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Macron, el llamado a elecciones anticipadas y la profundización de la crisis orgánica en Francia

Paul Morao

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Macron, el llamado a elecciones anticipadas y la profundización de la crisis orgánica en Francia

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[Desde Francia] Artículo publicado originalmente en francés en Révolution Permanente, parte de la red internacional de La Izquierda Diario. Con la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a elecciones, Macron esperaba sin duda reactivar un reflejo republicano que le permitiera reconsolidar su bloque “de centro”, que viene de ser derrotado en las elecciones al Parlamento europeo del 9 de junio. Por el contrario, la decisión parece haber intensificado las tendencias polarizadoras tanto a la derecha como a la izquierda.

Las elecciones europeas del pasado domingo aceleraron como nunca la crisis política en Francia. En una situación de mayoría relativa desde su derrota en las legislativas de 2022, a menudo debilitado por esta situación, como durante la reforma de las pensiones impuesta por decreto, el examen de la ley de inmigración hace unos meses o durante los distintos cambios a su gobierno, Emmanuel Macron decidió patear el tablero el domingo anterior, aun a riesgo de facilitarle el camino a la extrema derecha.

Un bloque de extrema derecha que se consolida de cara a las elecciones legislativas

La aplastante victoria del Rassemblement National (RN), el partido de Marine Le Pen, en las elecciones europeas, que cosechó más del 31% de los votos (7,7 millones de sufragios), y el 5,4% que obtuvo Reconquête, el otro partido de ultraderecha, de Éric Zemmour, son los datos clave de los últimos comicios. Este resultado, cercano al 40%, refleja un fortalecimiento sin precedentes del bloque de extrema derecha en Francia, fruto de un paciente trabajo político y de un contexto nacional e internacional de crisis del capitalismo que alimenta las tendencias más reaccionarias. El éxito de RN ha sido posible gracias al salto cualitativo en la normalización del partido en los últimos años. A partir de 2017, esta normalización se aceleró considerablemente a través de un aggiornamento programático, la presencia de Marine Le Pen en las segundas vueltas de las dos últimas elecciones presidenciales frente a Emmanuel Macron, que le permitió erigirse como la principal alternativa de oposición al gobierno, y sobre todo por la inesperada obtención de 88 diputados en 2022 que le permitió dar un salto en la institucionalización del partido y acelerar su labor de implantación local [1].

En los últimos meses, Jordan Bardella, elegido presidente del partido en 2022, se ha convertido en la nueva cara de un fenómeno, ya percibido en el momento de las elecciones presidenciales, el de la ampliación de la base electoral de RN a sectores antes reacios a votar a la extrema derecha, en particular las categorías medias y altas (profesiones intermedias, altos ejecutivos y jubilados), expresando la derechización de ciertas franjas de estas categorías, habitualmente inclinadas hacia fuerzas más moderadas, el macronismo o la derecha tradicional. A este cuadro hay que añadir la seducción ejercida sobre las capas juveniles “más precarias, menos instruidas, que a menudo viven en zonas rurales o suburbanas” [2].

Sin embargo, esta dinámica no puede disociarse de la evidente convergencia programática entre el bloque de “centro” macronista y la extrema derecha que se ha producido en los últimos años, con el telón de fondo del trabajo del partido para legitimarse ante sectores del empresariado, y que conoció un nuevo punto de inflexión de cara a las elecciones europeas.

La campaña y el debate de la segunda vuelta demostraron que esta diferenciación muy clara en términos de alianzas sociales no era un obstáculo para una fuerte convergencia programática. [Marine] Le Pen ha prolongado un movimiento de acercamiento a la perspectiva neoliberal iniciado hace varios años. Por ejemplo, además del abandono del proyecto de salida del euro, se ha opuesto al aumento del salario mínimo, pronunciándose a favor de una exención de aportes patronales para las empresas que decidan aumentar los salarios. Es el tipo de incentivo que le encanta al neoliberalismo. Del mismo modo, la candidata de RN [en las últimas elecciones presidenciales] no quiere bajar la edad de jubilación, y hay muchos más ejemplos de este tipo. Así que en la derecha, entre Macron y Le Pen, hay una fuerte convergencia programática y una separación total en términos de bases electorales, lo que nos obliga a cuestionar la viabilidad de tal situación.

