La izquierda revolucionaria francesa frente al brutal ataque en Niza. Publicamos la declaración de la Corriente Comunista Revolucionaria, integrante del Nuevo Partido Anticapitalista.
La Izquierda Diario @izquierdadiario
Viernes 15 de julio de 2016 19:08
Corriente Comunista Revolucionaria (París 15 de Julio del 2016, 13 hs.)
Otra vez se muestra trágicamente que la política bonapartista, represiva y de “ultra seguridad” de Hollande nos lleva al desastre, con nuevos ataques que paga la población con decenas de muertos en Niza.
Un camión arremete contra la multitud en Niza justo al final de los fuegos artificiales del 14 de julio. Su trágico saldo se agrava con cada hora. Después de lo que parece ser un atentado comandado en nombre del Estado Islámico (EI), desde el gobierno de Hollande llamaron a hacer un “frente de unidad” nacional. Hollande anuncia el refuerzo de la política securitaria y la intensificación de la participación imperialista francesa en los bombardeos de Siria e Irak.
Frente a la extensión monstruosa dentro de Francia de la guerra asimétrica que llevan adelante las fuerzas yihadistas, el gobierno intensifica una lógica cada vez más reaccionaria. El gobierno, que viene de recibir un golpe muy fuerte luego del triunfalismo de sus discursos post Eurocopa y del tradicional discurso oficial de Hollande del 14 de julio, propone intensificar las políticas reaccionarias. Estas políticas llevan a los trabajadores y a la juventud al desastre.
Un camión arremetió a toda velocidad contra los transeúntes reunidos en la principal avenida de Niza en un día de festejos y se escucharon algunos tiros de revolver que habrían sido disparados por el conductor, antes de ser abatido por la policía. Esta es la escena nefasta que presenció Niza un poco antes de la medianoche del 14 de julio.
El saldo es extremadamente duro, con 84 muertos, incluyendo varios niños, 18 heridos de extrema gravedad y varias decenas de heridos. Nuestros sentimientos están con las víctimas y sus allegados, víctimas inocentes que pagan el precio de crímenes que no cometieron.
Más allá de la consternación y el horror ante este escenario de guerra -que llega muy poco después del atentado de Bagdad que tuvo como resultado 300 muertos la semana pasada-, nos negamos a seguir el paso de “marcha militar” que impulsan Hollande, Valls y el conjunto de los políticos de centroizquierda y de derecha.
Respuestas que alimentan el fuego
La reacción del gobierno en el plano interior fue intensificar el arsenal represivo que hasta el día de hoy sirvió para instaurar un clima reaccionario que después de los atentados de noviembre y sobre todo, durante el movimiento contra la ley de reforma laboral, ha servido principalmente para atacar a los sectores más combativos de la juventud y de los trabajadores.
Hollande anunció, por un lado, el refuerzo de la militarización del país, de la operación “centinela” que permite pasar de 7.000 a 10.000 la cantidad de soldados ocupados en operaciones de policía. Además, por primera vez en 50 años, la utilización de los reservistas para estas operaciones. Y, por último, la extensión por tres meses del estado de emergencia.
Dos horas antes del atentado, Hollande había anunciado que se terminaría el Estado de emergencia, instaurado originalmente el 15 de noviembre pasado, por 90 días.
Este es el arsenal represivo que Hollande decidió implementar, solo un escalón por debajo de la implementación del artículo 16 de la constitución, que le otorga al jefe de estado poderes excepcionales.
En el plano exterior, Hollande se propone intensificar los bombardeos en Siria e Irak, destinados supuestamente debilitar al Estado Islámico. Por otra parte, busca reforzar la cooperación militar con el ejército y el régimen fantoche de Bagdad y le deja el “trabajo sucio” de pedir la intervención terrestre a algunos diputados de su mayoría parlamentaria.
Esta sería la solución para “erradicar la peste del fundamentalismo islámico” que exige Marine Le Pen. Política a la que le hace el juego Sebastien Pietrasanta, diputado del PS y portavoz de la comisión de investigación parlamentaria sobre los atentados de enero y noviembre de 2015, cuando pide la “erradicación” al EI.
Sin embrago, la “lucha contra el islamismo”, ya empezó hace rato. Empezó muy oficialmente en 2001 y con la primera intervención imperialista contra Afganistán. Desde entonces el yihadismo reaccionario ha salido reforzado con la sucesión de los crímenes de guerra, de los "daños colaterales" contra los civiles y del apoyo a dictaduras y regímenes sanguinarios que van desde Paquistán a Libia. El EI es la última expresión, particularmente monstruosa, de un yihadismo financiado desde el fin de los años 70 por las propias potencias occidentales y las petromonarquías del golfo.
