Miguel Schiavone es decano de la facultad de medicina de la pontificia universidad. Sus argumentos vertidos recientemente en La Nación, son irrisorios.
Jueves 12 de abril de 2018
El decano de la Facultas de Ciencias Médicas de la Universidad Católica Argentina (UCA), el doctor Miguel Schiavone, será uno de expositores en contra del derecho al aborto en la jornada que se desarrolla en el Congreso.
El “académico” considerado por la institución como capacitado para desempeñar tamaño cargo, publicó hace semanas una nota en el diario La Nación titulada “El derecho a decidir de la mujer no puede estar por encima de la vida humana”. El doctor comparte la autoría de la nota con Graciela Moya. Moya, por su parte, es profesora titular de Bioética de la Carrera de Doctorado en Medicina, de la misma institución.
Los dos cerebros dedican los espacios de su columna a argumentar su posición desde eu punto de vista “filosófico”. Además ensayan una serie de argumentos que, dado que pertenecen al mundo académico, intentan justificar la postura anti derechos de las mujeres desde la perspectiva científica.
Los autores parten del supuesto de que si se aprueba el proyecto de aborto legal, “todos terminaremos sometidos a un tribunal que podrá decidir la eliminación de cualquier inocente, solo porque es ‘conveniente’ en una determinada circunstancia o porque aún no está desarrollado. Esto de hecho ha ocurrido, y no estamos hablando del Medioevo, sino del siglo pasado”. Cuando hablan del Medioevo, ¿se referirán a los crímenes de la Iglesia que se cansó de matar personas inocentes por manifestar sus puntos de vista contrarios a la doctrina católica? Cuando se refieren al siglo pasado, quizás estén haciendo referencia a la participación de la Iglesia católica durante el genocidio, que sentenció a torturas, asesinatos, desapariciones y robo de identidad a miles de personas.
“¿Quién establece si hay un ser humano en el primer día de la gestación, desde el sexto mes o solo luego de nacer? No parece que haya una diferencia sustancial entre una vida humana en el tercer mes, en el sexto, o después del parto. ¿Qué le agrega el hecho de salir del vientre?”, lanzan en uno de los primeros párrafos de su artículo. Tan “contundentes” son sus iniciales argumentos, que se atreven a decir que da lo mismo vivir dentro del seno materno que afuera.
Desde el punto de vista científico, argumentan que “desde la genética podemos afirmar que el óvulo recién fecundado tiene la misma secuencia de ADN que tendrá ese ser humano adulto, que a su vez no es la misma que tiene la madre. Esto ya no se discute”. Efectivamente, nadie lo discute. Sin embargo, lo que sí se discute, es que esa realidad científica no es el punto que interesa. Como bien explica Andrea D’Atri en La Izquierda Diario, “no sólo el cigoto (que es la célula producida por la fecundación de un óvulo por un espermatozoide y posee la carga genética de un futuro ser humano) es una de las manifestaciones de la vida; ¡cada célula lo es porque posee la misma carga genética que un organismo humano desarrollado!”.
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“Sin embargo, nadie diría que, por poseer el genoma humano completo, un óvulo incluso no fecundado, un espermatozoide u otra célula de cualquier órgano del cuerpo, son un ser humano. Lo mismo podríamos sostener respecto de los óvulos fecundados, la mayoría de los cuales se abortan espontáneamente, antes de desarrollar su etapa embrionaria”, continúa el artículo de D’Atri. Con esta simple observación basta para echar por tierra con el único atisbo de argumentación científica que esboza el académico rector de una ¿prestigiosa? universidad.
En otro pasaje del artículo advierten “es el antihumanismo que solo piensa la realidad desde el punto de vista del desarrollo o no desarrollo, y por lo tanto otorga plenos poderes a los más fuertes. Provoca temor pensar en ciertas teorías que invitan a eliminar a los más débiles, justamente por no estar plenamente "desarrollados", o por no ser plenamente conscientes o plenamente productivos”. Llama la atención que los autores tengan tan presentes a los débiles y desprotegidos, pero nunca consideren la situación de las mujeres que se ven obligadas a acudir a abortos inseguros. La hipocresía radica en omitir que precisamente las mujeres más vulneradas son las que se exponen a abortos en condiciones que ponen en riesgo su vida.
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Los recursos argumentativos de estos cerebros llegan al absurdo de plantear que “la sola sospecha de que un embrión es un ser humano bastaría para que deba ser defendido”. Es decir que ante la mera sospecha de que lo que la mujer aloja en su vientre sea vida humana, ya se estaría en condiciones de legislar por sobre los derechos de la mujer misma. A menos que se acuda al ideario que la Iglesia manifestó abiertamente en otras épocas, no se podría negar de ninguna manera que una mujer es un ser humano con plenas potencialidades.
Entre los pasajes más ridículos de la nota se podría destacar el que advierte que “en las cumbres mundiales se suele presionar a los países pobres para que avancen en la legalización del aborto. Sabemos que este interés no es filantrópico. Necesitan que en los países dependientes haya menos gente, para preservar los recursos no renovables del planeta y sostener su altísimo nivel de consumo”. Semejante afirmación no merece siquiera el intento de rebatirla. Además de estar en contra de “la ley del más fuerte” que elimina a los débiles, los escritores “pro vida” ¿son también tercermundistas?
Este artículo de las “eminencias” de la Universidad Católica Argentina. En esta universidad de tradición oscurantista como todas las instituciones dependientes de la Iglesia, estudió y se recibió el presidente Mauricio Macri. ¿Calidad y excelencia académica? te la debo. Pura superchería religiosa sin sentido más que impedir el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo y regimentar las identidades y prácticas sexuales.
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El oscurantismo que vierten estos dos cerebros académicos religiosos, da cuenta de la acuciante necesidad de la separación de la Iglesia del Estado y de dejar de subsidiar la educación privada, mayormente católica en Argentina. El aborto es un tema de salud pública.
Redacción
Redacción central La Izquierda Diario