Es lo que ya apuntaba Bruno Amable en 2022, antes de las elecciones legislativas [3].

Marine Le Pen ha continuado esta evolución neoliberal durante los dos últimos años, manteniendo al mismo tiempo los rasgos programáticos específicos en los que RN ha basado su oposición frontal al macronismo. Es el caso de la defensa de medidas soberanistas y proteccionistas, como la voluntad de dar prioridad a las empresas francesas en las licitaciones de contratos públicos, la defensa de una “Europa de las naciones” frente a la Unión Europea con sede en Bruselas, o la “preferencia nacional”. A pesar de los giros derechistas y xenófobos del gobierno de Macron, esta es marca de fábrica de la extrema derecha, y el núcleo de muchas de las recientes apariciones mediáticas de los líderes de RN.

La crisis estructural del “bloque burgués” y la nueva agudización de la crisis orgánica

El anuncio del domingo anterior, en torno a la disolución de la Asamblea Nacional, marca una agudización de la crisis estructural del llamado “bloque burgués” [4]. En 2017, el macronismo había contenido temporalmente la crisis orgánica del capitalismo francés, después de que la muleta izquierda de la V° República, es decir, el Partido Socialista, saliera hecha jirones del quinquenio de gobierno de François Hollande, allanando el camino para un colapso del sistema bipartidista sobre el que el régimen se apoyó durante cuarenta años. Desde el principio, el macronismo parecía un proyecto político frágil debido a su estrecha base social, concentrada en los sectores más ricos de la población. Tras unos meses de ilusión “jupiteriana”, es decir, de una presidencia muy fuerte, durante los cuales Macron pudo aparecer como una fuente de renovación en un tablero político muy debilitado, atrayendo a sectores del electorado de altos ingresos votantes de la izquierda reformista pero decepcionado con Hollande, su radicalización neoliberal ha atrofiado y derechizado sistemáticamente su base social.

En un periodo de crisis aguda, esta dinámica terminó por provocar un creciente desmoronamiento hacia la derecha de lo que quedaba del bloque central de Macron, ayudado por los elementos de convergencia con la extrema derecha antes mencionados. Las elecciones europeas y el desastroso resultado del partido de Macron marcan así el fracaso total del mantenimiento del bloque central, y un posible agotamiento del mismo, que hasta ahora, a pesar de todo, permitía mantener con respiración asistida al “extremo centro”, en vías de desaparición en todo el mundo a pesar del hundimiento del bipartidismo en Francia.

Al anunciar el domingo 9 de junio la disolución de la Asamblea, Emmanuel Macron hizo un intento desesperado de contrarrestar estas tendencias imponiendo elecciones legislativas anticipadas con el lema implícito: “yo o el caos”. Fue una forma de chantaje, un intento de obligar a su antigua base social y a las fuerzas políticas del “arco republicano” a converger hacia el centro para obtener un Parlamento más controlable. La arriesgada maniobra se basa en la ilusión de divisiones insuperables en la izquierda y en la esperanza de revitalizar el “voto aluvión” contra Le Pen, pero conllevando también el riesgo de ofrecerle a la extrema derecha un camino al poder y un escenario de tener que cohabitar con Le Pen o Bardella.

Mientras que esta crisis del centro, potencialmente terminal, ha estado alimentando las preocupaciones de la prensa burguesa en los últimos días, desde Le Monde a Les Échos, también está dando escalofríos a la burguesía internacional. Así lo ilustra la repentina subida de las tasas de interés tras el estallido de la crisis política. La prensa económica anglosajona es testigo de ello, con el Financial Times describiendo el resultado de las elecciones legislativas anticipadas en Francia como más importante que el de las elecciones europeas en su conjunto, sin ocultar su preocupación por la “apuesta de alto riesgo” de Macron. Pero la maniobra ya parece lejos de salir según lo previsto para Macron, anunciando una posible agudización de la crisis política y, en todo caso, una inestabilidad mayor.

