El feminicidio y la violenciacontra las mujeres nuevamente se visibilizan, a partir de las tomas de la CNDH y la represión del Estado. ¿Qué hacer para acabar con la violencia?
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Joss Espinosa @Joss_font
Viernes 25 de septiembre de 2020
Las tomas de la CNDH, primero en la CDMX y después en otros estados, pusieron sobre la mesa nuevamente la denuncia de la violencia que vivimos día con día las mujeres y el incremento en el feminicidio; algo que fue denunciado por cientos de miles de mujeres el pasado 8M, con una movilización masiva en el centro del país y réplicas muy importantes en más de 70 ciudades del interior.
Esto, enmarcado en el contexto del emerger de un nuevo movimiento de mujeres que, desde hace años, a nivel internacional ha tenido importantes movilizaciones por el derecho al aborto, contra la violencia, el feminicidio y en exigencia de derechos laborales.
Los gobiernos locales han respondido a las movilizaciones y a la toma de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México (CODHEM) en Ecatepec con represión. Nuevamente se muestra el rol represivo del estado: que la policía está para cuidar los intereses de los de arriba y el status quo a costa de golpear, detener y violentar sexualmente a mujeres que denuncian la violencia.
Esta práctica no es nueva, la vimos cuando policías reprimieron a pobladores y activistas en lucha en Atenco en el 2006, utilizando la tortura sexual como castigo ejemplar para disciplinar a las mujeres. Ante este panorama, el gobierno de AMLO niega la represión (como lo hizo en su conferencia matutina luego del desalojo en Ecatepec) o se hace de oídos sordos. Sostiene una discurso contra los “conservadores” y la “oposición”, pero guarda silencio frente a la represión orquestada por los mismos en los gobiernos locales.
A la par, construye alianzas para aprobar su proyecto de “seguridad” encarnado en la Guardia Nacional, cuyo rol asesino ya ha sido denunciada por ejecuciones extrajudiciales, represión, e incluso con el asesinato de dos manifestantes que defendían el agua en Chihuahua.
Bajo el silencio cómplice del gobierno federal, del Morena y su negativa a llamar a la movilización para enfrentar a la derecha, ésta avanzó contra los derechos sexuales y reproductivos aprovechándose del confinamiento que llevó al movimiento de mujeres a cuarentena. Tenemos planteado avanzar contra la represión y la derecha organziada.
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¿Qué pasa en el movimiento de mujeres?
Como mencionamos anteriormente, el 8M fue un punto importante para el movimiento de mujeres, mismo que había mantenido diversas movilizaciones por distintos reclamos ya desde hace 5 años. Sin embargo, la pandemia y la cuarentena impidieron que éste siguiera desarrollándose.
En este mismo contexto, la violencia en contra de las mujeres se exacerbó de la mano de un ataque desmedido contra las condiciones laborales de millones de trabajadores y trabajadoras. Esto se expresan con las más de 15 millones de personas que perdieron toda fuente de ingresos en medio de la pandemia y las rebajas salariales para otras 15 millones más. Y como contracara de esto, para los sectores esenciales, peores condiciones laborales, exponiendo sus vidas como el sector salud (que ha tendido muchas muertes), con jornadas laborales extenuantes, y sin el equipo de protección necesario.
Cabe destacar que actualmente las mujeres componemos casi la mitad de la fuerza laboral del país (como igual sucede a a nivel internacional), y al estar insertas en los sectores más precarios, fuimos las más afectadas por estas medidas de ajuste. Quedamos completamente en el desamparo, en medio de una crisis económica, sin fuentes para subsistir.
Este aumento en la precarización laboral y de la vida tuvo como respuesta algunas movilizaciones de sectores de trabajadores, sobre todo del sector salud y en la frontera norte con paros ante la negligencia patronal que se negaba a para mientras las maquilas y fábricas eran focos de contagio importantes (cuando ni siquiera eran sectores esenciales).
Sin embargo, pese a esto, y pese a ser las mujeres las más expuestas en la pandemia (por lo mencionado anteriormente, pero también por el aumento de las tareas del hogar), el movimiento de mujeres no fue capaz de dar una respuesta ante esta situación.
