La explicación de la movilización del 17 de octubre fue un punto clave en la definición del peronismo: las masas trabajadoras en las calles apoyando a un dirigente burgués obligaron a la izquierda a explicar lo que estaba pasando [1]. Nos proponemos aquí recorrer las posiciones de los trotskistas que constituían pequeños grupos que buscaban las vías para ligarse a los trabajadores [2], pero que ponían las bases de una corriente que cumplirá un rol central en la izquierda argentina hasta nuestros días.
Al calor de estos fenómenos y los debates que generaron, los trotskistas analizaron la estructura socioeconómica de la Argentina, la naturaleza de su clase dominante, su relación con el imperialismo y las tareas de la revolución en el país [3].
El recorrido por sus posiciones en torno a la movilización de octubre del 45 permite avanzar en torno a sus definiciones acerca del movimiento y del gobierno peronista. Si, como veremos, para los trotskistas argentinos resultó muy complejo explicar este fenómeno político, que cooptaba a las organizaciones sindicales y perseguía a la izquierda en el movimiento obrero, el esfuerzo que realizaron muestra el objetivo de comprender la situación de la clase obrera, alejándose de las políticas que llevaron al Partido Socialista y al Partido Comunista a culminar su derrotero en la integración en la Unión Democrática y distanciarse definitivamente de los trabajadores.
Hacia la consolidación del peronismo
Jorge Abelardo Ramos y su publicación Octubre se reclamaban todavía como parte de la corriente trotskista, sus posiciones frente al peronismo lo llevarán a la ruptura y lo transformarán en un referente de la “izquierda nacional”. En estas posiciones es posible advertir ese viraje al esbozar la caracterización del peronismo como un movimiento nacional revolucionario:
No hay que olvidar que el 17 de octubre de 1945, en que el movimiento nacional alcanzó su manifestación más acusada, el proletariado fue la fuerza motriz que cambió el curso de la política nacional en pocas horas. Al rescatar a Perón probó su voluntad de defender sus condiciones de vida y de batir al imperialismo yanqui. (…) abrió nuevas rutas para la construcción de su auténtico partido revolucionario. Ese es uno de los hechos más importantes derivados del surgimiento político de la burguesía industrial argentina [4].
Nahuel Moreno dirigía en la época el Grupo Obrero Marxista (GOM) ¬–después Partido Obrero Revolucionario (POR)– y, de los aquí considerados, será el más importante dirigente del trotskismo argentino. Al caracterizar al 17 de octubre el GOM evidencia su caracterización del peronismo como un movimiento que se asienta sobre la utilización del movimiento obrero aunque visualizando, al mismo tiempo, los intereses imperialistas que jugaban en el país:
El 17 de octubre es uno de los tantos golpes de cuartel ocurrido dentro de los gobiernos que surgieron después del 4 de junio pero con dos diferencias (…) el proletariado (…) es controlado por el gobierno y es el factor político más importante. (…) El imperialismo inglés, sin dejar de tener muchos de sus servidores y agentes nacionales en la oposición al gobierno, tantos que hacen mayoría, apoyaba decididamente a éste como mejor forma de defenderse de la penetración del imperialismo rival [5].
El Grupo Cuarta Internacional (GCI) dirigido por Posadas tendrá un lugar preponderante en los años 50 en el trotskismo argentino y en sus organizaciones internacionales, y será un grupo de relativa importancia en el país hasta los 70. Su visión del peronismo como un movimiento nacional dirigido por la burguesía industrial y al que la clase obrera se sumaba con sus propios objetivos queda de manifiesto al afirmar que el proletariado apoyó a Perón
… obedeciendo a su instinto de clase, se movilizó al responder al llamado de Perón. (…) Evidenciando su poderoso instinto histórico de clase en el impulso con que apoyó al juego demagógico anti-capitalista y anti-imperialista de Perón, señalaba su profundo deseo revolucionario (...) La burguesía industrial nacionalista hábilmente condujo la expectativa e impulso del proletariado a que desembocase en las elecciones del 24 de febrero para que volcara en las urnas (a su favor) sus energías revolucionarias, despertándole ilusiones reformistas, para luego someter su movimiento y perspectiva en la supeditación al aparato del Estado, a la autoridad de la burguesía [6].
