Con su propia marca local, la revista será parte de lo que a nivel internacional conforma la llamada “Nueva Izquierda”, un fenómeno con distintas inflexiones derivado del proceso de desestalinización iniciado en la década de 1950, los procesos revolucionarios en la periferia, y la decepción con la política de los PC. Ello llevó a una relectura del marxismo en que ganaban peso figuras y teorías que buscaban escapar al dogmatismo stalinista para dar cuenta de lo que se percibía como una nueva época.
La ruptura
Para la década de 1960, el PCA había fracasado en su apuesta política de ganar a las masas peronistas una vez exiliado Perón. Por otro lado, había sido muy resistente a la “desestalinización” iniciada por el PCUS, mientras afrontaba paralelamente la influencia de la Revolución cubana, que no se ajustaba a sus esquemas. Incapaz de contener los cuestionamientos, se inicia un proceso de rupturas. Por su parte, lo que se venía incubando en el terreno de la intelectualidad terminaría de nacer: diversas experiencias que funcionaron como polos ideológicos a la hora de discutir las ideas de revolución que “estaban en el aire”.
Precedida por una discusión con Oscar del Barco sobre el lugar en el marxismo de lo objetivo y lo subjetivo en Cuadernos de Cultura del PCA, un grupo de intelectuales reunidos por su trabajo en los distintos emprendimientos ideológicos del partido se plantearía una revista que expresara la “maduración” de una generación contrapuesta a lo que consideraba una política antiintelectual y dogmática en la dirección del partido.
Editada en Córdoba, aunque también representada en Buenos Aires, animarán la revista José Aricó, Juan Carlos Portantiero, Oscar del Barco y Héctor Schmucler, entre otros. La delimitación del stalinismo y del PCA, de donde serían expulsados después del primer número, no se hizo de una vez sino que fue avanzando desde la reivindicación de la tarea intelectual y la apertura a otras tendencias como las del PC italiano, a definiciones más directas sobre el legado stalinista. Si en el número 2/3 por ejemplo todavía se hablaba de sus “claroscuros” y “hechos positivos” [1], recién en el número 4 se lo responsabilizará por las derrotas de distintas revoluciones [2], aunque aún atribuidas a un pensamiento oscilantemente dogmático o empirista más que a las políticas concretas y los crímenes del stalinismo que habían salido a la luz.
Si Contorno avanzó de temas más culturales a la política, el origen mismo de sus participantes trazó en PyP la temática política desde el comienzo, si bien mantuvo siempre artículos dedicados a la filosofía, la literatura, el psicoanálisis o la religión. Algunos de los autores editados serán Colleti, Della Volpe, Hobsbawm, Lukács, Gorz, Sartre, el Che o Henrique Cardoso. Rozitchner, Jitrik y Masotta, excontornistas, harán también sus colaboraciones.
Uno de sus rasgos distintivos fue la traducción e interpretación de textos originales de Marx y otros marxistas, reivindicando una tradición “humanista” contrapuesta al objetivismo del PC. Sin duda una de sus marcas más características es el intento de aportar definiciones políticas y teóricas tomadas de Gramsci, en homenaje a quien dan nombre a su revista [3].
Inventario y balance
En su primera editorial [4] se define el proyecto. Utilizando categorías gramscianas, Aricó plantearía retomar elementos abiertos por Contorno, reconocida como el antecedente más serio en la búsqueda por saldar “el divorcio entre intelectuales y pueblo-nación” que PyP considerará también un eje central de la historia nacional.
Uno de estos elementos será el generacional. Si bien se postula no desconocer lo hecho por sus antecesores, hay una identificación con una nueva generación impulsada por un “espíritu público” de la época. Aricó explícitamente se opone a aceptar la categoría de generación en reemplazo de la de “clase social”, pero considera que encontrará aplicación si se la historiza: si ellos no reconocen “maestros” es porque las clases dominantes han perdido la capacidad de atraer a la juventud, mientras que la clase obrera “y su conciencia organizada” no logra aún conquistar una hegemonía que se traduzca en una “dirección intelectual y moral”. PyP se definirá como “comprometida con todas las fuerzas que hoy se proponen la transformación revolucionaria de nuestra sociedad”, respondiendo en su esquema a otro tópico contornista: el lugar de la intelectualidad en las tareas revolucionarias y su relación con las masas. Reconociendo como Contorno el problema de la procedencia pequeñoburguesa del intelectual, se planteará su “enclasamiento”, esto es, la atracción de los intelectuales “tradicionales” para “integrarse a las nuevas categorías que la propia clase crea a lo largo de su devenir”. Para PyP la racionalización capitalista es la base también para el surgimiento de un nuevo tipo de intelectual que configurará una “intelectualidad orgánica de la clase obrera cuya naturaleza expresa, en esencia, una ruptura con la nueva relación entre teoría y práctica”, aspirando a un intelectual que, no como especialista sino habiendo logrado “posesionarse de la totalidad histórica”, “se transforme en un dirigente, vale decir, en un especialista más un organizador de voluntades, un ‘político’ en el más moderno sentido de la palabra”.