Una vez más somos nosotros los que pagamos el precio de sus guerras y de sus crisis. Desde la invasión imperialista de Afganistán en 2001 y de la segunda guerra contra Irak en 2003, las fuerzas reaccionarias yihadistas nunca fueron tan mortíferas como ahora.
En Medio Oriente en un primer momento, en Francia y en Bélgica después, son las poblaciones civiles las que pagan el costo más alto.
Las raíces de las masacres
Aunque el atentado del 14 de julio no fue reivindicado, parecería que fue perpetrado en nombre del EI. Tanto el escenario como el autor de la masacre se parecen fuertemente a los ataques terroristas anteriores, efectuados contra blancos vulnerables de la población. Un joven de Niza, francés de origen tunecino o de nacionalidad tunecina pero que vive en Francia, con antecedentes penales comunes, habría sido el autor de esta masacre.
En Francia las principales zonas de reclutamiento para los yihadistas son las zonas más golpeadas por la crisis como la periferia de París o la región de Niza. Esto es el reflejo terrorífico de décadas de geutización y de pauperización. Pero el gobierno ha elegido dar una respuesta siguiendo la misma lógica que antes y profundizándola.
Con estos atentados, el yihadismo alimenta y profundiza las divisiones estructuradas por el sistema capitalista entre los explotados y los oprimidos en Medio Oriente y hoy también en los países occidentales. De forma espectacular y con una simetría siniestra el imperialismo alimenta el yihadismo, que, a su vez, refuerza su lógica.
Desde la masacre los medios dominantes -más sensacionalistas que nunca-, no se privaron de dar la palabra continuamente a los responsables políticos, tanto socialistas como de derecha, que señalan con el dedo al “enemigo interior” y se preparan para volvernos a proponer todas las “soluciones” más reaccionarios y liberticidas para enfrentar a una amenaza que, en realidad, hunde sus raíces en una situación geopolítica y sistémica de la cual el imperialismo y sus aliados son los principales responsables.
Las “respuestas” del gobierno luego de los atentados de enero 2015 no pudieron evitar los atentados de noviembre ni esta última masacre. Estas políticas alimentan un espiral infernal y reaccionario que en vez de “protegernos” amenaza con encerrar nuestras vidas en la locura de la “seguridad”. Las organizaciones de la juventud y de los trabajadores deben poner fin a este círculo vicioso combatiendo esta lógica “securitaria” y bonapartista y ofrecer perspectivas para dar una alternativa a la desesperación social que nutre las presiones reaccionarias al interior de nuestra clase.
Un fin de ciclo de Hollande que se puede acelerar
En el corto plazo, luego de los discursos triunfalistas de Cazeneuve (Ministro del Interior) sobre la “seguridad asegurada” durante la Eurocopa, de haber pasado por decreto la reforma laboral en el Parlamento, y los tres días de duelo nacional, no se puede excluir que el gobierno sufra una crisis política mayor abierta por derecha.
Semejante atentado en un día festivo nacional pone en cuestión la capacidad del gobierno de responder a “los peligros del terrorismo” que debía combatir, según su discurso. El atentado debilita aún más al gobierno y podría transformar radicalmente la agenda política y electoral en vistas de las elecciones presidenciales de 2017, cuestión que no desea ninguno de los sectores más lúcidos del establishment político y patronal. Un “fin de ciclo” fallido para quien está al mando de la segunda potencia de la Unión Europea, podría revelarse catastrófico para la burguesía francesa y europea. Más aun luego del brexit, cuyas consecuencias todavía no terminaron de delinearse. Todo esto cuando se perfilan nuevas amenazas de un rebote de la crisis financiera.
En este marco, la juventud y el movimiento obrero deben proponerse dibujar los contornos de un amplio movimiento contra la guerra y sus consecuencias, contra el ajuste y el desempleo, contra el racismo, la islamofobia y por la unidad de nuestra clase alrededor de combates comunes con el fin de frenar la política del imperialismo y en particular el gobierno francés. De no hacerlo, la política y los discursos de la izquierda social liberal complemente quemada y de la derecha clásica abrirán la vía a la extrema derecha reaccionaria, a los Trump y a los Le Pen de todo tipo.
Esta masacre es una nueva señal, trágica y sanguinaria, de la urgencia de la situación.