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Los grandes medios de comunicación “auspician” el genocidio en Palestina

Agustina Bants

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Los grandes medios de comunicación “auspician” el genocidio en Palestina

Agustina Bants

Ideas de Izquierda

En este artículo analizamos la influencia del poder mediático como un componente ideológico en la situación de conflicto entre Israel y Palestina, señalando su conexión con las potencias imperialistas que respaldan la política militar.

Nos hallamos en un momento que quedará en la historia como uno de los más oscuros del siglo XXI. Se está transmitiendo en vivo y en directo un “salto cualitativo” del genocidio en Gaza. En menos de dos meses de ataques militares por parte de Israel, ya hay al menos 14.854 asesinados y 36.000 heridos: el 73% de ellos niños, mujeres y ancianos; más de tres cuartos de la población desplazada y al menos el 45% de las viviendas bombardeadas. [1] El rol que están jugando las principales cadenas de medios de comunicación occidentales en este contexto los convierte en cómplices o, lo que es peor, demuestra que son parte fundamental de la maquinaria de guerra.

En el presente artículo procuramos evidenciar esta ubicación del poder mediático, como la pata ideológica del exterminio de palestinos por parte de Israel y las potencias imperialistas detrás de la política bélica.

La propaganda como arma de guerra

Primeramente, cabe explicitar que entendemos la situación que acontece en Gaza como un régimen de Apartheid basado en la limpieza étnica y el desplazamiento de la población palestina perpetrado por el Estado de Israel. Ilan Pappé lo describe como un “genocidio incremental” y explica que “no se da en un solo evento dramático [...] es un proceso acumulativo, gradual, que al final puede conducir a un resultado similar al de una operación puntual de genocidio”. No obstante, la retórica de Israel, del imperialismo norteamericano, europeo y de los medios de comunicación afines es que se está produciendo una “Guerra”. [2] Los métodos propagandísticos de los que se valen para construir apoyo popular tienen vastos puntos de contacto con los utilizados en distintas guerras a lo largo del siglo pasado y el presente. Por ello, a pesar de esta salvedad, estableceremos a continuación estos paralelismos con aquellos conflictos.

Corresponde partir de una definición básica que no por simple debe darse por sentada: los medios de comunicación no son neutrales. Como población, no tenemos acceso directo a los hechos que ocurren en el mundo, sino que la información que recibimos está filtrada por los medios. Mucho se discute si ese poder mediático hoy se encuentra matizado por el avance arrollador de las redes sociales, que dan lugar a una mayor descentralización de la información. Volveremos sobre este punto más adelante. Los medios de comunicación, dada su capacidad de filtración de la realidad, pueden presentarla desde múltiples enfoques, realizar recortes, falsificaciones, etc. La mera elección de los contenidos y las palabras para describir los hechos surge de un criterio subjetivo, de una posición ideológica que, en el caso de los medios concentrados, busca expandirse e imponerse como verdad absoluta con arreglo a ciertos intereses dominantes.

En relación con lo anterior, y para intentar explicar los vínculos entre las grandes cadenas de comunicación y las élites políticas, Robert Entman propuso el “modelo en cascada” de la información, donde ubica jerárquicamente a los distintos actores comunicativos en función de su capacidad para imponer determinada explicación sobre cuestiones de política exterior. En este modelo, el gobierno se sitúa en la cúpula de la “cascada”, ya que es el actor que más información posee. Le siguen las élites políticas, que incluyen partidos políticos de la oposición, gobiernos extranjeros y otros poderes, que aceptarán o rechazarán estos encuadres propuestos. Recién luego de esa negociación intervienen los medios de comunicación elaborando esquemas de pensamiento para transmitir a la opinión pública, que de algún modo responderá a dichos esquemas. [3]

Ya Antonio Gramsci, con una orientación similar, había calificado puntualmente a los periódicos como “partidos políticos” con un contenido de clase. En cuanto a aquellos que responden a la clase dominante remarcaba que, por un lado, son influenciados por ella, su Estado y sus instituciones. Por el otro, buscan a su vez influir masivamente en la arena política, ideológica y cultural, para propagar ideas que tiendan a crear y consolidar consensos alrededor de determinadas concepciones del mundo. [4]

En contextos de guerra esto cobra especial magnitud, pues para cualquier Estado implicado, contar con la opinión pública a favor es un factor estratégico fundamental. Algunos teóricos incluso opinan que allí radica el nuevo “centro de gravedad”, según la terminología del estratega militar Carl von Clausewitz. Es decir, el “talón de aquiles” donde se debe golpear para hacer el daño decisivo. En esta línea, el control de la información que circula a través de los medios de comunicación y, actualmente, las nuevas tecnologías de la información, se torna clave.

