Referirse al rol de la clase obrera y los sindicatos bajo la dictadura, es importante porque ha sido dejado de lado, olvidado, ocultado. Con un interés ideológico y político: sepultar el rol de la clase trabajadora como sujeto social de la revolución, y así, el rol del partido revolucionario que la clase trabajadora necesita construir, como sujeto político. Esas visiones interesadas, contrastan con la realidad de las batallas dadas, bajo nuevas condiciones, por los trabajadores y sus organizaciones bajo la dictadura.
Nicolás Miranda Comité de Redacción
Sábado 5 de septiembre de 2015
Estudiosos de otros países sí han resaltado este rol. Uno de ellos señala que “el hecho de que los trabajadores chilenos hayan sido víctimas de la dictadura y las políticas neoliberales, no significa que hayan abandonado su resistencia. Por el contrario, con la represión y restricciones a la actividad sindical, los trabajadores desplegaron una gran creatividad en la búsqueda de encontrar nuevas vías de resistencia. Se rehusaron a comer en los casinos, se tomaron las calles, atrajeron la simpatía a las huelgas y las protestas, marcharon por cientos de kilómetros para dar a conocer sus causas. Crearon nuevas formas de organización, desde ollas comunes y centros de atención de salud para los no organizados, hasta nuevas confederaciones, sindicatos independientes y federaciones territoriales inspiradas en las Cordones Industriales. No se limitaron a problemas del lugar de trabajo, sino que … fueron los primeros en levantar las banderas de la resistencia política contra la dictadura … los mineros movilizaron lo que serían las Protestas … Los trabajadores pueden haber sido víctimas de la dictadura de Pinochet y el neoliberalismo, pero fueron también protagonistas de los destinos propios y de su nación”.
Aquí buscamos sólo mostrar algunos hechos fundamentales, para encontrar el rastro del proceso de resistencia de la clase obrera y los sindicatos a la dictadura. Que permita replantearse la centralidad de la clase obrera en la alianza con otras clases y capas oprimidas y explotadas.
La década de 1970: reorganización y acciones reivindicativas
Tempranamente, ya en enero de 1974, se constituyó una dirección clandestina de la CUT. En las condiciones de inicios del golpe, su efectividad era escasa, su llegada a las bases casi nula. Pero hay algo importante en esa decisión, y es que permitió a muchas organizaciones ligadas a la CUT, la base de su existencia futura, y también fue condición de posibilidad de reconstituir su convocatoria en el futuro.
Tras ese paso, se realizaron asambleas para obtener personalidad jurídica y contribuir al financiamiento de Federaciones que habían estado afiliadas a la CUT: Federación Nacional Minera, Federación Nacional Textil y del Vestuario- Fenatex, Federación Industrial de la Edificación y la Construcción- Fiemec.
Para completar estos primeros pasos, la CUT estableció una oficina exterior, que publicaba un Boletín Informativo.
La actividad sindical era, al inicio, esencialmente reivindicativa, sobre las condiciones de trabajo. Pero muy intensa: a) se realizaron decenas huelgas, entre ellas: Codelco en El Teniente y Chuquicamata, CAP, ferrocarriles, los famosos “viandazos”. B) se logró mantener, con enormes dificultades, la celebración del 1º de mayo bajo, al principio bajo la forma de encuentros deportivos y culturales. C) Se retomaron tareas como gestiones ante la autoridad pública, y demandas judiciales (a propósito de la política de institucionalización y la presentación del ante-proyecto de Código de Trabajo), denuncias de abusos empresariales. D) Poco a poco, comenzaron las denuncias contra los efectos en las condiciones de vida de las políticas económicas. E) Se comenzó una publicación semi-clandestina, las “Páginas Sindicales”. F) Se recurrió al método de las “cartas públicas” a las autoridades, importantes porque expresaban las primeras expresiones de críticas y unidad sindical.
En mayo de 1975, se dio otro paso adelante en el proceso de reorganización con la formación de la Coordinadora Nacional Sindical- CNS (que agrupa a la izquierda, y sectores DC (Bustos, Sepúlveda y Mery), aunque sólo en 1978 empezará a usar esta denominación y aparecer públicamente.
En mayo de 1976, apareció públicamente el “Grupo de los Diez”, de la DC, cuya importancia estuvo en que constituyó el primer paso de ruptura efectiva entre la dirigencia sindical de esta corriente política y el régimen militar.
En julio de 1977, en una nueva carta Publica de la CNS, y tras los anuncios de Pinochet en Chacarillas, demandaron el reconocimiento de los sindicatos, y el rechazo a la política privatizadora que se iba imponiendo.
En febrero de 1978, se creó el Comando de Defensa de los Derechos Humanos y Sindicales, dirigido por Clotario Blest.
La respuesta del régimen fue la ilegalización de organismos como la CNS, la persecución del Grupo de los 10. Buscaba debilitar el proceso de reorganización, para avanzar, desde 1978, con el tristemente famoso Plan Laboral de José Piñera.
En 1979, la década se cerraba con la multiplicación de declaraciones contra el Plan Laboral, y se realizó la primera declaración conjunta de los 4 agrupamientos que actuaban como centrales sindicales (Grupo de los Diez, Cepch/Untrach, Fut, CNS), por la derogación del DL 2.200, y llamando a un Frente Común contra la política laboral. En octubre de ese año, ya vigente el nuevo Código Laboral, se realizó la primera huelga legal desde el día del golpe.