El debate entre los trotskistas
En 1949 Nahuel Moreno escribe un trabajo en el que polemiza específicamente con los grupos y su caracterización de los hechos del 17 de octubre. En “Movilización antiimperialista o movilización clasista” [7] discute con el GCI y Octubre, para quienes “el peronismo es una auténtica movilización obrera (...) Discrepan frente a los móviles de la movilización obrera, pero no la discuten, la aceptan. Justamente eso es lo que hay que demostrar, que existió movilización obrera”. Moreno afirma que en la movilización del 17 de octubre, “la iniciativa en ningún momento sale de las manos de los que la dirigen a pesar de la concurrencia de trabajadores (...) los obreros atrasados apoyaron, se limitaron a apoyar a un sector del régimen capitalista contra otro sector. Al ejército, la burocracia y la policía contra los políticos, la burguesía industrial y el imperialismo yanqui”
Posadas responde a este artículo de Moreno
… el GCI y el POR tiene posiciones políticas, estratégicas y tácticas opuestas, divergencias que surgen de concepciones distintas del movimiento de masas (...) Las divergencias políticas entre el POR y el GCI ... afectan la cuestión de la caracterización de las luchas nacionales y de clase, la cuestión de la caracterización de la movilización de masas en Argentina y América Latina, así como el programa y las tareas concretas de la Revolución permanente [8].
Este aspecto es discutido por Moreno en los siguientes términos:
Como el GCI separa totalmente a los terratenientes de la burguesía industrial como así también a esta del imperialismo, nos vemos obligados a señalar que ese procedimiento es falso. La burguesía industrial de nuestro país depende del imperialismo y los terratenientes y no a la inversa; no siendo por otra parte esta clase, en cuanto a sus intereses frente a los latifundistas e imperialismo, un sector homogéneo sino heterogéneo. (…) El movimiento obrero no fue movilizado para el 17 de octubre en base a consignas antiimperialistas o anticapitalistas. Fue movilizado para asegurar el orden burgués (…) Surge el movimiento peronista como movimiento electoral. Si el peronismo nació desde el Estado, el partido o movimiento peronista se nutre del Estado también. El sostén, la base de este partido, será la burocracia, el ejército y la policía [9].
El debate entra entonces en el terreno de las definiciones en torno a los movimientos nacionalistas [10], de ahí la importancia de la polémica.
Las diferencias entre los grupos provenían de su caracterización de la estructura económica del país. El grupo dirigido por Ramos consideraba que la industrialización de la década del 30 introdujo una gran transformación en la estructura económica argentina, ya que consolidó una burguesía industrial que se desarrolló en contradicción con la estructura existente, creándose las condiciones para el surgimiento de un movimiento nacional en lucha contra el imperialismo. Las tareas de la revolución democrático-burguesa en la Argentina serían llevadas adelante por este movimiento que incluiría, además de la burguesía industrial, al proletariado, el campesinado y la pequeña burguesía.
Ramos consideró a Perón representante de la burguesía industrial y al peronismo como un movimiento nacional que enfrentaba al imperialismo. Su visión del 17 de octubre expresó esta visión al otorgar el proletariado el rol más consecuente en un movimiento que caracterizaba como revolucionario.
Avanzando en su valoración positiva del rol de la burguesía nacional en estos movimientos afirmó que esta clase, en función de lograr un mayor desarrollo económico, avanzaría en su oposición al imperialismo, pudiendo llegar a la realización de las tareas nacionales. Ramos impulsó el apoyo a las medidas del gobierno peronista que “promuevan al desarrollo burgués del país y que por lo mismo aceleren la lucha de clases”.
