados ferozmente por el kirchnerismo.

De la reunión en el Tesoro también se habló de un acuerdo entre la AFIP y el IRS (el organismo tributario estadounidense) para la aplicación de la Ley de Cumplimiento Tributario de Cuentas Extranjeras. Con este acuerdo, el Gobierno argentino pretende cazar a evasores que hayan fugado capitales a los Estados Unidos.

El objetivo es que esos evasores paguen lo que adeudan a la AFIP más las multas correspondientes y, de esta forma, contribuir a cumplir con las metas pactadas con el FMI. Si la AFIP logra cazar a algunos de los evasores, es probable que una parte de esos recursos estén relacionados con los que se fugaron con la financiación del FMI durante la gestión macrista.

Parece una novela de enredos, pero, en realidad, esta complicada trama pone en evidencia los mecanismos de dependencia del capital financiero y los métodos de la burguesía que opera en nuestro país para extraer plusvalía para luego invertirla en el país del norte.

Massa llegó a la reunión con la titular del Fondo, Kristalina Georgieva, con el terreno allanado gracias a las reuniones previas con el accionista mayoritario del Fondo (Estados Unidos), pero también merced al ajuste que dejó Guzmán y profundizó en su breve gestión. La opinión elogiosa de la Georgieva hacia el “superministro” fue acompañada con la ratificación de las ásperas metas acordadas con el organismo. Suave en las formas, dura en el contenido.

La deuda es eterna. Nunca se termina de pagar ni de negociar. Concluidas las gestiones en Washington, el oficialismo anunció que, hacia fin de mes, Massa viajará a Francia para negociar por enésima vez la deuda con el Club de París.

Esta semana, en su editorial de los lunes en LN+, Carlos Pagni afirmó, a propósito de las exequias de la Reina de Isabel II, que uno de los problemas de la Argentina es que carece de una monarquía constitucional que permita transitar cierto equilibrio entre conflictos y consensos, es decir que actué como ordenadora del sistema político alrededor de núcleos mínimos de coincidencia.

En realidad, esa “carencia” parecen suplirla el amo del norte y el FMI, quienes establecen los estrechos límites dentro de los cuales puede operar la política económica. Esos límites dibujan la angosta avenida del medio en la que se mueve, con cierta solvencia, Sergio Massa.

El “modelo”

A principios de julio, cuando Massa no era “superministro”, trascendió que la Dirección General de Aduanas había detectado 403 operaciones de exportaciones de mineral de litio con subdeclaración de los valores por ventas realizadas al exterior entre 2018 y 2019: el fisco reclamó que la empresa pagara $7.700 millones entre impuestos eludidos y la multa correspondiente. Ya en ese entonces, el titular de Aduanas era el massista Guillermo Michel. El nombre de la empresa no trascendió, pero todo indica que se trataba de Livent.

El 3 de agosto, día en el que Massa ofreció su primera conferencia de prensa al frente de Economía, denunció “mecanismos de triangulación con subfacturación de exportaciones y sobrefacturación de importaciones”. No mencionó nombres de empresas, pero es probable que las mineras estuvieran en la mira. Especialistas del sector minero señalan un dato llamativo: el litio, el mineral que se promociona como el que va a permitir proyectar el país hacia el éxito, hacia un futuro mejor, no arroja resultados positivos en los balances de las empresas.

Según información de la Iniciativa EITI de la Secretaría de Minería, en el año 2019 (último dato disponible), la Minera del Altiplano -Livent- declaró quebrantos, por lo tanto, no pagó el impuesto a las ganancias. No solo eso. Además, no le correspondió pagar el impuesto a los créditos y débitos bancarios amparada en el beneficio de la estabilidad fiscal a los emprendimientos mineros. Por último, tampoco pagó IVA porque exporta su producción. Sí pagó algo en concepto de regalías a la provincia de Catamarca y derechos de exportación.

