A propósito del ensayo publicado en el último número de la revista Nueva Sociedad por la historiadora Camila Perochena.
Lunes 18 de diciembre de 2023 12:11
1. La historiadora Camila Perochena publicó en Nueva Sociedad, un ensayo titulado “Los usos de la historia en la política argentina actual”. Articulado alrededor de la pregunta “¿Cómo piensan la historia las principales fuerzas de la última elección presidencial?”.
1.1. Apunto algunos comentarios, partiendo del acuerdo con la tesis de que las concepciones sobre la historia son una vía de entrada a las concepciones de la política, aunque pretendo ir más allá, implicando que cada concepción sobre el pasado supone también miradas sobre el futuro.
1.2. El punto es metodológicamente importante, no solo por esta implicación del futuro en el pasado, y viceversa, sino porque a partir de esta mutua implicación es que se produce un espacio para el presente: el lugar específico donde producimos la acción política.
1.3. Dicho de otra manera, nuestras concepciones sobre la historia, tanto del pasado como del futuro (imaginado, proyectado o pronosticado, en el caso de algunas ciencias) tienen una función “antropológica”: nos permiten hacer la historia, nuestra propia historia, en el presente.
1.4. Las comillas alertan sobre el etnocentrismo implícito de suponer que estas concepciones son universales e invariables en la historia, los territorios y las culturas, incluso dentro de estas mismas. Aunque pataleen, este el aporte innegable de la crítica feminista y postcolonial.
2. La autora distingue como “demasiado evidente” la concepción de la historia que tienen los dirigentes políticos, propia de una “apuesta memorial y no historiográfica”, de la “producción crítica sobre el pasado” que hace la historiografía, que busca “conocer la verdad de lo sucedido”.
2.1. Lo único evidente acá es la operación ideológica implícita: como siempre, las distinciones autoevidentes dejan a quiénes las formulan del lado de la verdad, de la ciencia, y al resto de nosotros, simples mortales, del lado de la ignorancia. Bueno, “no, no esta bien, esta mal”.
2.2. Esta concepción que distingue tajantemente la memoria de la historia es la típica concepción ilustrada, europea, predominante entre los siglos XVII y mediados del siglo XX, que postulaba la distancia temporal con el pasado histórico como garantía de objetividad científica.
2.3. Concepción que ha sido cuestionada no solo por la práctica historiográfica (¿dónde encaja la historia del presente?), sino por el debate teórico metodológico sobre la historia, que cuestionó que haya un fundamento aproblemático desde donde construir “el saber” histórico.
2.4. Las verdades científicas son siempre hipotéticas y sujetas a revisión, debate y cuestionamiento por parte de las comunidades científicas, en este caso de los historiadorxs. Comunidades cuya ‘racionalidad’ no está por encima de las ‘pasiones’ de la memoria, como pretende Perochena.
2.5. Podría seguir a través de la saturación de metáforas oculares sobre las “representaciones” políticas y el conocimiento histórico (“miradas”, “visiones”, “evidencia”, etc), síntomas de un empirismo ingenuo no revisado, pero dejo acá esta pista epistemológica (bastante “reveladora”).
3. Oponer las “representaciones” pasionales de la memoria de un lado y la concepción historiográfica de otro tiene una consecuencia adicional: produce una separación artificial entre los “discursos” de los “dirigentes” y las concepciones históricas (ausentes) de los votantes.
3.1. Más productivo es pensar las concepciones de la historia de los dirigentes y fuerzas políticas más como un índice y factor de concepciones comunes y compartidas, disputadas. Tomando a las concepciones de historia tanto como un índice como un factor de nuestro presente.
3.2. La historiografía más bien participa de esta disputa por definir los caracteres del pasado con un arsenal propio, pero que es parte de una polifonía social en la que no tiene de ninguna manera el lugar de director de orquesta. Incluso el error mismo es autolimitarse al pasado.
3.3. En el caso de Perochena, esto la lleva a excluir, por ejemplo, las referencias al cambio climático en las concepciones que analiza, elemento central para delimitar las concepciones de historia, incluso cuando ella misma pretende incluir el futuro dentro de estas.
