En la candidatura de Marina Silva, el mayor triunfo puede convertirse en el mayor problema: la candidata se proyectó como el principal “fenómeno”, al vincularse con los anhelos expresados en las movilizaciones de Junio de 2013, que desgastaron el régimen político, y ofrecer una “nueva política”. Sin embargo, la fórmula de “estar más allá de la polarización entre el PT y el PSDB”, esencia del diálogo que estableció Marina Silva, encontró algunos obstáculos.
Sábado 27 de septiembre de 2014
Fotografía e Infografía: Reuters
La principal dificultad es precisamente que la fórmula de Marina Silva se ha presentado en general “confusa” para los electores brasileros. Para muchos, desde un primer momento resultó difícil entender si representaba un proyecto de derecha o de izquierda (o mejor dicho, de centroderecha o de centroizquierda). Y mientras Marina anunciaba en todos los debates que “era la candidata del cambio”, el contenido de ese cambio, en un primer momento, no tuvo relevancia ni fuerza en el discurso. Era una estrategia de campaña de Marina que buscaba “pescar en la confusión” de 2013, ya que también en las movilizaciones encontramos a miles de personas concientes de que un cambio es necesario, pero la gran mayoría sin una respuesta a la altura de aquel anhelo (ni a izquierda, ni a derecha).
Marina se convirtió en un fenómeno electoral, incluso figurando como la ganadora del segundo turno contra Dilma en diferentes encuestas. Pero es justamente este el punto en el que sus adversarios decidieron golpear: para Dilma y Aécio, la clave pasó a ser “desmitificar” la campaña de Marina, y obligarla a expresar el contenido que esconde la fórmula general de cambio. Comenzaron así los cuestionamientos y especulaciones sobre si Marina mantendría la Bolsa Familia, cómo destinaría os recursos del pre-sal (gigantescas reservas de petróleo en el Atlántico brasilero), si modificaría la leyes laborales, si realizaría ajustes, cuál sería su política económica. Aunque con cierta ventaja de Dilma, quedaba claro que la única estrategia coherente para el PT sería “forzar” a Marina a expresar sus ideas (y una vez que lo lograron, da señales de una “derecha renovada”). Aécio, con menos posibilidades, también debería mostrarse como una “derecha viable”, capaz de gobernar, en oposición a Marina.
De esta forma, Marina viene cayendo en las encuestas. Su crecimiento se estancó y tendrá que pensar estrategias para apalancarlo. Después de la ofensiva de los adversarios (PT y PSDB), ya no fue suficiente el mensaje de “nueva política”, hubo que invertir mucho tiempo respondiendo, pues si se considera el inmenso proletariado y a los pobres urbanos del país, presentarse como la candidata que cambiará las leyes laborales o eliminará los planes Bolsa Familia es el garantía de no reelección, al menos en la situación nacional general más “a izquierda” que se abrió tras las Jornadas de junio de 2013.
Más allá de los tres candidatos principales, las alternativas marginales y los proyectos políticos de izquierda no logran agrupar fuerzas, incluso en sectores minoritarios de la sociedad. Será necesario abrir el debate sobre una nueva organización que pueda ir más allá de los moldes de la izquierda tradicional y aprovechar años como el del 2014 – que comenzó con la emblemática conquista de los barrenderos de Río de Janeiro, en el que se dio la mayor oleada de huelgas obreras de las últimas dos décadas (“mayo obrero”) y culminó con una importante victoria de los trabajadores de la Universidad de San Pablo – para hacer emerger una alternativa real, que impacte en las elecciones denunciando el régimen democrático degradado brasilero y que puede enfrentar a las alternativas dominantes (Dilma, Marina, Aécio).
En definitiva, la “mística” de que Marina podría significar una alternativa en estas elecciones presidenciales está cuestionada, y los obstáculos que implica “una forma sin contenido”, pueden cobrar su precio en los resultados generales.