El caso Livent expone el “modelo” extractivista en toda su dimensión: deja poco y nada en el territorio donde se extrae el recurso, hace maniobras para eludir al fisco, pero hasta en el ámbito donde podría traer algún beneficio, esto es en el aporte de dólares, estafa al país con maniobras en el comercio exterior. Por último, pero no menos importante, habría que agregar el impacto ambiental que ocasiona. El miércoles 7/9, como parte de la agenda en su gira, Sergio Massa se dio la mano con el CEO de Livent, Paul Graves.

Fue parte de la gran cantidad de encuentros que sostuvo con la Cámara de Comercio y empresas como Lamb Weston Holding (produce papas congeladas); Whirlpool (que produce electrodomésticos); con automotrices y tecnológicas; con la minera Río Tinto, que extrae litio en el Proyecto Rincón ubicado en Salta; con Chevron, que opera junto a YPF en Vaca Muerta; con Exxon Mobil, que también opera en Vaca Muerta.

Las pretensiones estadounidenses sobre los recursos naturales de nuestro país son evidentes. Pero, obviamente, no son nuevas. En el caso de Vaca Muerta, desde 2013, gracias a los oficios de Axel Kicillof, se realizó un pacto entre Chevron e YPF (cláusulas secretas incluidas) para desarrollar el “fracking”. Los hidrocarburos no convencionales vuelven a ser la gran apuesta del Gobierno de les Fernández. En lo inmediato, el oficialismo busca que el gasoducto Néstor Kirchner esté terminado para el invierno que viene en el tramo que une Tratayén en Neuquén con Salliqueló en Buenos Aires. Su conclusión permitiría abastecer parte del consumo doméstico y ahorrar dólares que se utilizan para importar gas. Con vistas en el mediano y largo plazo, se sumó el anuncio del acuerdo con la malaya Petronas que tiene como objetivo la construcción de una planta de licuefacción de gas para impulsar las exportaciones.

La mano estrechada de Sergio Massa con el CEO de Livent es un símbolo del “modelo” extractivista que proyectan los dueños del país hacia el futuro y en el cual no existe grieta entre las dos coaliciones políticas mayoritarias.

La mano generosa de Sergio Massa también fue estrechada, antes de su partida a los Estados Unidos, al agronegocio sojero con el dólar a $ 200 hasta finalizar septiembre. ¿Quién carga con el costo del ingreso adicional del agronegocio? De manera directa, el Banco Central porque compra dólares a los agroexportadores a $ 200, pero después les vende a los importadores a $ 140. No solo eso. El Banco Central tiene que absorber los pesos que emite para comprar los dólares a los sojeros: eso agranda la bola de nieve de las Leliq. La operatoria habilitada por Massa consiste en una devaluación acotada en el tiempo, por ahora por un mes, en beneficio de los sojeros, cuyo impactó en la suba general de precios se hará sentir.

El “dólar soja” implica una transferencia de recursos de $ 200.000 millones a quienes con la retención de granos y la especulación pugnaban por con una devaluación. Los ganadores de este round son los dueños de los campos de soja, pero también los agroexportadores más concentrados, mayormente multinacionales, como Cargill, Bunge, Cofco, ADM, AGD, Molinos Agro, Oleaginosa Moreno, Dreyfus y otros pulpos.

Massa cumplió con las expectativas que despertó su asunción como “superministro” en el presidente de la Cámara de la Industria Aceitera y del Centro Exportador de Cereales, Gustavo Idígoras. No solo eso. El puente tendido a los agroexportadores es una manifestación de un acercamiento más general hacia un sector empresarial concentrado, no solo agrario, que tiene sus negocios en estas pampas.

Plan aguantar

Luego de un primer mes de gestión donde no logró poner en funcionamiento la “máquina de dólares”, Massa encadenó con la llegada de septiembre una serie de logros parciales: uno muy importante es la buena recepción que encontró en su viaje a los Estados Unidos donde consiguió el envío de dólares frescos para los meses venideros; el otro logro es que destrabó la compuerta que trababa las ventas de soja.