Tras la disolución, el fracaso de la maniobra de Macron y la inesperada unidad de la izquierda reformista

Este miércoles pasado, la conferencia de prensa de Macron dando un discurso de lanzamiento de campaña dio la impresión de un disco rayado. De pie frente a los periodistas, Macron interpretó su papel de bonapartista, tratando de encarnar el campo de la razón frente a los extremos -en este caso tanto RN como La Francia Insumisa (LFI)- y en este contexto dirigiéndose a los “socialdemócratas”, los “ecologistas” y la “derecha gaullista”. Pero tres días después de la disolución del Parlamento, el plan de Macron para recuperar la gobernabilidad ya parecía desfasado. En lugar de generar una dinámica hacia el centro, el anuncio de elecciones legislativas anticipadas parece acentuar aún más la tendencia a la (bi)polarización.

El símbolo central de esta dinámica fue el anuncio a mediodía del martes por Éric Ciotti de la conclusión de un acuerdo entre la derecha tradicional (Les Républicains, LR) y el partido de Le Pen. Desgarrada en los últimos años entre el macronismo y la extrema derecha, el anuncio sorpresa provocó el rechazo inmediato de los distintos barones de la derecha tradicional, sumida en una profunda crisis. Aunque la imagen puede ser la de un Éric Ciotti aislado, es indicativa de una tendencia mayor, y de la posibilidad de que tome forma una “unidad de la derecha”, como se ha visto en otros países europeos donde la extrema derecha lleva las riendas, al estilo de la Italia de Giorgia Meloni o Países Bajos con Geert Wilders. Se trata de una política alentada desde hace meses por un importante componente del empresariado francés, como Vincent Bolloré, y en nombre de la cual Marion Maréchal (quien es sobrina de Marine Le Pen y nieta del refundador de la ultraderecha desde la posguerra, Jean-Marie Le Pen, pero que dejó RN hace varios años) y varios ex miembros de LR que ahora estaban en Reconquête, el partido de Éric Zemmour, han optado también por situarse en la órbita de RN ante las próximas elecciones. Esto consolidará el bloque de extrema derecha y abrirá la puerta a una aceleración del traspaso (hasta ahora limitado) de dirigentes hacia la extrema derecha, debilitando aún más a LR, un pilar histórico del régimen en profunda crisis pero todavía con peso institucional a nivel local o en el Senado.

Sin embargo, fue la inesperada unión de la izquierda reformista probablemente la mayor sorpresa de la semana, frustrando los cálculos de Macron. El “frente popular”, lanzado la noche en que Macron disolvió el Parlamento, dio lugar a negociaciones que fructificaron rápidamente, a pesar de la reciente interna feroz entre las fuerzas que componían la extinta alianza NUPES (La Francia Insumisa, PS, PCF, Los Verdes, y otras), reuniendo incluso a nuevos componentes como las organizaciones sindicales (CGT, CFDT, UNSA, FSU), las organizaciones de la “sociedad civil” (LDH, ATTAC, Greenpeace) e incluso sectores de la llamada “extrema izquierda” como el NPA-L’Anticapitaliste de Philippe Poutou. Esta dinámica también surgió debido a la situación de los distintos aparatos de la izquierda reformista, cuyas bancas parlamentarias obtenidas o refrendadas en 2022 dependen estrechamente de la existencia de un acuerdo electoral desde la primera vuelta, lo que confiere a esta alianza un carácter precario.

Como señala Stathis Kouvélakis, el bloque de la izquierda reformista está plagado de “inestabilidad hegemónica”. Tras emerger en 2022 como la fuerza más dinámica de la izquierda en base a sus votos en las elecciones presidenciales, la dificultad de LFI para consolidar su hegemonía y el revanchismo de un ala derecha de la NUPES que logró mantenerse viva gracias a ese acuerdo, condujeron a la ruptura de la coalición en el marco de su actividad parlamentaria antes de dar paso a la reciente votación de Glucksmann del PS en las elecciones europeas, mucho más alta, aunque sin lograr capitalizar el espacio electoral que dejó vacante el macronismo. La aterradora perspectiva de una mayoría parlamentaria de RN, la ausencia de una dinámica electoral distinta a la de las elecciones europeas y la persistente inestabilidad hegemónica de la izquierda, a pesar de cierto nuevo equilibrio parcial a favor del ala más de derecha (el PS), explican que la unión haya podido producirse en un tiempo récord.

