Martin Monath, una historia secreta de resistencia en la Segunda Guerra Mundial. A propósito del libro de Wladek Flakin sobre su vida, Guillermo Iturbide dialoga con el autor.
Wladek Flakin es historiador y periodista y reside en Berlín, donde es redactor de Klasse gegen Klasse (“Clase contra Clase”) y parte de la Organización Internacionalista Revolucionaria (RIO) de Alemania. Este año acaba de publicar un libro en idioma alemán, “Trabajador y Soldado”. Martin Monath, un judío de Berlín entre soldados de la Wehrmacht [1], del cual en este momento está preparando una versión en inglés. Se trata de una biografía de Martin Monath (1913-1944), joven dirigente trotskista que militó en la clandestinidad bajo las narices de los nazis en la Europa envuelta en la Segunda Guerra Mundial, donde se destacó por organizar un peligrosísimo trabajo ilegal de infiltración entre los soldados conscriptos del ejército de ocupación nazi en el norte de Francia, y editando el periódico Arbeiter und Soldat (Trabajador y soldado), mediante el cual buscaba organizarlos, y cuyos seis números se encuentran transcriptos en su totalidad en la segunda parte del libro. El libro cuenta también con un sitio web en alemán donde su autor digitalizó muchos de los documentos en los que basó su investigación. En La Segunda Guerra Mundial y la revolución, de León Trotsky y otros, se pueden leer algunos artículos del periódico Arbeiter und Soldat en castellano.
La Cuarta Internacional rechazaba la idea de que se trataba de una guerra entre “democracia” y “fascismo”. Trotsky y la Cuarta Internacional partieron de defender la consigna de Lenin de la guerra anterior: “Convertir la guerra imperialista en una guerra civil contra la burguesía imperialista”. En un escenario más complejo y problemático aún que el de 1914-18, la Cuarta Internacional tenía como guía que la lucha de clases no se podía detener por la guerra y, en ese sentido, rechazaba que la lucha contra el fascismo significase la subordinación del movimiento obrero a la “burguesía democrática” [2].
Al mismo tiempo, los trotskistas defendían a la Unión Soviética y a las conquistas de la revolución de 1917, como la nacionalización de los medios de producción, a pesar de las deformaciones burocráticas del Estado obrero bajo Stalin. Estaban convencidos de que la guerra terminaría con levantamientos masivos de la clase obrera: en las colonias, en la Unión Soviética y en los centros imperialistas [3]. Con este fin, las secciones de la Cuarta Internacional intentaban organizar la confraternización entre los soldados de ocupación alemanes y los trabajadores locales.
Esto lo hicieron enfrentando la represión, los campos de concentración [4] y la muerte a manos tanto de los fascistas como de los imperialistas “democráticos” y los estalinistas.
Dostoievsky dijo alguna vez que “cuando más oscura es la noche, más brillan las estrellas”, y por eso Wladek Flakin plantea en su libro que una clave para entender la actividad de Martin Monath y los dirigentes trotskistas de su generación encaja con una reflexión de Antonio Gramsci en sus escritos carcelarios donde plantea dos criterios por los cuales se debe juzgar una dirección revolucionaria:
1-Por lo que verdaderamente hace y 2-por lo que prepara en el caso hipotético de su propia destrucción. Es difícil decir cuál de los dos criterios es más importante. Como en la lucha siempre hay que tener en consideración la posibilidad de la derrota, la preparación de la propia continuidad es un elemento tan importante como el ataque para la victoria [5].
El trotskismo existe hoy en día por la continuidad que representó Trotsky con la generación de 1917, así como por la resistencia de la generación de Martin Monath.
Aquí el diálogo con Wladek Flakin.
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¿Quién fue Martin Monath?
Imaginá la siguiente escena: es la primera mitad de 1943 en Brest, en el noroeste de Francia. Los nazis están construyendo un enorme búnker para submarinos. En febrero, el Ejército Rojo había aplastado a la Wehrmacht en Stalingrado; en julio, Mussolini fue derrocado. Cada soldado alemán que puede leer un mapa comienza a darse cuenta de que no hay forma de que la guerra termine bien para Hitler. Todos los días son bombardeados por la propaganda nazi, pero sus dudas van en aumento.
