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Red Internacional
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PODCAST | Reproducción Insistida: lesbofobia y machismo en la fecundación in vitro

Reproducimos el segundo capítulo del podcast "Reproducción Insistida" de Isabel Cruz. En primera persona y desde una mirada sociológica crítica y anticapitalista aborda las técnicas de reproducción asistida, el negocio que se esconde detrás y como la precariedad obliga cada vez más a posponer la maternidad de muchas mujeres a sus límites biológicos.

Viernes 28 de junio de 2024


Hola a todas.

Me llamo Isabel Cruz y, como sabéis, estoy sometiéndome a un tratamiento de Fecundación In Vitro. Este tratamiento lo estoy haciendo con mi pareja, que a su vez es mujer. Nosotras, en un primer momento intentamos ser madres por el método ROPA, que viene a ser un in vitro compartido, ahora os lo contaré mejor. La cuestión es que, así es, nosotras aspiramos a formar una familia de ésas que llaman “no tradicional”.

La Reproducción Asistida posibilita diferentes modelos de familia, y no simplemente porque permita que biológicamente la concepción sea distinta al coito, sino porque da una cobertura legal y jurídica, un libro de familia que recoge la realidad de esa familia, que da derechos a las parejas de mujeres o madres en solitario y, sobre todo, que protege a las o los menores a cargo. Pero, para entender los cambios de la Reproducción Asistida y los cambios en su uso a lo largo del tiempo en este especial de la semana del Orgullo LGTBI, hagamos antes un pequeño repaso sobre los orígenes de la Reproducción Asistida, que no buscaban fomentar otra cosa que no fuera la familia tradicional.

La Reproducción Asistida, como concepto, venía a dar respuesta a aquellos matrimonios en edad fértil que tuvieran algún tipo de dificultad para tener descendencia. Estas dificultades muchas veces eran consecuencia de problemas médicos, como las conocidas endometriosis o disfunción eréctil. En ese momento, la Reproducción Asistida era entendida como un tratamiento médico para, digamos, “curar una enfermedad” que sufría alguno o ambos miembros del matrimonio. Y la Reproducción Asistida, además, era una opción que protegía la familia tradicional, puesto que la opción de buscar a otra persona con la única finalidad de procrear abría la puerta a un escenario incierto y potencialmente inestable para esa familia o incluso disidente para el sistema. Con el paso del tiempo, sin embargo, las parejas heterosexuales en edad fértil podían no estar casadas para acceder a estos tratamientos o, incluso, no tener una relación sexo-afectiva: simplemente ser amigos y padres.

Al mismo tiempo que la legislación se volvía más laxa, lo que sucedió también es que desde el movimiento feminista hubo mujeres en solitario o en pareja con otra mujer y en edad fértil que empezaron a solicitar laxitud: querían esos mismos tratamientos. Total, por decirlo de forma simple, la aportación biológica del hombre se da como parte de la concepción, y es la mujer quien, no sólo tiene un papel en esa concepción, sino que es quien gesta y quien pare, por lo que técnicamente la medicina puede aplicar esa misma tecnología para mujeres a falta de un hombre. El problema, sin embargo, ha sido (y sigue siendo) político, y es que, cuando no hay padre, la ley de pronto se vuelve más complicada; o más machista y más lesbófoba.

Resulta que, a pesar de que técnicamente esta reivindicación feminista era posible, los derechos sexuales y reproductivos excluían a las mujeres en solitario o en pareja con otra mujer de los tratamientos de Reproducción Asistida. Dicho en otras palabras: nos estaban diciendo que ese derecho, en realidad, estaba supeditado a la presencia de un hombre, pues el hombre era el que posibilitaba que la mujer pudiera ejercer sus derechos sexuales y reproductivos. En realidad la ley nos decía que era el hombre quien tenía derecho a tener hijos. Es fuerte, ¿eh? Pues esto en España fue así hasta 2016: en la Seguridad Social sólo tenían derecho a tratamientos de Reproducción Asistida aquellas parejas heterosexuales que tuvieran dificultades para procrear. Repito: 2016.

Pero hay muchas más cosas que chocan de pleno con los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres en este sistema patriarcal y, para entenderlas, hablaré de los tipos de Reproducción Asistida que existen, que básicamente unos son denominados como “técnicas de baja complejidad” y, los otros, como “técnicas de alta complejidad”:


Las técnicas de baja complejidad son dos:

a. El coito programado, que consiste en sincronizar las relaciones sexuales con la ovulación de la mujer para aumentar la probabilidad de embarazo

b. Y la inseminación artificial, que consiste en introducir una muestra de semen en el útero: técnicamente es lo mismo que un coito, pero sin el coito.


Las técnicas de alta complejidad, por otra parte, son esencialmente una y todo lo que la rodea: la fecundación in vitro.