Según Bernard Cohen: "si el gobierno llega a perder su poder para gestionar la cobertura de las noticias en un escenario de guerra, su capacidad para usar la fuerza militar puede perderse". [5] El historiador hacía esta definición en base al análisis de la Guerra del Golfo, pero sirve para pensar otros escenarios. En la Guerra de Vietnam, por ejemplo, el descontento y el hastío de la población estadounidense con la guerra desencadenó masivas y persistentes movilizaciones y fue un factor para la derrota del ejército imperialista. Daniel Hallin señala que:

“Los medios de comunicación tuvieron una libertad extraordinaria para informar sobre la guerra de Vietnam, sin control gubernamental directo: fue la primera guerra en la que los periodistas estaban habitualmente acreditados para acompañar a las fuerzas militares pero no estaban sujetos a la censura, y fue una guerra en la que los periodistas claramente no se consideraban a sí mismos simplemente como ’soldados de la máquina de escribir’ cuya misión iba a servir al esfuerzo bélico [...] Cada administración de la era de Vietnam tenía crisis periódicas en su capacidad para ’gestionar’ este sector más independiente o medios de comunicación adversarios y, a lo largo de los años, el volumen de noticias ’negativas’. La cobertura aumentó tan dramáticamente que parece haber pocas dudas de que de hecho, la cobertura noticiosa contribuyó al cansancio público de la guerra que eventualmente convirtió a Vietnam en un lastre político y obligó a Johnson y luego a Nixon a abandonar el esfuerzo por obtener una victoria militar”. [6]

Hay debates alrededor de si la relación entre el tratamiento periodístico y la opinión popular fue tan mecánica y unilateral, pero lo que es claro es que la Guerra de Vietnam fue la primera en ser televisada en directo y que las movilizaciones para detenerla fueron determinantes. Luego de esta experiencia el Estado norteamericano aprendió lecciones y en las guerras que le sucedieron cambió completamente el vínculo con el periodismo: inicialmente, aumentando regulaciones e imponiendo distintas formas de censura a los medios de comunicación; posteriormente, alineando intereses imperialistas con ellos, como veremos más abajo.

En suma, podría decirse que en la guerra los medios de comunicación ofician de “aparato ideológico de información”, como sostiene Althusser, de los distintos bandos para justificar el accionar bélico. Sin embargo, el poder, la influencia y la ligazón de los bandos con el imperialismo determina en qué medida se alinearán la mayoría de los medios comunicacionales. Para el fin mencionado, existe una gran cantidad de operaciones que ponen en juego estos sectores. Nombraremos algunos de los más destacados y utilizados en el conflicto entre Israel y Palestina desde las acciones de Hamás el 7 de octubre.

Los ataques contra Palestina en el plano de la información

En principio, quien ataca tiene que construir una justificación moral del conflicto, ya que el asesinato masivo de personas no suena como una causa justa. En ese sentido, el propio rótulo que la mayoría de los medios de comunicación hegemónicos le ponen al hecho que ocurre en Gaza ya deja ver esta intención: “Guerra entre Israel y Hamás”.

El primer problema con este enunciado radica en la definición de la situación como “guerra”, cuando el grado de desproporción entre las fuerzas de los bandos es colosal. Si se tratase de una guerra, ¿Cuál sería el objetivo? En caso de ser la recuperación de los rehenes de Hamás, Israel no efectuaría operaciones militares que los pongan en riesgo; si fuese la destrucción de Hamás, ¿cómo se explican los ataques en Cisjordania? Lo que ocurre en Gaza es a todas luces un “castigo colectivo” perpetrado por Israel, uno de los Estados que lidera el ranking de los más poderosos militarmente: en menos de dos meses de acciones militares aniquiló al 0,5% de su población. Por su parte, Gaza no es un Estado sino que es parte de los territorios ocupados de Palestina, los cuales se encuentran cercados y controlados por Israel.

