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Panorama Económico. Macrismo versus “mercado”, ¿un inédito combate hacia las elecciones?

“Guerra” a las tarjetas de crédito, gestión de importaciones. La recesión y la situación social obligan al macrismo a ensayar algunas iniciativas intervencionistas. ¿Convicción o cálculo electoral?

Pablo Anino

Pablo Anino @PabloAnino

Miércoles 31 de agosto de 2016

Foto: Casa Rosada

El gobierno está ensayando un raro giro en su discurso económico y quizás también en su práctica. Parece que estuviera en retroceso la ortodoxia neoliberal en favor de algún tipo de intervencionismo, al que en el gabinete llaman "keynesianismo adaptado".

Esteban Greco, presidente de la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), emprendió una campaña contra las tarjetas de crédito por las altas comisiones que cobran. En particular apuntó contra la empresa Prisma que tiene la licencia de Visa en Argentina. La CNDC actúa en el seno del Ministerio de Producción.

Los grandes bancos y la Cámara de Tarjetas de Crédito y Compra (Atacyt) prometen dar batalla anunciando tempestades en el crédito al consumo si avanza la investigación de la CNDC.

Desde la misma cartera de Producción se está impulsando la “góndola Pyme”, una iniciativa destinada a brindar un espacio a las pequeñas y medianas empresas, además de a las producciones regionales, en las grandes cadenas de supermercados. El modelo es una medida similar implementada por Rafael Correa en Ecuador. Una herejía contra el libre mercado.

Se da la paradoja que el secretario de Comercio, Miguel Braun, proviene de una familia supermercadista y terrateniente de la Patagonia, pero estaría desencantado con la conducta de los hipermercados en la remarcación de precios.

En el gobierno no logran entender cómo en los días de “descuento” los supermercado pueden vender mucho más barato que los precios que aplican en el resto de la semana.

Los gigantescos márgenes que obtienen las grandes cadenas de supermercados podrían explicar parte de la película. Otra parte la explica el costo del financiamiento. Es decir, lo que se embolsan las tarjetas de crédito y los bancos.

Una pequeña gran ilustración de la distancia que existe entre el precio que perciben los pequeños productores y precio final que paga el consumidor en la góndola fue la protesta de los productores de peras y manzanas en Plaza de Mayo: el productor percibe $ 2,50 por el kilo que se vende a $ 30 o 40 pesos en supermercados. La imagen del reparto de peras y manzanas inquietó al gobierno.

No es la única economía regional en problemas. Mejoraron los ingresos de los sectores concentrados y exportadores de las economías regionales gracias a la devaluación y la quita de retenciones. Pero el famoso “derrame” no llega al pequeño productor. Mucho menos a los trabajadores.

El nuevo dirigismo no es casual. Todas las medidas en favor del “mercado” no terminan de desatar la lluvia esperada.

Además del “problema” de la manzana en el Alto Valle, está el “problema” del azúcar en el noroeste del país, de la yerba mate en el noreste o el de los tamberos en varias provincias. Son unos pocos ejemplos, pero hay más.

Las autoridades nacionales también comenzarían a intervenir sobre el comercio exterior. Son muchas las quejas empresarias por la invasión de productos importados. Las estadísticas oficiales corroboran el ingreso de bienes de consumo en detrimento de la producción local. El gobierno intentará que ingresen sólo productos que no se elaboran en el país.

El nuevo dirigismo no es casual. Todas las medidas en favor del “mercado” no terminan de desatar la lluvia esperada.

El presidente de la Cámara de Comercio de los Estados Unidos en Argentina (AmCham) reconoció que están confirmados sólo el 12 % de los anuncios de inversiones realizados para los próximos dos años. Las reactualizadas relaciones carnales por el momento trajeron muchas promesas y pocos dólares.

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En estos días el presidente Mauricio Macri estará en China con una buena parte de su gabinete en busca de inversiones. Tratarán de seducir a la cúpula del dirigista Partido Comunista para que apuesten a nuestro país. Para seguir con las “relaciones abiertas” también negociarán financiamiento con el ruso Vladimir Putin.

El gobierno desató fuerzas del “mercado” que no puede controlar hasta el final.

No hay que sorprenderse, el partido “comunista” chino se transformó en el agente de la restauración capitalista y ese país desembarcó en la economía nacional hace rato: ISBC, Huawei, Cofco (dueña de Nidera), Cnooc (socia de los Bulgheroni en PAE), entre varias otras compañías. Ahora buscan poner un pie en el negocio azucarero tucumano.

Con la liberalización cambiaria que devino luego del levantamiento del “cepo” al dólar, la devaluación, la quita de retenciones (o baja en el caso de la soja) para el agronegocio y todas las medidas en favor del gran capital, el gobierno desató fuerzas del “mercado” que no puede controlar hasta el final. Los resultados están a la vista.

Ahora el macrismo busca reencauzar esas fuerzas. El recalculo hacia el intervencionismo moderado no es más que un retroceso pragmático circunstancial para ensayar algún tipo de módica recuperación económica hacia las elecciones del año próximo.

Buscan ganar capital político para retomar el objetivo estratégico de imponer un brutal ajuste contra los trabajadores. El reloj está corriendo y el tiempo no sobra.

Apurados por la realidad

Al macrismo la realidad se le vino encima. No sólo la decisión de la Corte Suprema sobre las tarifas de gas lo hizo recalcular. La información que se va publicando sobre el comportamiento de la actividad económica muestra que la caída es más pronunciada en julio que en meses previos.

En la construcción se volvió a verificar un derrumbe: el consumo de cemento (un insumo clave) se retrajo 20,7 % en julio en comparación con igual mes del año pasado. Para la Cámara Argentina de la Mediana Empresa (CAME) la industria pyme cayó 7,8 % interanual en el séptimo mes del año.

