La carta que una médica escribió tras recibir a una madre con su bebé, que murió durante un parto domiciliario reabrió el debate sobre qué es mejor: ¿parir prescindiendo de las instituciones médicas o parir en los hospitales?
Viernes 5 de agosto de 2016 16:13
Hace un mes, una médica argentina escribió una carta a partir de una situación que experimentó en la que una madre llegó a su guardia con su bebe, muerto tras realizar un parto domiciliario. La carta comienza: “Muchas veces tuve ganas de llorar agarrándole la mano a una paciente. Pero nunca antes había tenido ganas de llorar de rabia y de impotencia en esa situación”, y sigue explicando que la madre había decidido tener al bebé en su hogar aunque era su primer hijo y estaba de cola (generalmente lo primero que sale durante el parto es la cabeza), que nadie pudo disuadirla y que las personas que aceptaron realizar el trabajo, al verse desbordadas por la situación, llamaron al SAME. La ambulancia la fue a buscar, cuando ya no había más nada para hacer.
En su carta hace hincapié en que todos los que se dedican a la medicina, cuando hacen una recomendación lo hacen por el bienestar del paciente (en el caso de un parto, también por el bienestar de su bebe) y que si te dicen que si necesitas algo, es porque lo necesitas y punto. Sin querer se ubica en un lugar de “máxima autoridad” a la que no se le puede cuestionar, aunque su dolor pueda ser genuino.
Como futura médica me genera dudas esa postura. ¿No seremos los profesionales de la salud los que alejamos a las personas de las instituciones?, ¿no será que la soberbia no nos deja ver que hay muchos casos de violencia obstétrica?. Muchos médicos se preocupan por la madre que llega a ellos, pero también hay quienes ponen epidurales innecesarias, quienes quieren realizar cesárea rápidamente, quienes no respetan a la madre haciendo comentarios fuera de lugar y violentando un momento en el que no debería estresarse a la madre. El parto es un hecho fisiológico que genera una carga de estrés en la mujer y en el bebé, sumarle cosas como las mencionadas sólo ocasionará complicaciones.
Los médicos estudiamos muchos años, nos capacitamos y especializamos para poder dar una atención de lo mejor posible aunque el sistema público de salud tenga tantas falencias, pero eso no nos da un lugar de privilegio. El paciente puede cuestionarnos sobre lo que quiera, y queda en nosotros saldar esas dudas y avanzar en el proceso que le toque acompañándolo a la par, y no por encima de ellos. Cuando esas dudas no son saldadas, cuando el paciente pierde la confianza en nosotros por culpa nuestra, entonces fallamos en una materia imprescindible para poder ser un profesional óptimo: el saber tratar a otro ser humano. Ese otro ser humano tiene miedos, dudas, inseguridades, angustias que no van a desaparecer por la definición que sacamos de un libro.