PyP se planteaba cumplir ese rol articulador ubicándose como intelectuales orgánicos de un proletariado que veían en ascenso en Argentina, un intento de forjar la necesaria “hegemonía intelectual y moral” que estructurara el “bloque histórico” capaz de reconstruir la nación. Claro que ello suponía el problema de la organización política, que PyP no podría fácilmente resolver.
Un largo deambular
Aricó describe, años después, que la salida del PCA significó un largo deambular “buscando desesperadamente un anclaje político” [5]. Mientras Portantiero inicialmente intentó fundar un nuevo grupo político, Vanguardia Revolucionaria, el núcleo cordobés se mantendría agrupado por la revista pero sin participar de una nueva organización. Los autores y temas tomados durante la primera etapa de 9 números publicados entre 1963 y 1965, muestran que fue amplio el deambular, sin mucha reflexión por los virajes efectuados en ese camino.
Desde el primer número, los conceptos esbozados por Gramsci sobre el fordismo le sirvieron a PyP para caracterizar la situación nacional. La importancia que darían al proletariado como eje de la política no se debía solamente, aclaran, a un punto de partida ideológico, sino a un fenómeno nuevo producido en las décadas previas: el crecimiento de la clase obrera, su concentración en grandes empresas y su mayor peso político. Sin duda, la “Turín cordobesa” [6], sede de grandes plantas industriales, núcleo de luchas radicalizadas y eje del surgimiento de sindicatos clasistas por esos años, hacían especialmente aplicable la influencia ordinovista gramsciana. Se trata de una matriz que utilizarían también para otras latitudes: así trata de explicar Aricó por ejemplo el proceso de desestalinización en la URSS en el número 2.
Este posicionamiento haría inevitable una redefinición del peronismo. Ya en el primer número Portantiero destaca la aparición de un proletariado más concentrado y una burguesía mercadointernista; nuevo ordenamiento que será la base de las crisis políticas que atraviesa el país. Esto chocaba con la lectura del peronismo que había históricamente propuesto el PCA, cuyo resultado era un rotundo fracaso en lograr influencia en el movimiento obrero, según plantea Aricó en el número 4 en “Examen de conciencia”, una especie de reactualización del inventario y perspectivas trazadas por la revista. La persistencia del peronismo en la clase obrera seguiría definiendo la necesidad de separarse del antiperonismo liberal –que también había sido un escollo con el que se topara Contorno–. Portantiero realiza esta crítica en el número 5 en discusión con un libro que abonaba la lectura del PCA [7]; Aricó reivindicaría, años después, las discusiones de Gramsci contra Benedetto Croce como metodológicamente apropiadas para explicar el peronismo y romper con las ideas que, considerándolo puro “autoritarismo y manipulación”, habían “entrampado” a los opositores a Perón [8].
Salir de esa “trampa” resume en buena medida el recorrido de PyP. Durante su primera etapa la discusión giró alrededor de las vertientes comunistas que se diferenciaban del stalinismo y las discusiones sobre estrategia abierta por la Revolución cubana, con lo cual esta impronta centrada en el movimiento obrero se alternaría eclécticamente con otras influencias cuando se buscaba definir la estrategia política. Un ejemplo es el mencionado “Examen…” de Aricó, donde a las diferenciaciones con el stalinismo se suman las referencias gramscianas, algunas definiciones de Aricó sobre la estructura social latinoamericana que sin citarlas, se remontan a definiciones de cuño trotskista –¿tomadas quizá de Peña?–, y en el mismo texto, sendas reivindicaciones de la vía guerrillera cubana y argelina, tanto como una aceptación, con matices, de las tesis comunistas de la vía pacífica como forma de transición revolucionaria.
Cuba y Argelia abría la discusión sobre el problema de la dinámica de la revolución en los países periféricos, algo a lo que el PCA tampoco podía encajar en sus esquemas dogmáticos. El problema nacional frente al imperialismo será uno de los elementos clave de discusión en estos años. Los intentos de esa “búsqueda del sujeto”, incluiría hasta una breve experiencia de colaboración con el guevarista Ejército Guerrillero del Pueblo, con el que trabaron relación como “apoyo urbano” [9]. Si en la inclusión del artículo de Debray en el número 7/8 aún se notaba la influencia guerrillera aunque con matices, en su último número de la primera serie se dibuja un nuevo viraje a las fábricas con el “Informe” sobre FIAT y el rescate de la “Encuesta Obrera de 1880” de Marx, sin mayores autocríticas o balance sobre este cambio. En suma, en el terreno de la discusión estratégica, PyP se suma a incorporar autores que permitan una renovación del marxismo, siempre bajo el dominio estratégico de corrientes togliatistas, maoístas o guevaristas, que nunca abandonaron en su lectura de la tradición marxista.
