En 2003, una delegación de militantes del Partido de Trabajadores Socialistas (PTS) con jóvenes feministas que no pertenecían a nuestra organización decidimos fundar la agrupación feminista socialista Pan y Rosas. En este 2023, el vigésimo cumpleaños es una excusa para contarte nuestra historia.
Andrea D’Atri @andreadatri | Diputada porteña PTS/FIT
Miércoles 8 de marzo de 2023 00:02
Video: Gabriela Jaime / Lucía Simone
En diciembre de 2001, en medio de una crisis descomunal, la movilización popular tiró al gobierno de Fernando de la Rúa. Durante el 2002, mientras el peronismo se proponía recomponer el orden, las manifestaciones coreaban "que se vayan todos, que no quede ni uno solo". Y por abajo, se tejía la solidaridad entre los movimientos sociales: desocupados que reclamaban trabajo digno, fábricas ocupadas bajo control obrero, asamblea vecinales y nuevas agrupaciones feministas que se entrecruzaban en encuentros, actos, piquetes, reuniones y marchas.
La previa: decidir cómo conquistar nuestro derecho a decidir
En esas intensas experiencias políticas, un grupo de militantes del PTS convocamos a que se exprese activamente la amplia solidaridad del feminismo con la textil Brukman, en la Ciudad de Buenos Aires, ocupada por sus trabajadoras. Allí confluyeron desde la legendaria luchadora por el derecho al aborto Dora Coledesky, hasta la querida referente del movimiento travesti-trans Lohana Berkins. Feministas históricas y jóvenes, reconocidas y anónimas, con trayectorias académicas, profesionales y militantes o recién llegadas al movimiento. Decidir las medidas de lucha, decidir sobre la producción, decidir en asamblea… un modelo a imitar para conseguir nuestro derecho a decidir.
A principios de 2003, mientras las asambleas vecinales todavía seguían deliberando en algunos barrios porteños, Dora Coledesky creó la Asamblea por el Derecho al Aborto. Allí confluimos activistas de diferentes agrupaciones feministas, organizaciones populares, movimientos sociales y militantes de partidos de izquierda. El objetivo: preparar la participación en el que sería el 18º Encuentro Nacional de Mujeres, en Rosario, donde queríamos proponernos un plan de lucha para avanzar en la legalización del aborto y responder a los ataques que ya nos estaba preparando el obispo local.
Las militantes del PTS coincidíamos en que era muy importante visibilizar esta demanda en ese encuentro; por eso, junto a un puñado de jóvenes que participaban de esta Asamblea, pintamos una enorme bandera violeta que decía "Por el derecho al aborto libre y gratuito". Al día siguiente de marchar por Rosario con miles de mujeres detrás de esa bandera, la demanda fue, por primera vez, tapa del diario Página/12.
Cuando regresamos a Buenos Aires, en una reunión de no más de treinta o cuarenta compañeras, decidimos formar una agrupación feminista socialista, entre militantes partidarias y no partidarias. Lo que pusimos en común fueron algunas ideas que se plasmaron en el manifiesto programático que nos unió en Pan y Rosas.
Las ideas por delante
Rápidamente, Pan y Rosas se convirtió en una referencia, como ala izquierda del amplio y activo movimiento de mujeres de Argentina que reúne a múltiples y diversas expresiones políticas.
Construimos nuestra identidad dentro de un movimiento donde existían muchas teorías y tradiciones, pero donde el marxismo revolucionario había sido barrido del horizonte ideológico por el posmodernismo que imperó durante las décadas de ofensiva neoliberal. Por eso volvimos a las fuentes teóricas de los clásicos, recuperamos las biografías de las grandes mujeres socialistas de la Historia, buceamos en las experiencias políticas de las dirigentes marxistas durante las huelgas, los períodos de reacción y en los procesos revolucionarios. Pero también intentamos trazar un puente entre aquellas ideas y las teorías actuales y nos atrevimos a entablar un diálogo entre la historia de la lucha de clases y la historia de los feminismos. Elaboramos colectivamente una visión propia sobre las convergencias y divergencias que nos hacían parte del movimiento feminista con nuestras diferencias específicas.
Tuvimos que construir nuestra propia identidad dentro de un movimiento donde existían muchas teorías y tradiciones, pero donde el marxismo revolucionario había sido barrido del horizonte ideológico por el posmodernismo que imperó durante las décadas de ofensiva neoliberal.
La reflexión fue más necesaria aún cuando el régimen político se empezó a recomponer de la mano del kirchnerismo: aparecía un nuevo fenómeno político, originado en el peronismo, que lograba su objetivo integrando y cooptando a los movimientos sociales al Estado, mientras aislaba a los sectores más díscolos mediante la exclusión y la represión selectiva.
A pesar de que la ebullición social y política se iba diluyendo en las expectativas creadas por el nuevo gobierno, Pan y Rosas siguió creciendo entre aquellas mujeres jóvenes que no estaban dispuestas a retroceder en sus convicciones durante este período de repliegue de las movilizaciones. Pero si Pan y Rosas consiguió eso fue porque, cuando menguaron las luchas sociales, no abandonamos la lucha de ideas.
