Son miles de niños, niñas y adolescentes que trabajan en los yerbales, con sus manos cortan hoja por hoja la planta y las cargan en sus hombros. ¿Por qué los distintos gobiernos en 150 años no pueden erradicar la explotación infantil como prometieron?
Sábado 12 de junio de 2021 01:20
El escritor uruguayo Eduardo Galeano en su libro Bocas del Tiempo, escribió:
«Mohamed Ashraf no va a la escuela. Desde que sale el sol hasta que asoma la luna, él corta, recorta, perfora, arma y cose pelotas de fútbol, que salen rodando de la aldea paquistaní de Umar Kot hacia los estadios del mundo. Mohammed tiene once años. Hace esto desde los cinco. Si supiera leer, y leer en inglés, podría entender la inscripción que él pega en cada una de sus obras: "Esta pelota no ha sido fabricada por niños”.»
La vida de Mohamed en Pakistán no fue tan distinta a las infancias que crecen en los yerbales. Sandro hoy tiene 33 años, todos en su pueblo lo conocen como “Chavo”, él nació y creció en Montecarlo Misiones, donde vive actualmente y nos cuenta cómo recuerda su infancia en los yerbales:
“Toda mi infancia prácticamente la pase en la chacra con mi papá en el monte, trabajaba semanal. Fui a la escuela hasta tercer grado, después dejé la escuela para ir a trabajar. Lo primero que hice fue machetear, acá se le dice “parquizado” ( al monte se lo machetea todo abajo) después mi trabajo pasó a ser, pulverizar. Tenes que cargar el veneno en una pulverizadora de 20 litros y derramar todo en la maleza. Ese fue mi primer trabajo y así desde los 14 años hasta los 16, después de ahí pasé a la tarefa, a los yerbales y después me dediqué al rubro “del monte” , volteo de madera con motosierra y todas esas cosas. Prácticamente mi infancia fue así, porque en la colonia es todo trabajo nomas, no hay juguete ni juegos, es todo trabajo y más trabajo.
Similar es el relato de Raúl que hoy vive en Posadas, Misiones. Pero nació en Campo Viera, departamento de Oberá. Sobre su infancia recuerda como junto a sus hermanos pasaba los días en la tarefa:
“Mi madre cuando era chico nos llevaba a todos a tarefear, ahí aprendí y cuando empecé a laburar solo con mi propio número era a los 14 años. A mí me afectó más el no poder jugar y tener juguetes. No vivía la vida de un niño común digamos, cargaba con mucha responsabilidad porque éramos muchos y muy pobres. Es como que vos creces un poquito y ya tenes que hacerte cargo de vos mismo, pero al mismo tiempo que yo estaba ahí, sabía que era mucho más que eso, sabía que no iba a estar para siempre ahí, en ese yerbal. Siempre mi abuela o la gente me decía que estudie entonces a la secundaria yo iba de noche y a los 16 años yo ya vivía solo”.
Resignarse a jugar para dedicarse a “trabajar” no es la única características de las infancias y adolescencias en los yerbales. También se caracteriza por la interrupción educativa. Por qué para estudiar hay que tener plata.
En la provincia de Misiones se cosecha, prácticamente, el 80% de la yerba que se consume en todo el país. "Tareferos” es el vocablo con que se identifica y reconoce a los cosechadores de yerba mate en la sociedad y el mercado. Para el sentido común regional, la figura del tarefero es símbolo del trabajo esforzado en las más duras condiciones.
Es que en pleno siglo XXI, donde la tecnología no solo avanza en las grandes ciudades, sino que también lo hace en la industria del agro, las infancias y sus familias que son explotadas en este mercado, cortan las hojas de la yerba mate a mano. Los niños que trabajan en los yerbales, también son víctimas de una cadena de vulneración de derechos, con un déficit en su alimentación, con mayor riesgo a contraer enfermedades y a los riesgos de muerte, ya sea por accidentes viales (en los traslados de un yerbal a otro) o por la mismos ritmos de producción, se inician entre los 4 y 13 años, y ante esto la responsabilidad es del Estado.
¿Por qué la primera campaña para erradicar el trabajo infantil se lanzó en 2013?
En el invierno de 2013 en el paraje rural conocido como Salto Encantado, un viejo ford 7000 trasladaba a 25 cortadores de yerba, 14 de ellos eran niños. El conductor perdió los frenos y chocó. En el accidente murieron 7 personas, 3 de ellas eran niños: Lucas Da Silva Rodríguez (14) Edgard Ferreyra (17), y Fernando Piñeyro (14). La historia de Fernando recorrió el mundo, dado que en el mismo accidente perdió la vida su papá José Francisco Piñeyro (42).
