Sergio Zacaríaz apareció muerto de frío a pocas cuadras de la Casa Rosada y de un barrio de lujo casi deshabitado. Casas sin gente, gente sin casas. ¿Cómo terminar con tanta irracionalidad?

Lucho Aguilar @Lucho_Aguilar2

Federico Puy Docente | Secretario de Prensa Ademys
Lunes 1ro de julio de 2019 22:01
Fotos: Enfoque Rojo y @lafuerzadelosfuertes
Empecemos la historia por otra parte. Estamos en el Boulevard Cecilia Grierson de Puerto Madero. Frente a nosotros se levanta imponente el Madero Riverside. Las revistas especializadas se deslumbran. “La climatización del edificio se desarrolla mediante sistemas VRV (Volumen de refrigerante variable); el agua se calienta mediante paneles solares; los artefactos sanitarios y griferías eficientes de bajo consumo posibilitan la reducción en consumo de agua. Además, cumple con las modernas normativas de E.E.U.U, maximizando la seguridad de los habitantes con un sistema inteligente de detección y aviso de incendios” (Green Group Consulting).
Impresionante. A los costados sobresalen otros edificios. Compiten con el Riverside en modernidad y comodidades. Al recorrer sus frentes salta a la vista que la mayoría de las persianas y cortinas están cerradas. Viviendas inteligentes, pero sin gente.
Ahora caminamos unos minutos. Son 6 cuadras nomás. Una carpa de la Policía de la Ciudad tapa una bolsa que tapa un cuerpo. El cuerpo de Sergio Zacaríaz. No tenía casa ni ningún sistema de climatización. A Sergio el Estado lo abrigó cuando ya no tenía sentido. De pura vergüenza. Cuando se fueron, el pibe del puesto de flores dejó un ramo para Sergio.
600 metros resumen el contraste brutal de la ciudad más rica.
De un lado, el lujo. Del otro, la pobreza más extrema.
De un lado, las nuevas tecnologías que permiten mejorar la calidad de vida. Del otro, un ser humano peleándole con una frazada a la muerte. Cada noche, como si fuera hace 200 años.
De un lado, un barrio con el 70% de su capacidad deshabitada. Del otro, miles de personas que viven en la calle.
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Los números del contraste
En 2017 se hizo el último censo de personas en situación de calle para la Ciudad. Lo realizaron el Ministerio Público de la Defensa y la Defensoría del Pueblo. Contaron 5900 personas en esa condición, 4400 durmiendo en la calle y 1500 en paradores. La mayoría no tenía trabajo fijo ni planes sociales, sobrevivía con changas. Los más optimistas calculan que a esta altura el número se acerca a 8000, porque el número crece al ritmo de la crisis. Según las organizaciones de voluntarios, en la ciudad mueren entre 80 y 90 personas cada por año por vivir en esas condiciones.
Pero hay al menos 20 mil personas "en riesgo", con un pie afuera de sus hogares por el costo de los alquileres o la falta de pago por parte del gobierno porteño de los subsidios habitacionales que reciben.
Los fríos números, no terminan ahí. Más de un millón de personas tienen “necesidades habitacionales”. Viven hacinados en villas, asentamientos u hoteles precarios. Según la Defensoría del Pueblo, el 70 % de las familias inquilinas de la Ciudad de Buenos Aires queda por debajo de la línea de pobreza después de cubrir los gastos de vivienda.
A esa precariedad se suma la situación de los servicios básicos. Cerca del 50 % de la población porteña sufre “pobreza energética”, o sea que gasta buena parte de sus ingresos en pagar los servicios, o limita su consumo al no poder pagarlos.
¿Y cuál es la contracara de la ciudad de los Sergios? El último censo del INDEC dice que en la Ciudad hay 340 mil viviendas deshabitadas. Según el gobierno porteño, no todas son para uso familiar. Es posible también que una parte no esté destinada a la especulación inmobiliaria. Pero hasta el más pesimista reconoce que hay al menos 200 mil viviendas sin habitar. Los barrios con más viviendas ociosas son Belgrano, Nuñez, Palermo, Recoleta y Puerto Madero. También son las que tienen valores más altos por metro cuadrado.
Casas sin gente, gente sin casas. Miles.
Puerto Madero es el símbolo más impactante de esa contradicción. La Corporación Puerto Madero calcula que en esas 170 hectáreas viven hoy solo 13 mil personas. Empresarios, jueces, fiscales, sindicalistas y hasta un candidato a presidente. Más del 70% del espacio de los edificios está deshabitado. A pocos metros de donde termina el barrio cheto empieza una de las villas más grandes de la ciudad. En “la 31” viven cerca de 50 mil personas en solo 32 hectáreas.
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Invertir las prioridades
Cada invierno decenas mueren trabajando en los campos, durmiendo en la calle o víctimas de “tragedias” totalmente evitables, como pasó hace pocas semanas en Ituzaingó.
Cerca de Puerto Madero y de Vaca Muerta también. Lo denunció también este martes Raúl Godoy, “cerca de la segunda reserva mundial de gas, más de 21.000 hogares utilizan garrafas y por lo menos 2000 hogares utilizan leña para cocinar y calefaccionarse con temperaturas bajo cero”.
Cada una de esas denuncias, de esas noticias que nos sacuden, son el símbolo más claro del sistema en que vivimos. Donde la vivienda y los alquileres se hacen inaccesibles por la especulación inmobiliaria, donde los servicios básicos no son un derecho sino un negocio capitalista. Y cuando un sistema le impone a Sergio y a millones condiciones de vida que les hacen imposible subsistir, estamos ante un crimen social.
Mientras tanto, la entrega de la ciudad a los especuladores no tiene freno. En pocas semanas se estará tratando en la Legislatura Porteña el proyecto de Horacio Rodríguez Larreta para vender 12 predios para pagar deudas, entre ellos el que forma parte del denominado Barrio Padre Carlos Mugica, más conocido como Villa 31 de Retiro. A esos lotes se le suma parte del Mercado de Hacienda en Mataderos. “Es todo un cuento para hacer negocios. Nada nos garantiza que no vendan nuestras casas”, denuncian los vecinos.
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La tradición del PRO es garantizar grandes negociados con terrenos públicos, como los que han favorecido a Nicolás Caputo y sus amigos de la patria contratista. Negociados que, casi siempre, cuentan ayuda de votos peronistas. Patricio del Corro, legislador del Frente de Izquierda denunció que “no hay ninguna política habitacional para solucionar este tema, mientras que los millones de dólares que se invierten en la construcción van siempre a los mismos bolsillos. Hoy sigue habiendo más de 300.000 viviendas desocupadas en la Ciudad y los alquileres se llevan cada vez una parte más grande de los salarios de los porteños.”
No es Buenos Aires, no es el invierno. El problema es quienes la gobiernan. Hay que invertir las prioridades. Como plantea el Frente de Izquierda-Unidad, la plata de la deuda tiene que ir para trabajo, salario, salud y vivienda. Hay que anular los tarifazos y nacionalizar todo el sistema energético bajo administración obrera y popular. Y poner en marcha un plan nacional de viviendas populares de calidad y de urbanización de las villas y asentamientos, financiado con impuestos progresivos a las viviendas ociosas de los especuladores inmobiliarios.
Primero nuestras vidas.

Lucho Aguilar
Nacido en Entre Ríos en 1975. Es periodista. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas desde 2001. Editor general de la sección Mundo Obrero de La Izquierda Diario.