A dos años del asesinato de Nelson Quichillao, la disputa entre el derecho a huelga de los contratistas del cobre y los privilegios de las Fuerzas Armadas.
Domingo 30 de julio de 2017
Recibí la primicia. Habían asesinado a un trabajador subcontratado en una de esas jornadas de movilización, que llevaba semanas cubriendo. Era el contexto de la negociación de los trabajadores contratistas de Codelco, el Acuerdo Marco, donde aunaron las fuerzas del 70 por ciento de la dotación de la principal empresa del Estado.
Luego, cubrí el funeral. Lo lógico sería que este hubiese sido una gran demostración de fuerzas, pero ni siquiera se hizo presente Manuel Ahumada, presidente de la Confederación de Trabajadores del Cobre y militante del PC. Fue un triste testimonio de la traición que sufrieron los trabajadores contratistas.
Su lucha había sido el mejor ejemplo de cómo conquistar derechos colectivos, pasando por sobre la legalidad que impuso el código laboral de la dictadura. Juntos los trabajadores contratistas lograron el Acuerdo Marco el año 2007, mejorando considerablemente sus condiciones laborales, obteniendo ese año un sueldo mínimo de $250.000. Cabe destacar, que actualmente, hay mujeres subcontratadas de servicios, que ganan el salario mínimo en una empresa de esa envergadura.
La lucha por su renovación y ampliación costó la vida de Nelson Quichillao en el año 2015 a manos de Fuerzas Espaciales de Carabineros para negar un bono y las mejoras en condiciones de trabajo y de vida del 70% de los trabajadores, que generan las riquezas de la principal empresa del Estado.
“Los hambrientos piden pan, plomo les da la milicia, sí…”
Luego nos enteramos del desfalco del 10% de las ventas (no de los excedentes) que Codelco entrega a las FF.AA. cada año por la Ley de aportes reservados.
Sí, los que se jubilan antes, los mismos que están presos por violaciones a los Derechos Humanos con dobles pensiones de invalidez, los mismos de Milicogate y ahora Pacogate.
Ellos pueden gozar de privilegios, sin que nunca produjeran ninguna riqueza a la humanidad. Sólo han empuñado sus armas contra los trabajadores, contra quienes dejan los pulmones en las minas, en turnos -que con tiempos de traslados-suman entre 16 y hasta 18 horas, en jornadas excepcionales de 10 días de trabajo por 10 de descanso o de 10 de trabajo por 5 de descanso, entre otras.
El 2015, simultáneo a la movilización de los contratistas, se debatía la reforma laboral, que terminó por no tocar un pelo el sistema de subcontratación. Al contrario, les dio nuevas herramientas a los empresarios para debilitar la negociación colectiva de los trabajadores, porque ahora permitirá que la empresa mandante reemplace a la empresa contratista cuando sus trabajadores vayan a huelga. Es decir, el reemplazo global de los huelguistas y una huelga que no paraliza. La derrota de los contratistas de Codelco fue la antesala de miles de despidos.
Así sucedió después del asesinato de Nelson Quichillao, cientos de contratos que se terminaron por adelantado, desarticulando los sindicatos que pelearon. De hecho, fue aniquilado el Sindicato de Geovita en El Salvador, al que estaba afiliado el contratista asesinado.
Esto se explica por el protocolo de acuerdo que pactó la dirigencia de la CTC a espaldas de los trabajadores, que los desmovilizó y que no permitió la coordinación de base de los trabajadores, prefirió darle estabilidad al gobierno de la Nueva Mayoría, que llevar hasta el final las demandas de los trabajadores. Lo de un pie en la calle y otro en el gobierno, resultó ventajoso para los empresarios.
La sangre obrera es lucha y es bandera
Pongo a disposición estas memorias de esta derrota para que las próximas batallas sean conquistas, que alumbren al resto de la clase trabajadora para enfrentar el nuevo rayado de cancha que dejó la Reforma Laboral, que profundizó la lógica del Código Laboral de la dictadura.
Aún bregamos por justicia para Nelson Quichillao, que no sólo es un mártir de los mineros, es un caído que representa la situación de la mayoría de los trabajadores, los subcontratados. Como Rodrigo Cisterna, asesinado mientras estaba en huelga durante el primer gobierno de Bachelet, el mismo año 2007, cuando se conquistó el Acuerdo Marco de los mineros con 37 días de combativa huelga. Lo que nos recuerda que nada se nos ha regalado, cada derecho de la clase trabajadora ha sido fruto de la lucha y enormes sacrificios de generaciones pasadas.
Los recuerdos que guardo de estos “viejos”, como se dicen ellos, que sirvan para prepararnos para una lucha que hay que dar para que las riquezas que han producido, dejando sus vidas en las minas, sirvan a su pueblo y no para los privilegios de sus represores. Aún es necesario renacionalizar el cobre, pero que sea administrado por los trabajadores, para así financiar todos los derechos sociales de los que nos han privado.