Rebeka Pierre, una mujer de nacionalidad Haitiana, murió en la calle tras atenderse y ser dada de alta en el Hospital Félix Bulnes.
Domingo 19 de mayo de 2019
El pasado jueves 16 de mayo, murió en el paradero del Transantiago Rebeka Pierre. Era una mujer de 38 años, licenciada en medicina en Cuba, con un hijo de cinco años y un embarazo de 9 semanas en desarrollo. No podía ejercer su profesión en Chile ya que se le había hecho imposible convalidar el título universitario.
Rebeka fue derivada del Cesfam, en la comuna de Cerro Navia, al Hospital, luego de que saliera alterado su Electrocardiograma. Fue trasladada en ambulancia hasta la urgencia de maternidad y tras ser atendida fue dada de alta por razones que aún se investigan, pese a que según relatos de sus cercanos ella refería tener dolor en el pecho y sensación de falta de oxígeno.
Murió esperando la micro, en la intercesión de las calles Mapocho y Huelen.
Este trágico episodio no es una realidad desconocida para los migrantes en Chile. Hace algunos meses atrás, resaltó en los matinales y medios nacionales la historia de Joane Florvil, mujer Haitiana acusada indebidamente de abandono infantil y que murió en la reclusión a causa de la prepotencia policial.
Joane era inocente y murió sin poder comunicarse, dejando a una lactante de 2 meses de edad.
También es conocido el caso de Vitha Malbranche quien recuperó a su hijo después de estar 20 días separados, tras sufrir una crisis de ansiedad en un bus desde Santiago a Brasil. En en Iquique la bajaron y separaron de su hijo.
Estos son algunos de las historias que revelan la cruda realidad que viven las mujeres migrantes en nuestro país, triplemente oprimidas y con peores condiciones que el resto de la clase trabajadora. Las mujeres son casi el 50% de la fuerza laboral en el mundo, quienes tienen los empleos más precarios e inestables y sueldos menores que los varones. Esta opresión se multiplica para mujeres migrantes que sufren las consecuencias de las leyes de extranjería, la deportación, la persecución policial y la mayor explotación en los peores trabajos. Además de la “barrera idiomática”.
Hoy, mientras la derecha y los políticos que se reclaman pro-vida están impulsado una reforma en salud, que sigue favoreciendo la salud privada a costa de la salud pública, miles de mujeres pobres se atienden en precarias condiciones, expuestas a discriminación arbitraria y violencia obstétrica. Por otra parte, los trabajadores de la salud, hacen funcionar un sistema que se cae a pedazos, a costa de jornadas laborales extensas, turnos continuos, sueldos que no alcanzan e instalaciones insuficientes que deterioran la salud mental y su propio bienestar laboral.
Una sistema de salud enfermo, que otorga atenciones insuficientes y de mala calidad, traduciéndose en perjuicio para el trabajador y los miles de usuarios - que como Rebeka Pierre - asisten a diario a servicios de salud público pensando encontrar respuestas a los malestares físicos y psíquicos que viven a diario los trabajadores.