Las perspectivas de esta coalición de izquierda se polarizan entre dos propuestas políticas distintas. Por un lado, el proyecto de un gobierno de izquierda “responsable”, que ya ha dicho que no bajará la edad jubilatoria a los 60 años y que quiere respetar el equilibrio presupuestario, los imperativos de la UE y de la OTAN -independientemente de las “veinte propuestas” de “ruptura”, que son más fórmulas retóricas que compromisos políticos precisos-, y que sigue mostrando desde hace poco su hostilidad radical hacia lo que se supone que encarna el mélenchonismo. Por el otro lado, están las promesas de ruptura de este último, que chocarían rápidamente con las limitaciones de la época en caso de su -muy improbable- llegada al poder. En este contexto, el programa del “Nuevo Frente Popular” (NFP), a pesar de los pocos puntos que contiene, parece más una coartada que la expresión de una dinámica política [5].

La conversión de figuras radicales anti-NUPES de la "derecha" del PS y EELV, como Carole Delga, François Hollande y Yannick Jadot, dice más a este respecto que cualquier declaración de buenas intenciones. Lo mismo puede decirse de la autoinvestidura sorpresa de François Hollande en Corrèze el sábado, o de los intercambios asesinos entre los "frondeurs" de LFI, sus aliados del PS y EELV y la corriente Mélenchonista. Todos estos enfrentamientos son expresiones de la naturaleza táctica de la alianza para sus protagonistas, mientras que la purga en el campo metlenchonista da testimonio de un deseo de prepararse para las maniobras que seguramente tendrán lugar antes o después del 7 de julio.

Una situación incierta y peligrosa: la urgencia de un frente único para el combate y de una política obrera independiente

La elección legislativa que se perfila puede parecer, por lo tanto, un duelo entre el NFP y los candidatos del bloque de extrema derecha, a los que se sumarían 80 candidatos de LR y posibles candidatos de Reconquête. Este cuadro marca el hundimiento del macronismo como bloque central y abre la vía a escenarios inciertos. En esta situación cambiante, la extrema derecha es el bloque más dinámico, el único que ha progresado ininterrumpidamente en los últimos años, al compás de la descomposición del macronismo. Expresa la necesidad de aplicar políticas más duras, pero también de reintegrar a sectores de las clases populares en la órbita hegemónica del Estado, mediante promesas demagógicas y retoques populistas. En este contexto, no podemos descartar la posibilidad de una cohabitación entre RN y Macron. Esto acentuaría las políticas autoritarias y racistas en el marco de un bonapartismo más agresivo, profundizando los rasgos más autoritarios y racistas de la V° República [[Si el fascismo en su definición más clásica es un régimen de “guerra civil” abierta contra el movimiento obrero y la oposición política (prohibición de los partidos obreros y del derecho de huelga, aplastamiento de los sindicatos), el “bonapartismo”, por su parte, endureció los elementos autoritarios y represivos inherentes a una democracia burguesa cada vez más degradada. Un gobierno de RN en cohabitación con Macron correspondería sin duda a este tipo de régimen, como señalamos en 2017, aunque desde entonces RN tiende a “recentrarse”.

La emergencia de un “Nuevo Frente Popular”, si bien permite al bloque de la izquierda reformista presentarse unificado a las elecciones, está lejos de terminar con la división. Las tensiones de los últimos días muestran a quienes desean creer en la comedia de la unidad contra la extrema derecha hasta qué punto la lógica del aparato prima sobre la lucha contra RN. De forma nada anecdótica, el NFP, con sus candidaturas, podría terminar revalidando las credenciales de quienes han permitido que Marine Le Pen avanzara como lo ha hecho. Basta pensar en la candidatura de François Hollande en Corrèze. Queda por ver si esta fachada de unidad, de una magnitud sin precedentes en comparación con 2022, puede generar un impulso capaz de movilizar al electorado de izquierda y, sobre todo, de ampliar su base. Por el momento, las manifestaciones multitudinarias del sábado no muestran ninguna tendencia a extenderse más allá de la base electoral de la izquierda, algo esencial si se quiere tener alguna esperanza de cambiar la dinámica de aquí al 30 de junio.

