A raíz de las masivas jornadas de protestas frente al gobierno golpista de Dina Boluarte, presentamos esta entrevista a Julio Blanco, editor de La Izquierda Diario Perú y militante de la Corriente Socialista de los Trabajadores (CST, integrante de la Fracción Trotskista-Cuarta Internacional). Las movilizaciones campesinas e indígenas, el papel de la clase trabajadora, la solidaridad del movimiento estudiantil, la pelea por una Asamblea Constituyente, Libre y Soberana fueron algunos de los tópicos de la conversación.
La entrevista fue realizada por Guadalupe Oliverio, estudiante de Filosofía y Letras-UBA, y Eduardo Brenis Pita, estudiante peruano de Ciencias Médicas-UBA. La charla también fue transmitida en diferentes casas socialistas del PTS, con una importante concurrencia que también sumó sus preguntas para el intercambio. A continuación, el video de la charla completa y luego un repaso de lo abordado.
Julio Blanco comenzó señalando que el levantamiento popular en Perú es un proceso que no se veía desde hace años, siendo superior a la Marcha de los Cuatro Suyos que marcó el ocaso del gobierno neoliberal de Alberto Fujimori en julio del 2000. Luego describió la cronología de los movimientos de la oposición de derecha y extrema derecha para destituir a Pedro Castillo, el intento bonapartista de este último buscando cerrar el Congreso y el poder judicial, lo que derivó en el golpe parlamentario y la asunción de Dina Boluarte. Esto derivó en diferentes movilizaciones en las provincias que fueron adquiriendo masividad y alcanzando dimensiones muy contundentes, como las que se ven con las tomas de aeropuertos, bloqueos de carreteras, el levantamiento popular en general y el enfrentamiento a la represión. Este proceso se dio “cuestionando, por un lado, el accionar del Congreso y, por el otro, cuestionando también a lo que acá se conoce como la ‘clase política’, que es la casta de políticos que durante estos últimos 30 años han servido a los intereses empresariales”.
Consultado por la percepción sobre el gobierno de Boluarte, el editor de La Izquierda Diario Perú explicó que para muchos sectores populares se ve como una continuidad de los grupos empresariales, que hacen gala de un profundo racismo. Estos sectores asumían a Castillo como su presidente, “porque era la primera vez que un personaje que venía de esos sectores, de las familias campesinas, de las provincias” llegaba al gobierno. Y que tras el golpe perciben que “los que gobiernan ahora ya no eran una opción ni siquiera cerca a ellos sino que eran todo lo contrario”, lo que contribuyó al malestar social.
En las movilizaciones actuales se cuestiona la Constitución de 1993, impuesta por Fujimori tras dar un golpe de Estado. Esta Constitución sienta las bases de las políticas neoliberales conocidas como las famosas reformas estructurales, que priorizan los intereses de las grandes multinacionales, favoreciendo el saqueo nacional, y que liquidó una serie de derechos y beneficios sociales. Por esta razón, hay un abismal contraste entre quienes han acumulado riquezas ligadas a las actividades mineras y agroexportadoras, con el resto de la población trabajadora empobrecida y precarizada. Las estadísticas oficiales reconocen un 75% de trabajo informal, con zonas donde el trabajo precario llega al 90% y la pobreza al 85%. Por ello no es casualidad que las movilizaciones masivas hayan comenzado en estas regiones de la Sierra Central y de la Sierra Azul. Una herencia que también fue continuada por Castillo en su corta presidencia, ya que al asumir renunció a un proceso constituyente, pese a que fue una de sus principales promesas de campaña.
Julio también respondió inquietudes sobre los diferentes momentos de las movilizaciones en las regiones del “Perú profundo”, la realidad de la población campesina e indígena. También explicó el recorrido de Pedro Castillo hasta ser electo presidente en 2021 en alianza con Boluarte.
Un importante espacio se dedicó a la movilización que se conoció como la “toma de Lima”, cuando desde diferentes puntos del país marcharon sobre la capital el 19 de enero. Luego de diferentes masacres en el interior, “se ha venido organizado desde abajo y en el marco de un profundo proceso de lucha y de movilización social donde han participado regiones como Puno, el Cusco, el mismo Ayacucho”. Los lazos de solidaridad y los mecanismos comunitarios se repitieron a lo largo de cada trayecto, con diferentes muestras en las caravanas. Ya a partir de la jornada del 19 se hace más notable uno de los límites del proceso: aún no se pudo construir una instancia que centralice a nivel nacional las diferentes movilizaciones. Si bien la CGTP (Confederación General de Trabajadores del Perú) hizo llamamientos al paro o a movilizaciones, estos no han sido más que por la presión de los hechos más que por una voluntad y capacidad de centralización.