Dos premisas subyacían a estos planteos: por un lado, la posibilidad de que la burguesía adoptase un camino revolucionario, en tanto era capaz de resolver las tareas nacionales; por otro lado, la necesidad de una etapa de desarrollo burgués que “acelere la lucha de clases” y, previsiblemente, prepare el camino para una revolución proletaria. Esta concepción “etapista” marcaba la ruptura que Ramos hacía con el trotskismo y su teoría de la revolución permanente, que lo alejará de esta corriente y lo transformará en un referente de la “izquierda nacional” argentina.
El GCI planteaba que el proceso de industrialización dio origen a una burguesía industrial que pugnaba por reemplazar en el dominio de la economía a la vieja oligarquía terrateniente. En este marco, la burguesía buscaba establecer nuevas relaciones con el “imperialismo angloyanqui” viéndose obligada a buscar apoyo en una fuerza que pudiera contrapesar la presión imperialista, el proletariado, utilizándolo para sus objetivos. Consideraba que la burguesía no podía ser revolucionaria, pero que la clase obrera debía aprovechar para sus fines los roces entre ella y el imperialismo.
Definió al gobierno de Perón como representante de la “burguesía industrial nacionalista” y polemizó en este sentido con el GOM al considerar que la burguesía industrial en función de sus intereses se oponía al imperialismo, sin embargo, definió su política hacia la burguesía industrial en oposición a Ramos al considerar que ella no podía jugar un rol revolucionario. La caracterización de la movilización del 17 de octubre expresó esta visión, poniendo el acento en los objetivos anticapitalistas y antiimperialistas del proletariado.
Posadas y su grupo devaluaban así los mecanismos de control y cooptación del peronismo sobre la clase obrera; esto se verá expresado en sus expectativas en que el proletariado haría una experiencia con el peronismo y tomarían el programa de los revolucionarios y, en consecuencia, el eje en una política de “exigencia” a las direcciones del movimiento obrero. Esta ubicación llevará al GCI a una política de adaptación al fenómeno peronista en tanto dirección “real” de la clase obrera. Es decir, no consideró el papel jugado por el movimiento obrero en el movimiento nacional y no delineó, por tanto, una política hacia él, que implicaba una disputa por su dirección con una política de independencia de clase.
El GOM negó la existencia de contradicciones entre el proceso de industrialización y la estructura económica existente y, por lo tanto, entre la burguesía industrial y la vieja oligarquía argentina, fundamentando la estrecha ligazón entre ambos y con el imperialismo. Negaba, en consecuencia, la posibilidad de roces entre la burguesía argentina o sectores de esta y el imperialismo, y de una lucha antiimperialista de la burguesía industrial. Así, las tareas democráticas de la revolución quedaban en manos del proletariado en alianza con el campesinado enfrentando tanto al imperialismo como al capital nacional.
Moreno refutó la afirmación que consideraba al peronismo como representante de la burguesía nacional. Afirmó su carácter de “agente” inglés actuando en función de los intereses del sector más fuerte de la burguesía argentina –los terratenientes vinculados al imperialismo británico– y estableció el carácter “bonapartista” del régimen iniciado en 1943 en función no de enfrentamientos entre sectores de clases, sino entre camarillas y dirigentes. Así, la base de apoyo del gobierno serían el ejército, la iglesia y la burocracia, en un marco de pasividad del proletariado y de su “utilización” por parte del régimen.
Al negar las divisiones en la burguesía no podía ver las oscilaciones que el gobierno peronista expresaba entre la “burguesía nacional” y el imperialismo, esto explica la unilateralidad de su visión del gobierno como agente inglés. Si bien Moreno advirtió la unidad de intereses entre los distintos sectores de la clase dominante y su ligazón con el imperialismo inglés, no sopesó el grado de enfrentamiento con el imperialismo norteamericano y el peso alcanzado por la clase obrera.
La caracterización de la movilización del 17 de octubre expresa esta visión unilateral poniendo el acento en la manipulación del movimiento obrero por las direcciones burguesas. No pudo evaluar el rol que cumplió el proletariado al no advertir que era su fortaleza objetiva la que empujaba a Perón a buscar su apoyo.
