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Red Internacional
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Artes Visuales. "Polimorfa", el cuerpo de la obra de Tamara Domenech y Florencia Cabeza

Entrevistamos a las artistas Florencia Cabeza y a Tamara Domenech que se encuentran actualmente exponiendo sus obras en el espacio La Oficina Proyectista que coordinan Sonia Neuburger y Pablo Caracuel, un espacio independiente y que cuenta con mucha trayectoria. Hasta el 30 de junio.

Natalia Rizzo

Natalia Rizzo @rizzotada

Miércoles 28 de junio de 2017

Tamara y Florencia se conocieron en una beca en el CIA (Centro de investigaciones Artísticas) que dirige Roberto Jacoby y fueron forjando tanto una amistad como una relación profesional que hoy vemos plasmada en la muestra “Poliforma”.

Tamara nos cuenta que ella misma fue la que dio el puntapié inicial:

“Esta muestra surge con ganas de mostrar obra realizada en los años 90. Por un lado, me entusiasmaba la idea de abrir, hurguetear la carpeta de los recuerdos, como modo de torcer la vidriera de las novedades que necesita el sistema económico imperante de mantenernos entretenidos y ensimismados, pero también para reflexionar sobre qué temas pintaba en ese entonces y qué relaciones, si es que las había, se mantenían en la actualidad.
Cuando miré la carpeta, me dieron ganas de convocarla a Florencia Cabeza. Ella comenzó a hacer calcos de nuestros cuerpos, y a mí me dieron ganas, después de una conversación que tuvimos con la artista Cristina Schiavi, de imitar ese procedimiento, usando óleo pastel, el material con el que pintábamos 20 años atrás.”

Así se va configurando el proceso creativo ente las artistas que van rememorando aquel contexto político de los años 90. Florencia nos cuenta cómo atravesaba su vida el neoliberalismo y las condiciones particulares de su ciudad natal:

“En Mayo de 1993, Bahía Blanca, mi ciudad natal ostentaba el índice de desocupación más alto del país. En la puerta de la patagonia surge el punk como alternativa para todos los adolescentes que intentaban organizarse a través de una expresión contracultural como foco de resistencia al neoliberalismo. Estos intentos de cambio social, prácticas colectivas y colaborativas se visualizan en las experiencias estéticas manifestado en forma de vestir, surgimiento de Bandas de rock, producción de materiales contra la policía (Si sos detenido, qué hacer?) recitales, fanzines, cruce con organismos de derechos humanos, etc.”

Tamara muestra otra cara de ese contexto que sucedía en Gonnet, localidad de la provincia de Buenos Aires:

“En 1990 tenía 13 años, ingresaba a la escuela secundaria nº 12 de Gonnet, una localidad aledaña a la ciudad de la plata. De marzo a julio de ese año engordé 10 kilos. Comía a la mañana, a la tarde, a la noche. Comer era la única satisfacción. Una afirmación dentro de una cadena negativa que ponía en cuestión: amigos-escuela-padre-madre y el amor por lo que hasta hacía un momento era un sueño: ser parte de un elenco de danza clásica que requería un sacrificio constante a cambio de segundos lugares. No comer, ensayar, repetir porque la contextura de mi cuerpo no se ajustaba al patrón huesos y gracia, llagas y sonrisas, repertorios de tragedias aladas que no eran las nuestras.

Durante los primeros años de secundaria encontré en los libros una relación más con la vida. Comer y leer. La soledad me deformó. De ese padecer icé una bandera, desde ese lugar enuncié fe y dolor; engordé, me rapé, me vestí con ropa rota combinada a mi antojo. Fui una revelación del sistema político económico y cultural al tiempo que una rebelada.
Fui la gorda trola loca hippie drogona puta. A esos apodos me sobrepuse con soberbia, una forma de reacción que no ayudó a pensar a qué cuerpo -individual, comunitario, social- aspirar en un país gobernado por un presidente que encarnó el capitalismo a ultranza.”

La artista Domenech nos cuenta sobre los diferentes proyectos artísticos que encaró junto con otros estudiantes y artistas:

“Durante ese período intentamos organizarnos de alguna manera y logramos sacar una revista que se llamó “Algunos Pocos” y en paralelo con dos compañeros construimos otra revista en la que expresarnos sobre temas que nos interesaban, rock y literatura sobre todo, la misma se llamó “La Cofradía” en alusión a la Cofradía de la Flor Solar, grupo del cual formó parte el Indio Solari.

El período de la secundaria y la universidad los recuerdo como espacios en los que intentábamos producir acciones desde la reacción más que desde la creación, menos en términos de aspiraciones, ideales, utopías y más en términos micro, focalizaciones, trazos de malestar. Seguramente como resaca de la dictadura, el advenimiento del gobierno democrático y enseguida el doble mandato del neoliberalismo.

La sensación era que nada podía cambiarse y que ir contra la corriente consistía en encarnar una postura crítica, tan crítica que nos inmovilizaba frente a la atomización, el desempleo, el hambre, las privatizaciones, las razias, el consumo concentrado y desmedido, representaciones de hundimiento más que de rescate” finaliza.