Estas técnicas de alta complejidad dan respuesta a situaciones que, a su vez, podríamos llamar “de mayor complejidad”; a diferencia de las técnicas de baja complejidad en las que los gametos se unen de forma aleatoria. En las técnicas de alta complejidad veremos que, precisamente, eso es lo que se evita. Como no soy médica, ni bióloga, ni embrióloga, hablaré como paciente: la fecundación in vitro consta de 4 fases, a cuál peor:

a. En primer lugar tenemos la estimulación ovárica, que consiste en hormonarse con estrógenos vía oral e inyectable durante unas 2 semanas y hacer todo un seguimiento folicular durante ese ciclo para decidir el momento óptimo para la extracción de los folículos, en los que se hallan los óvulos.

b. La segunda fase es la punción: se trata de una intervención en quirófano bajo anestesia general, en la que te atan a un potro -con suerte, cuando ya estás dormida- y te aspiran por dentro todo lo que haya que aspirar. El resto del día es probable que sangres. No es doloroso, pero es molesto.

c. Tras esto, llega la tercera fase: hacer el recuento general de óvulos y el de cuántos de estos son maduros. A partir de aquí, como paciente la relación ya no es tanto con ginecología, sino que pasa a ser con el laboratorio: los óvulos maduros serán los óptimos para ser fecundados y, tras las primeras 24 horas, sabremos cuántos de estos óvulos maduros habrán fecundado. A los 3 días sabremos cuántos embriones siguen desarrollándose, puesto que no todos siguen adelante. Y al quinto día sabremos, finalmente, cuántos de estos embriones habrán llegado a la fase blastocisto, una fase en la que se aconseja extraer una muestra de cada embrión para biopsiarlos y, mientras pasan 2 semanas a la espera de los resultados, el tiempo se para los embriones, pues permanecen congelados en su quinto día. Las biopsias nos dirán si genéticamente todo en esos embriones está en orden y si se trata de embriones sanos. A partir de los 38 años de una mujer, prácticamente el 80% de estos embriones no son sanos, por lo que no son transferibles.

d. Cuarta y última fase: si hemos tenido suerte y la estadística se ha puesto a nuestro favor, tendremos un 20% de embriones sanos. Pero seamos realistas. Un 20% a los 40 años de una mujer puede ser 1 embrión. Aquí retomamos el diálogo con ginecología y el embrión se puede mantener congelado para transferirlo al útero hasta el momento acordado, todo esto con la esperanza de que se agarre al útero mientras nuevamente te hormonas, esta vez por vía vaginal con óvulos de progesterona. En este punto la estadística es un poco mejor, aunque tampoco da garantías de nada: un embrión sano en una mujer sana tiene un 65% de probabilidades de que se agarre. En cualquier caso, si has tenido la suerte de llegar a este punto, te quedan dos semanas de betaespera, al final de estas dos semanas te dirán si finalmente te has quedado embarazada o no. La ciencia llega hasta donde llega, amigas.

Y ahora, ¿recordáis que en la introducción os he dicho que mi pareja y yo queríamos ser madres por el método ROPA? Os cuento, ROPA es el acrónimo de Recepción de Óvulos de la PAreja. Nuestra intención era que esa primera parte de la Fecundación in Vitro la pasara mi pareja (hasta la punción) y, a partir de ahí, tomara el relevo yo (transferencia, gestación y, claro está, parto). Por diferentes motivos, esto no fue posible y tomé yo el relevo para todo el tratamiento. Lo llamativo aquí es que en la Seguridad Social no podíamos solicitar el método ROPA. Es decir, como pareja de mujeres no podíamos recibir gametos la una de la otra, esta donación de gametos dentro de la pareja solamente te está permitido como mujer si tu pareja es hombre, si tu pareja es mujer, no. Pareciera como si traspasar tus genes fuera una especie de privilegio masculino y estoy convencida de que más de una antropóloga firmaría esto. De hecho, si eres mujer tu novio, marido o incluso tu amigo puede ser tu donante, pero a una pareja de mujeres hasta hace bien poco se les exigía casarse para donarse gametos.

¿He dicho “esposa”? Sí, ¡he dicho esposa! Abramos otro melón LGTBI, ¡que a eso hemos venido! Porque hasta 2019 era obligatorio por ley en España que una pareja de mujeres estuviera casada para acceder al método ROPA, un método al que no se tiene derecho en la Seguridad Social. Ojo, ¡2019! ¡Y ojo! Que en 2024 todavía seguimos sin poder hacer el método ROPA en la Seguridad Social. Es que todo mal…

¿Y qué más ha pasado en todos estos años, mientras los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres eran ninguneados, tanto en la pública como en la privada? Pues que la precariedad laboral y la precariedad en el acceso a la vivienda no ha hecho más que empeorar, afectando especialmente a las mujeres: según datos del INE la edad media en la que una mujer española tiene su primer hijo no ha parado de subir, situándose ya en más de 33 años. Ya es más habitual tener el primer hijo con 38 que con 27 años, de hecho, en los últimos 20 años se ha duplicado el número de mujeres que tienen su primer hijo pasados los 40 años.

Y aquí hay negocio, hay mucho negocio. La Reproducción Asistida ha empezado a dar respuesta a personas con problemas de fertilidad por una cuestión de edad, personas que fueron fértiles y que ya lo son mucho menos. La realidad es que las mujeres no estamos pudiendo decidir cuándo ser madres, eso lo está diciendo la precariedad por nosotras: ninguna mujer quiere pasar por un embarazo y un parto a los 38, 40 ó 42 años. Y tampoco por una crianza.

La solución que proponen las clínicas de Reproducción Asistida, y la propia Seguridad Social con medidas como ampliar a más de 40 años el acceso a sus listas de espera, ¡es que tengamos hijos a los 40 años! Bueno, hijos… ¿Cuántos hijos da tiempo a tener a los 40 años? La cuestión es que no proponen nada más que eso, y esto no son más que medidas cortoplazistas, porque la solución está claro que no vendrá desde las entrañas del sistema capitalista que es precisamente el que nos precariza la vida, el que nos priva de una estabilidad tal que nos permita decidir ser madres o no serlo.

España está llena de mujeres que no son madres porque la precariedad lo decidió por ellas.


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Isabel Cruz te espera en el siguiente episodio del podcast “Reproducción Insistida”, en Spotify, iVoox y SoundCloud.