Desde los años 90 el actual ladero de Alberto Fernández integra gobiernos que pagan hasta el último peso de deuda ilegal y fraudulenta. Ahora usa el “ejemplo” de Portugal para seguir chamuyando.

Daniel Satur @saturnetroc
Lunes 9 de septiembre de 2019 23:11
El diputado nacional de Red por Argentina, Felipe Solá, viajó la semana pasada junto al candidato a presidente del Frente de Todos Alberto Fernández en su gira por España y Portugal. A su vuelta, este lunes, el dirigente peronista hizo algunas declaraciones de campaña.
Entrevistado por El Destape Radio, Solá dijo que en España tuvieron “una cena larga con gente que representa el 50 % del PBI español: banqueros, telefónicas, de turismo”. El objetivo de ese encuentro, dijo, era que los capitalistas españoles vieran “quién es Alberto Fernández” y sepan cuán lejos está el peronismo de querer parecerse al chavismo.
“El que dice que nos vamos a aislar del mundo quiere contribuir a la idea de Alberto Fernández-Venezuela que usa tanto en la campaña Cambiemos. No hay nada más diferente a la realidad”, agregó el diputado.
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Salsa portuguesa
Una de las afirmaciones más llamativas de Solá fue respecto a lo que él llama el “ejemplo portugués”, en especial al gobierno de António Costa, con quien se encontró en Lisboa en el marco de la gira de Fernández.
“El ejemplo de Portugal es que no hay que hacerle caso al FMI. Que hay que aumentar los sueldos y poner a girar la rueda”, dijo Solá tras llegar de la gira por el sur europeo.
“Portugal tenía un drama, el Gobierno anterior siguió el programa del FMI. Y António Costa cambió la economía de Portugal”, remarcó el exfuncionario menemista-duhaldista-kirchnerista-massista y ahora albertista.
En este diario ya se analizó a fondo el supuesto “ejemplo” (e incluso para algunos el “milagro”) portugués. En el artículo de Ideas de Izquierda “Los usos de Portugal en la crisis argentina”, Esteban Marcatante dice que “se comprende la importancia que le dan al caso portugués, elevado por los más afiebrados a la categoría de ‘milagro’, a pesar de que su economía apenas llegó a crecer 2 % al año después de haber perdido 7 % de su tamaño entre 2010 y 2013, y de que dejó a la juventud completamente tirada”.
En rigor, el gobierno de Costa no se caracterizó precisamente por “no hacerle caso al FMI” sino por hacer todo lo que el FMI le permitió hacer luego de asegurarse la realización de un ajuste brutal sobre la economía portuguesa. Claro, como el grueso de ese ajuste se hizo antes de que Costa llegara al gobierno, no es su nombre el que quedó estampado como el más ajustador de todos.
Pero si Portugal es “ejemplo” de algo, no es precisamente de haber “relajado” las metas de ajuste renegociando acuerdos stand by como el contraído por la administración Macri. Por el contrario, Portugal es un ejemplo de que primero hay que contentar al FMI para después poder pensar, en todo caso, en algo así como una “reactivación”.
Costa se benefició directamente de los efectos del ajuste previo. Disminución de sueldos del sector público de hasta 12,5 %, extensión de su jornada de 35 a 40 horas semanales, privatizaciones en gran escala, aumento del IVA de 10 % a 23 % y extensión de su alcance. A los trabajadores que ganaban más que el mínimo les recortaron la mitad del ingreso adicional de fin de año. En 2013 aumentaron la edad jubilatoria y aplicaron nuevos impuestos a los pensionados.
También se aplicó una agresiva reforma laboral, reduciendo indemnizaciones por despido, pagos por horas extra, tiempo de subsidio de desempleo y días de vacaciones, entre otros ataques al ingreso de la clase obrera.
Recién después de ese proceso de ajuste (para 2013 el PBI llegó a ser 7 % menor al de 2010 y le desempleo rozó el 18 %) el FMI, el Banco Central Europeo y la Unión Europea consideraron que Portugal había cumplido sus metas de déficit cero y ya no necesitaba asistencia financiera.
El régimen político portugués festejó y Costa apareció para “reactivar” la economía. Pero tal “reactivación” no fue más que un famélico crecimiento económico: 1,9 % en 2016, 2,8 % en 2017 y 2,1 % en 2018.
Curiosamente (o no tanto) ni Felipe Solá ni Alberto Fernández dicen una palabra de todo eso. Ni la economía portuguesa se “reactivó” tanto ni las políticas aplicadas, como el aumento del salario mínimo, revirtieron la caída previa. No solo no se recuperó todo lo perdido sino que tampoco se desandaron las reformas estructurales iniciadas a pedido del fondo. Como ejemplo de un “modelo progresista”, es un verdadero chantaje.
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¿En serio lo decís, Felipe?
Pero el chantaje es doble. No solo el modelo portugués no aplica a las “desobediencias” pregonadas por Solá, sino que él mismo es una muestra de respeto a ultranza al FMI y demás acreedores internacionales.
El 17 de diciembre de 2005, siendo gobernador de la provincia de Buenos Aires, Solá saludó rabiosamente la decisión “soberana” de Néstor Kirchner de pagarle sin chistar hasta el último centavo al Fondo. Al mismo FMI que había digitado las políticas nefastas de las décadas previas y al que todos los gobiernos se dedicaron a rendir pleitesía.
En aquel momento Solá estaba terminando de negociar con varios fondos buitres (que eran acreedores de la provincia) una “quita” para poder pagarles y asegurarse la posibilidad de volver a endeudarse. Según él mismo afirmó entonces, para poder negociar esa quita fue fundamental que Kirchner le hiciera caso al FMI.
“Creemos que la decisión del Gobierno de cancelar la deuda con el FMI ayudó”, dijo el gobernador Solá al anunciar los resultados del canje de la deuda provincial. ¿Qué era eso si no hacerle caso al Fondo lisa y llanamente?
Pero además no hay que olvidar que Solá fue secretario de Agricultura, Ganadería y Pesca de Carlos Menem en los años 90, etapa en la que Argentina era “ejemplo” en el mundo de obediencia extrema para con el FMI, en Banco Mundial y demás organismos. Desde ese cargo hizo un aporte fundamental a la llamada “revolución tecnológica” en el campo, siendo el responsable de autorizar el ingreso de la soja RR (transgénica) que dio inicio al brutal proceso de sojización en todo el país.
Ese aporte al agropower le permitió tejer lazos estrechos con las patronales agrarias, un capital del que hace uso hasta el día de hoy en su carrera política.
Solá, el compañero de giras de Alberto Fernández, es un experto en mentiras y chamuyos. Ahora dice que no hay que hacerle caso al FMI poniendo como ejemplo a uno de los países que más caso le hicieron al Fondo. Si no fuera uno de los personajes destinados a cumplir un rol importante en el próximo gobierno, daría risa. Pero no, escucharlo da más bien miedito.

Daniel Satur
Nació en La Plata en 1975. Trabajó en diferentes oficios (tornero, librero, técnico de TV por cable, tapicero y vendedor de varias cosas, desde planes de salud a pastelitos calientes). Estudió periodismo en la UNLP. Ejerce el violento oficio como editor y cronista de La Izquierda Diario. Milita hace más de dos décadas en el Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) | IG @saturdaniel X @saturnetroc