En un enfrentamiento épico, tras remontar una serie puesta en 3-1, LeBron James y los Cavs obtuvieron su primer anillo tras una sequía de 52 años.
Lunes 20 de junio de 2016 13:11
Foto: mercurynews.com
Faltando 53 segundos para la chicharra final, los corazones de las casi 20.000 personas que colmaban la Oracle Arena (y otras tantas en el Fan Fest de Cleveland o detrás de sus televisores) se detuvieron. Mientras la naranja volaba, ese segundo se hacía eterno: Kyrie Irving sellaba el resultado de una final reñida, pelota a pelota, que tuvo de todo.
Pero lo increíble de esta serie no fue simplemente el triple de la victoria, tampoco lo fueron los 4 minutos sin puntos del equipo más anotador de la liga (ni más ni menos que los últimos 4, con el trofeo en juego). Lo que le da un tinte novelesco al desenlace de estas finales es la histórica remontada del equipo de Cleveland, revirtiendo un 3-1 que parecía lapidario y desafiando las apuestas a lo largo y ancho de los Estados Unidos.
El desarrollo del juego fue posiblemente lo que se esperaba de esta instancia definitoria: una contienda tanto a tanto en la que cada pelota era clave y los errores se pagaban caro. Por primera vez en la serie, la conjugación de los aspectos ofensivo y defensivo fue pareja para ambos equipos y la brecha en el marcador no superó en 48 minutos los 7 puntos de ventaja.
El hecho de que los Cavs llegaran a las finales rankeado 10º en eficiencia defensiva le agrega mística a esta victoria, fruto de una excelente lectura del juego Warrior basado en una distribución del balón por fuera del semicírculo hasta obtener un tiro más o menos claro (en gran medida, por parte de los Splash Brothers Stephen Curry y Klay Thompson). Buenas marcas sobre la línea de 3, un aprovechamiento de la superioridad física para evitar los cortes por la pintura, la bajada sistemática de rebotes defensivos y los contragolpes rápidos y certeros parecen haber sido la clave de la victoria para los dirigidos por Tyronn Lue que, al menos a primera vista, logran volver a dar un giro en la forma de jugar la NBA.
Estos últimos años vieron grandes cambios de paradigma en lo relativo a las estrategias de juego y los factores que determinaban el ritmo de la liga. Basta recordar como en su momento, el tridente ofensivo de los Spurs (conformado por Tim Duncan, Tony Parker y Manu Ginobili) quebró con la lógica imperante del juego sumamente físico para dar paso a un nuevo estilo basado en el buen manejo de la pelota y la rápida circulación de la misma hasta encontrar un tirador bien posicionado dentro de la pintura. Luego sobrevino un estilo híbrido en el que predominaban las actuaciones individuales de jugadores estrella (lo que en fútbol se traduce como “la pelota siempre a Messi”), hábiles en la finta, el turnover y la conversión desde cualquier punto del área teniendo referentes como aquel Allen Iverson de los Sixers.
Ya más cerca de la actualidad, desde hace dos temporadas, se venía viendo un giro estratégico que mostraba a los Warriors (un equipo sin el mérito histórico del que gozaban por ejemplo los bulls, los celtics, los magic, etc.) como “los diferentes”, esos que confiando en un juego técnico y preciso en el disparo, combinado con la obtención de rebotes defensivos lograron cristalizar el talento de sus tiradores ganando el anillo de la temporada 2014-2015. La victoria de los Cavs parece estar marcando el retorno al planteo físico que se mantuvo siempre latente, a la espera de jugadores-máquina como James, Irving o Kevin Love.
Finalizado el encuentro, se dio paso a la ceremonia de coronación de los nuevos campeones, que arrojó como MVP a un LeBron James empapado en lágrimas, emocionado por llevar a su primer anillo al equipo que lo viera nacer, allá por el 2003. La foto que ilustra esta nota es la prueba cabal de que la redonda siempre, siempre da revancha.
Juan Ignacio Pascual
Nació en Bahía Blanca. Estudia Historia en la UNS. Es militante de Tesis XI y del PTS.