El segundo problema es la forma desigual de mencionar a los dos bandos: por un lado, todo un pueblo (Israel) luchando contra una organización terrorista (Hamás). Si se quisiera utilizar un mismo criterio para mencionar a ambos bandos, se debería titular “guerra entre Israel y Gaza”, o “entre el Likud y Hamás”. Sin embargo, no se hace porque se trata de una operación para inocular la justificación de la masacre del pueblo palestino, calificando a todos como “terroristas”. Pero clarifiquemos: Gaza no es Hamás e Israel no está asesinando solo a miembros de Hamás, sino a miles y miles de civiles gazatíes. Es más, desde el 7 de octubre los colonos israelíes y las FDI (Fuerzas de Defensa Israelí) ya asesinaron a 225 palestinos en Cisjordania, donde la influencia de Hamás es contundentemente menor.

Otro mecanismo para blanquear este tipo de masacres es la exaltación de los “propios” y la deshumanización y caricaturización del rival. Es decir, se trata de un conflicto que tiene buenos y malos. Así, vemos cómo el Estado de Israel intenta mostrar una superioridad moral que enfrente tiene “animales humanos”, según describió el ministro de Defensa israelí Yoav Gallant a los palestinos, a los que hay que exterminar sin piedad.

En el caso de la propaganda de los grandes medios de comunicación alineados con Israel, EE.UU y las potencias europeas que lo apoyan, esta manipulación está a la orden del día. Por ejemplo, el canal 14 de Israel dispuso un portal donde día a día actualiza algunas cifras sobre los ataques en Gaza, entre ellas, cantidad de “terroristas eliminados”: 14.854. No se trata de humanos, de familias, de niños, de ancianos, sino de “terroristas”. Recordemos que el imperialismo estadounidense ha promovido leyes "antiterroristas” en todo occidente para justificar su injerencia en los asuntos de otros países, y que los mismos también lo usen por fuera de las "leyes penales" normales para atacar derechos, como sucede en Argentina.

Por su parte, como ejemplo de glorificación del bando al que se le da apoyo, medios como La Vanguardia hablan del ejército israelí como “el más feminista”, buscando mostrar a Israel como símbolo de progreso y civilización frente a lo que presentan como el atraso islámico.

Sin embargo, la principal operación que utilizan estos medios es la construcción de un cerco mediático. Consiste en acallar las noticias positivas sobre el enemigo o que podrían generar en la opinión pública una identificación con él. Esto, por supuesto, lo podemos corroborar en lo que los medios omiten sobre lo que ocurre en Palestina, y especialmente sobre lo que ocurre fuera de ella. Las enormes movilizaciones en una gran cantidad de países de Europa, Latinoamérica, Medio Oriente, en Estados Unidos, etc, que vienen desarrollándose en apoyo al pueblo palestino, que generaron un movimiento antibélico que no se veía desde los ´60, o en las protestas contra la Guerra de Irak en 2003. Sin embargo, este hecho tan relevante no tiene ningún lugar en los medios de comunicación hegemónicos.

Como el cerco mediático es de las herramientas que más han utilizado los grandes medios en este conflicto, abundan los ejemplos. En Argentina, uno de los episodios más conocidos hasta internacionalmente por su viralización, que lo llevó a ser TT en Twitter, es la entrevista realizada a Melisa Trad por LN+ en el programa El Diario de Leuco. Allí, las panelistas del programa y Luis Novaresio, atacaron constantemente a la entrevistada que había estado en el lugar de los hechos, para evitar que siguiera denunciando las atrocidades cometidas por Israel. En ese trayecto, Novaresio recurrió a todo tipo de etiquetas para descalificar su opinión, violando todos los “estándares de la profesionalidad” en el periodismo.

