Mundialmente conocido como co-creador de una reciente corriente filosófica llamada nuevo realismo, y por ser unos de los principales críticos al neurocentrismo, hoy tan popular, Markus Gabriel nos presenta un trabajo filosófico sobre Ética en donde problematiza los fenómenos morales de la época posneoliberal como son el surgimiento de fuerzas políticas abiertamente racistas, xenófobas y como mínimo ultra-nacionalista (chovinistas). Todo esto atravesado por una crisis de valores civiles muy profundos, post crisis financiera del 2008 y condimentado por un “bloqueo moral” surgido de las redes sociales, más una lógica posmoderna que nos quiere convencer de que absolutamente todo se “reduce al discurso”. ¿Qué es, según el autor, lo éticamente deseable en el siglo XXI?
Markus Gabriel es un nombre que no deja de sonar en el ambiente filosófico desde que publicó la obra que dio nacimiento a la corriente filosófica llamada nuevo realismo. En su libro ¿Por qué el mundo no existe? (2013) desarrolla una noción de realidad fundamentada en las tesis de que: 1) No hay una sola percepción de la realidad, sino múltiples y 2) Que podemos conocer los hechos tal como son. Para más información invitamos a leer la obra.
Actualmente se desempeña como docente de Epistemología, Filosofía Moderna y Contemporánea en la Universidad de Bohn (Alemania) y dirige el Centro Internacional de Filosofía.
El otro trabajo importante que se convirtió en bestseller fue Yo no soy mi cerebro (2017) el cual es una aguda y oportuna crítica al neurocentrismo que, según Gabriel, considera al ser humano, su conciencia y su mente como si fueran lo mismo que su cerebro. A lo largo del libro el autor explica y fundamenta por qué el cerebro es nada más que un sistema de conexiones bioquímicas, y cómo los problemas filosóficos de mente/cerebro se han desarrollado a lo largo de la historia, abriendo más interrogantes que las certezas que pretenden responder las neurociencias.
Finalmente llegamos al libro que vamos a abordar a continuación, Ética para tiempos oscuros: valores morales para el siglo XXI (2020) Editorial Pasado y Presente. El texto se publicó a comienzos de la pandemia de Covid-19, tres años han pasado ya desde que el libro vio la luz, pero las observaciones y análisis Éticos que se presentan en el mismo son una suerte de foto de época que nos obliga a pensar en qué momento de la fundamentación racional de la moral nos encontramos hoy.
La resurrección de la historia
Para Gabriel hoy en día “impera una gran agitación” debido a que los valores de libertad, igualdad y solidaridad que, junto con su realización en la economía de mercado, se habían dado por sentado luego de la caída del muro de Berlín en 1989 (como había afirmado Francis Fukuyama) parecen tambalearse sin control.
Este proceso, que podría entenderse como una resurrección de la Historia, se acompaña de una confusión de los principios morales fundamentales. Se diría que nos hallamos sumidos en una profunda crisis de valores que ha infectado nuestra democracia [1].
Para el autor países como EE. UU., Polonia, Hungría y Turquía se están alejando cada día más de la concepción del Estado democrático de derecho como valores de una base moral. Al parecer, según Gabriel, daría la impresión de estar abriéndose una brecha entre unas fuerzas liberales progresistas y agrupaciones que son abiertamente racistas o xenófobas/nacionalistas.
Según el autor del libro hay que reconocer que desde la crisis financiera de 2008 “hemos entrado en una crisis de valores muy profunda” que afectan o directamente atacan los valores fundacionales del contrato social que promovió La modernidad, inaugurada con el surgimiento de la Revolución Francesa, la cual prometía el progreso moral de la humanidad por medio del desarrollo de instituciones como lo son la ciencia, la política y la economía.
La modernidad, en tanto ideal de la Ilustración, que nos condujo al Estado democrático de derecho, está siendo atacada por todos los costados, una conmoción que provoca un profundo desconcierto.
Problemas y dilemas éticos contemporáneos
Markus Gabriel identifica en la actualidad dos elementos que según él son los principales dilemas morales o problemas éticos que acechan a los sujetos contemporáneos, Por un lado está:
La irrupción del relativismo arbitrario de la era posmoderna ha puesto en peligro esta ambición. Se nos quiere convencer de que no existen las verdades ni los hechos objetivos que podemos llegar a conocer por medio de los métodos de investigación adecuados; se nos dice que todo se reduce a opiniones ideologizadas [2].