La ausencia de las movilizaciones encabezadas por mujeres, como la que vimos el pasado 8M, deviene en gran medida por la pandemia; pero por otro lado, es importante recalcar que el conjunto del movimiento de mujeres carece de espacios amplios de autoorganización, en los que se pueda discutir cómo enfrentar esta situación en mejores condiciones de fuerza, y como generar alianzas con el resto de sectores explotados y oprimidos.
Esta falta de organización también impide que haya una respuesta coordinada a todas las formas de opresión que operan sobre nosotras. Creemos que, de la mano de la denuncia a la violencia, es importante poner por delante que ésta, en gran medida tiene un carácter de clase, es decir, son las trabajadoras y jóvenes precarizadas quienes lo viven más cruentamente. Por lo que debemos articular la lucha contra la violencia y contra la precarización laboral.
Lo que vemos ahora, como respuesta a la violencia y por la exigencia de justicia de las madres, son tomas de las instalaciones de la CNDH, volviéndolas casas refugio para víctimas de violencia, sostenidas por colectivas feministas, activistas y en algunos casos por madres de víctimas de violencia; y por otro lado, movilizaciones pequeñas en diversos estados.
Más allá de que estas acciones ponen nuevamente sobre la mesa el tema de la violencia contra las mujeres de forma mediática, quienes impulsan las acciones son sectores muy reducidos (algo que contrasta mucho con la masividad del movimiento) y la política que sostienen, si bien levanta un legítimo reclamo de justicia, no está orientada a arrancarle al Estado mejores condiciones de vida para el conjunto de las mujeres, lo cual implicaría cuestionar su carácter de clase e identificar en la raíz de la violencia contra las mujeres también al sistema capitalista.
Sectores del movimiento feminista junto a madres de victimas de feminicidio, han salido en exigencia de justicia desde que el fenómeno del feminicidio comenzó a extenderse desde Cd Juárez. El Estado, intentando lavarse la cara y exculpándose de toda responsabilidad, respondió a este cuestionamiento con el aumento de medidas punitivas, tipificando el delito de feminicidio (un muy sentido reclamo de familiares de víctimas) a costa del perfeccionamiento de su aparato represivo: más policías y militares en las calles con la excusa de “protegernos”.
Lejos de reconocer este flagelo como un fenómeno social que expresa la cultura machista, misógina y la profunda descomposición social que implicó la supuesta “guerra contra el narco”, el Estado hizo un reconocimiento formal de la violencia a las mujeres en los códigos penales para “resolverla” de forma individual, invisibilizando el carácter estructural de la violencia, que tiene sus bases en el estado capitalista.
Esto, mientras quitó de toda responsabilidad a las instituciones que son omisas y ponen trabas para la obtención de justicia un camino largo y tortuoso para familiares y madres de víctimas, que chocan con la corrupción institucional que mantiene a funcionarios y empresarios coludidos en la impunidad.
Nosotras estamos en las calles codo a codo con las madres y familiares, en la exigencia de juicio y castigo a los responsables materiales e intelectuales. A la par, denunciamos que esta política estatal hace que se deslinde de la responsabilidad que tiene en la reproducción de la violencia, revictimizando a las mujeres, a quienes buscan convencernos de que somos impotentes e incapaces de transformar este sistema de raíz, para que solo esperemos pasivas la ineficaz tutela del Estado y sus instituciones podridas.
Por otro lado, la legitima exigencia de justicia y de un alto a la violencia de los familiares de víctimas y el conjunto de mujeres, en ocasiones ha sidocooptada por el Estado, sus partidos y sus instituciones también para descomprimir el descontento brindando salidas cosméticas que apuntan a prevenir que el cuestionamiento a la violencia escale, y comience a cuestionar la raíz del mismo.
Es decir, a denunciar que es el sistema capitalista y patriarcal la base sobre la que se asienta la violencia en contra de nosotras. Por ello creemos vital impulsar la independencia política y organizativa en el movimiento de mujeres, con respecto al Estado, sus instituciones y los partidos al servicio de los empresarios y la burocracia sindical.
