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Marx, el trabajo doméstico, El Capital y la vida

Por las revistas: Isabel Benítez y Xavier García

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Marx, el trabajo doméstico, El Capital y la vida

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Presentamos este artículo de Isabel Benítez y Xavier García, que aporta otros puntos de vista al debate sobre teoría de la reproducción social, trabajo de cuidados y capitalismo, que se ha reabierto en los feminismos anticapitalistas, materialistas, marxistas y socialistas, al calor de la pandemia y que venimos reflejando en estas páginas, con artículos propios y también de otras revistas. En este caso, se trata de un artículo publicado originalmente en la revista catalana Catarsi. Isabel y Xavier integran el Seminari Taifa, que se define como "un espacio auto-organizado, dedicado a la autoformación y la divulgación de la crítica de la economía política, con el objetivo de contribuir a la transformación de la sociedad actual hacia una sociedad no capitalista mediante la creación y el impulso del pensamiento crítico desde y para los movimientos sociales".

Este artículo, basado en las notas de la presentación del libro inédito El trabajo doméstico, El Capital y la vida (Historical Materialism, Barcelona 2021) aborda la cuestión de la reproducción social y apuesta por recuperar la centralidad del concepto "trabajo".

La reactivación de un frente de masas de carácter feminista en la última década ha revitalizado debates de carácter analítico y político, que habían quedado postergados durante los 2000, a pesar de que la agenda de los organismos internacionales se llenaba de objetivos y metas respecto a la igualdad entre hombres y mujeres, la lucha contra la feminización de la pobreza y el empoderamiento femenino.

Queremos compartir una reflexión que se gesta en este contexto y en la insatisfacción respecto a los análisis y marcos explicativos que había sobre la mesa. Una de estas insatisfacciones tenía que ver con el (mal)trato que recibía el análisis marxiano por el grueso del activismo feminista. La aparición de la literatura de la "reproducción social" dio empuje al debate en el seno del Seminario de Economía Crítica Taifa y ha nutrido nuestra reflexión, que nace de diversas incomodidades: respecto a la crítica vulgar a las categorías marxianas; respecto a los lugares comunes no debatidos en torno a la división sexual del trabajo, respecto a la "búsqueda" del sujeto revolucionario segmentado en todas partes (también dentro del campo de la liberación del sexo/género) y las propuestas políticas hegemónicas que se derivan.

Y al mismo tiempo también responde a varios deseos: poner a prueba el marco marxiano para mirar qué alcance o limitaciones presenta para dar cuenta del trabajo doméstico, el aspecto más señalado como crítico en la opresión de las mujeres de la clase trabajadora en las sociedades capitalistas; y también tensionar las críticas y aportes al respecto realizadas desde el campo del "feminismo marxista/socialista" o "anticapitalista", en un sentido suficientemente amplio, que incluiría desde la escuela de Dalla Costa y Federici, hasta la rama izquierda de la Economía Feminista. Corrientes que, pese a las diferencias, tienen en común la letanía sobre la insuficiencia del pensamiento de Marx para tratar la emancipación de las mujeres.

Como pensador de la vida y la libertad, consideramos necesario reivindicar el pensamiento de Marx en el análisis de cuestiones que tienen que ver con la reproducción de la clase trabajadora. Pero no es una reivindicación retórica, voluntarista, sobre eslóganes y lugares comunes. El trabajo que hicimos —y de lo que presentamos unas líneas como aperitivo— pretende desplegarse desde el crudo análisis de los elementos teóricos, aunque esto puede acarrear una abstracción poco amiga de la divulgación; pero fue una apuesta por ceñirnos, dentro de nuestras posibilidades, al desarrollo que nos ofrecen las categorías marxianas originales y no a las categorías marxianas "filtradas" por la divulgación feminista.

Algunas hipótesis contraintuitivas

El propósito del presente artículo es enunciar las tesis a las que hemos llegado en el plano analítico y algunas de sus posibles consecuencias políticas. Pero este ejercicio, por nuestra parte, no está cumplido y está abierto al diálogo fraternal. Por otra parte, nuestra reflexión tampoco nace de la nada: se conecta con las reflexiones de Lise Vogel y de Michael Lebowitz.

Actualmente los análisis hegemónicos sobre la "cuestión de la mujer" o "la opresión sexo/género" de inspiración anticapitalista, en un sentido amplio, se construyen sobre un apriorismo teórico: la aceptación (implícita o explícita) de que la dominación machista , masculina, de las sociedades capitalistas contemporáneas y, por tanto, de que la situación de las mujeres de la clase trabajadora en las sociedades capitalistas contemporáneas tienen una explicación particular respecto a la dinámica del capitalismo internacional.