Fernando era un niño que nació y murió en medio de los cultivos de la yerba mate en Misiones. Desde los 8 años que era explotado desyerbando y cargando bultos, sin embargo a los 13 años cuando viajaba en un camión que trasladaba a los tareferos, se produjo un choque y perdió la vida. En aquella oportunidad los testigos contaron que su padre lo abrazo para protegerlo, pero no pudieron salvarse. Un mes antes Fernando había interrumpido su trayectoria educativa
Dos meses después de la muerte de los 3 niños, la ONG “Un sueño para Misiones” inició la campaña “Me gusta el mate sin trabajo infantil” la cual apunto a erradicar la explotacion de las infancias en las cosechas de yerba mate. El mismo año en que fallecieron Fernando, Lucas y Édgar, el mate fue declarado por ley "infusión nacional". Según el Instituto Nacional de Yerba Mate (INYM), los argentinos compran 250 millones de kilos por año. Sin embargo, según Un Sueño Para Misiones, el 90% de la yerba que se consume en el país se cultiva en Misiones con trabajo infantil.
El gobernador de la provincia en aquel momento era Maurice Fabián Closs, quien gobernó la provincia de Misiones entre el 2007/2015, actualmente se desempeña como senador por la misma provincia. Sin embargo, ningún empresario fue condenado por esto. La impunidad con la que se manejan los empresarios de la yerba mate es brutal y se apoya en un discurso meritocrático y en el mito de que “es mejor que los niños trabajen y que no roben, o anden en la calle”.
Nadie se hizo cargo de que los trabajadores viajaban en la carrocería del vehículo, sin las condiciones mínimas de seguridad, ni siquiera las protecciones laterales, incumpliendo con lo dispuesto por la Ley IX- Nº 8 de creación del Registro de Prestadores de Servicios de la Cosecha de Yerba Mate.
Igual que ayer
Según las últimas encuestas de actividades de niños, niñas y adolescentes (EANNA 2016-2017), La región del noroeste (NEA) de nuestro país, presentaba una de las tasa de trabajo infantil más alta del país (13,1%), 3 puntos más que la media nacional: 10%.
En los ámbitos rurales, el Trabajo infantil en el NEA alcanza al 24,3%, de los niños, niñas y adolescentes de 5 a 15 años. Y presenta la tasa de trabajo infantil de varones más alta de todas las regiones (26,4%).El 33,4% de los adolescentes de 16 a 17 años en el NEA realiza alguna actividad productiva, siendo principalmente actividades para el mercado (19,1%). En ámbitos rurales, el trabajo adolescente llega al 49,2% y en los varones al 53,7% .
Con semejantes cifras el Gobierno nacional no podía mirar para otro lado y tuvo que crear el Plan para la Prevención y Erradicación del Trabajo Infantil 2018-2022, acompañando esto la Organización Internacional del Trabajo (OIT) lanzó durante el 2019 el Proyecto “Offside”, una cooperación entre el Gobierno, ONGs y distintas agencias internacionales. Por si no faltaban “organismos” a principios del 2019 se lanzó un proyecto liderado por Desarrollo y Autogestión (DYA), una ONG latinoamericana que trabaja en la erradicación del trabajo infantil, es la misma que implementó el proyecto contra trabajo infantil en los campos de café en Perú (país de Latinoamérica que tiene los índices de trabajo infantil mas altos).
No son “costumbres ancestrales”, es el capitalismo
Sin embargo, la explotación laboral infantil en los yerbales persiste a pesar de que la Ley 26.390, sancionada en 2008, la cual prohíbe el trabajo de personas menores, a pesar de los planes, programas y proyectos que se planifican desde distintos organismos del Estado, ONGS, etc. Como dijimos en ámbitos rurales, el trabajo adolescente llega al 49,2% y en los varones al 53,7%.
No se puede seguir naturalizando ni apoyándose en discursos sobre “costumbres ancestrales”, dicho corte etnográfico que refiere a introducirnos en las historias de vida de las familias trabajadoras de la tarefa para entender mejor y “respetar sus costumbres”.
Tampoco ampararse en el sentido común de que, el trabajo infantil “estaría siendo responsabilidad de los adultos que los llevan”, donde “se aprenden en oficio” , “ que ya “forma parte de la vida”, etc. Como si esas familias tuvieran otras opciones de vida, como si los adultos tuvieran un trabajo digno en blanco que les permita alcanzar a la canasta básica de alimentos, acceder a una vivienda digna, etc.
Porque detrás de todo esto se esconde que, en los lugares donde existe un alto porcentaje de explotación laboral infantil como es en los yerbales, son los empresarios quienes estructuran el mercado laboral a partir de las “estrategias familiares de supervivencia” de la clase obrera.