Uno de los soldados alemanes en Brest se encuentra con un joven trabajador postal francés llamado Robert. Comienzan a hablar sobre la situación. Los soldados son hombres jóvenes que apenas recuerdan algo de lo que ocurrió antes del fascismo. Pero uno de ellos es hijo de un ex funcionario comunista, y por eso entiende algo sobre el socialismo. Lentamente, Robert le va revelando que él es parte de un movimiento revolucionario clandestino, la Cuarta Internacional.
Pronto, un pequeño grupo de soldados se reunirá con Robert para conversar. ¿Realmente quieren arriesgar sus vidas para que esta terrible guerra pueda continuar? ¿Qué hay de sus familias en Alemania que les envían noticias sobre los bombardeos? ¿Terminará la guerra con Alemania ocupada por los estadounidenses? ¿O por los rusos? Robert cree que se puede detener la guerra por medio de una revolución obrera. Los soldados se conmocionan. ¡Sí! ¿Por qué no? Al final de la guerra mundial anterior los soldados y los trabajadores derrocaron al Káiser alemán. Esta vez, piensan, se sacarán de encima a Hitler y a los capitalistas que lo colocaron en el poder.
Robert pone en contacto al comité de soldados con un joven trabajador gráfico que tiene un taller escondido bajo su jardín. Empiezan a producir su propio boletín para otros soldados en Brest: se llama Zeitung für Soldat und Arbeiter im Westen (“Periódico para el soldado y el trabajador en el Oeste”). Se reúnen regularmente para hablar de política. También falsifican documentos de identidad e incluso organizan la provisión de armas para la Resistencia francesa.
Pero hay un problema: Robert habla muy mal alemán. Es difícil hablar con él sobre problemas de la historia de la clase obrera y la teoría marxista. El boletín está lleno de entusiasmo revolucionario, pero el nivel político es bajo. Un soldado escribe: “Soy miembro de la Cuarta Internacional y estoy contribuyendo para terminar la guerra. ¡Luchamos contra el capitalismo y por la confraternización de todo el mundo!”. Sin embargo, no está del todo claro cómo será esta lucha. Finalmente, Robert tiene una idea. Llevará a un amigo suyo de la Cuarta Internacional, un revolucionario alemán que vive en Francia.
En una de las reuniones secretas, en el verano de 1943, llega Viktor. Con 30 años, es mucho más viejo que el resto del grupo. Definitivamente, es un compatriota: cuando habla, va y viene, hablando a veces en alemán estándar culto y a veces en el tosco dialecto de Berlín. Es posible que incluso haya admitido que es judío.
Viktor trae para discutir un pequeño periódico que ha escrito e impreso él mismo: Arbeiter und Soldat (Trabajador y soldado). Responde todas las preguntas que le hacen los soldados sobre la revolución que se avecina. ¿Por qué la revolución alemana de 1918-19 no derrocó al capitalismo? ¿Qué lecciones se pueden extraer de la revolución española de 1936-39? ¿Por qué la Internacional Comunista acaba de disolverse [6]? Y, en términos más generales, ¿por qué los comunistas oficiales plantean que hay que hacer una alianza con la burguesía contra Hitler? Viktor y los soldados discuten durante horas. Viene al menos una vez al mes para reuniones de discusión secretas, cada vez con un nuevo número de la revista.
¿Y Viktor era Martin Monath?
Hasta ahora nadie estaba seguro de quién era este Viktor. Había algunos textos biográficos breves sobre él, pero ni siquiera había acuerdo en cuál era su nombre real. Pude establecer que se llamaba Martin Monath.
¿Cuál era la pelea de los trotskistas en ese momento?
Los trotskistas peleaban por que los soldados alemanes formaran organizaciones revolucionarias clandestinas y crearan vínculos con los trabajadores de los países ocupados. Querían que los soldados conservaran sus armas y se prepararan para las insurrecciones que avizoraban que se iban a producir.