Muchas veces dicha política punitiva ésta acompañada de la idea de que el problema no es el capitalismo patriarcal en sí, sino una ruptura en el Estado de derecho, dejando de lado que la opresión y la explotación son pilares fundantes de este sistema y no una falla en el mismo o en la administración de las instituciones del Estado capitalista.
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Nuevos debates ante el emerger del movimiento de mujeres
En este contexto, creemos importante poner blanco sobre negro cuáles son las posiciones al interior del movimiento de mujeres y que perspectiva para enfrentar la violencia.
La política antes descrita no se da en el vacío, es impulsada y promovida por mujeres vinculadas a los partidos del congreso (incluyendo el PRI que también se ha preocupado por presentarse como “feminista”) y por colectivas separatistas que sostienen una política punitiva, estas últimas incluso acompañándola de métodos “radicales”.
Su política es funcional al Estado y es contraria a impulsar un movimiento de mujeres masivo, combativo y autoorganizado. Además, sus métodos “radicales” han resultado contraproducentes para integrar a más mujeres y sectores populares a las movilizaciones para fortalecer el reclamo por nuestros derechos.
Por otro lado, hay sectores del feminismo que impulsan la idea de construir espacios “por fuera del patriarcado”, con redes de mujeres y un acompañamiento que deja de lado la responsabilidad estatal, tratando de llenar las carencias de ese Estado con políticas alternativas “autónomas”. Esta perspectiva fortalece la solidaridad entre algunas mejores a costa de renunciar a la perspectiva de enfrentar al Estado capitalista y patriarcal, para acabar con la violencia de raíz; supliendo esa perspectiva con la implementación de “espacios alternos” que cubran las “falencias” del Estado, acompañando ciertos casos reduciéndolo nuevamente a un problema individual.
Además, renuncian a la posibilidad de aprovechar todo resquicio de la democracia burguesa para fortalecer la lucha por arrancar derechos elementales en los marcos de este sistema. Por ejemplo, movilizarnos para arrancar que el Estado sea quien garantice el aborto de forma libre, segura y gratuita a nivel nacional. O en el caso de las víctimas de violencia, que pueda garantizar recursos tanto materiales como humanos, para por ejemplo, construir refugios transitorios dignos para las mujeres víctimas de violencia, un plan de vivienda y créditos baratos para las mujeres, mejores condiciones laborales, acompañamiento a las mujeres víctimas de violencia y licencias laborales y estudiantiles para las mismas.
Y que todas estas medidas estén financiadas con el gasto público obtenido de implementar impuestos progresivos a las grandes fortunas y de expropiar los bienes de la Iglesia, pero subordinadas al movimiento de mujeres, junto a organizaciones sociales, de izquierda y de Derechos Humanos.
Esto debe ir vinculado a la lucha por que dichas conquistas sean pasos firmes para pensar en la transformación radical y revolucionaria de la sociedad. Por ello creemos que la exigencia de juicio y castigo, el acompañamiento por parte del movimiento de mujeres a familiares y madres de víctimas y arrancar los derechos antes descritos, debe ir enlazado a una crítica férrea hacia el Estado burgués y su justicia patriarcal y de clase, dejando en claro que no podemos depositar en las instituciones garantes de la violencia, nuestras esperanzas de justicia. Y para arrancarle al Estado nuestras demandas, es vital el impulso de un movimiento de mujeres en las calles que confluya con organizaciones sindicales, políticas, de izquierda y de derechos humanos, así como con el conjunto de trabajadores y estudiantes.
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¿Qué movimiento de mujeres necesitamos?
Si partimos de que este sistema capitalista patriarcal está basado en la explotación y en la opresión, es imposible pensar que vamos a poder reformar este régimen político implementando la “perspectiva de género” o apoyándonos en sus instituciones, fuerzas armadas, poder judicial, etc. Por ello creemos que es necesario enfrentar a este sistema, organizarnos masivamente para echarlo abajo, y construir sobre sus ruinas una sociedad libre de violencia y opresión hacia las mujeres y el conjunto de sectores explotados.
Pero para ello es necesario más que la fuerza del movimiento de mujeres. Es necesario construir la alianza con todos los sectores que son víctimas de este sistema de miseria y hambre.
