Pedro Páramo es una novela que trasciende las fronteras de la literatura para convertirse en una crítica profunda sobre el poder, la muerte y la opresión. En su adaptación cinematográfica, Rodrigo Prieto intenta traducirla con su ojo experto en lo visual, con imágenes que parecen emerger del abismo, de la memoria y la desesperanza.
Lunes 2 de diciembre de 2024
La famosa novela de Pedro Páramo de Juan Rulfo, uno de los grandes pilares de la literatura mexicana, es ese tipo de obra que muchos piensan dos veces antes de llevar al cine. Sus páginas están cargadas de simbolismos, de paisajes fantásticos y existenciales que desafían las leyes de la realidad. El relato de Juan Preciado y su encuentro con el pueblo de Comala, sus habitantes y, por supuesto, Pedro Páramo, el terrateniente que ejerce su poder más allá de la muerte, es un laberinto de metáforas y momentos surrealistas que se tornan difíciles de traducir al lenguaje audiovisual de la pantalla grande.
Ésta es la tarea que enfrentó el director de fotografía Rodrigo Prieto, en su debut como director de largometraje con la versión producida por Netflix, apostando todo por una poética visual única. Si bien la película no es una copia exacta del libro, sí mantiene muchos diálogos originales y, sobre todo, busca capturar la atmósfera única de la obra. El resultado: un despliegue de imágenes que recuerdan al género de terror y lo sobrenatural, trasciende la trama familiar para erigir una atmósfera de surrealismo, que se convierte en el verdadero motor de la película.
Prieto, con su ojo experto para las imágenes (y su experiencia en películas como Birdman y Brokeback Mountain) se enfrentó a uno de los mayores retos del cine mexicano: traducir el Realismo Mágico de Rulfo a la pantalla. Aunque no siempre logra superar la fuerza mítica del libro, la apuesta por lo visual, tan distante de la narrativa convencional del streaming actual, es quizá su mayor fortaleza, quien, como director de fotografía de cineastas como Iñárritu, Ang Lee y Scorsese, utiliza su destreza técnica para plasmar el Realismo Mágico de la novela con paisajes desolados y sombríos, evocando el mundo de los muertos o, tal vez, el de la memoria e, incluso, el de la locura. Este viaje visual se acompaña de la música de Gustavo Santaolalla, cuyo resultado añade otra capa de misterio al filme.
El guion, escrito por Mateo Gil, enfrenta un desafío igual de titánico: traducir la compleja estructura de la novela, que oscila entre lo surreal y lo simbólico, a un lenguaje más accesible para el espectador. Si bien, el tratamiento de la historia no logra capturar toda la intensidad del relato de Rulfo, la película se mantiene fiel a la esencia visual y emotiva de la novela. El ritmo, por momentos irregular y hasta exagerado, le resta algo de fuerza en las escenas más cruciales, como aquella donde Juan Preciado se ve absorbido por el miedo que le infunden las voces de los muertos y su presencia en el pueblo “abandonado”.
La interpretación de Manuel García-Rulfo y Tenoch Huerta también contribuyen a la autenticidad de los personajes, llevando a cabo un trabajo cargado de emoción y profundidad. Junto con el poder audiovisual de la película, capta esa esencia fantasmagórica y trascendental de Pedro Páramo para llevarla a un lenguaje audaz. Además, no olvidemos el talento de otros actores que le dan el toque de seres atrapados entre la vida y la muerte a Comala, entre lo tangible y lo intangible, como Mayra Batalla, Giovanna Zacarías, Héctor Kotsifakis, Ilse Salas, Noé Hernández, Gabriela Núñez, la enorme excelente actriz Dolores Heredia y el fabuloso actor Roberto Sosa, entre otros.