Este particularismo se refleja, por ejemplo, en la separación analítica de la condición social de las mujeres de la clase trabajadora respecto a la del conjunto de la clase. Esta segregación en el análisis emana de la aplicación de una premisa inicial: la división sexual del trabajo. También tiene una traducción política en el debate sobre "los sujetos revolucionarios" o "sujetos de lucha", en virtud del cual se subraya la potencialidad política específica de las mujeres de la clase trabajadora. Cabe decir que esta acotación a "mujeres de la clase trabajadora" en los relatos al uso se emplea como sinónimo de "el conjunto de mujeres" o, como mínimo, de la "mayoría de las mujeres" (feminismo del 99%), una delimitación por tanto, inestable y muy voluble tanto discursiva como políticamente.

Nuestra reflexión no niega la especificidad de la situación de las mujeres de la clase trabajadora. Sin embargo, la matriz de nuestro análisis no parte de las mujeres, ni de la división sexual del trabajo, ni de un sistema sexo/género apriorístico, sino de la categoría trabajo y su íntima relación con la libertad. Es decir, fundamentándonos en la forma en que el modo de producción capitalista configura el trabajo, haciendo imposible (dentro de este modo de producción) su control social global y, por tanto, su desarrollo de forma auténticamente libre y consciente, encontramos un marco explicativo para el menosprecio social de un conjunto de trabajos orientados a la satisfacción de las necesidades y no a la valorización del capital. Actividades que incluyen todo lo que, brevemente, llamamos "trabajo doméstico no remunerado" o "no mercantilizado" donde, efectivamente, las mujeres de la clase trabajadora están sobrerrepresentadas, pero donde también aparecen otros segmentos del proletariado internacional.

Comenzar a partir de la categoría "trabajo"

El análisis marxiano se articula en torno a la categoría del trabajo en la medida en que éste es el principal elemento constitutivo del desarrollo de la vida humana y del despliegue de la libertad. Sin embargo, Marx en su obra primordial no desarrolla a fondo la cuestión antropológica, sino que más bien es el suelo que se da por supuesto. Este planteamiento tiene sentido en la medida en que El Capital trata de explicar por qué el trabajo no puede constituirse como tal en todo su potencial emancipatorio: por qué no puede desarrollarse plenamente la vida, qué es lo que impide constituir una sociedad libre, por qué la relación del ser humano con la naturaleza, la suya propia y la externa, queda sistémicamente restringida. En síntesis, la obra de Marx es, en el fondo, la reflexión consecuente de un pensador de la libertad y la vida, que para evitar caer en esencialismos, no tiene más remedio que explicar el no-ser de su desarrollo.

La referencia de Marx a la vida y la libertad se da de forma indirecta, en la medida en que como decíamos, de lo que se trata en su obra es de explicar su limitación en el capitalismo. De ahí que eslóganes como "poner la vida en el centro" o "la contraposición capital-vida" no puedan ser establecidos como un punto de partida de nuestro análisis. Consideramos que la comprensión de las dificultades de reproducción de la clase trabajadora -la que se realiza en el ámbito doméstico y más allá de éste- descansa sobre un fundamento más sólido si las estudiamos a partir de la forma característica que toma el trabajo en el capitalismo: el trabajo abstracto, la sustancia que constituye el valor. Al tirar del hilo de las dimensiones en las que el trabajo se hace abstracto en el capitalismo encontraremos, en primer término, su contraposición al trabajo concreto -aquel que se lleva a cabo con unos procedimientos, herramientas, tiempo, etc., concretos, y que tiene como resultado un valor de uso, es decir, la satisfacción de alguna necesidad—. En el capitalismo esta dimensión del trabajo es subsidiaria de su vertiente abstracta —la sustancia valor—, o dicho más llanamente, en las economías capitalistas la satisfacción de necesidades está supeditada a la valorización del valor. Y esta subordinación nos lleva a aspectos relevantes como que las relaciones sociales y las cualidades del trabajo se presentan como relaciones y cualidades de las cosas, dando lugar a una sociedad fetichizada y reificada, donde el mundo social -en toda su amplitud y diversidad — se despliega en función de la acumulación de capital.

Es este análisis el que nos lleva a la tesis de que la reproducción de la clase trabajadora queda desplazada por la abstracción del trabajo, de modo que la clase productora pierde el control de su propia reproducción, que se realizará mediante el salario (es decir, el mercado), la provisión estatal y el trabajo doméstico no mercantilizado. Así, el control de los medios de producción queda lejos de sus manos y los frutos de su trabajo, producidos por su relación como fuerza de trabajo con estos medios de producción, se vuelven contra la propia clase trabajadora, rehabilitando, con cada ciclo productivo, su subordinación. Por lo que respecta al trabajo doméstico no mercantilizado, al encontrarse fuera del circuito de valorización del capital, resultará excluido del canal central de la fuerza productiva social y se realizará con medios de producción pobres y subsidiarios, atomizados y aislados, que conducirán a tareas repetitivas, empobrecidas, que refuerzan la subordinación e impotencia política de la clase trabajadora al nutrir jerarquías y violencias en su seno. Por último, la provisión estatal mediante servicios públicos y ayudas —con contradicciones y tensiones— abundará en la reducción de los seres humanos a su condición de fuerza de trabajo y en la perspectiva política que separa la esfera de la producción de sus efectos en esfera social.