Grandes medios de comunicación han llegado a montar y propagar fake news, como CNN, respecto de “bebés judíos decapitados por Hamás”. Esta noticia fue reproducida en un discurso por el propio presidente de Estados Unidos Joe Biden, que luego se corroboró como falsa. [7] Este tipo de informaciones falsas son muy convenientes, ya que si el enemigo asesina bebés, se relativiza la carga moral negativa de bombardear a más de 4.000 niños en Gaza. Niños que, por otra parte, son retratados como futuros terroristas. Además, las fake news tienen un potencial de viralización muy grande. Cuando se desmienten, esa información no circula con la misma fuerza y la desinformación queda instalada.

El Estado de Israel se vale de las más variopintas operaciones mediáticas y estrategias comunicacionales con el objetivo de buscar licencia social para la cruel matanza que viene llevando adelante en Gaza. Se apoya para esto en los grandes medios de comunicación. Esto no podría ser así sin el incondicional soporte del imperialismo norteamericano y las potencias europeas.

Los medios alineados con el imperialismo

Una parte importante de los grandes medios actúan en función de los intereses de las potencias imperialistas y los monopolios a las que representan o integran, difundiendo su “ideología” y haciendo lobby en torno a sus intereses políticos, económicos y culturales.

Uno de los elementos que explican esta vinculación tiene que ver con la propiedad de los mismos y sus distintas vías de financiamiento. Cuando al inicio de esta nota rechazábamos la idea de la “objetividad” en los grandes medios, es porque pertenecen a sujetos concretos, con intereses particulares y son miembros de determinados sectores de las clases dominantes. Es en función de esa ubicación que cuentan “la realidad” o, más bien, la parte de la realidad que les interesa.

Raymond Williams, teórico de la cultura y la comunicación, entre otras cosas, planteaba que los medios de comunicación son medios de producción de información en manos de la clase capitalista, y que esa propiedad tendía a concentrarse cada vez más. Ya en 1962 escribía:

“La propiedad de los medios de comunicación, viejos y nuevos, ha pasado o está pasando, en su mayor parte, a una especie de organización financiera desconocida en etapas precedentes, y con unas características específicas que se asemejan a las principales formas de propiedad en la producción industrial general. Los métodos y las actitudes de los negocios capitalistas se han establecido en el mismo centro de las comunicaciones. [...] en este siglo (XX), mientras ha aumentado el público, la propiedad privada y el control de los medios de comunicación se ha reducido”. [8]

Raymond Williams no pudo ver hasta qué niveles llegaría esa concentración en nuestro siglo. Presentamos algunos datos del mapa mediático actual a nivel mundial para confirmar sus afirmaciones. Hoy, cuatro grandes holdings controlan el 70% del mercado de la comunicación: The Walt Disney, Time Warner, Fox-News Corp y Viacom Inc/CBS. Estos grupos son propietarios de aproximadamente 1.500 periódicos, 1.100 revistas, 2.400 editoriales, 9.000 radios y 1.500 cadenas de televisión. [9] Si se tienen en cuenta además otros grupos como Comcast, Vivendi-NBC Universal y Bertelsmann, se podría decir que tienen un control casi absoluto sobre la información y el entretenimiento que consumimos.

Estos monstruos corporativos marcan la agenda de lo que se debe decir y lo que no. El resto de los medios de comunicación que no pertenecen a ellos, en gran medida reproducen el contenido que estos imponen con su omnipresencia. Como advierte Jesús González Pazos al mencionar estos datos, “los medios de comunicación son muy pocos, aunque están disfrazados de muchos”. El autor, además, señala un aspecto importante que aporta a develar la identidad de estas corporaciones:

"Por una parte, la gran presencia de entidades bancarias entre el accionariado y consejos de administración de estos megagrupos, que se corresponde con el hecho de la entrada en los últimos años del capital financiero en el campo mediático, uniendo intereses económicos, comunicacionales y político-ideológicos"

No solo el capital financiero está detrás de las principales cadenas de comunicación: es impactante la imbricación de estas con el “complejo militar-industrial”, término que acuñó en 1961 el ex Presidente de Estados Unidos, Dwight Eisenhower, para denominar a aquél entramado que conforman las poderosas compañías armamentísticas y de servicios militares con el Pentágono y los gobiernos estadounidenses. Esto representa un dato contundente para comprender por qué los medios de comunicación dominantes justifican las guerras: es cuestión de hacer publicidad al propio negocio de la muerte y los intereses geopolíticos del imperialismo norteamericano. Veamos.