La obra literaria de Juan Rulfo: una crítica social de múltiples dimensiones
Escrita en 1955, Pedro Páramo se establece como un pilar de la literatura mexicana, en la que Rulfo aborda, de manera profunda, las complejidades sociales, históricas y existenciales del México rural. En sus páginas, Rulfo aborda temas como la injusticia, la muerte, el miedo, el odio de clase y la opresión, todos ellos marcados en una crítica feroz a las estructuras de poder. La novela está en la intersección de dos corrientes literarias del siglo XX mexicano: la nacionalista, vinculada al imaginario del campo, la Revolución Mexicana y las luchas sociales; y la universalista, que se caracteriza por la experimentación formal y una visión más amplia de la condición humana.
Rulfo reconstruye un México rural anclado en las huellas de la Revolución, pero lo hace a través de una estructura narrativa innovadora. La novela no sigue una secuencia lineal de hechos, sino que se desplaza por voces dispares y una estructura fragmentada en 69 partes y una atmósfera que trasciende la lógica temporal y el sentido común. En este espacio de lo irracional y lo intangible, el Realismo Mágico se convierte en el vehículo perfecto para abordar temas universales como el abuso de poder, la opresión social y la muerte. Al hacerlo, Rulfo transforma la literatura mexicana, llevando la narrativa más allá del costumbrismo para adentrarse en el terreno experimental.
Pedro Páramo: la figura del poder y la perpetuación de la opresión
Pedro Páramo, el protagonista de la novela, no es solo un personaje central, sino un símbolo de la opresión y la perpetuación del poder. Aunque muerto, Pedro sigue gobernando Comala, un pueblo que parece estar a merced de su sombra, donde las estructuras de poder no se disipan con la muerte del opresor, sino que permanecen inquebrantables. A través de su figura, Rulfo hace una crítica mordaz a la concentración de poder y la desigualdad social, que se derivan de un sistema económico y político que favorece a unos pocos, mientras subyuga a las masas. Pedro Páramo es, en muchos sentidos, un retrato de la injusticia estructural, que sigue vigente, incluso después de la Revolución.
En la película de 2024, la figura de Pedro Páramo mantiene su dimensión de poder omnipresente. La adaptación subraya cómo el control de los terratenientes sobre el pueblo se extiende más allá de la muerte, reproduciendo el mismo ciclo de dominación.
El páramo: espacio físico y metafórico
El concepto de páramo en la novela de Rulfo tiene una doble función: no solo se refiere a un espacio físico desolado y muerto, sino que es una poderosa metáfora de la soledad existencial y la muerte social. Comala, el pueblo donde transcurre la historia, es un lugar donde los vivos y los muertos coexisten en una atmósfera de desesperanza, donde todo parece estar detenido en el tiempo. Este vacío geográfico refleja el vacío emocional y psicológico de los personajes, atrapados en un ciclo interminable de sufrimiento, opresión y olvido en una especie de limbo o purgatorio.
En la adaptación cinematográfica, el páramo como paisaje evoca tanto la muerte física como de las comunidades, que siguen atrapadas entre los recuerdos del pasado y las opresiones del presente. Por lo que, la película logra transmitir, de forma visceral, la sensación de aislamiento y desesperanza, condiciones que trascienden la geografía para convertirse en una metáfora de la inmovilidad y la impotencia ante un sistema de poder que persiste más allá de la muerte. En Comala, como en gran parte del territorio mexicano, la muerte no es sólo un fin biológico, sino una condición social que persiste, más allá de los cuerpos, más allá de las voces.
De este modo, Pedro Páramo no sólo es una historia sobre un pueblo olvidado y abandonado en el tiempo, sino sobre los ecos de un México que siguió luchando por liberarse de las sombras del pasado. Tanto la película, en su búsqueda visual, como la novela, en su narrativa del Realismo Mágico, nos invita a mirar esa tierra baldía, ese páramo, con otros ojos: los ojos de quienes, aún muertos, seguían luchando por encontrar justicia en la memoria de los vivos resguardando su historia y sus recuerdos.
Diana Palacios
Profesora egresada de la Normal Superior, colaboradora en IdZMx