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Red Internacional
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Tribuna Abierta. Proud lebanon, internacionalismo superfluo y pinkwashing

El hecho de que en la práctica en la manifestación oficial del día del orgullo en Madrid haya estado presente por la puerta grande Israel con su Pinkwashing nos pone frente a dilemas que deberían plantearse de otra forma dentro del seno de la comunidad LGTBQ o en lo que queda de ella en el Estado español, y también fuera de ella.

Eduardo Nabal

Eduardo Nabal @eduardonabal

Jueves 14 de diciembre de 2017

Se ha simplificado mucho desde todos los frentes. Desde el internacionalismo se ha tendido a mencionar solo a las organizaciones por los derechos LGTB (sin tener en cuenta los muchos matices que abarcan estas siglas y la inocuidad de mencionarlas todas juntas) para atacar políticas imperialistas, sin interesarse realmente por cuáles son sus campañas, objetivos y dificultades dentro de sus objetivos y sin luchar en sus entornos locales por esos mismos derechos ni por activa ni por pasiva.

Coincido con mucha gente inmigrante en que la población LGTB en España y, sobre todo en grandes barrios como Chueca o el Gaixample, está (estamos) llena de prejuicios homonacionalistas y que tendemos a juzgar a otras culturas con parámetros occidentales y marcadamente eurocéntricos. Pero se simplifica desde ambos campos.

Desde un movimiento gay cada vez más consumista, legalista y burgués y desde un izquierdismo que, salvo notables excepciones, tiende a un fundamentalismo que puede llevarles a las anteojeras de, por ejemplo, no distinguir los matices entre marchar con Pablo Iglesias, Pedro Sánchez, Albert Rivera o Cristina Cifuentes -pero esa ya es otra historia- o a hacer de la lucha LGTB algo superfluo o poco político. A utilizarlo al fin y al cabo como arma de guerra tal y como ellos critican que lo utilizan otros países.

Personalmente tengo una fascinación, exclusivamente cinematográfica, por algunas películas de nacionalidad israelí o realizadas por israelíes de izquierdas que abordan el tema gay (como las de Eytan Fox, Gal Uchovsky, Eran Kirilis o Amos Gitai) o de grupos ya en el otro lado del conflicto como la banda de pop-rock libanés Mashrou Leila (claramente opositor a cualquier conexión con cercana o lejana a Israel). Pero no me cabe duda de que la presencia en el World Pride madrileño del cantante israelí Ivri Lider (por otro lado, desertor del ejército) es un acto de “pinkwashing” (lavado de cara rosa o “lavarosa”) para atenuar el daño internacional a la imagen de su país por las guerras, ocupaciones y crímenes de guerra y el apoyo del Imperialismo internacional.

Un sector de la izquierda europea, hablando de forma muy general, después de su vergonzosa empatía de género con alguien como Trump, para caricaturizar la demostrada “mala uva” internacional de Hilton u Obama, ahora (en ciertos “círculos”) guarda silencio sobre el efecto devastador de la tropelía de nombrar Jerusalén como capital de Israel, como guarda silencio devastador sobre algunas las chapuzas de Maduro en Venezuela por haber apoyado el bolivarianismo con el fetichismo cegato y de resabios cristianos de siempre, sin ver como esta dejaba también paso a la derecha.

Así los conflictos siempre son lejos y se olvidan las miles de batallas que se libran hoy en el Estado español y que, también en países colonizadores, existen multitud de capas pobres y de excluidos, como el negocio de las prisiones en EEUU que denuncia Angela Davis en “La libertad es una batalla constante” (Capitan Swing), donde también habla de la lucha por el contrario la colonización en otros lugares del mundo.

“Proud Lebanon” ha surgido en un entorno legalmente restrictivo a los gays y los derechos LGTB, además, amenazado por las guerras civiles y por la invasión sionista. Ha surgido en la precariedad con una bandera bordada a mano colgando de un balcón y, al principio, en reuniones semiclandestinas.

Del Líbano también han surgido voces nuevas desde la que vemos un tipo de costumbres que creemos nuestras que son distintas o entendidas de forma creada por sus propios países como el mencionado grupo de pop-rock Mashrou Leila o la realizadora Nadine Labaki. Ellos y ellas deben articular sus propias voces. Así como debe ser el feminismo marroquí y no las “Femen” de Francia las que liberen los símbolos ancestrales y los gays chechenos los que alcen su voz, aunque realmente nosotros/as podamos prestarles ayuda mediática.


Eduardo Nabal

Nació en Burgos en 1970. Estudió Biblioteconomía y Documentación en la Universidad de Salamanca. Cinéfilo, periodista y escritor freelance. Es autor de un capítulo sobre el new queer cinema incluido en la recopilación de ensayos “Teoría queer” (Editorial Egales, 2005). Es colaborador de Izquierda Diario.

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