La esperpéntica votación de la reforma laboral pretende ser utilizada por PP y Vox. La derecha sigue avanzando ante la decepción que genera un gobierno de “izquierdas” que aplica políticas de derecha. Es necesario que la izquierda sindical mantenga el pulso por la derogación de las reformas laborales y lleve la lucha a los centros de trabajo. Contra el malmenorismo que abre la puerta a la derecha, necesitamos una izquierda anticapitalista y de clase
Santiago Lupe @SantiagoLupeBCN
Viernes 4 de febrero de 2022
“Sinceramente, creo que es una buena noticia que esta reforma haya salido adelante. Como ya dije en su momento, consolida todos los elementos centrales de al reformalaboral de 2012 y los convierte, desde ahora, en una consenso compartido desde Vox a Podemos”. Esta es la valoración de Juan Ramón Rallo, economista de derecha y periodista de El Confidencial y La Razón.
Hoy, la derecha que piensa con el bolsillo y no desde el cálculo electoral, está contenta. Rallo enumera esos “elementos centrales” que dejan en mera palabrería los argumentarios de Yolanda Díaz para hacer pasar su reforma como un acuerdo hitórico en favor de las y los trabajadores: “abaratamiento del coste del despido; prevalencia general del convenio de elmpresa (salvo en tablas salariales); posibilidad de descuelgue del convenio sectorial; modificación unilateral de las condiciones contractuales en casos de crisis; ERE sin autorización administrativa”.
La derecha que votó “no” a la revalidación de su reforma
El “no” del PP, Vox y Foro Asturias a esta reforma no era pues por su contenido. El cálculo electoral, la competencia por ver quien está más a la derecha entre Casado y Abascal, y la posibilidad de que una derrota en el principal proyecto de la legislatura acortara su duración, primó más en los aparatos de las principales formaciones de la derecha.
Lo que seguramente no esperaba el gobierno es que su (no) reforma no solo contaría con el apoyo de la CEOE, el Banco Santander o la ministra de Trabajo de Rajoy que impuso la de 2012, Fátima Báñez, sino que debería su aprobación a un diputado del PP que, supuestamente, erró a la hora de emitir su voto telemático.
Alberto Casero, o mejor dicho, “San Alberto Casero”, diputado por Cáceres y desde el 3 de febrero patrón de la patronal, el gobierno “progresista” y la burocracia sindical. Su error corrigió la rebelión de última hora de los dos diputados de UPN. Aunque la derecha navarra había anunciado su sí, para evitar una reprobación de su alcalde de Pamplona, los diputados no quisieron quedarse fuera del bloque del PP, Vox y Foro Asturias en rechazarla.
A punto estuvieron de infringir una derrota al gobierno y encender todas las alertas en Bruselas. No olvidemos que los Fondos NextGeneration están condicionados al refrendo de la reforma de 2012 y la aprobación del Mecanismo RED, una socialización generalizada de las pérdidas de empresas y sectroes en crisis. Pero San Alberto lo evitó.
Lo que hubo detrás de ese error no se sabe y no se si llegaremos a saberlo. Un error humano, un muy poco probable fallo informático, o un “tamayazo” auspiciado por los poderes económicos y el gobierno para corregir el otro “tamayazo” navarro. Pero, fuere como fuere, promete traer tela.
PP y Vox han anunciado que recurrirán a la Mesa del Congreso la votación, a los letrados de la Cámara y hasta al Constitucional si es preciso. La posibilidad de que, otra vez, sea la más elevada casta judicial la que tumbe una medida del gobierno, y nada menos que la medida estrella de la legislatura, podría abrir una crisis no solo de gobierno, sino institucional, sin precedentes. Hay que ver si llegan tan lejos, y sobre todo si la casta judicial llega tan lejos.
La victoria amarga del gobierno “progresista”
Los 40 segundos en los que la reforma laboral quedó derogada, hasta la correción de los servicios de la Cámara anunciada por Batet, removieron el estómago hasta a muchos socios de la investidura que habían votado en contra. ERC y EH-Bildu se mantuvieron en el no y en la denuncia de la reforma como un “fraude” o que daba la espalda a la “lucha de una década del sindicalismo combativo”. Pero en las mismas intervenciones tanto Rufián como Matute, se apresuraron a tender la mano al gobierno y a prometer que tratarían de recomponer el bloque para sostenerlo. Tal y como han hecho hasta ahora aprobando otras políticas social-liberales como los Presupuestos o la reforma de pensiones.
Finalmente, el gobierno logró una victoria muy amarga y costosa. La recomposición del bloque de la investidura es una necesidad imperiosa para él, visto que no hay otra mayoría alternativa en términos aritméticos. El apoyo de Cs fue, podríamos decir, un último servicio antes de su previsible desaparición, pero no al PSOE, sino a sus padrinos del IBEX35 que esperaban la aprobación de la reforma. Recomponer el bloque de 2020 será cada vez más complejo, sobre todo con ERC, con elecciones municipales a la vista en poco más de un año y la voluntad firme del PSOE de no ceder ni una coma en la cuestión catalana.
Unidas Podemos, y su próxima candidata especialmente, Yolanda Díaz, han quedado retratados ante una porción importante de su base social como la izquierda del “no, se puede”. Bendiciendo el pacto social con la patronal, dándole a los grandes empresarios, esos “a los que nadie ha votado pero votan todos los días” como decían ellos mismos hace apenas 2 años, un poder de veto absoluto y teniendo que agradecer a la derecha de Cs, y hasta a San Alberto Casero, su apoyo en el Congreso.
