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Red Internacional
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ELECCIONES 23J. No queremos resignarnos al "mal menor", queremos luchar

Apenas queda un mes para las elecciones generales y ya comienza a notarse el efecto que anticiparon las elecciones autonómicas y municipales: la derecha se ha consolidado en gran parte de los parlamentos y gobiernos. Y no solo es un efecto visible en los porcentajes electorales: es una tendencia visible en la propia sociedad.

Lunes 19 de junio de 2023

El discurso de la derecha ha irrumpido con fuerza en los últimos años, sobre todo en sectores de la juventud, pero también en sectores populares y en la misma clase trabajadora. En los últimos años, hemos visto como aumentan los discursos de odio contra las personas migrantes o contra el colectivo LGTBI, como hay amplios sectores que rechazan el feminismo, incluso sectores reaccionarios donde el nacionalismo y las ideas nostálgicas de la dictadura franquista han calado profundamente.

Los sectores de izquierdas se ven impotentes ante esta situación y la desesperación vuelve a llamar a la puerta en la convocatoria electoral. Otra vez, como ya ocurrió hace 4 años, el PSOE y ahora los neorreformistas agrupados en Sumar vuelven a llamarnos a la puerta a la juventud de izquierdas, de los trabajadores, de las personas LGTBI, de las mujeres feministas, de los sectores populares… porque hace falta votarles para parar “el fascismo”, aunque nos hayan ignorado por 4 años. Porque la extrema derecha viene con fuerza y la única forma de pararles es yendo todos a depositar su papelito en la urna, para que vuelvan a salvarnos. O así nos lo venden por lo menos.

Entiendo y empatizo con el miedo que puede producir la derecha y la extrema derecha. Pero si pensáis que con un porcentaje electoral se les para, estáis muy equivocados. La única defensa efectiva a nuestros derechos es el desarrollo de la lucha de clases y de la autoorganización, que sea capaz de parar tanto a los fachas más reaccionarios que difunden discursos de odio contra los oprimidos; como a los patrones que nos explotan. Por eso es importante plantear dos cuestiones. En primer lugar, debemos preguntarnos por qué ha crecido la derecha y la extrema derecha. Y en segundo, pensar qué debemos hacer, qué camino seguir para revertir esta situación.

Lo cierto es que tras 4 años de gobierno "progresista", la extrema derecha se ha fortalecido. Y Vox no crece solo por fuerza propia: toda la coyuntura está más a la derecha. Esto se refleja sin ir más lejos en estas últimas elecciones: Unidas Podemos firmaba su sentencia de muerte, desapareciendo de casi todas las representaciones parlamentarias. Las CUP en Catalunya caían también en porcentaje de votos. De toda la izquierda, tan solo tuvo un éxito relativo a nivel electoral EH Bildu y Más Madrid y su consolidación se explica también por un giro cada vez más grande de estos partidos a la derecha. Hasta los bastiones de los “ayuntamientos del cambio” como Cádiz, de Anticapitalistas, o Barcelona, de los Comunes; acabaron perdiendo los comicios.

¿Y por qué ha ocurrido esta derechización entonces? Muy sencillo: cuando una izquierda de mentira aplica medidas de derecha, la derecha crece. O, dicho en otras palabras: cuando un gobierno que se vende como progresista y de izquierdas aprueba los presupuestos más militaristas de la historia reciente, manda armamento a una guerra imperialista y refuerza la posición del imperialismo español en organismos como la OTAN está avalando desde la izquierda el militarismo, la guerra y el imperialismo español.

Cuando un gobierno “de izquierdas” aprueba una reforma laboral calcada a la del PP, que blanquea la temporalidad y no resuelve la precariedad, vendiéndola como toda una victoria para los trabajadores, legitima una reforma que tan solo ahonda en la miseria de la clase trabajadora. Ya ni hablemos de la promesa de derogar la ley Mordaza, que se ha aplicado más en esta legislatura que en ningún otro gobierno.

Es decir, que cuando un gobierno que dice ser de izquierdas aplica medidas que podría perfectamente aplicar Meloni en Italia o Macron en Francia, no solo está aplicando medidas que perjudican a la clase obrera, a los sectores oprimidos y a los jóvenes; sino que las legitima y las hace pasar por medidas de izquierda.

Después nos dicen que ellos son el dique de contención contra la derecha. ¡Pero si Ada Colau acaba de darle la alcaldía de Barcelona al PSC, pactando con el PP, para que no gobierne Trías! O sea, un pacto para que haya un gobierno que aplicará políticas de derechas y españolistas, para oponerse a otro gobierno también de derechas de los exprocesistas. Y cuál fue el precio del apoyo de los Comunes a Collboni: ¡51 altos cargos y 3,8 millones en sueldos! Como dice nuestra compañera Lucía Nistal, "la lógica del mal menor es un callejón sin salida".


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La gente no es tonta, como muchas veces quiere reflejar el típico argumento cuñado de “disfrutad lo votado”. Hay mucha frustración acumulada porque desde la crisis de 2008 las condiciones económicas y sociales de la mayoría de la clase trabajadora han sido una soberana mierda. Y lejos de haber mejorado, se han atacado a los servicios públicos, las subvenciones, las becas, las condiciones laborales… mientras los bolsillos de los grandes empresarios españoles se seguían llenando tras la última crisis.

La juventud nos enfrentamos a la falta de futuro, a la precariedad, a una educación infrafinanciada y desigual… y no solo conformes con eso, se ha criminalizado más que nunca el ocio y nuestra expresión con multas y presencia policial en los barrios y en las universidades.