Un caso destacado es el de la ya mencionada cadena de TV NBC, que se encuentra entre las más grandes del mundo. Esta cadena pertenece a General Electric, empresa que está en la lista de las que vendieron artículos de defensa a Israel. En 2021, por mencionar solo una operación, esta compañía le proveyó 18 helicópteros de carga pesada CH-53K [10] No es de extrañar, por lo tanto, que la cobertura de noticias alusivas al conflicto entre Palestina e Israel de NBC se haya basado en la opinión de ejecutivos de consultoras de la industria de defensa, como WestExec. Esta firma, fundada por ex funcionarios de la administración Obama, incluido Anthony Blinken, actual Secretario de Estado de Biden (y entusiasta promotor de los bombardeos de Israel en Gaza), [11] asesora por ejemplo al fabricante aeroespacial Boeing, que proporciona kits de bombas con GPS a Israel, o a la empresa israelí de inteligencia artificial que vigila los barcos en tiempo real, Windward.

Los programas de NBC invitaron a hablar sobre el conflicto a Dennis Ross, que tuvo múltiples cargos en el gobierno de Estados Unidos y actualmente es asesor principal de WestExec, o al ex director de la CIA y actual director de la misma compañía, John Brennan, entre otras personas implicadas con la industria armamentística. Por supuesto que defendieron la política genocida de Israel. La entrevista a Brennan, además, fue realizada por Jen Psaki, presentadora de MSNBC y ex secretaria de prensa de Biden. Previamente también fue asesora en WestExec. Además, dirigió las comunicaciones para la empresa israelí de reconocimiento facial AnyVision, cuya tecnología fue utilizada por Israel para vigilar a los palestinos en Cisjordania. [12]

Se trata de un caso sobresaliente, pero no el único. Según un artículo de The Lever, “en las últimas semanas, MSNBC, NBC, CNN y Fox News han invitado regularmente a ex funcionarios de defensa convertidos en consultores de la industria para que expliquen el conflicto entre Israel y Palestina sin mencionar nunca a los espectadores que estos analistas pueden representar a clientes con intereses financieros en los asuntos que se están discutiendo.” [13]

La mencionada conexión entre medios de comunicación, industria militar y gobiernos imperialistas se puede observar en otros casos. Por señalar algunos más: el principal accionista de The New York Times, uno de los diarios más importantes de EE.UU, es también inversor de Northrop Grumman Corp, empresa armamentística. El dueño de Bloomberg News preside la Junta de Innovación en Defensa, un panel encargado de asesorar a los líderes del Pentágono. The Washington Post es propiedad de Jeff Bezos, quien cerró recientemente un contrato con la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU por USD 10.000 millones. [14]
Esto mismo sucede en otras escalas por fuera de EE.UU. En Francia, por ejemplo, los dos grupos de prensa más grandes, Dassault y Lagardère, se formaron en torno a empresas de producción militar. [15] la lista sigue.

Es preciso dimensionar que cuando hablamos de industria armamentística, nos referimos a una rama que tiene un poder de lobby descomunal. El ejemplo que utilizamos de General Electric es muy claro: se trata de uno de los conglomerados más grandes del mundo, que tiene su capital diversificado en una cantidad enorme de rubros de la economía, entre ellos, los medios de comunicación y el sector financiero. Por si fuera poco, el accionista mayoritario de esta empresa es BlackRock, el fondo de inversión estadounidense que está detrás de las principales empresas del planeta. [16] Los intereses de monopolios de esta talla, son necesariamente los intereses de sus Estados capitalistas.