En la práctica, sin embargo, una relativa separación entre las concepciones teórico-políticas y sus prácticas sindicales le permitió al GOM intentar integrarse en la clase, al mismo tiempo que fue ajustando su visión acerca del peso del imperialismo norteamericano en la emergencia del peronismo. Estos avances, junto con su más certero análisis de los procesos de estatización de las organizaciones obreras –a diferencia del posadismo que lo subestimó– y la valorización del peso de los organismos de base, como las comisiones internas y los cuerpos de delegados, le permitió a esta corriente diseñar diversas políticas para construirse entre los trabajadores en los años siguientes.
Trotsky y los nacionalismos burgueses
Fue en su exilio en México que Trotsky pudo profundizar sobre fenómenos de este tipo, frente al que se desarrollaba en ese país, el cardenismo. Estos “nacionalismos burgueses” adquirían características particulares en los países semicoloniales, es decir, en aquellos que, habiendo alcanzado la independencia política, mantenían múltiples lazos de dependencia con el imperialismo. Estos países debían resolver tareas que en aquellos de desarrollo capitalista avanzado habían sido resueltas por las revoluciones burguesas, tareas llamadas democrático-burguesas o democráticas, como la liberación de la opresión imperialista, o liberación nacional. La burguesía o sectores de ella podían encabezar movimientos que enfrentaran al imperialismo, pero no avanzar hacia la ruptura, ya que su existencia misma dependía de sus vínculos con el capital imperialista. Para Trotsky, los revolucionarios debían intervenir en estos movimientos a condición de “oponer” permanentemente la clase obrera a la burguesía manteniendo la independencia de sus organizaciones. La intervención se fundamentaba en la necesidad de ganar para la clase obrera la hegemonía sobre el conjunto de las clases populares y dirigir el proceso de lucha contra el imperialismo, tarea de primer orden para las revoluciones socialistas en los países atrasados. Esta dinámica, por la cual sería la propia revolución socialista la que en su transcurso resolvería las tareas burguesas pendientes, se enmarcaba en la llamada “teoría de la revolución permanente”.
En este contexto, Trotsky definió el fenómeno nacionalista mexicano a través de la categoría de “bonapartismo sui generis” y delineó la intervención en ellos apoyando las medidas progresivas, pero conservando la independencia de las organizaciones, como se expresó en las políticas a implementar frente a las nacionalizaciones y las administraciones obreras de las empresas nacionalizadas [11].
Estos regímenes se sustentaban en sectores de masas para resistir en alguna medida al imperialismo en un contexto de relativa debilidad de las burguesías nacionales y relativa fortaleza de los proletariados y oscilaban, por tanto, entre las clases nacionales y el imperialismo. El recurso a sectores de masas, incluso haciéndoles concesiones, por parte de estos gobiernos, incluía siempre el objetivo de controlarlos cooptando a sus organizaciones sindicales al aparato del Estado; de ahí la importancia que le daba Trotsky a la lucha por la independencia completa e incondicional de los sindicatos frente al Estado y por la democracia sindical.
Estas categorías resultan de gran utilidad para la definición del movimiento nacionalista burgués expresado por el peronismo, que constituyó un gobierno de tipo bonapartista sui generis que resistía la penetración del imperialismo norteamericano apoyándose en la clase obrera, otorgando demandas largamente reclamadas por ella a la vez que controlando sus organizaciones [12]. Los grupos argentinos no apelaron a estos análisis elaborados por Trotsky. Esta óptica hubiera permitido salvar algunas de las unilateralidades que presentaron los análisis de Posadas y Moreno y ensayar políticas frente al peronismo que, como mínimo, podía permitirles construir organizaciones más sólidas ante el poderoso movimiento que enfrentaban. Sin embargo, los primeros análisis y los debates que cruzaron la historia de la corriente trotskista en el país –de los que presentamos aquí solo un recorte– fueron el inicio de un conjunto de elaboraciones y experiencias que permitieron construir organizaciones de sostenida presencia en la izquierda argentina a lo largo de las décadas siguientes, y de ahí la importancia de realizar un análisis crítico de sus aportes.
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