Algunas conclusiones políticas

Este enfoque nos lleva a diversas tesis de impacto político. Destacamos dos. Todos los procesos y luchas que permiten vislumbrar o que tensionan la mejora de las condiciones de vida de la clase trabajadora más allá de la condición de fuerza de trabajo (empleable o prescindible), lo que en Más allá de El Capital Lebowitz llama "reproducción ampliada de la clase trabajadora para sí", van más allá del "trabajo doméstico" y de las mujeres de la clase trabajadora.

Podemos defender que la emancipación de la relación social capitalista, el pleno despliegue de la potencia social al servicio de las necesidades humanas es la llave maestra de la libertad humana, esto es del control de sus determinaciones sociales e individuales, siendo especialmente "beneficiarios" de esta emancipación los segmentos de la clase trabajadora centrifugados a estas funciones de "reproducción empobrecida", cuyo grueso son mujeres, efectivamente, pero también población migrante, racializada o ubicada en posiciones de subordinación social añadidas —pero no sustitutivas— a la condición de clase.

Esta visión ominicomprensiva otorga solidez a la intuición de una parte del activismo feminista anticapitalista de la que no hay emancipación posible dentro de las coordenadas del capitalismo. Si la lucha contra la "crisis de cuidados" no aborda el entramado del modo de producción capitalista, lo máximo a lo que puede aspirar es a estimular el desplazamiento de las opresiones a otros segmentos de la clase productora, con el consecuente impacto en la conciencia de clase o la unidad en la acción política. Este fenómeno ha sucedido por ejemplo con los procesos de asalarización de las proletarias en el centro imperialista y la expansión de las "cadenas internacionales de cuidados" con las migraciones asociadas a la atención a personas dependientes. El corolario de esta tesis es que, a pesar de los procesos "de reproducción ampliada" de la clase trabajadora, recaen con mayor intensidad en las mujeres; no son procesos periféricos de la lucha de clases (desde la perspectiva de la clase trabajadora) sino nucleares. Por tanto, esta opresión específica no es una especie de "supervivencia cultural" o de modos de producción precapitalistas que se puedan doblegar mediante la "sensibilización" o el "voluntarismo político", y tampoco se puede reducir a una "cosa de mujeres" , pues interpela al conjunto de la clase trabajadora y al conjunto del capitalismo como modo de producción.

Este análisis, por tanto, polemiza con el estado convencional de la cuestión del trabajo doméstico en el campo feminista y, especialmente con las conocidas como "teorías duales", aquellas que yuxtaponen a la dinámica del capitalismo otro sistema de "poder" o de "dominación" equipotente y paralelo (a menudo llamado "patriarcado", a pesar del abuso anacrónico del término; a menudo identificando a la familia como sistema de reproducción paralelo al capitalismo como sistema de producción). Efectivamente, creemos que partir de la noción "trabajo" en vez de la noción "mujer" (o la división sexual del trabajo) aporta más solvencia explicativa a la especificidad de las mujeres de la clase trabajadora en las sociedades capitalistas contemporáneas, puesto que articula la subyugación (y por tanto la emancipación por sexo/género) con la dinámica nuclear del capitalismo. Es decir, permite analizar el inextricable vínculo entre producción y reproducción para concretar, a partir de esta base, los mecanismos (opresiones, dominaciones, subyugaciones, represiones, etc.) que constituyen los estratos sociales y configuran la sociedad en su conjunto.

Por último, enunciar que la opresión de las mujeres trabajadoras opera en virtud de dos sistemas suele ubicarnos, de nuevo, en un territorio donde las relaciones sociales de producción a menudo se convierten en un "eje más" dentro de una especie de retórica interseccional. Sin duda son teorizaciones bastante versátiles para los relatos y estrategias políticas que subrayan una opresión de sexo/género interclasista (aunque después se hable de las mujeres trabajadoras). Políticamente estos fundamentos teóricos se deslizan hacia programas paliativos de carácter sectorial y de corte individualizador (ayudas para personas con ciertos atributos, por ejemplo), no articulan estrategias políticas de clase confrontativas, sino más bien de carácter defensivo y, a menudo, pensadas desde y para el centro imperialista en torno a la política parlamentaria. Creemos, en cambio, que el valor de la articulación analítica y conceptual que planteamos radica también en que es una herramienta para evaluar el potencial y las limitaciones de las políticas reformistas a mediano plazo, en tanto se visualizan los riesgos de profundizar la competición entre opresiones, y en tanto revitaliza la necesidad de estrategias superadoras e impugnadoras del capitalismo como totalidad.

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Traducción: Andrea D’Atri


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