Los partidarios de esta idea “errónea” sostienen en particular que podemos elegir a discreción entre distintos sistemas de valores. Pero desde luego la libertad no consiste en ir probando sistemas de valores hasta encontrar el que nos convence, ya que por elevación eso desembocaría en la moral del más fuerte. Para Gabriel debemos:
rechazar el desacertado razonamiento de la arbitrariedad posmoderna, según el cual existe un pluralismo de los valores, de carácter fluido, tal que en última instancia podemos elegir sin más fundamento a qué sistema de valores nos atenemos [3].
El razonamiento, para Gabriel, de esta arbitrariedad posmoderna parte de sobrestimar exageradamente el alcance del pluralismo de los valores. Si Kant en su “Qué es la Ilustración” (1784) nos decía que debemos “tener el valor de servirnos de nuestra propia inteligencia sin la guía de otro” la posmodernidad recurre a una mentalidad de grupo porque se cree que la verdad se puede sustituir por el pensamiento grupal. El segundo elemento que Markus Gabriel considera como generador de dilemas éticos contemporáneos son las redes sociales y el internet.
Para Gabriel la Fe extrema en la ciencia, propia de la ideología contemporánea, en la medida en que sostiene que todo conocimiento acaba por adquirir la forma de un modelo científico que podemos representar por medio de relaciones cuantitativas “está contribuyendo bastante a oscurecer nuestro horizonte”.
Nuestra sociedad científica y ultramoderna del siglo XXI ha producido, sobre la base del avance tecnológico y científico, sistemas que bloquean el progreso moral por cuanto las noticias falsas, la vigilancia digital, la propaganda y la ciber-guerra hacen que perdamos la confianza en la verdad, el conocimiento, la realidad y nuestra conciencia. Tal es la paradoja de nuestro tiempo. Para corregir este problema, resulta urgente y necesario situar en el centro de la reflexión moral una imagen de nosotros mismos, los seres humanos, como seres vivos libres y reflexivos [4].
Dicho de otra forma el autor afirma que actualmente vivimos en “tiempos oscuros” porque lo que está en peligro es el proyecto de la Ilustración de Estado democrático de derecho, porque las redes sociales, la inteligencia artificial y otras formas de distorsión digital del espíritu humano se están extendiendo y contribuyen activamente a enflaquecer la verdad, los hechos, el saber y la ética.
Para Gabriel el Internet y su difusión masiva han logrado crear una suerte de “centrifugadora de ideología” que propaga toda clase de deformaciones y medias verdades ideológicas que potencian el ritmo de nuestro consumo. El peligro de este procedimiento radica en que las evidencias morales, como el valor del respeto a toda persona a la que aún no conocemos, desaparece o pierde validez una vez que nos conectamos en línea. Según el autor la capacidad de orientarnos de acuerdo con una imagen moral estable de nosotros mismos, con un concepto ético del ser humano, se ha perdido hasta cierto punto.
Crisis de valores y democracia
Para Markus Gabriel los hechos morales no se justifican por Dios, ni por la razón humana universal, ni tampoco por la evolución, sino por sí mismos. Para el autor, como muchos otros hechos, en realidad ni siquiera necesitan una justificación; basta con el conocimiento que permite delimitar sus perfiles.
“No existen algoritmos morales, reglas o sistemas de reglas tales que permitan resolver para siempre los problemas morales” [5].
Desde ya que en las cuestiones morales nos podemos equivocar, dice el autor, pero de esto no se sigue que no exista un progreso moral. En ese mismo sentido Markus Gabriel nos señala que la actual crisis de valores es al mismo una crisis de la democracia, ya que quien causa daño al universalismo se está volviendo contra la idea de que nuestra comunidad se construye sobre la base de que todos somos seres humanos y por esta simple razón poseemos determinados derechos y deberes.
El autor considera que la raíz de la crisis actual de valores democráticos y morales que estamos viviendo surge debido a que el sistema económico actual se rige por valores económicos que no poseen una validez ni universal ni perpetua.
“Desde este punto de vista la ética se sitúa por encima del incremento del valor económico, y un crecimiento económico inmoral se considera aún peor que una recesión” [6].
En ese sentido dice el autor que lo deseable o esperable es una economía que pueda crear las condiciones necesarias para que resulte posible actuar moralmente sin heroísmo, a cualquier persona y en la vida normal y cotidiana.
“De lo anterior se deriva, no obstante, que la economía debe perseguir objetivos morales, y no al revés. La moral no se somete a la lógica del mercado; es la lógica del mercado la que debe subordinarse a la metas superiores de una sociedad ilustrada y organizada de acuerdo con el progreso y los pensamientos morales” [7].
