En entrevista con Aristegui, la actriz denunció que fue violada por un director de cine. Su fama hace que el caso resuene en redes.
Miércoles 21 de febrero de 2018
Esta denuncia tiene lugar tras la sucesión de escándalos en torno al productor Harvey Weinstein en Hollywood. Karla Souza denunció en la entrevista que un director, cuya identidad ella no dio a conocer, impuso que los dos se alojaran en el mismo hotel y, más una vez, fue a la habitación de la actriz por la madrugada. Cuando Souza no le abría la puerta, “en la filmación me la cobraba”, la humillaba delante de sus colegas actores y del personal de la filmación.
El caso de Karla Souza sacudió las redes. Evidenció lo que se ha denunciado en múltiples casos en Hollywood: el acoso que sufren actrices para trabajar en el cine y la televisión, para hacer carrera en el mundo del espectáculo.
Se han alzado voces de detractores que en tono más o menos misógino cuestionan a la actriz, mientras muchas personas otras apoyan su valor por denunciar.
Aunque Souza no dio a conocer el nombre del director de cine que la agredió, por lo pronto, Televisa anunció que rompía toda relación laboral con Gustavo Loza, que es el creador de la serie Los Héroes del Norte (2010-2011), y películas como ¿Qué culpa tiene el niño? (2016) y Al otro lado (2004). En las dos primeras trabajó Karla Souza.
La decisión de Televisa no puede ocultar su cinismo. Despidió a Loza, pero la realidad de las mujeres que laboran en ese medio es tan grave como la denuncia de Souza.
Desde la cosificación del cuerpo femenino, la misoginia y el machismo de productores, directores, conductores de programas de entretenimientos y de noticiarios, los contenidos anclados en el sexismo y la justificación de la violencia contra las mujeres, hasta los casos de abusos que no se dan a conocer, todo eso es parte de la cotidianeidad de quienes hacen de las artes escénicas y el periodismo su medio de vida.
La denuncia de Karla Souza inaugura la irrupción del #MeToo en México y atrae de nueva cuenta los reflectores sobre la incómoda posición de las mujeres en el mundo del espectáculo.
La violencia patriarcal más allá de las cámaras
Pero otra vez, como en el caso de Cannes vs. Hollywood, con la respuesta de las celebridades francesas ante el #MeToo, este debate no aborda la otra realidad, más vasta, más sombría, más espeluznante.
La realidad de mis amigas, de mis vecinas, la mía, la de millones de mujeres trabajadoras y pobres, que enfrentamos la violencia doméstica. Que recorremos enormes distancias para ir a estudiar o a laborar, en Ecatepec, en Chalco, en Iztapalapa. Que vivimos el miedo del traslado en el transporte público, donde estamos expuestas al acoso. Que tenemos el temor (y el coraje) de que tal vez ese día algún gerente, algún jefe de personal, algún patrón, pretenda sobrepasarse y nos amenace con recortarnos horas, con recortarnos salario, con dejarnos sin empleo. Y si no es hoy, puede ser mañana.
En nuestra realidad no hay alfombras rojas ni estilistas ni vestidos de diseñador, no. Hay calles solas, poco iluminadas, militares y policías en las calles que hacen rondines y siembran el terror. Tan así que nos organizamos para acompañarnos cuando vamos a trabajar y a estudiar.
Hay salarios mucho más bajos que los de los varones por las mismas tareas. Hay prepotencia por parte de los empresarios que nos sacan hasta la última gota de energía y nos obligan a humillantes exámenes médicos para comprobar que no estamos embarazadas antes de contratarnos, como en las fábricas que hay en la zona de la Vía Morelos en Ecatepec.
Hay prepotencia por parte de las jerarquías eclesiásticas, como el Arzobispo Carlos Aguiar -sucesor del defensor de pederastas Norberto Rivera- y de los sectores conservadores -como el Partido Encuentro Social ahora aliado del Morena- que al mismo tiempo nos vociferan que estamos obligadas a ser madres bajo cualquier circunstancia, porque según ellos es nuestra principal función en la vida, no una libre elección. Y si no cumplimos con eso, nos condenan con cárcel y estigma social.
No hay cámaras ni entrevistas para nosotras. No somos famosas, aunque tenemos sueños y proyectos y ganas de vivir. Y tenemos valor, porque debemos sobreponernos a diario de ese temor en el que nos quieren apresar las autoridades, los medios masivos de comunicación, los empresarios.
En nombre de aquellas niñas, jóvenes y mujeres a las que arrebataron sus vidas y arrojaron a las aguas turbias del Río de los Remedios, en nombre de la rebeldía que se enciende ante cada agravio que sufrimos las mujeres, en nuestros trabajos, en los centros de estudio, en nuestras relaciones personales y familiares, seamos miles en las calles este próximo 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora.
Contra la violencia patriarcal y la precarización laboral, contra la Ley de Seguridad Interior y la militarización, porque no queremos ser nunca más las víctimas impotentes de este sistema que nos explota y nos oprime a las mayorías. Que la rabia y el coraje se transformen en organización y lucha.