En los talleres, charlas, cursos, conferencias que organizamos en todo el país se fue gestando el libro Pan y Rosas. Pertenencia de género y antagonismo de clase en el capitalismo, que se publicó en 2004. Al año siguiente, publicamos Luchadoras. Historias de mujeres que hicieron Historia. Y ese fue el puntapié para, más adelante, tener nuestra propia colección en Ediciones del IPS, que actualmente cuenta con varios títulos en su extenso catálogo.
Pan y Rosas… luego fue publicado en México, Venezuela y el Estado español. También fue traducido al portugués, italiano, alemán, francés e inglés. En algunos países se hicieron dos o tres ediciones en cuyas presentaciones se reunieron centenares de personas, en auditorios de muchos países. Pero lo más importante es que terminó transformándose en un pequeño pero valorado aporte a la formación de varias generaciones de mujeres que abrazaron las ideas del feminismo socialista en estos veinte años, no solo en Argentina sino en distintas partes del mundo.
Obrera, escucha, tu lucha es nuestra lucha
Hoy, después de tantos años de crisis capitalista y pandemia de por medio, hay muchas más voces en el feminismo que hablan de género y clase, que explican la relación existente entre la explotación y las opresiones, que retoman algunas ideas marxistas para analizar la centralidad de las mujeres en las luchas de reproducción social. Pero eso no era así cuando nació Pan y Rosas.
Por eso, además de participar de la lucha por el derecho al aborto -que fue uno de los ejes fundamentales del movimiento de mujeres durante estos años-, nuestra insistencia en construir un feminismo de la clase trabajadora y que fuera parte de sus luchas fue algo distintivo de nuestra agrupación. Cuando elegimos nuestro nombre inspirado en una huelga de obreras textiles y fuimos amadrinadas por las obreras de Brukman, supimos que queríamos llegar con las ideas del feminismo socialista a las mujeres trabajadoras, apoyar su propia autoorganización en la lucha contra la opresión patriarcal y la explotación capitalista.
La huelga de Pan y Rosas: cuando las trabajadoras dijeron basta
La huelga de Pan y Rosas: cuando las trabajadoras dijeron basta
Con esa decisión, combatimos contra todos los prejuicios que consideran al feminismo solo una cuestión de pequeños círculos de mujeres de clase media, para que cada vez fueran más centenares de trabajadoras las que se convencieran por sí mismas de luchar por su emancipación. Y también enfrentamos las críticas de quienes consideran que la lucha contra el machismo divide a la clase trabajadora y que, por lo tanto, hay que hacer silencio sobre las violencias o la discriminación sexista que se reproducen en las relaciones entre los propios explotados.
Cuando elegimos nuestro nombre inspirado en una huelga de obreras textiles y fuimos amadrinadas por las obreras de Brukman, supimos que queríamos llegar con las ideas del feminismo socialista a las mujeres trabajadoras, apoyar su propia autoorganización en la lucha contra la opresión patriarcal y la explotación capitalista.
Por eso, con nuestras compañeras docentes, enfermeras, trabajadoras de casas particulares, obreras industriales, empleadas, desocupadas y precarizadas, estudiantes, impulsamos siempre el desarrollo de comisiones de mujeres en los sindicatos, en los movimientos, en los centros de estudiantes, para unir lo que las direcciones burocráticas dividen: trabajadoras con derechos, no sindicalizadas, amas de casa, autónomas, mayores, jóvenes, nativas, inmigrantes...
Allí donde hay una lucha obrera, Pan y Rosas impulsa la autoorganización de comisiones de mujeres para apoyar y desarrollar el conflicto hasta su triunfo. Y si la mayoría son obreros, entonces alentamos la organización de las mujeres de sus familias, rompiendo el aislamiento de los hogares, retomando las mejores tradiciones de las corrientes socialistas revolucionarias en la historia de la lucha de clases.
Y estas compañeras feministas socialistas de la clase trabajadora, con sus nombres propios al frente de innumerables luchas, son nuestro mayor orgullo.
Sin fronteras
En los años más recientes, cuando el movimiento feminista volvió a convertirse en un protagonista político indiscutible en diferentes países, Pan y Rosas fue parte de las luchas por el derecho al aborto y contra la violencia machista, de las luchas obreras, antirracistas y por las libertades y derechos lgtbiq+, como también de las movilizaciones contra las derechas y los gobiernos conservadores y neoliberales. Estuvimos en todas las manifestaciones que denunciaron la represión policial, la criminalización de la protesta, las trampas del malmenorismo. Y lo hicimos en Argentina, Brasil, Chile, Bolivia, Perú, Uruguay, Venezuela, Costa Rica, México, Estados Unidos, Francia, Estado español, Italia y Alemania.