La llegada de la primavera aliviará las importaciones de gas, típicamente más fuertes en invierno. En este contexto, el Banco Central comenzó a ver los primeros brotes verdes en sus alicaídas reservas. Es una obviedad que el problema estructural de la escasez de dólares, la restricción externa, está lejos, muy lejos, de estar resuelto.

Pero, por el momento, el fantasma de una devaluación brusca parece alejarse. Al mismo tiempo, se aceleró la devaluación administrada, en cuotas, que practica la autoridad monetaria sobre la cotización oficial del dólar: en septiembre, el dólar mayorista se mueve a una tasa que se podría acercarse al 7 % mensual.

Es decir, el Gobierno parece haber recobrado cierto control sobre el mercado cambiario. En esto incidió la suba de tasas de las Leliq y de los bonos del Tesoro para intentar hacer más atractivo el peso frente al dólar. Se trata de un negocio jugoso para el sistema bancario y financiero.

El jueves 15/9, el Banco Central definió una nueva suba de tasas de interés para reforzar este camino, que es el camino de tasas de interés reales positivas que ordenó el FMI. A la vez, en sintonía con el que ya practicó Massa en sus primeros días de gestión, es probable que el Ministerio de Economía impulse un nuevo canje de la deuda de corto plazo para patear vencimientos hacia el año próximo. El costo: una bola de nieve de deuda en pesos que se acrecienta y es una amenaza latente.

Hay un costo mayor. La política oficial de tasas de interés elevadas, aumento del ritmo devaluatorio, restricciones a las importaciones y ajustes presupuestarios empuja a una desaceleración económica. De hecho, los números del Presupuesto 2023 indican que Economía proyecta un cierre de año con un crecimiento de 4 %, lo cual supone una desaceleración en relación al crecimiento de 6,3 % interanual que registró el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) en el acumulado hasta el sexto mes. Para el año próximo, el crecimiento sería de la mitad: apenas del 2 %.

De cumplirse estas proyecciones, el Gobierno del Frente de Todos concluiría su gestión en 2023 con un nivel del PIB apenas por encima del registrado en 2017.

Las devaluaciones las carga el diablo y siempre están a la vuelta de la esquina. Más en un país que vive bajo la presión de la devaluación permanente que ejercen los dueños de todo y donde la inflación alcanzará de mínima el 95 % anual cuando termine diciembre, según los números oficiales del mencionado Presupuesto 2023, o de máxima una cifra por encima del 100 %.

Pero, si el oficialismo logra sostener la precaria y débil estabilidad macroeconómica hacia el año próximo, ese sería el único activo para ofrecer en la contienda electoral.

Es una estabilidad que consolida la tajada que sacó la clase capitalista sobre la clase trabajadora que se mide en un aumento en la tasa de explotación desde el 109 % en 2017 al 160 % en 2021, que estabiliza los U$S 70.000 millones que estimó el Centro CIFRA que transfirió la clase trabajadora a la clase capitalista en los cuatro años que van desde 2018 a 2021, que estabiliza la pobreza en niveles cercanos al 40 % y que estabiliza la pérdida del poder de compra del salario. Es la paz, la estabilización, de los cementerios.

La primavera massista significa, en el mejor de los casos, no más que unos pocos meses de relativa calma cambiaria, pero todos los desequilibrios acumulados en la economía y las necesidades de dólares para un futuro cada vez más cercano de vencimientos duros de deuda a partir de 2025 con acreedores privados y luego con el Fondo, deparan nuevas turbulencias en el horizonte.

El kirchnerismo renunció (o al menos tiene guardadas para otra ocasión) a las críticas al ajuste, a los tarifazos, al endeudamiento en dólares como el asumido con el BID y el Banco Mundial, a las concesiones a los sojeros. El “decisionismo” de Massa sacó a Alberto Fernández del modo procrastinación monótona de toda definición y puso al kirchnerismo en modo apostasía del credo que supuestamente defendía.

Una primera versión de este artículo fue publicada en El Juguete Rabioso, el newsletter de economía de La Izquierda Diario, el día 15 de agosto de 2022.


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Pablo Anino

@PabloAnino
Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.