Según reseña Aricó años después: “cuando en su primera época la revista no logró resolver el problema del anclaje político”, y las debilidades del grupo impidieron continuar con la revista, se abrió la alternativa de los Cuadernos” [10], esto es, la edición desde 1968 de una serie de libros de la Editorial PyP, que llegaría a 98 Cuadernos. Muchos de los títulos de autores marxistas existentes en nuestro país son obra de este proyecto editorial, que también muestra en sus autores diversos la búsqueda de la revista. Ligados a la creación de Siglo XXI, corresponde también a miembros de este grupo una edición y traducción de alta calidad en castellano de El capital y de los Grundrisse [11].
Socialismo y peronismo
Brevemente se reinicia en 1973 la edición de la revista con 2 números. La editorial del primero, “La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina” de Aricó, insistirá con reivindicar un espacio de debate ideológico –aunque no como “sustituto de la práctica política”–, y la necesidad de “unificar los movimientos de lucha diversos” elaborando objetivos que sean “visualizables como comunes” para los distintos integrantes de esa unidad. La “toma de conciencia” de las masas se considerará ahora como un proceso surgido “a partir de las luchas de una clase políticamente situada en un movimiento nacional y popular”, por lo cual la “apuesta al socialismo” deberá tener en Argentina su punto de partida en el peronismo, para “poder construir una alternativa socialista para la clase obrera sin automarginarse de un movimiento nacional que sigue siendo el espacio donde se refleja la unidad política de las grandes masas”, idea que funcionaba como bandera ideológica de Montoneros.
Esta cercanía a Montoneros supone una revisión, ahora, de las definiciones de estrategia y partido que durante la primera etapa, defendiendo contra el PCA al marxismo y al leninismo, no se habían hecho explícitas. La editorial señalará que el poder no se “toma” porque “no constituye una institución corpórea y singular de la que basta apoderarse” sino un sistema de relaciones “que es preciso subvertir en sus raíces” cuestionando el conjunto de sus instituciones, y por tanto dejando atrás el “modelo de la III Internacional”; se necesita por tanto una organización capaz de realizar esa unificación y orientación pero “sólo desde el interior de un movimiento de masas que debe ser esencialmente autónomo, unitario y organizado”, descartando por tanto los sindicatos por corporativismo y los partidos ubicados por fuera del “movimiento”.
La formación de esa organización encuentra una posibilidad histórica, según plantean el segundo número de 1973, en la unificación de Montoneros con las FAR: “sobre las espaldas de los peronistas revolucionarios recae la responsabilidad de que esa posibilidad [la del socialismo] no se frustre”, un peronismo que, según PyP, debe “profundizar su inserción en la clase trabajadora” sin “caer en el ultraizquierdismo”. Así, este número incluirá varios artículos sobre problemas como el control obrero [12] que podrían considerarse inscriptos en el gramscismo fundacional, si no fuera porque PyP renunciaba, a la vez, a los fundamentos leninistas que Gramsci sostuviera. PyP leía ya en los conceptos de Gramsci de bloque histórico una manera de pensar al partido como resultado del proceso histórico que veían en esa unión, ilusionados en que por el propio curso de la revolución, a través de la Juventud Trabajadora Peronista se expresaría la vanguardia obrera y se fortalecería un curso “consejista”, cuando justamente la subordinación a las organizaciones con estrategia populista es lo que trabó esa perspectiva.
Derivas
La derrota rápidamente convirtió una estrategia equivocada en una “tragedia” de la que se salía contraponiendo “su Gramsci” al modelo insurreccionalista de Lenin, deriva que adoptarían muchos de sus miembros, como puede observarse en Los usos de Gramsci de Portantiero, Nueve lecciones sobre economía y política en el marxismo de Aricó, Esbozo a una crítica a la teoría y práctica leninista de Oscar del Barco o las discusiones de Controversia, editada en México. La lectura de Gramsci paulatinamente se fue convirtiendo en la teoría de la hegemonía por arriba en el Estado y la defensa de la democracia “a secas”, y el “bloque histórico” pronto fue la alianza con el alfonsinismo a su vuelta a Argentina. Un verdadero “abuso” de Gramsci.
La búsqueda de superar la “tradición” de la III Internacional es lo que muchos comentadores reivindican hoy como aporte y ejemplo a seguir de la “Nueva Izquierda” contra la izquierda partidaria (no ya contra el stalinismo que hace décadas es una variante más de nuestra variopinta progresía, y hoy parte de un gobierno peronista). Pero como es práctica habitual en las empresas, el balance parece dibujado: lo que desestiman como superado fue un conflicto en el cual PyP se debatió durante toda su publicación. Estas lecturas, e incluso muchas de las que sus propios miembros hicieron en el mismo sentido sobre los ‘70, reivindican aquello que justamente constituyó su límite tanto en su intervención política en su momento como en la lectura posterior de sus desencantos, los cuales dieron paso a un abierto giro a derecha [13]. Porque a diferencia de lo planteado por PyP en los ‘70, hubo cuestionamientos a las direcciones sindicales y a la conciliación de clases peronista, y tendencias al “consejismo” en las Coordinadoras Interfabriles en lucha contra un gobierno. El golpe llegó antes de (y su brutalidad fue para evitar) que la clase pudiera organizar los organismos a través de los cuales ejercer su hegemonía y el partido que pudiera dirigirla a la victoria.
COMENTARIOS