Esta extensión internacional como corriente feminista socialista fue acompañada con la publicación de distintos manifiestos programáticos, declaraciones y pronunciamientos. Pero también nos comprometimos en campañas de solidaridad con las mujeres de otros países donde no estábamos presentes. Así lo hicimos mucho antes de esta nueva oleada feminista, por ejemplo, quebrando el cerco mediático durante el golpe de estado en Honduras de 2009, con compañeras de Pan y Rosas de México y Argentina que viajamos especialmente, para acompañar a las Feministas en Resistencia. O en 2010, cuando lideramos un pronunciamiento de los feminismos latinoamericanos para coordinar la ayuda material a las víctimas del terremoto en Haití, de manera independiente de la ONU y viajó una compañera mexicana para participar de la coordinación feminista que se organizó en República Dominicana. Eso mismo se repitió a lo largo de estos años, en diversas ocasiones.
Empezamos hace veinte años, siendo un puñado de compañeras y hoy somos miles de feministas socialistas en Argentina y otros lugares del mundo.
Las bancas parlamentarias como barricadas
Este desarrollo de nuestra agrupación feminista de la lucha de clases, clasista, socialista y revolucionaria comenzó y se fue haciendo al calor de un creciente movimiento democrático por el derecho al aborto y contra la violencia hacia las mujeres, en Argentina, que tuvo sus dos hitos más importantes en las movilizaciones por NiUnaMenos y la marea verde de los últimos años. Un movimiento de mujeres que tiene una larga historia de organización y lucha que ha realizado 36 encuentros multitudinarios anuales en todas las regiones del país y que tiene un gran protagonismo en la vida política nacional, con repercusiones internacionales.
Pan y Rosas participó durante estos veinte años de este activo y amplio movimiento, mostrando que es posible hacer unidad en la acción con otras tendencias y agrupaciones sin por eso, perder nuestra identidad. Ese ejercicio de ser flexibles en la lucha e intransigentes con nuestros principios a la vez, nos valió el reconocimiento no solo de quienes comparten nuestras ideas, sino de muchas otras mujeres que expresan su respeto por el compromiso de nuestras compañeras diputadas, legisladoras, concejalas, dirigentes políticas y sindicales, intelectuales que se convirtieron también en referentes del movimiento de mujeres de Argentina.
Especialmente la diputada Myriam Bregman, pero también otras compañeras parlamentarias fueron acogidas por las nuevas generaciones de la marea verde como sus referentes, por el compromiso político de que sus bancas siempre están al servicio de las luchas de la clase trabajadora y del movimiento de mujeres.
Que veinte años no es nada...
Aunque el archivo de estos veinte años es casi infinito, podemos sintetizar nuestra historia en estos pilares: retomar y reelaborar las ideas del marxismo revolucionario sobre la emancipación femenina; impulsar la autoorganización de las mujeres trabajadoras en la lucha de clases; desarrollar una perspectiva militante internacionalista; apostar a la más amplia unidad de acción en todas las luchas del movimiento de mujeres sin perder nuestra identidad.
Si Pan y Rosas sigue existiendo, después de veinte años, es fundamentalmente porque no somos una hermandad: no nos une la anatomía, ni los deseos, ni siquiera las mismas discriminaciones, ni los mismos agravios de este régimen social putrefacto. Nos une fuertemente la convicción de que ya es tiempo de acabar con una sociedad donde diez trabajan para uno que reposa. Y que para eso, es necesario ser muy conscientes y organizarnos para luchar contra el Estado capitalista patriarcal, con la perspectiva de la revolución socialista y de una sociedad liberada de todas las formas de explotación y opresión que hoy condenan a la mayoría de la humanidad.
... retomar y reelaborar las ideas del marxismo revolucionario sobre la emancipación femenina; desarrollar una perspectiva militante internacionalista; impulsar la autoorganización de las mujeres trabajadoras en la lucha de clases; impulsar la más amplia unidad de acción en todas las luchas del movimiento de mujeres sin perder nuestra identidad.
En estos veinte años de existencia, hemos participado en infinidad de luchas, tuvimos derrotas y triunfos parciales, participamos de numerosos debates no siempre productivos, hicimos muchas elaboraciones; hemos visto nacer a varias generaciones de feministas, conocimos a las pioneras, estuvimos en soledad remando contra la corriente y también nos sumergimos en la ola cuando creció la marea. Nos nutrimos de las múltiples experiencias del movimiento de mujeres nacional e internacional y también hemos aportado nuestro granito de arena a esa construcción colectiva, con nuestra identidad y perspectiva. Pero si seguimos aquí, entre tantos vaivenes, no es por ninguna de nosotras, de manera individual, sino por esas convicciones que aquí sintetizamos y que permitieron que hoy estemos de pie luchando por nuestro derecho al pan y también a las rosas.
Andrea D’Atri
Diputada porteña del PTS/Frente de Izquierda. Nació en Buenos Aires. Se especializó en Estudios de la Mujer, dedicándose a la docencia, la investigación y la comunicación. Es dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Con una reconocida militancia en el movimiento de mujeres, en 2003 fundó la agrupación Pan y Rosas de Argentina, que también tiene presencia en Chile, Brasil, México, Bolivia, Uruguay, Perú, Costa Rica, Venezuela, EE.UU., Estado Español, Francia, Alemania e Italia. Ha dictado conferencias y seminarios en América Latina y Europa. Es autora de Pan y Rosas. (…)