En cualquier caso, aunque parezca políticamente improbable por el momento, podemos preguntarnos por el resultado de una posible victoria electoral de la izquierda. En el mejor de los casos, por las tensiones que lo están atravesando, este “frente” podría dar lugar a un gobierno de cohabitación entre el centro y la izquierda reformista que, en una situación internacional inestable y marcada por las tendencias a la crisis y a la guerra, sería la antesala de la llegada al poder de la extrema derecha. Basta pensar en cómo el gobierno de la antigua “Izquierda Plural” de Jospin contribuyó a que Jean-Marie Le Pen llegara a la segunda vuelta en 2002. En el peor de los casos, este NFP podría desembocar en un pacto inestable con Macron y el régimen, desbancando o marginando a su ala izquierda y restaurando temporalmente la centralidad del PS... antes de ceder el paso a RN. En cualquier caso, es difícil ver cómo la combinación de tensiones internas en el bloque de izquierda y una situación económica extremadamente tensa podría dar lugar a otra cosa que no sea una izquierda blanda, dispuesta a transigir y a las componendas, más allá de la retórica electoral que ahora utiliza.

Finalmente, el colapso del bloque central, la posibilidad de un nuevo gobierno de este bloque, incluso ampliado a la derecha tradicional, parece difícil de concebir.

Aunque la extrema derecha parece ser actualmente la fuerza más dinámica, no podemos descartar la posibilidad de que ningún bloque alcance la mayoría absoluta. Este es el escenario que plantea el encuestador y ensayista Jérôme Fourquet, para quien “nos dirigimos hacia un Parlamento totalmente ingobernable”. Tal situación en la segunda potencia imperialista de la Unión Europea, con el telón de fondo de una profunda crisis en el continente, sacudido por la guerra sin salida en Ucrania y el genocidio en Gaza, demuestra el profundo estancamiento político en el que están encerradas las clases dominantes. En este contexto, es urgente que los explotados ocupen la escena de forma independiente si queremos cambiar las reglas del juego y modificar la relación de fuerzas más allá de la estrategia del "mal menor". Desgraciadamente, esta nueva unidad de la izquierda reformista no se prepara para ello, sino todo lo contrario.

El NFP, en el que las direcciones sindicales se subordinan y cumplen la tarea de rebajar el programa, en vez de jugar el papel de estados mayores de la clase obrera, parece ante todo una gigantesca máquina de neutralizar la perspectiva de que los explotados y oprimidos ocupen el centro de la escena, en nombre de compromisos y acomodos con quienes encarnan exactamente lo contrario de la lucha contra la extrema derecha. Por si algunos lo dudaban, la inclusión en las listas del NFP de un ex ministro macronista como Aurélien Rousseau o François Hollande ha demostrado en los últimos días que en sus candidaturas no existen límites que no se puedan traspasar, aunque ello suponga regalarle a la extrema derecha recursos fáciles para fustigar el regreso de una izquierda gubernamental odiada por muchos sectores obreros.

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Es en este contexto que defendemos la necesidad de candidatos parlamentarios que expresen un enfoque diferente para enfrentar a la extrema derecha. Frente a los avances de la ultraderecha y el endurecimiento del régimen, no bastan las maniobras electorales. Necesitamos una izquierda “dura”, intransigente, capaz de mantenerse firme frente a la presión del régimen, pero también con capacidad de construcción organizativa desde abajo, en el movimiento obrero, entre los jóvenes y en los barrios populares. Una izquierda que aprenda de las lecciones de la pelea por las jubilaciones y que comprenda el callejón sin salida que representan los intentos de presión institucional, por más respaldo de millones de manifestantes que esta presión pueda tener detrás. Una izquierda que entienda lo que se juega en la relación de fuerzas, con un programa que pueda unir a los explotados y oprimidos para construir una alternativa revolucionaria utilizando los métodos de la lucha de clases. Frente a la dinámica reaccionaria internacional, solamente las masas pueden evitar la catástrofe con su lucha.