Para el autor la economía se puede gestionar moralmente; es posible, según él, tener una economía de mercado humana. Para el autor, el problema no es el progreso científico y tecnológico, sino su utilización inmoral.
Según Gabriel las crisis globales del siglo XXI no se pueden resolver exclusivamente desde una perspectiva estatal, sino sólo erigiendo una economía mundial sostenible impulsada por valores universales.
Que nadie me entienda mal. La desigualdad económica extrema que impera en particular en países como Estados Unidos, Brasil, Argentina, Chile o la India, que está acumulando riquezas incalculables en manos de una ínfima minoría, riqueza que el Estado no se esfuerza por destinar a liberar de la pobreza, la miseria y la desaparición a quienes las sufren, es moralmente inaceptable. Por eso la concepción de una economía social de mercado resulta moralmente superior al capitalismo desatado de cuño estadounidense, que a menudo se designa con la etiqueta
neoliberalimso´[[Ibídem, p. 259.]].</quote> Es en ese mismo sentido que Markus Gabriel afirma que de haber una solución debe ser desde un nuevo enfoque social, una nueva forma de valorar y entender a la sociedad, él lo va a llamar {nueva ilustración}. {{{Por un nuevo realismo moral}}} Para el autor hoy en día estamos viviendo en un momento histórico que lo denomina un “absurdo posmoderno” desde el momento en que todo queda resumido al discurso a partir de la irrupción del relativismo arbitrario de que nos quiere convencer de que no existen las verdades ni hechos objetivos que podemos llegar a conocer por medio de los métodos de investigación adecuados; sino que todo es una opinión ideologizada. <quote>La política identitaria posmoderna, cuando se examina con atención, resulta tan destructiva como la digitalización salvaje que coquetea con la idea de sustituir el Estado de bienestar –e incluso la propia democracia– con un sistema de gobierno al estilo de China, y de impulsar el crecimiento económico con la automatización implacable de los procesos industriales[[Ibídem, p. 26.]].</quote> Para el autor La Modernidad en tanto ideal de la Ilustración que nos condujo al Estado democrático de derecho, está siendo atacada por todos los costados, una conmoción que, según él, nos provoca un profundo desconcierto, a todos sin excepción, aunque no a todos de la misma manera. <quote>Contra esta insidiosa erosión de los fundamentos del Estado democrático de derecho –que se halla estrechamente asociada con el relativismo posmoderno– quiero desarrollar en este libro las bases de una{nueva Ilustración}, que denominaré {nuevo realismo moral}[[Ibídem, p. 27.]].</quote> Markus Gabriel sostiene que la lucha que se libra entre la democracia liberal y la posmodernidad es el hecho de vivir en un constante dilema ético que consiste en la “imposibilidad de cumplir con una exigencia moral”. El autor afirma que es como si estuviéramos jugando partidas de una especie de “ajedrez social”[[Ibídem, p. 19.]]. <quote>La acción defensiva de la democracia liberal y el ser humano analógico, que se está librando en nuestros días contra el dominio del software y los intereses empresariales que se encuentran detrás de la inteligencia artificial, pone en peligro el ideal de Modernidad, que presupone que el progreso científico y tecnológico sólo tiene sentido cuándo se acompaña de un progreso moral paralelo[[Ibídem, p. 19.]].</quote> Es en ese mismo sentido que ante los peligros de la crisis ecológica, así como de las nuevas guerras “debidas a la potenciación del nacionalismo, que amenaza la vida de millones de personas, solo se les puede responder por medio del progreso moral”[[Ibídem, p. 23.]]. La salida para el autor consiste en transformar la capacidad moral en conocer qué hacer y qué no hacer. {{{Más moral y no, tanta ética}}} La propuesta que nos hace el autor como instancia de salida, frente a esta crisis social, que tiene su manifestación en la degradación moral consiste en lograr “identificar patrones de pensamiento éticamente sostenibles y formular propuestas de corrección”[[Ibídem, p. 13.]]. Esas son las tareas que debe tener la filosofía en el siglo XXI. En ese sentido el autor nos dice que “lo bueno, lo neutro y lo malo” son valores éticos de validez universal, o sea: van más allá de las diferencias culturales y temporales. <quote>“Los valores éticos no son solamente positivos. No nos indican ya solo qué debemos hacer, sino también qué debemos renunciar a hacer”[[Ibídem, p. 13.]].</quote> Markus Gabriel sostiene que toda época plantea nuevos desafíos éticos, y para resolver las complejas crisis de un siglo aún joven como el XXI, debemos “recurrir a herramientas innovadoras de reflexión.” Ibídem, p. 16. La propuesta es una suerte de “caja de herramientas” filosóficas para problemas morales, que el autor va a denominar {nuevo realismo moral}. {{{¿Qué es el nuevo realismo moral?