Y naturalmente, si lo que muestra la mal llamada “izquierda” es todo esto, la gente comienza a votar a la derecha. Es lo que explica que la derecha más cuñada, institucional y sistémica como Vox sea vista por miles de chavales jóvenes como la alternativa rebelde. Ser de derechas es lo guay, frente a una izquierda impotente incapaz de resolver nada. Irónicamente, la izquierda “útil” es totalmente inútil tanto para mejorar las condiciones materiales de la clase trabajadora y de la juventud como para parar el crecimiento de la derecha.

Pero la izquierda institucional no es simplemente pasiva ante nuestros problemas, sino que activamente atenta contra la respuesta. No es solo un mal menor que hace reformas que podrían ser mejores: es una fuerza que ataca activamente la autoorganización de los trabajadores y la protesta social, que son las verdaderas herramientas que garantizan cualquier derecho o mejora.

El desvío institucional de todo el movimiento del 15M que se materializó en la creación de Podemos y la entrada en el gobierno con el PSOE, además de crear falsas expectativas y de desviar el descontento social, integró a esta “nueva izquierda” en el régimen y de forma consciente este gobierno ha perjudicado cualquier tipo de respuesta ante el mismo.

Fue la policía de este gobierno, que se abandera de defender los derechos LGTBI, la que nos molió a palos a los jóvenes cuando salimos a las calles en repudio al asesinato LGTBIfóbico de Samuel. Fue este gobierno el que prohibió el 8M cediendo a presiones de la derecha e identificó a las feministas que desafiaron esa prohibición. Fue este gobierno, el que paseó decenas de tanquetas por las calles de Cádiz cuando los obreros del metal se pusieron en huelga. Y ha sido este gobierno, el que en coordinación con la policía marroquí, ha permitido el asesinato de cientos de migrantes en Melilla, fortaleciendo la política migratoria de la UE y vendiendo por si fuera poco el Sáhara a Marruecos.

Y este gobierno no solo actúa de forma directa para atacar la movilización. Puesto que cuando ellos están, casualmente los sindicatos como CCOO y UGT no convocan huelgas. Mientras el resto de Europa está en las calles, con luchas y huelgas históricas en Gran Bretaña, Alemania o Francia, en España reina la pasividad. ¿Para qué hace falta una huelga general si ya está Yolanda Díaz pactando una subida del salario mínimo con los sindicatos y la patronal (aunque sea ínfima)? ¿Para qué hace falta el movimiento feminista si ya está Irene Montero en el Ministerio de Igualdad “acabando con el patriarcado”? Y de esta forma, las ramas ligadas al gobierno en los movimientos sociales, en el movimiento estudiantil y las direcciones sindicales tratan por todos los medios de dividir, separar o impedir la protesta contra su gobierno, porque al gobierno progresista “no se le toca”.

Y tras haber olvidado de que el cambio nunca se ha logrado por arriba y que una izquierda no puede construirse solo de discurso, nos vemos ante el panorama desolador de la impotencia y la desmovilización ante una extrema derecha envalentonada.

Hay que recordar las herramientas que tenemos la clase trabajadora, las mujeres y la juventud para afrontar a la extrema derecha y sobre todo avanzar en acabar con este sistema: la organización, la movilización, la huelga general, la revuelta…

Porque por mucha verborrea que suelten Errejón o Yolanda Díaz sobre las horas de trabajo, quienes lograron la jornada de 8 horas que tenemos actualmente fueron los trabajadores en 1919 con la Huelga de la Canadiense, que paró por completo el país y solo ellos pueden volver a conseguir bajarla. Porque el derecho al aborto no lo garantiza una ley que puede ser tirada por cualquier gobierno cuando le interese, sino las miles de mujeres que salieron cuando la legislatura del PP trató de revertirlo. O en Argentina, que fue la fuerza de las mujeres en las calles quienes precisamente lograron que se aprobase el aborto, parando el país.

Tampoco a las personas LGTBI se nos han regalado nada y la única forma en la que logramos que se pusieran nuestros derechos en agenda fue a pedradas y quemando los coches de la policía en Stonewall, o en las movilizaciones en la Transición en España. Es cuestión de supervivencia volver a retomar la tradición de lucha de la clase trabajadora y de los sectores oprimidos. La izquierda no se puede construir en un discurso vacío, debe haber una fuerza material que sea capaz de enfrentarse a los capitalistas y a los reaccionarios y que evite que sigamos retrocediendo y amenazados.

Pero, además, es necesario construir una alternativa política distinta a los neorreformistas que nos han llevado a esta situación. Necesitamos una alternativa que realmente represente a la clase trabajadora y a los sectores oprimidos, que pelee por las demandas de las grandes mayorías sociales y de la juventud allá donde esté. Una alternativa que se presente a las elecciones, como tribuno del pueblo, para denunciar las miserias que sufrimos y alentar la lucha, sin abandonar nunca las calles.

Para ello, nos proponemos desde la CRT la construcción de un partido revolucionario, que pelee por una perspectiva verdaderamente socialista. No queremos una izquierda de mentira, queremos una izquierda con independencia de clase, que no se alíe con nuestros enemigos y que defienda las demandas y la organización de la clase trabajadora. Una izquierda que no pacte por arriba convenios de miseria y leyes deficientes, sino que retome la tradición de lucha y trate de llevarla hasta el final. Una izquierda que hace falta para dejar de vivir en la derrota permanente, porque queremos tomar el cielo por asalto.

Hace falta una izquierda que se proponga ganar. Votar a los mismos que nos llevan a un futuro de miseria y a que siga fortaleciéndose la derecha no es el camino para hacerlo. No somos conformistas: queremos construir una izquierda socialista y revolucionaria, para luchar y para vencer.