Celeste Murillo @rompe_teclas
Miércoles 26 de abril de 2017 12:17
Foto: EFE
La hija del presidente estadounidense fue abucheada el martes 25 en Berlín mientras participaba en un foro de mujeres de los países integrantes del G20. La llamada Women 20 Summit reúne a mujeres influyentes, que ocupan cargos de alto rango en gobiernos, organismos internacionales, empresas e instituciones.
Fueron parte del panel “Mujeres inspiradoras: ampliar el emprendedorismo de las mujeres” la canciller alemana Angela Merkel, la directora del FMI Christine Lagarde, Máxima Zorreguieta, reina de Holanda, entre otras.
No es difícil entender por qué abucheen a Ivanka Trump cuando defendió a su padre diciendo que el presidente tiene una “sólida convicción en el potencial de las mujeres y en su capacidad de hacer el trabajo tan bien como los hombres”. Son conocidos los comentarios machistas de Trump, las denuncias de acoso y sus actitudes misóginas. De hecho su perfil y sus amenazas de atacar los derechos conquistados han revitalizado el movimiento de mujeres e incluso provocaron algunos sismos en el movimiento feminista de Estados Unidos, domesticado hace décadas.
La pregunta que pocas feministas indignadas con Ivanka se hacen es por qué no fueron abucheadas las otras mujeres del panel. ¿Por qué no abuchear a la directora del FMI, recetador serial de recortes presupuestarios? ¿Por qué no repudiar a Angela Merkel que no dudó un segundo al ahogar al pueblo griego con un plan de austeridad durísimo? ¿Acaso las griegas no son dignas de la solidaridad de género? ¿Qué respeto puede merecer una reina entre feministas (incluso liberales)?
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Las otras mujeres del panel, las que no fueron abucheadas, son responsables de políticas económicas que afectan a las mujeres, que son mayoría entre los pobres, los trabajadores precarios, y que ven sus derechos recortados por los planes de austeridad. En salud, contra sus derechos reproductivos, en la precarización de los sectores económicos donde trabajan y en la masa de trabajo no remunerado que realizan mayoritariamente las mujeres en los hogares, que crece con cada recorte de programas y servicios sociales (mientras los capitalistas siguen aprovechando ese trabajo gratuito).
Ivanka y Angela es igual a Trump y Merkel
Invitada especialmente por Angela Merkel, Invaka Trump llegó a Alemania también como asesora del gobierno de su padre, Donald Trump. La invitación de la canciller alemana está lejos de objetivos “feministas”, y más bien tiene que ver con consolidar la relación con Estados Unidos (privilegiada por Alemania, incluso a pesar del comienzo tenso con Trump en la Casa Blanca).
Durante el panel del G20 preguntaron, “¿Alguien de las que están en este panel se consideran feministas? Que levanten la mano”. Se alzaron muchas manos entre el público, también la de Lagarde y la de Ivanka Trump también. Cuando Merkel fue consultada, se diferenció de sus compañeras y no quiso arrogarse un título que, según ella, pertenece a las mujeres que han trabajado toda su vida por los derechos de las mujeres y la igualdad.
Por su lado Ivanka, intentó bajar los decibeles de su visita como “primera dama política”. “Recién estoy empezando. Este papel es nuevo para mí (...) Estoy escuchando, aprendiendo, buscando el consejo de mujeres y también de hombres”, dijo en la reunión.
Merkel anunció que durante su presidencia interina del G20 impulsará programas financieros que ayuden el acceso al crédito para las mujeres, como una forma de “combatir” las desigualdades actuales. Sin embargo, sus mandatos no han significado avances para los derechos y las condiciones de vida de las mujeres en Alemania, especialmente para las inmigrantes, sobrerrepresentadas entre las trabajadoras precarias y las pobres. Su llegada al poder tampoco se tradujo en buenas noticias para las mujeres en otros países europeos como Grecia, asfixiado por el duro plan de austeridad impulsado por Alemania.
El fantasma cada vez más cercano de una posible victoria de Marine Le Pen o la oposición por derecha en la propia Alemania de figuras como Frauke Petry, parecen hacer olvidar que las mujeres en el poder no han mejorado las condiciones de vida de la mayoría de las mujeres. Al contrario, han probado ser fieles representantes de su clase al aplicar los planes de austeridad, continuar las políticas y guerras imperiales en Medio Oriente y cerrar las fronteras ante la crisis migratoria.
La revista Vanity Fair se lamenta porque todavía hay mujeres poderosas como una reina o una canciller que temen decirse feministas. Sin embargo, la verdadera pregunta es qué tiene que ver que la pelea por la igualdad derechos y contra la opresión de género con esas mujeres. La respuesta dependerá de quién la responda.
El feminismo liberal, que encumbró como abanderada a una política imperialista como Hillary Clinton, hoy despotrica contra Ivanka Trump pero no podría nombrar muchas diferencias entre ambas, más allá del presidente Trump. Esas feministas abuchean a Ivanka Trump pero les brillan los ojos cuando Christine Lagarde se llama a sí misma feminista o ven en Merkel y otras presidentes, modelos de mujeres que han roto el techo de cristal.
Para la mayoría de las mujeres, que no participó en el panel del G20 y probablemente nunca se cruce con Lagarde, Trump o Merkel, Ivanka no es demasiado diferente a otras asesoras, ministras o presidentas: poderosas, políticas, empresarias, todas representantes de una clase minoritaria que vive del trabajo de millones y solo habla de la opresión de la mitad de la humanidad cuando es rentable hacerlo, y su "agenda feminista" alejada de sus vidas.
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Celeste Murillo
Columnista de cultura y géneros en el programa de radio El Círculo Rojo.