El retroceso general de la economía también se exhibe crudamente en los números de la Consultora de Orlando Ferreres que registró una caída de 5 % interanual en julio, la mayor del año.

El costo social se empezó a ver la semana pasada cuando el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) reconoció una tasa de desocupación de 9,3 %.

En una mirada más amplia aparecen 6,4 millones de personas con problemas de empleo: 1,2 millones de desocupados, 1,4 millones de subocupados y 3,8 millones no registrados (en “negro”). Se trata de más de la mitad de la población económicamente activa.

La canasta familiar estimada por la Dirección General de Estadística y Censos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra en $20 mil para un matrimonio con dos hijos. Aunque es un dato para una sola ciudad (probablemente en algunas el costo sea menor, pero en otras como las patagónicas es mayor) puede ayudar para dar una dimensión de la situación social.

Proyectando los datos de ingresos que surgen de la Encuesta Permanente de Hogares del segundo trimestre del año pasado (último dato disponible en el Indec) a la actualidad, más del 70 % de las familias del país tendrían ingresos totales menores a la canasta familiar. El 40% de las familias apenas alcanzaría la mitad de la canasta.

El salario real de los trabajadores registrados del sector privado durante el primer semestre cayó 12 % según el Centro Cifra. Podría ser algo menos cuando termine el año si es que se desacelera el ritmo de aumento de precios.

Más del 70 % de las familias del país tendrían ingresos totales menores a la canasta familiar.

La Universidad Católica Argentina (UCA) dice que considerando la pobreza multidimensional había 20 millones de pobres en 2015 (con al menos una carencia). Por ingresos, llegarían a 12 millones los pobres a fines del año pasado, pero hay 1,4 millones de nuevos cuando se compara diciembre último con abril de este año.

Es una realidad que no se construyó de un día para el otro, sino que el largo fin de ciclo kirchnerista y las condiciones estructurales incambiadas durante la “década ganada” tienen una buena parte de la responsabilidad. El ajuste del nuevo gobierno está aportando su buena dosis para agravar la situación.

La inflación empezó a ceder, pero no por los aciertos de la política monetaria oficial, sino por el derrumbe de la actividad y el consumo. La plata no alcanza, las compras se comprimen y los aumentos de precios se moderan.

La inflación cederá en agosto, además de por la recesión, gracias al “servicio” que le brindó la Corte Suprema al gobierno con la suspensión del tarifazo que no impactará en el índice de precios en lo inmediato.

Aun así, queda una duda ¿Qué pasará cuando se apliquen los tarifazos que pretende imponer el gobierno de manera edulcorada en las audiencias públicas o cuando las empresas no beneficiadas por la Corte Suprema trasladen a precios las facturas del gas?

El propio Federico Sturzenegger solapadamente respondió a Alfonso de Prat Gay, para quien la inflación dejó de ser un problema. Para el presidente del Banco Central hay que esperar varios meses de desaceleración sostenida. Una golondrina no hace primavera.

Sturzenegger por lo pronto también está recalculando hacia abajo la tasa de referencia del Banco Central, lo cual podría también realimentar la inflación. Por eso avanza con pie de plomo.

El gobierno utiliza esa desaceleración inflacionaria para intentar evitar la reapertura de las paritarias. Hay otras discusiones que no podrá evitar, como la de gremios (entre ellos dos grandes: construcción y comercio) que cerraron acuerdos por seis meses que obligan a volver a sentarse a la mesa.

Para evitar lo más posible la discusión salarial, el oficialismo largó nuevamente la zanahoria de modificar el mal llamado impuesto a las ganancias que se aplica al salario.

Se prepara otro trueque con la burocracia sindical. La propuesta será hablar de ese impuesto que afecta a una parte menor de los trabajadores a cambio de no hablar del salario del conjunto de los obreros hasta el año próximo.

El objetivo oficial es claro: cristalizar la pérdida salarial ocurrida durante la primera mitad del año.

Con el cuchillo entre los dientes

Al gran capital no le alcanza lo conquistado hasta ahora. Ve las cuentas públicas con lupa y exige más ajuste fiscal. No sólo eso.

El ausentismo, los “altos”costos laborales, los juicios por despidos y accidentes de trabajo, las huelgas, la desobediencia, el clima asambleario, la indisciplina, son las plagas con las cuales quieren explicar la falta de productividad y competitividad.

La memoria es selectiva. Cargan sobre los trabajadores una situación que es de entera responsabilidad patronal. Prefieren olvidar que la escasa competitividad y productividad se debe al atraso productivo y a la dependencia de las potencias imperialistas que se reproduce de manera incesante.

El ausentismo, los “altos”costos laborales, los juicios por despidos y accidentes de trabajo, las huelgas, la desobediencia, el clima asambleario, la indisciplina, son las plagas con las cuales quieren explicar la falta de productividad y competitividad.

El empresariado local en lugar de invertir tiene predilección por la fuga, los paraísos fiscales de los Panamá Papers y la especulación financiera. Por eso buscan contrarrestar la baja productividad reventando el valor de la fuerza de trabajo (el “costo” del obrero) -cosa que no estaría siendo posible, al menos por ahora, al nivel deseado.

Volviendo al principio, la pelea del gobierno con el “mercado” no es real. Sólo trata de ajustar las clavijas al empresariado para llegar bien a las elecciones.

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Pablo Anino

Nació en la provincia de Buenos Aires en 1974. Es Licenciado en Economía con Maestría en Historia Económica. Es docente en la UBA. Milita en el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Es columnista de economía en el programa de radio El Círculo Rojo y en La Izquierda Diario.

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