El acercamiento de Finlandia y Suecia a la OTAN constituye un importante punto de inflexión geopolítico y revela las debilidades de Rusia. Turquía está tratando de hacer su juego al oponerse a este acuerdo, siendo ambiguo si utilizará o no su derecho de veto.
Viernes 20 de mayo de 2022 18:01
Recep Tayyip Erdoğan en conférence de presse au palais présidentiel à Ankara, le 21 septembre 2020. | Adem Altan / AFP
La guerra en Ucrania ha empujado a Turquía al primer plano de las negociaciones entre Moscú y Kiev. Una posición elegida para un país que atraviesa una profunda crisis política y económica interna y que busca utilizar este conflicto como una oportunidad para asegurar su agenda internacional y posicionarse mejor a los ojos de Estados Unidos y la Unión Europea.
Finlandia y Suecia a la OTAN: de oponerse a negociar mejor
El miércoles 18 de mayo, Finlandia y Suecia presentaron oficialmente su solicitud de adhesión a la Alianza del Atlántico Norte. Esta decisión histórica, que rompe con la doctrina de neutralidad de los dos estados (y más concretamente de Finlandia), fue recibida con entusiasmo por Occidente. Para Estados Unidos y los miembros europeos de la OTAN, esta decisión es un paso más hacia el aislamiento de Rusia y la integración de dos importantes potencias armadas europeas.
Recep Tayyip Erdogan anunció en el parlamento turco su oposición a la entrada de los dos países y busca aprovechar la condición de aprobación de todos los miembros de la Alianza para negociar un lugar destacado en las discusiones sobre el conflicto ucraniano.
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De hecho, tras su aislamiento relativo después de la compra de misiles S400 a Rusia, el país ha aprovechado el conflicto entre sus dos socios orientales como una oportunidad para volver a desplegarse internacionalmente. Oficialmente, Turquía plantea la cuestión del apoyo de los gobiernos finlandés y sueco a los miembros del PKK. El PKK es el Partido de los Trabajadores de Kurdistán y Erdogan lo considera "terrorista" en su lucha por acabar con el legítimo derecho a la autodeterminación del pueblo Kurdo, hoy diseminado en territorio turco, sirio, irakí y iraní.
Erdogan ha venido llevando adelante una brutal carnicería contra el purblo kurdo desde hace años, asesinando y persiguiendolos dentro de Turquía y bombardeando sus pueblos en el norte de Siria, en la frontera turca. Su objetivo no es solo que los estados miembros de la OTAN reconozcan al PKK como "organización terrorista" sino conseguir una carta blanca para seguir avanzando en esta ofensiva sobre el pueblo kurdo, incluso contando, de ser necesario, con el propio apoyo de la OTAN para bombardearlos.
Por otra parte, el Estado turco también pretende negociar el fin del embargo sueco a la venta de armas a partir de 2019.
Sin embargo, la razón central de esta decisión sigue siendo el deseo de Ankara de posicionarse de la mejor manera posible a los ojos de Washington. Tras un intercambio el jueves con Antony Blinken, el jefe de la diplomacia turca Mevlut Cavusoglu anunció, entre otras cosas, que "Blinken aseguró que Estados Unidos transmitiría los mensajes necesarios para disipar las preocupaciones de Turquía". Con "mensajes necesarios" se refería a la posible adquisición de aviones F-16 por parte de Turquía, pero también, y sobre todo, a la voluntad de convertir la lucha contra el PKK en un objetivo de la OTAN, así como al reconocimiento de Ankara como socio privilegiado de Estados Unidos en la región. Para Dorothée Schmid, especialista en Turquía del IFRI: "Turquía cree que está en camino de ocupar posiciones muy importantes en la OTAN. Por tanto, vuelve a poner sobre la mesa todos los temas que le interesan.”
La guerra en Ucrania: un difícil equilibrio para Turquía
Desde el embargo de 2019 a Turquía, Recep Tayyip Erdogan ha tratado de posicionarse como un socio central en la resolución de conflictos internacionales, al tiempo que busca defender sus intereses. En el contexto de la guerra de Ucrania, esto le ha llevado a ubicarse como el único Estado capaz de impulsar las negociaciones entre los dos beligerantes. Como señala Orient XXI: “La mayoría de los análisis dan demasiada importancia al carácter conflictivo y bélico de la historia entre Turquía y Rusia. [...] A pesar de ello, han sido capaces de construir una relación que puede describirse como de ‘cooperación rival’ o ‘rivalidad cooperativa’, ya que sus líderes han seguido comunicándose incluso en tiempos difíciles.”
La capacidad de Turquía para situarse en el centro de la posible resolución del conflicto entre Moscú y Kiev se debe a su posición geoestratégica en la región, así como a su dependencia de las importaciones agrícolas y energéticas de ambos socios.
Inicialmente, la posición de Turquía fue oponerse y condenar la decisión de Vladimir Putin de invadir Ucrania. Ante una forma de cerco desde la decisión de Rusia de invadir Crimea en 2014 y un peligroso acercamiento de las flotas rusa y turca en el Mar Negro, Ankara no dudó en vender a Kiev los drones Bayraktar TB-2, que ahora juegan un papel esencial en las capacidades de defensa ucranianas. Además, el país aprovechó su posición geográfica y su posesión de los estrechos del Bósforo y de los Dardanelos (que unen el Mar Negro con el Mediterráneo) para aplicar los acuerdos de Montreux de 1936 e impedir la circulación de buques de guerra rusos entre ambos mares.
Por parte rusa, Ankara ha dado pruebas de su buena fe al rechazar las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea, así como el cierre de su espacio aéreo a los aviones rusos. Esta posición elegida no es otra que la aplicación desde 2002 de una doctrina conocida como "cero problemas con los vecinos" y que había conducido a los intentos de negociación organizados por el Presidente los días 12 y 29 de marzo. Esta posición permite a Turquía un lugar de elección en el avance de su propia agenda y en las negociaciones con el imperialismo estadounidense.
Un programa impulsado por elementos de crisis interna
Esta difícil posición de equilibrio para Turquía se explica también por su gran dependencia de los Estados vecinos. Mientras que Rusia y Ucrania proporcionan el 70% y el 15% de las importaciones de trigo, respectivamente, Rusia también importa el 35% del consumo de gas natural del país. Además, el país depende en gran medida de su sector turístico, en el que los rusos y ucranianos ocupan un lugar destacado.
Por ello, la situación entre ambos países es especialmente compleja en un momento de grave crisis económica y financiera para Turquía y de su mayor inflación en 20 años. Como explica María Costanza Costa para Página 12, "la preocupación del gobierno turco es el impacto de esta situación en su política interna”. Según las cifras oficiales, la inflación alcanzó el 48,7% el mes pasado, lo que el sitio web 19fortyfive caracteriza como una muerte lenta de la economía nacional.
Desde la intentona golpista de 2016, el país ha experimentado un fuerte giro bonapartista, marcado por un mayor amordazamiento de la oposición. Esta política se explica, en particular, por la proximidad de las elecciones legislativas y presidenciales de 2023. Si Turquía se posiciona en el centro de las negociaciones entre sus vecinos y ha querido hacer una demostración de fuerza fingiendo la negativa a que Finlandia y Suecia se unan a la alianza, es sobre todo porque busca utilizar esta guerra como una oportunidad para negociar una mejor posición ante el imperialismo y resolver, o al menos frenar, su profunda crisis interna.
Artículo original en Révolution Permanente.