Un reciente artículo de Unicef alerta que la pobreza infantil ascenderá al 68% en aquellos hogares donde la jefatura está a cargo de una mujer. Las brechas de género y pobreza infantil aumentan y se entrecruzan en los hogares monoparentales que mayoritariamente están a cargo de una mujer.
Desde el comienzo de la pandemia, Unicef realizó diversas proyecciones sobre la situación de las mujeres y la pobreza en el país. En su reciente análisis, toma los últimos datos publicados del INDEC (2do semestre 2019), los cruza con estimaciones económicas del FMI, y proyecta niveles generales de pobreza infantil al 63% para fin de este año. Pero agrega, y alerta, que la pobreza infantil asciende al 68% (5 puntos porcentuales más) en aquellos hogares donde la jefatura está a cargo de una mujer.
Según Unicef, entre diciembre de 2019 y diciembre de 2020, la cantidad de niñas y niños pobres pasaría de 7 a 8,3 millones. Y estima que la pobreza va a afectar a siete de cada diez hogares.
Según los últimos datos oficiales de pobreza del país, previos a la pandemia, el 25,9% de los hogares y el 35,5% de las personas, están bajo la línea de pobreza. Más de la mitad de las niñas y niños menores de 14 años son pobres (52%). Y entre los jóvenes de hasta 29 años, son pobres el 42%. El INDEC difundirá los datos actualizados de pobreza (1er semestre 2020) el próximo 30 de septiembre.
Mujeres madres, mujeres jefas, de hogares pobres
Las brechas de género son preexistentes, y esta crisis sanitaria y económica las exacerbaron. Sin embargo, las políticas públicas no están respondiendo a la dureza con la que golpea a los hogares “monoparentales”, con niños y niñas, que en su mayoría tienen a una mujer como responsable.
La inserción laboral de las mujeres históricamente es más precaria. Se ve en la subocupación horaria, en trabajos sin derechos, en la brecha salarial. Consecuencia del sistema capitalista y patriarcal, recarga sobre las mujeres las tareas de cuidado y del hogar, aumentadas durante la pandemia. Características que inciden fuertemente en sus posibilidades de inserción en empleos formales y a tiempo completo.
Son las primeras en ser despedidas pese a decretos que los prohíben. Sin salario, son las despojadas del techo por no poder pagar el alquiler, pese a decretos que lo prohíben. Son ellas, las que se niegan a ir a la calle con sus hijas e hijos y ocupan tierras vacías.
Con el aislamiento, según Unicef, la mitad de las mujeres perciben una mayor sobrecarga en el cuidado de los hijos e hijas, la limpieza, la ayuda escolar, cocinar. En los hogares de barrios vulnerables, asentamientos y tomas, estos trabajos requieren mayor esfuerzo y tiempo. Es un trabajo extra acceder al agua cuando no hay agua corriente, preparar el fuego para cocinar, lavar la ropa. Por eso, el no tener un techo, ni acceso al agua, luz, gas, cloacas, amplía enormemente las brechas de género.
La pelea urgente contra los desalojos, por un plan de viviendas, por un plan de urbanización, por agua corriente, contra los despidos y la precarización, son peleas a abrazar con el cuerpo para quienes se consideran parte del movimiento feminista. Por eso, este Jueves 17, el movimiento feminista y LGTTB+ tiene que ser parte de recuperar las calles diciendo: #NiUnaMenosSinVivienda #NoAlDesalojo para rodear de solidaridad la toma de Guernica y evitar así su desalojo.