}}} Los principales ejes del nuevo realismo moral son los principios éticos fundamentales de la nueva Ilustración, que se derivan de tesis esenciales. Las tesis básicas del {nuevo realismo moral} son: Tesis esencial 1. Existen hechos morales que son independientes de las opiniones personales y colectivas; su existencia es objetiva. Tesis esencial 2. Estos hechos morales de existencia objetiva son cognoscibles, dependen del pensamiento. En su forma básica son evidentes, pero en tiempos oscuros quedan ocultos por efecto de la ideología, la propaganda, la manipulación y algunos mecanismos psicológicos. Tesis esencial 3. Los hechos morales de existencia objetiva son válidos en todos los tiempos en los que el ser humano ha vivido. No dependen de la cultura, la opinión política, la religión, el sexo, el origen, la apariencia o la edad y, por lo tanto, son universales. {{{Tres tesis, tres conceptos: realismo moral, humanismo y universalismo}}} Uno de los grandes objetivos del progreso moral, dice Gabriel, consiste en dinamitar el sistema de los estereotipos, para que podamos conocer y reconocer a cada persona como tal. Sin ir muy lejos el autor afirma que “La crisis del coronavirus ha inaugurado la posibilidad del progreso moral en los tiempos oscuros”[[Ibídem, p. 203]]. Una suerte de ideal político que el autor va a denominar Ilustración global sin tergiversaciones nacionalistas (entre las que se incluye el eurocentrismo). Esto debido a que “El coronavirus contradice el absurdo posmoderno según el cual la realidad es una construcción social que, en su conjunto, depende de nuestra actitud hacia ella”[[Ibídem, p. 219.]]. Podemos decir que en resumen el libro recién expuesto es un intento de explicar cómo afecta la reflexión ética-filosófica a las formas de pensar, y las inquietudes concretas de la vida cotidiana. No es un sistema ético para el siglo XXI afirma Markus Gabriel. Pero señala que es muy importante comenzar a elaborar una ética “para las tecnologías de la información, que tienen un efecto social disruptivo (como las redes sociales y la inteligencia artificial en general)”[[Ibídem, p. 359.]]. {{{A modo de cierre}}} Podemos decir que libró en general problematiza varios aspectos contemporáneos de los dilemas éticos en las redes, pero hay varios puntos oscuros que no se tocan y los cuales podrían aportar más luz al asunto de la degradación económica social y moral de la población. La nueva Ilustración que propone Gabriel, se fundamenta en un modelo de {imperativo cosmopolita}, pidiendo que nos entendamos como habitantes de un mismo planeta. La nueva Ilustración, que propone al autor, pretende o intenta pensar una ética para todos, independientemente de los aspectos socio-político-económico-cultural. Queremos señalar que nos llamó la atención los aspectos universalistas de los hechos morales que señala el autor, como que un hecho es un hecho moral en sí y tan solo por eso se lo debe reconocer. Si bien los hechos son hechos, su interpretación no es la misma para todos sino que descansa sobre los intereses de las partes. Ese “universalismo” tiene un tufillo a “Idealismo filosófico” muy importante. Mencionemos que en la historia de la ética ya han existido grandes enunciados e imperativos cuyo fundamento es una forma sin contenido. Sin ir más lejos tenemos el famoso “imperativo categórico”[[“Obra sólo según la máxima a través de la cual puedas querer al mismo tiempo que se convierta en una ley universal”. Immanuel, Kant. {Fundamentación de la metafísica de las costumbres}, España, Ed. Ariel, 1999, p. 173.]] (1785) de Kant, sobre el que se basó gran parte de la filosofía del derecho moderno, no es más que una generalización de las normas morales, ese imperativo no encierra en sí mismo nada de categórico, ya que no posee nada de concreto. <quote>La norma moral se vuelve tanto más categórica cuanto menos
universal´ es. La solidaridad obrera, sobre todo durante las huelgas o tras las barricadas, es infinitamente más `categórica´ que la solidaridad humana en general [8].
Una mentira, no es solo un defecto o una falta personal, sino que es una acción o función del orden social. La mentira es un medio de lucha y, por lo tanto, surge de la contradicción de intereses. La discusión final es si esos “intereses” son los de una minoría ínfima que se beneficia del hambre y la sed de las grandes mayorías o si las grandes mayorías obtienen beneficios de una minoría parásita. El esclavo y el amo, ambos mienten, pero los intereses criminales de uno, no son los mismos que el otro.
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