Por el contrario, los partidos estalinistas, como el Partido Comunista francés, defendían una línea totalmente nacionalista y social-patriótica. Al comienzo de la guerra defendían a Hitler como un supuesto amigo de la paz, ya que estaba en una alianza con Stalin. Luego, después de la invasión alemana de la Unión Soviética, los estalinistas defendieron la unidad con los oficiales burgueses en torno a De Gaulle. Su lema era “matar al boche”, un término insultante para referirse a los alemanes.
Los estalinistas estaban convencidos de que los soldados alemanes estaban tan fanatizados con la ideología nazi que no había forma de ganarlos para el socialismo. Es por eso que la Unión Soviética fundó un “Comité Nacional por una Alemania Libre” que intentó ganar a oficiales de la Wehrmacht con un programa enteramente burgués. En su propaganda, los estalinistas ni siquiera usaron los colores de la bandera republicana alemana (negro, rojo y dorado) porque sentían que los oficiales preferirían los colores imperiales (negro, blanco y rojo). Llamaron a los soldados alemanes a seguir a esos oficiales y subordinarse a los Aliados.
¿Y de qué manera se incorporó Monath a la Cuarta Internacional?
Monath fue delegado en la primera conferencia europea de la Cuarta Internacional en 1942. A través de contactos con la sección francesa, se enteró de su trabajo inicial entre los soldados alemanes en Brest. Los trotskistas franceses necesitaban alguien que hablara alemán para llevar a cabo este trabajo. Es por eso que Monath se mudó a París en 1943. También intentó reconstruir una sección alemana con los exiliados que había allí. Dadas las condiciones de clandestinidad, casi no hay fuentes, solo unos pocos recuerdos de personas que los conocieron en ese momento.
¿Y qué pasó con el comité de soldados de Brest?
Parece que la Gestapo infiltró un espía. En octubre de 1943 fueron arrestados al menos 25 soldados alemanes y 25 trotskistas franceses. Algunos fueron ejecutados en el acto, otros fueron deportados al frente o a campos de concentración. Monath tenía más experiencia con el trabajo subterráneo, ya que había estado viviendo como judío tanto en Bélgica como Francia ocupadas durante tres años. Así logró escapar. A principios de 1944, regresó a París y reanudó la publicación de Arbeiter und Soldat.
¿Y qué pasó con Monath?
Por una terrible coincidencia, Monath fue arrestado por la policía anticomunista francesa en julio de 1944. Lo entregaron a la Gestapo, que finalmente le disparó un tiro a la cabeza. Monath sobrevivió, milagrosamente, y ya una semana después logró hablar con un camarada en su habitación del hospital. “Aquí estoy, ejecutado por la Gestapo”, el tipo era un optimista invencible. Pero antes de que sus compañeros pudieran liberarlo de ese hospital, la Gestapo lo volvió a encontrar. Así fue como desapareció por segunda vez. Esto ocurrió solo días antes de la huelga general que liberó a París.
¿Cómo se convirtió Monath en trotskista?
Había sido un miembro destacado de la sección alemana de Hashomer Hatzair (“La joven guardia”), una organización juvenil sionista-socialista organizada internacionalmente. Hashomer tenía un programa ecléctico que intentaba cerrar la brecha entre el socialismo y el sionismo: querían que los jóvenes judíos emigrasen a Palestina para construir un nuevo Estado-nación, pero querían que este nuevo país tuviera una economía colectivista. Pensaban que así podrían construir el socialismo.
En las semanas posteriores a su llegada al poder, el régimen de Hitler destruyó todas las organizaciones del movimiento obrero: comunistas, socialdemócratas, los sindicatos, etc. Sin embargo, las organizaciones sionistas en Alemania fueron toleradas hasta 1938. Los nazis al principio no tenían problemas con las organizaciones que trataran de ayudar a los judíos a abandonar Alemania. La revista de Hashomer Hatzair, que se publicaba en lengua hebrea en Varsovia, se distribuía legalmente en Alemania. En esta revista se llegaron a publicar artículos de Trotsky sobre la situación en Alemania y Monath, que había aprendido hebreo en forma autodidacta, los leyó a fines de 1933.
