Mi tío y mi papá pelearon junto a sus compañeros contra el cierre de Mahle en 2009. Un domingo mi tío le dice a mi papá: “Mirá si estuviera abierta la fábrica… estaríamos en la gloria”. A lo que mi padre respondió: “No sé si en la gloria pero…”. “Y… pasamos Menem, pasamos el 2001…”, respondió mi tío.
Martes 11 de diciembre de 2018 18:20
Hace algunos domingos atrás, fue el cumpleaños de mi tío y, por eso, nos reunimos ese día al mediodía para festejarlo. Mi tío y mi papá estaban sentados uno al lado del otro conversando. Ambos fueron empleados de la fábrica de aros de pistón Daneri, que luego se llamó Dana y finalmente Mahle. Después de más de veinte años de trabajar ahí, la fábrica cerró y fueron despedidos. Hoy en día, los dos son choferes de taxi.
Recordé aquel 26 de abril de 2009 en el que a eso de las 20:30 llegué a mi casa después del trabajo y como no encontraba las llaves toqué timbre. Salió a abrirme mi hermana con cara rara. “Papá se fue a la fábrica”, me dijo. “¿A esta hora a la fábrica?”, le pregunté. “Sí, lo echaron”, me contestó.
En un momento mi tío le dice a mi papá: “Mirá si estuviera abierta la fábrica… estaríamos en la gloria”. A lo que mi padre respondió: “No sé si en la gloria pero…”. “Y… pasamos Menem, pasamos el 2001…”, respondió mi tío.
No sé cómo siguió la conversación. No pude escuchar más. Se me hizo un nudo en la garganta, en la panza. Se me llenaron los ojos de lágrimas y, para disimular, hice que los refregaba de sueño.
En unos pocos segundos mi mente se llenó de recuerdos. Recordé cuando tenía unos cuatro años y salíamos con mi madre a despedir a mi papá que se iba en la Zanella desde donde vivíamos en Dorrego y Gaboto a zona oeste (allí, en Av. Perón, estaba ubicada la fábrica).
Recordé que, una vez ya mudados al barrio Villa Urquiza y mis dos hermanxs nacidxs, se iba caminando, después en la bici; que cada tres semanas cenábamos hasta un poquito antes de las 21hs porque a las 22 él ya entraba a trabajar, que había semanas en las que mucho no nos veíamos porque los horarios nos quedaban “cruzados”, o el “olor a fabrica” que traía…
Recordé aquel 26 de abril de 2009 en el que a eso de las 20:30 llegué a mi casa después del trabajo y como no encontraba las llaves toqué timbre. Salió a abrirme mi hermana con cara rara. “Papá se fue a la fábrica”, me dijo. “¿A esta hora a la fábrica?”, le pregunté. “Sí, lo echaron”, me contestó.
Entramos. Llegó mi mamá y prendimos la tele. Pusimos Canal 5 que estaba transmitiendo en vivo desde la puerta de Mahle. No sé qué decía el periodista. Solo recuerdo a mi papá ahí junto a un montón de sus compañeros y a mi madre diciendo “se quedó sin trabajo”, mientras se largaba a llorar.
Desde ese momento fue bastante bajón la cosa. Mi padre pasó varias semanas yendo a la fábrica en distintos horarios junto a sus compañerxs a resistir ahí. A cuidar su puesto de trabajo. A defender esos más de veinte años de laburo poniendo el cuerpo para que un par de forros se llenen plata y ahora quieran dejar en la calle a más de 400 trabajadores.
Con el correr de los días la cosa se ponía más difícil. Mis hermanos eran menores, así que tenían que seguir yendo a la escuela, había que comer, pagar algunas deudas y mi mamá estaba medio medio de salud. Finalmente lxs trabajadorxs de Mahle y sus familias, perdimos.
Es tremendo el giro que da la vida de un obrero y la de su familia en estos casos. Desde lo económico hasta el ritmo de vida llevado hasta el momento, pasando por la organización de la familia y la rutina y también lo social.
A partir de ahí, mi papá atendió el almacén que en ese momento tenían mis abuelos. Hizo alfajores de maicena y sándwiches de miga y salió a venderlos a almacenes, kioscos, escuelas... Llevó a unos pibitos con el auto desde Rosario a no sé qué pueblo donde jugaban al fútbol. Repartió unos volantes de unos cursos de peluquería en pueblos y también en Rosario, en zona sur. Ahí, como ya era verano, con mis hermanxs nos turnábamos y lo acompañábamos. Íbamos a la mañana temprano y nos dividíamos las manzanas para terminar lo antes posible y que nos agarre lo menos posible el calor. Yo, después de ahí, volvía, me bañaba y me iba al bar a trabajar.
Cuando pasaron unas semanas no pude acompañarlo más porque “por suerte” enganché un trabajo a la mañana en un local de ropa a una cuadra de casa. Así que no me quedaba tiempo para volantear. Laburaba de 9 de la mañana a 8 de la noche, de lunes a sábado, con 18 años.
Es tremendo el giro que da la vida de un obrero y la de su familia en estos casos. Desde lo económico hasta el ritmo de vida llevado hasta el momento, pasando por la organización de la familia y la rutina y también lo social. Vi no solo los cambios a nivel económico de mi papá sino lo distinto (y supongo costoso) que le resultaba pasar de veinte años de metalúrgico a vender comida negocio por negocio; cómo fueron desapareciendo los torneos de fútbol, los asados…
Después de esos segundos en los que todo esto pasó por mi mente, pensé en quienes hoy son mis camaradas que estuvieron allí, como en cada conflicto obrero; me pregunté si en ese momento, el PTS, hoy integrante del FIT, hubiese tenido la fuerza que hoy tiene, el destino de Mahle, no hubiera sido otro.
Pensé, una vez más, en lo necesario que resulta construir un partido formado por trabajadores y para los trabajadores, que defienda nuestros intereses, nuestras vidas. Quedó demostrado que no alcanza con gobiernos que se denominan Nac&Pop y que permiten que empresarios se la lleven en pala a costa de la fuerza de trabajo de cada obrero. Porque como dijo mi tío, la ex Daneri, pasó a Menem, pasó el 2001… pero no pasó un 2009.
Es necesario un partido de los trabajadores para que nuestras vidas dejen de valer menos que sus ganancias, para que no haya más familias en la calle, para que ningún hijo tenga que ver a sus padres angustiados como vimos a los nuestros mis hermanxs y yo.