“Esta muestra, constituida por obra construida en los años a los que aludimos más arriba, es un intento de escuchar ecos del contexto político y social pasado” nos cuenta Flor.

El cuerpo, la “cuerpa” y los artilugios de resignificación a través de las prácticas artísticas.

“El hilo conductor de la muestra fue el cuerpo de antes, el de ahora y los soportes que elegimos -yeso, óleo, palabras- fueron los que nos permitieron desplegar preguntas.
También convocamos a amigos para que nos enviaran documentos de ese momento y Flor construyó un hermoso y potente fanzine.
En los 90, el cuerpo de los jóvenes era el blanco de políticas neoliberales para razias, el consumo, la desocupación y la despolitización. Y ahora, el blanco, son los cuerpos de las mujeres para desaparecerlas, desmembrarlas; los cuerpos de las personas para desocuparlas, atemorizarlas.” Detalla Tamara.

Alrededor de las sensaciones corporales provocadas por ese contexto determiante Flor describe con ímpetu la banalización de la estética de los cuerpos y la estigmatización social frente al cuerpo que se rebela: “Ser adolescente, vestirse de negro, no lavar las zapatillas, pedir aborto legal, autoplocarmarse anarquista, que te hechen de un colegio, que todos opinen si te gustan las chicas o los chicos, odiar a menem, no tener tetas, escrachar al jefe de la cruz roja por ser médico de la dictadura, tener muchos novios o no...no estaba bien visto, eras señalada…la freak, la zurda, la sucia, parece un varoncito…decían…”

Ellas desmembraron sus propios cuerpos con técnicas de escultura clásica, fueron haciendo taceles, de allí rescataron calcos de esas partes que al separarse nos permite detenernos en el detalle, y las volvieron a unir en un nuevo acto que se rebela como una especie de reclamo colmado de la posibilidad de decidir sobre su propio cuerpo.

Tamara dice al respecto que: “Las partes que mostramos, podrían aludir a las partes que necesitamos unir, de algún modo, para hacer frente aquello que tiende a despedazarnos, en términos, materiales, simbólicos, espirituales. Creo que reunirse es casi una obligación, salir de la casa, escritorio, pantalla y encontrarnos para pensar, gestar, llevar a cabo.

Y agrega que “faltó contextualizar desde las instituciones, por lo menos educativas, la relación entre cuerpo y política, hasta qué punto nuestros cuerpos se convertían en blancos publicitarios, en todopoderosos en un país que atomizaba a sus habitantes, al tiempo de hacer creer que cierta belleza física, que jugaba con el límite de la propia vida, era más importante que la identificación con otras personas, la construcción de utopías permeables a pensarnos colectivamente y no como meras individualidades.”

La trasgresión en una relación dinámica entre el arte, la política y la subistencia ante la adversidad.

Domenech se toma tiempo para contarnos sobre su acercamiento al mundo del arte y entre sus palabras nos dice: “El arte no me pidió amigos, novios, belleza, ni comida. Sin exigencias me proponía cosas que no conocía, volver a nombrarme. Así recuerdo que comencé a caminar con el propósito de encontrar objetos que me dieran ganas de transformarlos, un botiquín, chapas, cabezas de telgopor, copas rotas, tablas de surf, velas, vidrios, revistas, bolsas de cemento, alambres. Junté, pegué, embadurné, rompí, golpeé. Con los deshechos creaba otros hechos.”

Flor piensa en el arte como un hecho que diera cierta sensación de sanación frente a la barbarie del mundo capitalista: “El arte te salva. Si…siempre. Escribir, pintar, soñar, dibujar, caracterizar, performatear…todo eso. Después entrás a la escuela de arte y quizá te estructura, no te deja escribir, dibujar, soñar, preformatear…pero el arte sigue estando y te sigue salvando. Y después hay un después, que es ahora…”

“Creo que toda acción es política, en tanto que son decisiones que tomamos y que redundan en una dirección relativa a qué pensamos sobre distintas cuestiones, qué hacemos con el pasado, con aquellos sujetos invisibilizados, cómo imaginamos el porvenir. Nosotras incidimos juntándonos, creando nuevos poemas y piezas que tensan tiempos y vidas, pensar qué política requieren los sueños, el deber de afirmarlos” determina Tamara.

Florencia vive su oficio creativo “creyendo que el arte no es comodidad, sino poner en tensión tiempos y vidas, la obligación de afirmarla. Pensar la política como postura frente a los sueños; el arte como transgresión de símbolos del sistema productivo y el cuerpo junto con otros, como única manera de transformación que posibilita: pensar actuar qué caminos atravesar, a qué lugares llegar, qué recuerdos proveernos que no sea el abandono.”

Poliforma se muestra en:
Oficina Proyectista, Peru 84, 6to Piso, Oficina 82.
La muestra podrá visitarse miércoles, jueves y viernes de 18hs a 20hs
Cierre de la muestra: viernes 30 de Junio 19 hs


Natalia Rizzo

Artista Visual, nacida en 1980, oriunda de Villa Luro. Es profesora Nacional de Bellas Artes y realizó la Maestría en Artes Electrónicas de la UNTREF. Miembro de Contraimagen y del equipo de diseño e ilustración de Ideas de Izquierda.

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