La década se cerraba habiendo logrado avanzar en la reorganización semi-clandestina del movimiento sindical, haciendo demostraciones de fuerza mostrando capacidad de movilización a pesar de la brutal represión, con pronunciamientos sobre la política en lo que afectaba a los trabajadores, y, de todos modos, con centro en problemas reivindicativos.
La década de 1980: articulador de la protesta nacional y el salto a lo político
En abril de 1980, bajo los términos de Código Laboral de Piñera, se realizaron las primeras elecciones sindicales, obligadas, que dieron una mayoría de dirigentes sindicales opositores elegidos, mostrando que, a pesar de la represión y por eso estar debilitados, eran reconocidos como sus organizaciones entre los trabajadores de base.
Y aunque restringida, la nueva legislación permitió un nuevo impulso a la actividad sindical de base, con múltiples acciones como la constitución de comisiones de los sindicatos para la prestación de servicios (médicos, dentales, albergues de vacaciones, etc), comités de cesantes, comités de solidaridad con relegados y con sindicatos en huelga, comisiones de cultura, deportes y recreación, charlas, nombramientos de delegados por secciones, creación de diarios murales. Se mantuvieron también las movilizaciones y los paros. Destacan la combativa huelga de Textil Panal en octubre de 1980 por 59 días con manifestaciones callejeras, huelgas de hambre, atrayendo solidaridad de estudiantes universitarios. O la combativa huelga de los 9 sindicatos de El Teniente por 40 días en abril de 1981. También, la combativa huelga de 59 días de los trabajadores de Madeco en 1983.
Para agosto de 1980, se empieza a traspasar la actividad a problemas políticos nacionales. En una Conferencia de prensa del Grupo de los Diez, se manifiestan contra el Plebiscito de la Constitución del ’80. Lo mismo hizo la CNS. Y el FUT. Y así, los empujaron aún más a la izquierda, y permitió mostrar que la politización que había caracterizado históricamente al sindicalismo no estaba erradicado, como pretendía la ideología oficial.
En noviembre de ese año se realizó un evento clave: el Consultivo Nacional de la CNS. Clave porque reafirmó la necesidad de impulsar un Frente Nacional de Oposición, sobre todo, plantearse la decisión de articular la lucha contra la dictadura: “el movimiento sindical decidió dar dirección a todas las acciones de resistencia y a los focos conflictivos que se desarrollaban entonces –en el Cobre, el Carbón, el sector Marítimo, la Industria, la Construcción, etc-. El objetivo fue crear un movimiento social de resistencia. En esta línea adoptó una ‘estrategia reivindicativa superior’ que apuntaba directamente a la desestabilización del sistema y que culminará más adelante en las Jornadas de Protesta”.
Se empezó a implementar. En junio de 1981, la CNS presentó un “Pliego Nacional”, en el que demanda el fin del Plan Laboral, y el retorno a la democracia. La reacción del gobierno fue violenta. La CNS redobló la apuesta, convocando a asambleas para discutirlo, y convocando a todos los sectores del país a debatirlo. Los dirigentes de la CNS fueron encarcelados, descabezando “a la organización sindical disidente que representaba más cercanamente la tradición histórica del movimiento laboral chileno”.
Se siguió avanzando para concretarlo: a partir de las orientaciones del Pliego Nacional, el movimiento sindical impulsó una diversidad de experiencias nucleadoras y organizativas: ollas comunes, coordinadoras de cesantes, comités de despedidos, etc.
Las Jornadas de Protesta comenzaron en mayo de 1983, con la convocatoria a Paro Nacional por la CTC, que en seguida fue cambiada ha llamado a Protesta.
Poco después, en junio de 1983, se constituyó el Comando Nacional de Trabajadores- CNT, que fue la organización que continuó las convocatorias a las siguientes Jornadas de Protesta.
En 1985, el CNT lanzó el “Pliego de los Trabajadores”.
En 1986, comenzó el proceso de desvío, buscando desplazar el protagonismo de las organizaciones de los trabajadores.. Tras el fin del Estado de Sitio que rigió en 1985 y el inicio del proceso que culminaría en el Plebiscito de 1988, la coyuntura que se abría estaba marcada por el protagonismo de las fuerzas políticas, que después formarían la Concertación, produciéndose un repliegue al trabajo sindical de base y tareas internas.
Las Jornadas de Protesta, impulsadas por las organizaciones sindicales de los trabajadores (y después desplazado el protagonismo social a otros sectores como las poblaciones y los estudiantes), mostró la fuerza de los trabajadores y sus organizaciones sindicales, su amplia capacidad de convocatoria. Sobre todo, su capacidad y rol en la resistencia a la dictadura. Su potencial social y político como clase. Su capacidad de hegemonía impulsando alianzas de clase con otros sectores explotados y oprimidos.
Pero fue desviada esta lucha. El mayor límite, la falta de un partido revolucionario de la clase trabajadora, con una política independiente de todo partido patronal. Por el contrario, eran esos partidos los que terminaron imponiéndose.
Es así que en marzo de 1988, el CNT dió su apoyo público al “NO” en el Plebiscito. En agosto de 1988 se creó la Central Unitaria de Trabajadores- CUT, que poco después presentó su “Pliego Extraordinario de los Trabajadores”, a la Concertación, y realizó su primera manifestación pública.
La confianza en partidos patronales, como los de la Concertación, sería fatal. Conservaron todas las herencias de la dictadura, entre ellas, el Código del Trabajo de Piñera, vigente hasta hoy. La tarea de construir un partido revolucionario de la clase trabajadora, sigue entonces más planteado que nunca.