3.4. Por ej., en Javier Milei, el negacionismo del cambio climático de origen antropogénico implica una concepción sobre el futuro histórico que es operativa de una acción política en el presente: el extractivismo sin ningún límite. Lo primero le preocupa a los EE.UU., aunque no lo segundo.
4. Otro tanto podríamos decir de las concepciones sobre la tecnología, especialmente en sus relaciones con el ser humano o el medio ambiente. Por ejemplo, en esta reseña sobre Oppenheimer, un ex funcionario macrista nos dice mucho sobre su concepción del futuro y la energía nuclear.
4.1. Al excluir la naturaleza del futuro, también se la excluye del pasado, divorciando lo humano de lo natural. El resultado es una tipología tripartita exclusivamente política y tal vez económico-social: la concepción histórica revisionista, la polarizadora y la decadentista.
4.2. Ni que decir que la unidad de análisis de esta tipología es el estado-nación, reforzando de paso el colonialismo implícito en cierta histórica política. De ahí que lo que Patricia Bullich o Javier Milei piensan sobre los mapuches queda excluido de sus concepciones históricas.
5. Milei y LLA tendrían una concepción decadentista de la historia nacional, reivindicadora del periodo de las “presidencias fundadoras” (Mitre, Sarmiento y Avellaneda) y el de la expansión agroexportadora, Roca-centrista, hasta el peronismo, donde empezaría la decadencia.
5.1. Anti peronista y anti populista, esta concepción puede incluir toda la tradición social-liberal (Sáenz Peña, Yrigoyen, Perón, etc.) y al comunismo y la izquierda nacional, emparentandolo a la concepción decadentista y antidemocrática de la Dictadura de 1976-1983.
5.2. No queda muy claro cómo esta concepción decadentista de la historia, incluyendo el negacionismo, informa la concepción de la política de Milei y LLA, más que como una cuestión “ideológica” (manipulación de las masas y falsa conciencia que se aleja o acerca del saber histórico.
5.3. Cuando digo informa me refiero en el sentido antes sostenido: ¿de qué manera la concepción histórica de Milei y LLA les permite hacer “lugar” en el tiempo para la acción? ¿Cómo les permiten “hacer historia”? Sostener una praxis anclada en una concepción del pasado y el futuro.
5.4. Por ejemplo, en el sentido que a la “generación del 37” barbarizar al indio le permitió articular un proyecto nacional que se basaba en su exclusión/aniquilación, concepción que recorre la cultura (hegemónica) argentina desde inicios del siglo XIX hasta mediados y fines del XX.
5.5. Resalto cultura, término problemático, para destacar que la historia no es un problema de la historiografía, y que se forja de múltiples formas, que muchas veces los historiadores, limitados en sus propios presupuestos, como Perochena, no logran “vislumbrar”.
5.6. Un buen ejemplo de esta otra manera de ver la historia lo constituye la instalación que Claudia Fontes presentó en la Bienal de Venecia en 2017, “El problema del caballo”. Por supuesto que esto no reemplaza la historiografía, solo marca sus límites y sus posibles caminos.
6. Para pensar la productividad de las concepciones de la historia, o su performatividad política, podemos evocar una elemento temporal que podría ser incluido en esta concepción decadentista del pasado histórico, pero que lo desborda hacia el futuro: la aceleración histórica.
6.1. Esto empalma con el balance de Mauricio Macride su primer gobierno: hacer lo mismo pero más rápido, acelerar. De esta forma el decadentismo se complementa con un presente que debe ser explotado, dinamitado, como el BCRA, ilustrado por las imágenes de explosiones espectaculares.
6.2. La concepción de Milei sobre la historia es la aceleración: su acción veloz promete traer el reino de los cielos, la fantasía (retrospectiva) de una argentina potencia. Como todo mesianismo, necesita de una escatología que desemboca en la resurrección a través del sacrificio.
6.3. La autora continúa con la concepción de la historia del kirchnerismo, particularmente con la de Cristina Fernández de Kirchner, quién encaja perfectamente con esta metodología que reduce las concepciones de la historia a los “usos del pasado”, separando concepción histórica de praxis histórica.