Hemos visto que no basta con ser miles en las calles –menos aún es suficiente la toma de edificios o espacios con sectores reducidos-, aunque un primer paso es volver a tomar las calles. Poniendo por delante que la cuarentena no puede ser un freno para que nuestras reivindicaciones sean escuchadas, ha sido este gobierno quien con su reactivación económica ha impuesto el fin de la cuarentena, pues muchas y muchos se han visto obligados a regresar al trabajo aun a costa de exponer sus vidas y las de sus familias.
Son necesarios también espacios de organización y discusión, en los que puedan confluir distintos sectores de mujeres, haciendo confluir tanto las demandas contra la violencia o por derechos elementales como el aborto, con la denuncia a la precarización que tiene rostro de mujer y es la parte silenciosa de la violencia en contra de nosotras. Con métodos democráticos y amplios, en los que se pueda coordinar un plan de lucha contra el feminicidio y la precarización, condición necesaria para desarrollar la autoorganización del movimiento y avanzar en conquistar su independencia política frente al gobierno y los empresarios.
A la par de denunciar la violencia y la precarización, es importante identificar el enemigo en común, que en última instancia es este sistema capitalista patriarcal, que nos mantiene en las peores condiciones, abrazando una perspectiva anticapitalista, que identifique que la única forma de llevar hasta el final todas nuestras demandas y conquistar un mundo sin violencia ni precarización, hay que derribar este sistema.
En ese camino, es vital identificar quienes son los principales aliados. Pensando en primer lugar en la fuerza que tiene la clase trabajadora, aquella que está compuesta en un 50% por mujeres, que son las que viven la cara más cruenta de la violencia. Conquistando que las organizaciones de trabajadores abracen las demandas del movimiento de mujeres.
Esto es vital, pues vimos en medio de la pandemia quiénes son los que mueven el mundo, y que de esa capacidad de paralizar o mover al mundo, se desprende el potencial de poner contra las cuerdas a la clase capitalista, quien es la que se beneficia de nuestro trabajo y de la opresión a las mujeres para aumentar la explotación y seguir aumentando sus obscenas ganancias.
Para ello es importante identificar que existen sectores que dentro del movimiento de mujeres, apuestan a conducirlo a confiar en el gobierno o en otros partidos de derecha, para contenerlo y evitar que se desarrolle y teja alianzas con otros sectores, negociando por arriba con nuestras demandas. Y también, que al interior de las organizaciones obreras operan las burocracias sindicales que impiden que el conjunto de trabajadores y trabajadoras confluyan con el movimiento de mujeres y sus demandas, o que imponen divisiones de género entre la clase trabajadora.
Por ello, desde Pan y Rosas, creemos que es vital el impulso de un movimiento de mujeres, independiente, combativo y en las calles, que denuncie el carácter estructural de la violencia, y que una sus fuerzas a las de la clase trabajadora.
Para arrancar en los marcos de esta democracia degradada, derechos elementales como los descritos anteriormente, sin perder de vista que por más derechos conquistados, mientras se preserve la estructura de este sistema, los mismos van a ser sistemáticamente atacados por los gobiernos y la derecha.
De la mano de luchar por recuperar los sindicatos, para que sean verdaderas herramientas de lucha de la clase trabajadora –de la cual insistimos, somos la mitad-, para unir la lucha por mejores condiciones laborales, a los reclamos contra la violencia o derechos como el aborto; esto con el impulso de comisiones de mujeres al interior de los centros de trabajo que puedan arrancarle a las patronales, medidas mínimas para enfrentar la violencia en sus centros de trabajo. Pero sobre todo, para romper con las divisiones que imponen las patronales y la burocracia sindical, entre mujeres y hombres de la clase trabajadora, que tiene como intención debilitar la fuerza de esa clase capaz de transfórmalo todo.
De ahí que Pan y Rosas sea una agrupación de mujeres feministas anticapitalistas, socialistas y revolucionarias que pelea por esta perspectiva, poniendo por delante la fuerza de las mujeres trabajadoras. Pues es en la acción y lucha colectiva con la alianza de los sectores explotados y explotadas, -como clase mayoritaria-, junto a todos los sectores afectados de este sistema, con una perspectiva revolucionaria y socialista, donde está la base para conquistar una sociedad libre de explotación, opresión y violencia.