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Tribuna Abierta. Los BRICS, entre las contradicciones de arrastre y la complejidad de la coyuntura

El fin de semana pasado tuvo lugar la 8va cumbre del bloque BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), donde quedaron expuestas sus limitaciones y la vigencia de las iniciativas que han articulado desde su creación.

Miércoles 19 de octubre de 2016

Fotografía:EFE

El BRICS desde sus inicios

Desde la primera cumbre de Jefes de Estado que tuvo lugar en 2009 en Rusia, el bloque BRICS ha desplegado una serie de iniciativas que podrían agruparse analíticamente en tres ejes articuladores.

El primero de ellos es el reclamo a los países desarrollados para que reconozcan los cambios en la economía internacional cediendo mayor peso político a las potencias emergentes. La recesión en las economías avanzadas y el estallido de la crisis económica y financiera internacional en 2008 resultaban un contexto propicio para avanzar en este posicionamiento, a los efectos de modificar una estructura de poder internacional que había quedado anclada en el siglo XX.

Así, la modificación de cuotas y de la lógica de toma de decisiones al interior del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) aparecían como objetivos compartidos por el conjunto de los miembros del bloque, toda vez que la participación de cada una de sus economías en el producto bruto mundial era claramente superior al respectivo poder detentado en los organismos mencionados.

A esto se sumaba el rechazo a la vigorosa expansión monetaria del gobierno de EE.UU. como una de las respuestas a la crisis, en la medida en que ejercía presiones devaluacionistas en las reservas acumuladas previamente por estos países y generaba mayor inestabilidad en el sistema monetario internacional.

El segundo elemento clave del accionar del BRICS ha sido el despliegue de iniciativas conjuntas de distinto tipo, que han ido nutriendo el contenido de las sucesivas cumbres anuales. En materia económica, los cónclaves de Jefe de Estado avanzaron en primera instancia en la implementación de mecanismos de cooperación interbancaria, facilidades de préstamos en moneda local y cartas multilaterales de crédito.

Ya desde 2012, se avanzó en la idea de consolidar un cierto grado de institucionalización, lo que se materializó en la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) y del Acuerdo de Reservas de Contingencia (ARC), que se hicieron operativos el año pasado. El Banco fue creado a partir de aportes en partes iguales de los cinco socios que constituyeron un desembolso inicial de U$S 50.000 millones, mientras que el fondo del ARC alcanzó los U$S 100.000 millones, de los cuales el gobierno chino fue el principal aportante (U$S 41.000 millones), al tiempo que India, Rusia y Brasil destinaron U$S 18.000 millones cada uno y Sudáfrica U$S 5.000 millones.

Finalmente, un tercer eje radica en la representación discursiva que los BRICS han pretendido ejercer sobre el conjunto de los países en desarrollo. La consideración de la condonación de deudas, de transferencia tecnológica y de acceso a los mercados internacionales ha sido esgrimida por el bloque como elementos de defensa de las economías de menores ingresos. A esto se sumó luego el reclamo de levantamiento de barreras al comercio y la inversión con la excusa de argumentos ecológicos (“economía verde”), sin considerar los distintos estadios de desarrollo de los países.

Asimismo, desde la incorporación de Sudáfrica al bloque en la cumbre realizada en China en 2011, las referencias al desarrollo del continente africano se hicieron mucho más frecuentes, abogando por la construcción de infraestructura, por el fomento de su industrialización y por la modernización y diversificación de sus economías nacionales. En ese contexto, el bloque ha manifestado su apoyo explícito a distintas iniciativas lanzadas por la Unión Africana, como la Nueva Alianza para el Desarrollo Económico de África (NEPAD), la Agenda 2063 y el Fondo de Paz constituido tres meses atrás.

Naturalmente, estas tres dimensiones del accionar político del BRICS están estrechamente interrelacionadas. En efecto, el bloque aceleró la creación de instituciones financieras propias en la medida en que los países desarrollados dilataban la negociación por cambios en los organismos multilaterales de crédito. Asimismo, el accionar del NBD no el otorgamiento de préstamos a países en desarrollo donde empresas multinacionales de los BRICS tengan intereses específicos, como podría ser la construcción de infraestructura en África por parte de firmas chinas. Y los reclamos a los países desarrollados también se han extendido al pedido de cumplimiento de la Ayuda Oficial para el Desarrollo, lo que beneficia de forma directa a las economías más pobres del mundo.