6.4. El problema son las operaciones sobre el pasado, la historia, por medio de acciones de gobierno y discursos públicos: museos, celebraciones, alianzas, etc. Los usos “polarizadores” de la historia por parte del kirchnerismo son reducidos a una parte de la “batalla cultural”.
7. Perochena presenta evidencia empírica para mostrar una visión de la historia kirchnerista que “funcionaba para justificar un rumbo hacia el futuro presentado como deseable, pero también como inexorable: el punto de llegada era la inevitable redención del «pueblo».”
7.1. Una concepción revisionista en clave redencionista: un camino unidireccional (¿la grandeza de la patria y la constitución de una identidad nacional?) interrumpida por las fuerzas reaccionarias que actuaron ayer y hoy, unificando historia y memoria.
7.2. Sin embargo, esta batalla kirchnerista por la historia y por la memoria aparece como “uso del pasado”, casi como maniobra ideológica, dando por sentado que la potestad sobre el pasado es un asunto de les historiadores y no de les políticxs, por no decir de las clases populares.
7.3. Insisto, el problema de ello es que deja de lado la productividad presente de la historia: cómo el narrar la historia, común al ciudadano moderno y al historiador, en ambos casos, es parte fundamental del hacer la historia, de accionar políticamente en el presente histórico.
7.4. Por ejemplo, Perochena, en su reducción tripartita, no toma en cuenta las reiteradas manifestaciones de Cristina Fernández, donde ofrece su perspectiva acerca no solo del capitalismo, sino del socialismo del siglo XX. Su idea de futuro queda gobernada a una extensión del presente.
8. El futuro peronista, en todo caso, no puede ser más que un presente extendido. La justicia social aparece más bien como un contrapeso ético frente al triunfo irrefrenable del capitalismo, con el al cual @CFKArgentina decía no tener “anteojeras ideológicas”.
8.1. La autora señala correctamente la museificación de la memoria por parte del kirchenerismo y incluso en que ello articula una visión común con el pasado histórico, sin embargo falla al situarlo en una perspectiva histórica: se trata ante todo de una versión del presentismo.
8.2. Una concepción de la historia que toma al pasado como índice ético de lo que no debe ser (ni la barbarie genocida, ni la lucha revolucionaria) pero que se proyecta en el futuro de una manera impotente: el futuro cuánto mucho puede ser una extensión del presente capitalista.
8.3. Esta concepción histórica con rasgos presentistas, de la que resulta un peronismo atrapado en un loop disfuncional, choca con el aceleracionismo reaccionario de los libertarios, que prometen un futuro política y culturalmente reaccionario pero económicamente próspero.
9. Como sostuve, el triunfo de Javier Milei es en gran parte el triunfo de una concepción de futuro. Frente a quienes proponían mayor sufrimiento, #LLA logró articular una idea mesiánica en que el sufrimiento y el sacrificio en el presente puede resultar en un futuro próspero.
9.1. El último discurso político que había invocado insistentemente una idea de sacrificio presente para la prosperidad futura fue el gobierno de Alberto y Cristina Fernández: durante la pandemia fue que se le pidió a la gente aceptar las cuarentenas para evitar una catástrofe sanitaria.
9.2. Tal vez un efecto no deseado de ello fue disipar el miedo al sufrimiento presente y reactivar la perspectiva de una recompensa futura mayor, lo cual Milei pudo expresar: si el futuro será capitalista inexorablemente, mejor que sea próspero y llegue rápido.
10. Al final Perochena sostiene que “todos los líderes políticos hacen un uso de la historia en función del presente”. Como sostuve, ese presupuesto metodológico le impide asumir que el problema de “las concepciones de la historia” es condición de agenciamiento de los sujetos históricos.
10.1. Las “concepciones de la historia” son siempre disputadas, no solo por quienes escriben la historia, que a lo sumo pueden alcanzar consensos precarios y abiertos a la crítica, sino por quienes “hacen la historia” en el presente, articulando concepciones del pasado y del futuro.
11. Los matices indicados, implicando cuestiones variadas, no me impiden reconcer el esfuerzo de la autora por lograr que la historia ocupe un lugar relevante en el debate público; lo demás, lo demás es parte de un problema práctico: cómo hacer la historia.-
16/12/2023