El domingo habrá elecciones en el PJ bonaerense. Se acordó, rosca mediante, una lista de “unidad” encabezada por intendentes del conurbano. Luego vino la mayor división parlamentaria en la historia del peronismo provincial. La relación entre intendentes y kirchnerismo, y el juego de cada uno.
Walter "Pata" Moretti @patamoretti
Sábado 16 de diciembre de 2017
La derrota electoral del 22 de octubre -la tercera consecutiva en la principal provincia del país- generó un oleaje que rápidamente se expresó en la disputa abierta por el control del PJ bonaerense. Por un lado, Fernando Espinoza -ex intendente de La Matanza y actual presidente del partido- comenzó a impulsar su reelección con el apoyo inicial del kirchnerismo. Por el otro -liderados por el lomense Martín Insaurralde- salieron a disputar el control del peronismo bonaerense los mismos intendentes del conurbano que en las elecciones se beneficiaron con el apoyo a Cristina Kirchner para evitar internas en sus feudos y garantizarse el control mayoritario de sus respectivos Concejos Deliberantes.
Ante este reacomodamiento de los barones del conurbano, la suerte de Espinoza estaba prácticamente echada. El periodista Ignacio Fidanza escribió que el dirigente matancero estaba ante su propio “Waterloo” y que su onda expansiva se podría convertir en el primer golpe serio para el proyecto de supervivencia política de Cristina Kirchner y La Cámpora, nada más y nada menos que en la provincia de Buenos Aires. Ante esta perspectiva, el kirchnerismo le terminó soltando la mano a Espinoza y -como les gusta decir a los peronistas- “la sangre no llegó al río”. Finalmente, los intendentes impusieron la fórmula conformada por Gustavo Menéndez de Merlo y Fernando Gray de Esteban Echeverría -es decir, a representantes de la Primera y Tercera Sección del GBA- como los candidatos para una próxima presidencia anual y rotativa; Fernando Espinoza se tuvo que conformar con la presidencia del congreso partidario.
De la “unidad” a la división parlamentaria
Ni bien cerrada la lista de “unidad” para las elecciones de este domingo, llegó el momento de la jura de los nuevos legisladores provinciales y la “unidad” del peronismo bonaerense rápidamente comenzó a tambalear. Los diputados peronistas juraron divididos en cuatro bloques distintos. Uno de ellos está integrado por siete diputados que bajo el nombre de “PJ Unidad y Renovación” asume la representación de los intendentes contra otros 22 identificados con Unidad Ciudadana. Una división similar se produjo en el Senado provincial, donde los intendentes se quedaron con un bloque de cuatro y Unidad Ciudadana con once senadores. Con esta situación, la gobernadora Vidal y Cambiemos se aseguran la mayoría y el quórum propio en la cámara alta provincial. Pero no solo eso: los bloques de los intendentes, del “PJ Unidad y Renovación”, se han convertido en un sostén para la gobernabilidad provincial.
Los barones al poder y el engaño de la “renovación”
El próximo domingo el peronismo bonaerense convalidará una conducción encabezada por los viejos y nuevos barones del conurbano. Un arco que une al impresentable Julio Pereyra -el vitalicio intendente de Florencio Varela que ahora luego de 25 años de gobernar en unos de los distritos más pobres, se ha aggiornado como legislador provincial y presidente del nuevo bloque de diputados del PJ “Unidad y Renovación”- con Martín Insaurralde -el hijo político de Duhalde- y con nuevos “baroncitos” como Menéndez y Gray, entre otros. Todos ellos intentan presentarse como la “renovación” del peronismo bonaerense.
Ante la crisis de dimensiones que vive actualmente el peronismo, vuelve el tan trillado llamado a la “renovación”. Nada nuevo bajo el sol. En los años 80 -luego del hundimiento provocado por el recordado cajón de Herminio Iglesias y la derrota electoral de 1983- vino la “renovación” del PJ, y con ella llegó Carlos Menem con su ofensiva neoliberal.