El Interés en Oriente Medio es muy concreto. Como afirma Lewis, Estados Unidos pretende “evitar la aparición de una hegemonía regional de una sola potencia que pueda dominar la zona e instaurar así el monopolio del petróleo en Oriente Próximo. Esa es la preocupación básica que ha determinado las políticas americanas con Irán, Irak o cualquier otra amenaza futura en la región”. [17] En medio de una crisis energética global catalizada por la guerra Ruso-Ucraniana, esta afirmación sigue más vigente que nunca, sobre todo si se tiene en cuenta que en Gaza hay enormes reservas de gas y de petróleo. Desde el 07 de octubre, Israel ya concedió a distintas empresas doce licencias para la exploración de este bien natural. Desde la Segunda Guerra Mundial, EE.UU ha destinado recursos a Israel y a su ejército más que a cualquier otro país y no precisamente por caridad. El interés geopolítico reside en la conformación de un enclave propio en la región para seguir explotando los bienes naturales.

Para sintetizar, es posible plantear que existe una fuerte imbricación entre los grandes medios de comunicación, los intereses del imperialismo, y diversos sectores empresariales que se benefician del lobby realizado por ellos. Esa gran maquinaria de ideología es funcional a justificar las políticas de los estados imperialistas y sus operaciones militares.

El poder mediático cuestionado

Pese a toda esta ofensiva mediática para justificar las acciones de Israel, el apoyo popular a la causa Palestina se extiende en todo el mundo. Las movilizaciones para exigir un cese al fuego inmediato son verdaderamente masivas: Cisjordania, Egipto, Reino Unido, España, Uruguay, Jordania, Yemen, Túnez, Turquía, Alemania, Estados Unidos y un largo etc. En muchos de estos países no se veían movilizaciones tan amplias desde hace décadas. Trabajadores del transporte de Bélgica y del Estado Español bloquearon el tránsito de armas a Israel. En Reino Unido y Dinamarca, activistas bloquearon el acceso a compañías fabricantes de drones, armas y demás equipos destinados a las FDI. Estudiantes secundarios y universitarios en Francia, Italia y otros países de Europa se reúnen en asambleas para desarrollar iniciativas en apoyo al pueblo palestino.

Para ello, las redes sociales han jugado un papel visible. Cada ciudadano en Gaza era y es potencialmente un reportero. Basta con tomar su dispositivo móvil y registrar las vivencias cotidianas, la violencia sufrida, la miseria exacerbada, para producir material audiovisual que circula en internet como un virus y que genera un impacto emocional en quien lo recibe. Lo mismo vale para los soldados de las FDI, que han grabado contenidos de las atrocidades cometidas, burlándose del padecimiento de los palestinos. Como dice el refrán, “una imágen vale más que mil palabras”. Más aún, cuando esas imágenes son tan desgarradoras.

Prácticamente hay un consenso en el ámbito académico, que argumenta que estas nuevas tecnologías de la información socavaron el poder monopólico de los medios de comunicación tradicionales y, aunque no los desplazaron por completo, les asignaron un nuevo rol. En lo que refiere a las guerras, han reescrito las reglas del juego.

En los conflictos asimétricos que se extendieron luego de la Guerra Fría, a menudo los contrincantes que se encontraban en peores condiciones han tenido una estrategia más efectiva en la dimensión informativa por el tipo de contenido que se distribuía, ya que es más adaptable a estas nuevas tecnologías. Por el contrario, los contrincantes más fuertes le han restado importancia a este tipo de contenidos, mostrando poca cautela. Así, en el caso de la guerra en Irak, el hecho que más perjudicó la legitimidad del ejército norteamericano fue el escándalo de las torturas a prisioneros iraquíes registradas y difundidas por los propios torturadores.

Asimismo, las últimas tecnologías de la información tienen un enorme potencial de asociación y movilización, pero sobre todo de denuncia de los de abajo frente a la opresión y las injusticias. Esto quedó patente en las revueltas de 2011 en Medio Oriente, que lograron derrocar a los gobiernos de Egipto, Libia y Túnez. La población organizaba protestas mediante el uso de las herramientas sociales de internet. Estos aspectos positivos no significan que no tengan también limitaciones. Así como los medios de comunicación, las redes sociales también pertenecen a empresarios y están regidas por monopolios. La lógica algorítmica guiada por la necesidad de ganancias puede llevar a ocultar ciertas informaciones. Además, la censura y el baneo también existen en el ecosistema de las redes y responden a los intereses de sus propietarios. Sin embargo, la descentralización de la información y la relativa democratización en la generación de contenidos que permitieron, hacen de ellas una herramienta de organización a tener en cuenta.