El neorreformismo, cada vez menos neo, tiene enormes dificultades para vender su relato ante la oposición de la izquierda sindical, los sindicatos vascos, gallegos y catalanes, una parte de sus socios parlamentarios por la izquierda y una porción, prqueña pero significativa, de periodistas o figuras que hasta ahora bendecían o justificaban todos los sapos tragados para seguir en Moncloa. El proyecto Yolanda Díaz puede terminar en reditar los viejos resultados y la irrelevancia de la vieja IU de la que proviene la ministra.
El mal menor sigue abriéndole el camino a la derecha
Por otro lado, la derecha de PP y Vox usará el esperpento de la votación para agitar, todavía más, el fantasma destituyente y ver si es posible un adelanto electoral. El fracaso y la decepción de la izquierda reformista en el poder junto a los social-liberales de siempre, promete seguir abriéndole el camino a la derecha más reaccionaria. El mal menor es el camino más seguro para avanzar progresivamente casillas hacia un mal todavía mayor.
La lógica malmenorista que enarbolan como ninguno los socios de “izquierda” del gobierno - tanto los que votaron que sí, Más País y BNG, como los que se opusieron pero para volver a ofrecerse como sostén desde el día siguiente, ERC, EH-Bildu y BNG – es el mejor aliado para que la derecha pueda tomar en solitaria la bandera de la oposición a este gobierno y, para seguir con el esperpento, a la reforma laboral de Garamendi y Ana Botín.
La izquierda sindical debe seguir desarrollando la movilización y organización para derogar las reformas laborales
La aprobación del Real Decreto no debería poner fin a la movilización iniciada en las últimas semanas por parte de la izquierda sindical y el sindicalismo vasco, gallego y catalán. Las diferentes confluencias para la unidad de acción han demostrado que se puede superar la tradicional atomización y presentar una voz alternativa al discurso, oficial y hegemónico en la mayoría de las empresas, de las direcciones de CCOO y UGT.
Las manifestaciones celebradas, aunque modestas, pueden ser un primer paso de la imprescindible recuperación de la movilizació, después de años de pasivización impuesta por esas mismas burocracias sindicales y la izquierda del “cambio” que trabajó para desactivar la calle y poder gobernar tranquila.
El rechazo a esta reforma laboral, que pasa por pelear por la derogación total de las reformas laborales anteriores, empezando por las de 2010 y 2012, tiene que seguir siendo un eje articulador de esta unidad de acción. Trasladarla a las empresas y sectores, empezando por aquellos lugares donde este sindicalimso tiene más peso, para llevar adelante una gran campaña de contrainformación contra el relato “progresista” y de la burocracia sindical y la demagogia de la derecha, que permita que la clase trabajadora pueda expresar su opinión sobre las reformas que hoy Unidas Podemos asume como parte del nuevo consenso al que se refería el economista Rallo.
A la vez es clave amplificar las fuerzas, buscanco confluir con sectores de CCOO y UGT que se opongan a la enésima entrega de sus dirigentes. Promoviendo asambleas, reuniones de activisastas y los organismos necesarios para que las movilizaciones no sean solo manifestaciones de unos centenares en las calles del centro, y se trasladen a los centros de trabajo con paros, acciones y un fortalecimiento de la organización para enfrentar despidos, EREs, descuelgues de convenio, aplicación de los de empresa a la baja...
Frente a la izquierda que nos condena a la resignación: construyamos una izquierda anticapitalista y de las y los trabajadores
Pero la pelea contra el falso relato “progresista” y la derecha que se beneficia de él es también una pelea en el terreno político. Construir una alternativa política desde la izquierda y la clase trabajadora es fundamental para enfrentar los ataques y el avance de la derecha. Una izquierda que supere a la “izquierda” que nos condena a la resignación y a perpetuar la precariedad.
Que rechace cogobernar con los social-liberales, y también ser su soporte parlamentario como hace EH-Bildu o hizo el Bloco d’Esquerda en Portugal, con los resultados que hemos visto en las últimas elecciones, o proponen aquí desde Anticapitalistas. Que sea por tanto independiente de las diferentes variantes reformistas, y también, a diferencia de la "mano estendida" de la CUP hacia el procesismo, de las formaciones burguesas o pequeñoburguesas que como JxCat o ERC enarbolan un discurso antirégimen para acabar claudicando ante él y aplicando las políticas neoliberales de siempre.
Que defienda y pelee por un programa que resuelva realmente los grandes problemas sociales, sin detenerse en la pleitesía y respeto ante la patronal y las grandes fortunas del que Yolanda Díaz ha hecho gala. Que luche por acabar con todo el legado de precariedad y la derogación de todas las reformas laborales, por medidas como el reparto de horas sin reducción salarial, la prohibición de las subcontrataciones y los despidos, la nacionalización de las empresas estratégicas y aquellas que cierren o despidan, bajo control de sus plantillas y políticas que se opongan con hechos al veneno del racismo o el españolismo como el fin de las leyes de extranjería o la defensa del derecho de autodeterminación.
Y sobre todo que asuma que la centralidad pasa por el desarrollo de la organización y movilización de la clase trabajadora, la juventud y los sectores populares, para lo que llevar hasta el final peleas como la de la derogación de las reformas laborales se convierten hoy en tareas de primer orden.
Santiago Lupe
Nació en Zaragoza, Estado español, en 1983. Es director de la edición española de Izquierda Diario. Historiador especializado en la guerra civil española, el franquismo y la Transición. Actualmente reside en Barcelona y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.