En esta dinámica, el movimiento estudiantil en las universidades comenzó a jugar un rol protagónico no solo en Lima sino también en regiones como Puno y Cusco, donde también se han podido ver procesos de organización y movilización. Como parte de la “toma de Lima”, los estudiantes de la Universidad de San Marcos habían decidido tomar la universidad y ponerla al servicio de los manifestantes, retomando una vieja tradición de los años 70 cuando los mineros marchaban hacia la capital. El ingreso de la policía a la universidad, con tanquetas, con cerca de doscientos detenidos, se volvió un detonante y en muchas universidades, incluso en las privadas, comenzó a organizarse la solidaridad estudiantil con los manifestantes que llegan a diario.
El editor de LID Perú también precisó el grado de desprestigio que tiene la CGT peruana, también alcanzada por la crisis orgánica que golpea al “régimen del 93”, llegando a escasa representatividad en las movilizaciones masivas. Esta deslegitimación de la burocracia tiene raíces profundas en la precarización generalizada de los trabajadores pero al mismo tiempo también por su política inicial de llamar a confiar en Boluarte y participar de sus convocatorias de “diálogo”. Esto también se ve en algunos sectores estratégicos del proletariado como en los mineros, donde la burocracia de la federación nacional conscientemente aplazó por tiempo indefinido una huelga preparada para no confluir con las manifestaciones.
La entrada en escena de los trabajadores en sectores estratégicos, como lo son también los portuarios, es de vital importancia para la movilización en curso. Junto a esto, Julio Blanco también destacó la necesidad de que se desarrolle la autoorganización, todavía muy embrionaria, para avanzar en una centralización y coordinación de los sectores en lucha. En ese sentido, señaló que desde la CST se afirma que si “la clase obrera, sobretodo de los sectores estratégicos, puede ingresar a la escena es fundamental y podría ser el elemento que termine asegurando una victoria, una victoria real para los sectores populares, para los campesinos y para clase obrera y evitar de esa manera que se pueda dar un desvío institucional, que es lo que ya están pensando sectores de la burguesía, sectores del empresariado, incluso sectores del fujimorismo”.
Frente a los intentos de desvíos, como el adelantamiento de las elecciones, Blanco destacó la importancia de que la clase obrera se sume a la lucha campesina y popular para pelear por un gobierno provisional de obreros, campesinos y sectores populares. “Solo así podremos asegurar que se materialice esa demanda que también hoy día se vocea a lo largo y ancho del país, que es la demanda de una Asamblea Constituyente, Libre y Soberana, que la única forma que nos permitirá acabar definitivamente con este régimen del 93 que es el que sostiene precisamente el saqueo y la corrupción de los políticos de turno”, sostuvo.
Sobre el final, y a partir de las preguntas sobre la consigna de Asamblea Constituyente, Julio Blanco reafirmó que las movilizaciones combinan un cuestionamiento al elenco gobernante –desde Boluarte, el Congreso y el Poder Judicial–, con un rechazo a las condiciones estructurales. El ‘que se vayan todos’ de las calles impugna al régimen del 93, por eso, señala, la consigna de “Asamblea Constituyente es importante y es una demanda democrática, es tal vez la demanda democrática más avanzada que se puede dar en un régimen capitalista como este. Pero para que la Constituyente pueda concretarse y tener o lograr los objetivos de empezar a cambiarlo todo, como se dice ahora en las calles, es importante primero derrotar o liquidar por la vía de los hechos este viejo régimen del 93 y eso no lo vamos a hacer por la vía solamente este declamativa, es importante precisamente profundizar este proceso de lucha”.
Este proceso debe sostenerse en la autoorganización obrera y popular para imponer un gobierno provisional de los sectores en lucha, así asegurar la posibilidad de materializar la convocatoria a esa Asamblea Constituyente. Una Asamblea Constituyente que será libre y soberana porque tendrá la capacidad de legislar y ejecutar las demandas sentidas de la población obrera, campesina y popular. Así se pueden eliminar definitivamente los grandes privilegios de los cuales hoy día gozan los grandes empresarios, que son los que hoy día sostienen a Boluarte y llaman a arremeter como más represión. Una Asamblea Constituyente puede convertirse en un punto de partida hacia un proceso de cambio social realmente significativo para las masas.
Este planteo se da en una situación caracterizada como prerrevolucionaria, con una profunda crisis de legitimidad de las instituciones y la imposibilidad de un recambio, como lo perciben también los sectores empresariales. Pero también la situación está marcada por la entrada en escena de las masas, algo que no se veía hace mucho tiempo. “Ustedes saben cuando las masas entran a la escena todo puede pasar, por eso para nosotros esta es una situación prerrevolucionaria muy importante que tenemos que valorarla en su correcta dimensión”, planteó el editor de LID Perú. En ese sentido, agregó que desde la CST también se plantea el debate de la salida a la crisis, sobre cómo la dinámica de la movilización y la pelea por la Asamblea Constituyente también puede llevar a una salida de fondo, a un gobierno de los trabajadores.
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