El imperialismo y sus agentes regionales en Medio Oriente son muy conscientes de todo esto y de la importancia de la información. Por eso, cuando ya no les alcanza con disponer del arsenal de los grandes medios, avanzan con métodos más coercitivos. De esta manera Israel en Gaza viene bloqueando el suministro eléctrico e internet para evitar que la población cuente al mundo lo que sucede. Además, asesinó a 48 periodistas en los últimos 45 días, mientras otros tantos se encuentran desaparecidos. Por otra parte, prohíbe la entrada de reporteros extranjeros al territorio. Las potencias de Europa y EE.UU hacen lo propio en sus países, reprimiendo las manifestaciones en apoyo al pueblo palestino, censurándolas en los medios de comunicación y en algunos casos prohibiendolas. Los pretendidos adalides de la democracia ostentan su hipocresía atentando contra el derecho humano a la comunicación (inscripto en el derecho internacional), que incluye el acceso a la información y la libertad de expresión.

A modo de conclusión

Como intentamos demostrar en este artículo, los grandes medios de comunicación vienen utilizando todo tipo de maniobras para inocular en la opinión pública mundial un apoyo a Israel en el genocidio que viene llevando a cabo en Gaza. En Argentina estas operaciones son particularmente prolíficas y enérgicas. Les trabajadores y los sectores populares tenemos la tarea histórica de franquear el cerco mediático y redoblar el apoyo al pueblo Palestino, fortaleciendo el movimiento internacional por el alto a los bombardeos para vencer la política genocida del Estado de Israel. Esto es posible, como demostraron las revueltas en oposición a la Guerra de Vietnam, que fueron indispensables para la terrible derrota del ejército imperialista yanqui.
Además, es necesario. La causa palestina es la causa de todos los pueblos oprimidos. Su triunfo representaría un avance en la relación de fuerzas contra el imperialismo en todo el mundo. A medida que transcurre el tiempo, más invisibilizan los medios de comunicación lo que ocurre en Gaza, pero los palestinos siguen sufriendo las consecuencias irremediables de lo que Israel hizo y continúa haciendo en estos territorios. Por lo tanto, es imperioso tomar en nuestras manos la difusión y organizarnos en cada lugar de estudio, de trabajo, en los barrios, para hacer una gran campaña de solidaridad con el pueblo palestino. Desde la Juventud del PTS y el sistema de medios de La Izquierda Diario, del que forma parte Armas de la Crítica, nos comprometemos a continuar ese camino, como lo hemos hecho hasta ahora, y haremos nuestro aporte para que Palestina sea libre, obrera y socialista.


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NOTAS AL PIE

[3Entman, R. M. (2004). Projections of Power: Framing News, Public Opinion, and U.S. Foreign Policy. Chicago: University Of Chicago Press.

[5Cohen, Bernard (1994). A View from the Academy. En Bennett, W. L. & Paletz, D. L. (Eds.), Taken by Storm: The Media, Public Opinion, and U.S. Foreign Policy in the Gulf War (pp. 8-11). Chicago: Chicago University Press.

[6Hallin, Bernard (1986) The “Uncensored War”. Vietnam and the media.

[8Williams, Raymond (1962) Communications. London: Penguin.

[9González Pazos, Jesús (2020) Medios de comunicación ¿al servicio de quién? - 1a ed . - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : CLACSO ; Barcelona : Icaria Editorial ; San Cristóbal de las Casas-Chiapas : Cooperativa Editorial Retos; Bilbao - Bizkaia : Mugarik Gabe.

[17Lewis, B. The roots of Muslim rage, The Atlantic Monthly, Sep. 1990.
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Agustina Bants

Estudiante y Consejera Superior (IDH) - Juventud del PTS
Estudiante y Consejera Superior (IDH) - Juventud del PTS