Luego de la crisis del 2001 y la retirada obligada y anticipada de Duhalde -responsable político de la Masacre de Avellaneda- vino otra “renovación”, ahora de la mano de Néstor Kirchner. El ex gobernador patagónico llegó incluso más lejos con su discurso inicial de transversalidad, pero ésta fue abandonada rápidamente para basar su poder en el rancio peronismo bonaerense. De esa forma volvieron los barones y “caciques” de siempre; el manejo de los municipios de la provincia de Buenos Aires, de la maldita Policía Bonaerense y la íntima relación con la burocracia sindical de los Moyano y Pedraza, entre otros. En resumen, lo que se ha denominado como las “Tres B”, es decir, la alianza entre la burocracia sindical, los barones del conurbano y la Bonaerense, que se cobijan en el peronismo provincial.
Incluso, llegando al tiempo presente, la propia Unidad Ciudadana encabezada por Cristina Kirchner integró en sus listas a muchos representantes de esas mismas “Tres B”.
Hoy la nueva conducción encabezada por los intendentes sigue esa misma historia y de “renovación” no tiene nada. Para muestra basta un botón: el “renovador” Gustavo Menéndez, el futuro presidente del peronismo bonaerense, festejó su candidatura en un acto junto a toda la familia Moyano y declaró que bajo su conducción va a “abrir el partido a dirigentes del massismo y el randazzismo”.
Los bloques integrados por los diputados y senadores que representan a los intendentes del conurbano vienen conciliando con el gobierno de Vidal; ellos no solo le votaron el presupuesto que contempla el mayor endeudamiento en la historia de la provincia, sino que también se aprestan a votarle el nuevo paquetazo de 11 leyes que impulsa la gobernadora y que incluye -entre otras- una nueva Ley de Ministerios que trae grandes recortes de fondos y de personal, un nuevo ataque contra IOMA, entre otros ajustes. De todas esas leyes, el jueves 14 el oficialismo pudo avanzar en aprobar solo la Ley de Ministerios, en medio de una feroz represión paralela a la realizada por Macri y Bullrich frente al Congreso Nacional. Los legisladores provinciales estarían dispuestos a hacer “la gran Pichetto” y apoyar la futura reforma previsional provincial, que según los medios sería más dura que la impulsada por Macri, si ésta es previamente consensuada con los sindicatos amarillos como UPCN.
Pero para avanzar en este curso colaboracionista los intendentes contarían con la “vista gorda” de los kirchneristas. Según algunas versiones surgidas del propio peronismo bonaerense, existiría una división de tareas entre los intendentes y el kirchnerismo donde como en el viejo “Anton Pirulero” cada cual atiende su juego: los primeros votando las leyes de Vidal y los segundos jugando de “opositores” pero dejando hacer a los “traidores” para que estos no les suelten la mano. A diferencia de lo que ocurre con los gobernadores, los barones del conurbano se podrían haber asegurado su autonomía sin romper lanzas con el kirchnerismo bonaerense. Un juego que nada tiene que ver con los intereses de los trabajadores y el pueblo pobre de la provincia.
Independencia política
En las elecciones legislativas de octubre la lista del Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT) encabezada por Nicolás del Caño obtuvo 500 mil votos en la provincia de Buenos Aires. En el conurbano bonaerense el FIT alcanzó unos 350 mil votos, expresando una voz independiente del peronismo y de los partidos patronales.
Desde el PTS en el FIT pretendemos aprovechar ese importante punto de apoyo para avanzar en la construcción de una gran fuerza de izquierda anticapitalista, que se convierta en una alternativa política de independencia de clase en el Parlamento y en la lucha en las calles contra el ajuste y las contrarreformas que quieren imponer Macri y Vidal con el apoyo de gobernadores, barones y legisladores peronistas. El jueves se demostró que las fuerzas para ponerle un freno al gobierno provincial y al nacional están.