En lo que respecta a los camaradas sionistas de Monath, llegaron a Palestina y se establecieron en una granja colectiva (kibbutz). Sin embargo, Monath permaneció en Europa. Por una ironía de la historia, muchos de sus camaradas de Hashomer Hatzair pronto se desilusionaron también con el sionismo. Llegaron a la conclusión de que era imposible construir el socialismo mediante la exclusión de los trabajadores árabes. Entonces abandonaron el kibbutz y se mudaron a Haifa, donde se unieron a un grupo trotskista. Ahora su objetivo era regresar a Europa para participar de la revolución allí. Varias personas de este grupo se convirtieron en líderes del trotskismo europeo después de la guerra: Jakob Moneta y Rudolf Segall en Alemania Occidental, así como Yigael Gluckstein, más conocido por su seudónimo de Tony Cliff, en Gran Bretaña [7].
¿Cómo fue el pasaje de esos militantes desde el sionismo de izquierda al trotskismo?
En el caso particular de Monath, la respuesta es corta: no lo sabemos. No hay fuentes, por razones obvias.
Sabemos que después de la invasión alemana a Bélgica, la organización trotskista de allí se derrumbó. Fue reconstituida como Partido Comunista Revolucionario (PCR) bajo la dirección de Abraham Wejnstok, más conocido como Abraham León. Este último también había sido líder de Hashomer Hatzair, pero en Bélgica.
Al igual que muchos sionistas de izquierda, León se consideraba marxista y escribió un libro llamado Concepción materialista de la cuestión judía. Quería usar el método del materialismo histórico para comprender la opresión de los judíos durante milenios. En el proceso de escritura del libro, León se dio cuenta de que el proyecto sionista de un Estado-nación judío en Palestina (incluso sobre una base “socialista”) nunca podría poner fin al antisemitismo. Entendió que era necesario aplastar al capitalismo y, para esto, los trabajadores de todas las nacionalidades tenían que unirse.
León rompió con el sionismo y se unió a los trotskistas. En 1940, aunque solo tenía poco más de 20 años, asumió el rol de secretario político del PCR. Bajo la ocupación nazi, el movimiento obrero belga organizó huelgas cada vez más grandes, y León trabajó para construir una dirección revolucionaria para estas luchas. En 1944, se mudó a la región de Charleroi para estar más cerca de los combativos mineros. Aquí, fue arrestado y luego deportado y asesinado en Auschwitz.
Monath, quien salió de Alemania hacia Bélgica al comienzo de la guerra, debe haber sido reclutado por León en 1939 o 1940.
Para culminar, se puede decir que el libro es una gran lectura. Es particularmente sorprendente y conmovedor cómo Monath abordó los peligros más extremos con una mezcla de coraje e incluso de humor. ¿Qué podés decirnos con respecto a su ejemplo sobre cómo rompió con sus viejas ideas y adoptó un internacionalismo combativo en las peores condiciones posibles de guerra, genocidio y contrarrevolución?
Monath era una joven activista con un valor infinito. Incluso, mientras la Gestapo lo torturaba, le preguntaron quién pensaba que ganaría la guerra. Aun así no dejó de burlarse de ellos: “Definitivamente no será Hitler”.
Eso es lo que me inspira mucho sobre Monath: tuvo muchas oportunidades de huir a Palestina o a cualquier otro lugar. Pero él no quería. Se negó a someterse al dominio nazi en Europa. Como dijo Pierre Frank, “murió para que la Cuarta Internacional pudiese vivir”. Deberíamos recordar su ejemplo porque llegará el momento en que seremos llamados a realizar actos similares de coraje internacionalista.
Al fin y al cabo, necesitamos suficientes personas que quieran luchar en lugar de huir: esa es la única oportunidad de la humanidad contra las fuerzas que nos oprimen.
Traducción e introducción: Guillermo Iturbide
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