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El bloque y sus límites

Con todo, la contracara de estos posicionamientos evidencia múltiples aristas y contradicciones que vale la pena resaltar a continuación. En primer lugar, es evidente que los BRICS no sólo han contribuido a sostener el despliegue del capitalismo a escala global, sino que legitiman plenamente la institucionalidad que le da soporte y reproduce.

Así, el histórico reclamo por una reforma que le de validación política dentro de los organismos multilaterales a su despegue económico de las últimas décadas, no deja de ser un reconocimiento implícito de la legitimidad y utilidad que los BRICS siguen visualizando no sólo en el FMI y el BM, sino también en la Organización Mundial del Comercio (OMC) –presidida actualmente por un brasileño- y en la Ronda de Doha, como han manifestado cumbre tras cumbre.

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Del mismo modo, el ensayo del bloque de convertirse en “vocero” de los intereses de las economías menos avanzadas del planeta y hasta alentar una diversificación económica en África colisiona con una tendencia que se ha hecho cada más clara: la profundización de las prácticas extractivas y reprimarizadoras en distintos países de dicho continente. Esto se debe en gran medida a la creciente influencia de China (primus inter pares en el bloque), que ha venido buscando garantizarse el aprovisionamiento de recursos naturales a partir de la ampliación del financiamiento y el estrechamiento de relaciones diplomáticas con gobiernos de la región, algunos de ellos dictatoriales. Esta búsqueda de bienes primarios (agrícolas y minerales) también se ha extendido a los propios socios dentro del bloque, Sudáfrica y Brasil, países en los cuales existen burguesías industriales lo suficientemente poderosas como para preocuparse por la reproducción de los patrones de comercio bilateral asimétricos que mantienen sus espacios nacionales de origen con el gigante asiático.

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Este último punto se inscribe en un escenario de mayor alcance, caracterizado por las contradicciones no despreciables que persisten entre los BRICS y que le ponen un claro límite a su potencial. La principal de ellas se vincula a la compleja relación bilateral que existe entre las dos grandes potencias emergentes, China e India, donde se acumulan tensiones de diversa índole (disputas limítrofes, desconfianza militar, competencia por mismas zonas de aprovisionamiento de recursos energéticos, etc.). Pero también se extiende a las relaciones de los restantes miembros, entre los que ha habido distintos tipos de conflictos en los últimos años (en cooperación militar entre Rusia e India, en compra de activos estratégicos entre India y Sudáfrica, en negociaciones comerciales en la Ronda de Doha, etc.), a lo que se suma la desconfianza histórica latente entre China y Rusia (parcialmente desactivada desde el fin de la Guerra Fría).

La expresión institucional de esto es la existencia paralela de múltiples organizaciones (IBSA, Organización para la Cooperación de Shanghái, G-4) que incluyen a parte de los miembros del BRICS, con objetivos parciales que saben que no pueden hacer avanzar dentro del bloque.

Estas limitaciones estructurales del BRICS se han puesto una vez más en tensión en la octava cumbre que tuvo lugar el pasado fin de semana en Goa, India. Por un lado, aparecieron señales de continuidad y hasta de ampliación de acciones conjuntas, que se refleja en la ratificación de algunas iniciativas en proceso (constitución de un mercado de seguros intra-bloque, inicio de operaciones del NBD) y el lanzamiento de procesos de discusión sobre otras (agencia calificadora de riesgos), todo lo cual desmintió a los que pronosticaban el ocaso del bloque.

Por otro, la delicada situación que atraviesan estos países (continua desaceleración del crecimiento chino, crisis económica y política en Brasil, recesión rusa), las mencionadas contradicciones que los atraviesan y las diferentes relaciones que establecen con las potencias occidentales impidieron avanzar en un esquema más ambicioso, que incluyera una ampliación significativa de los fondos del NBD (que cuenta con un apoyo insignificante de China frente al comprometido en otras iniciativas como el Banco de Infraestructura e Inversión Asiático y el desarrollo de la Ruta de la Seda), una condena explícita al accionar terrorista de Pakistán (aliado de China) denunciado por India o un apoyo decidido a la posición de Rusia en el conflicto en Siria.

Así, en un contexto de estancamiento de la economía mundial en el que se han venido agudizando ciertas tensiones geopolíticas (como en Ucrania, Siria y el Mar de China), la reciente cumbre de los BRICS manifiesta su vigencia como bloque, pero también sus límites para avanzar en una reestructuración de la división internacional del trabajo y del sistema internacional de Estados que resulte más favorable al posicionamiento de sus miembros.

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