En este sentido hemos lanzado la candidatura de Anasse Kazib y Elsa Marcel en la segunda circunscripción de Seine-Saint-Denis, para dejar claro que otro camino es posible. Una candidatura obrera y revolucionaria, que nos parece que expresa la única posibilidad de dar seriamente la batalla contra la extrema derecha en sectores del movimiento obrero cada vez más vulnerables a ella, ya que el regreso de la vieja izquierda reformista del Partido Socialista en nombre de la lucha contra la “extrema derecha” no convence. Esta constatación es un punto ciego para los defensores del “frente popular” que están mucho más en contacto con la conciencia de la juventud urbana, de las “clases medias” y de sectores de la aristocracia obrera que constituyen el llamado “pueblo de izquierda”, que con la del proletariado en su realidad actual. Esta lucha por poner en pie una estrategia que sea realmente capaz de hacer retroceder a la extrema derecha tiene que ser el norte de quienes estén apegados a la brújula estratégica de la revolución como única salida a las crisis actuales, pero que también pretendan ser capaces de enfrentar un período internacional de crisis y guerras durante el cual, bajo la dirección de RN u otras fuerzas burguesas, los ataques a gran escala solo pueden intensificarse.

Traducción y adaptación: Guillermo Iturbide


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NOTAS AL PIE

[1Como señalaba un dirigente de RN en abril en el diario Figaro a propósito de los sondeos para las elecciones europeas, “el 32% es la prueba de que ser visto como una fuerza de cambio es un poderoso motor electoral”. Por su parte, Le Monde describía a propósito de una encuesta de abril la forma en que las bancas parlamentarias obtenidas en 2022 han reforzado los esfuerzos del partido por establecerse localmente

[2Véase en particular lo que dice al respecto el sociólogo Laurent Lardeux.

[3Bruno Amable y Stefano Palombarini, Où va le bloc bourgeois, La Dispute, 2022, p. 102.

[4Nota del traductor: Lo que aquí se llama “bloque burgués” es el sector de partidos políticos “de centro”, que abarcaría desde el macronismo y la derecha gaullista tradicional hasta el Partido Socialista, en oposición a un “bloque de extrema derecha” (los partidos de Le Pen y Zemmour) y un “bloque de izquierda” (la izquierda reformista en torno al Partido Comunista Francés y La Francia Insumisa, al que a veces se puede sumar el PS).

[5Contrariamente a lo que parecía esperarse, el programa del NFP se ve particularmente tibio. Aunque recoge varias de las reivindicaciones del programa de la antigua NUPES, que ya se situaba a la derecha del programa de La Francia Insumisa, de este último no ha quedado casi nada, en gran medida bajo la presión del PS y de Los Verdes. Una comparación con el programa de la NUPES muestra que de las 500 propuestas retiradas (el programa pasa de unas 650 a 150 medidas), la mayoría son las que el PS y EELV no querían en 2022, como el “derecho de veto suspensivo sobre los expedientes de regulación de empleo”, la “socialización de ciertos bancos” o la posibilidad de “comisiones de investigación sobre la violencia policial”. También han desaparecido las escasas nacionalizaciones propuestas por la NUPES en 2022 (algunos aeropuertos, autopistas y la lotería nacional), o la “derogación de la ley El-Khomri” introducida por el PS. Aunque hay algunos signos de “ruptura” y el programa propone derogar las últimas ofensivas antisociales del gobierno de Macron (sobre las pensiones, el seguro de desempleo y la RSA), el tono general del programa sigue siendo extremadamente moderado. Además, en cuestiones clave como la guerra de Ucrania, el programa defiende claramente la entrega de armas y no critica ni menciona a la OTAN.
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