En Chile, desde un golpismo abierto hasta una defensa incondicional al régimen de Maduro, pasando por diversas variantes del injerencismo imperialista, nos muestran quién es quién frente a esta prueba de fuego.
Ricardo Trabajador portuario eventual despedido
Miércoles 1ro de mayo de 2019
Las políticas del imperialismo
La ONU ha mantenido que la salida a la crisis en Venezuela son el diálogo y la negociación, privilegiando la solución pacífica y la no intervención armada.
Lo cierto es que esta es la cobertura a su política injerencista para cambiar gobiernos a su antojo, para desviar o contener procesos revolucionarios, o cuando el recurso de los golpes de estado no es viable, promoviendo elecciones anticipadas o las así llamadas “transiciones democráticas”, que no son más que una manera de volver a instalar en el poder a la facción burguesa más alineada con las grandes potencias. No podemos olvidar que, por ejemplo a través del Consejo de Seguridad, los países imperialistas dictan directamente su política mundial a través de la ONU.
Pero dentro mismo de la ONU hay variantes de esta política
Las más importantes han sido el “mecanismo de Montevideo” y el “Grupo de Contacto Internacional”.
El primero lo impulsó Uruguay y México en Enero de este año, y adhirieron los países del Caribe agrupados en el CARICOM, Bolivia y el mismo Gobierno de Maduro, sobre los ejes del diálogo y el respeto a la soberanía nacional, respondiendo a la autoproclamación de Guaidó como presidente encargado, pero no prosperó, por lo que Maduro había llamado a reactivarlo a mediados de Abril.
El segundo, a su vez, fue creado desde potencias “democráticas” de la Unión Europea (Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, Portugal, España, Suecia y Reino Unido), logrando la adhesión de algunos países latinoamericanos (Uruguay, Ecuador, Bolivia y Costa Rica) y tiene un claro contenido injerencista, al plantear la realización de elecciones presidenciales anticipadas y el ingreso de ayuda humanitaria al país, cuestión que fue usada por la oposición interna venezolana para su primer fracasado intento de quiebre de las Fuerzas Armadas Nacionales Bolivarianas (FANB) el pasado 22 de Febrero.
Rusia, por su parte, llamó a los EEUU a “dejar de intervenir en los asuntos de otros Estados”, denunció el bloqueo económico y apoyó el llamado de Maduro a reactivar el mecanismo de Montevideo que impulsa el diálogo entre la oposición y el Gobierno, al mismo tiempo que China también apoyó los intentos de diálogo, rechazó cualquier intervención militar y planteó que "la asistencia de China a Venezuela tiene como propósito ayudar al pueblo venezolano para que supere los impactos de las sanciones y la injerencia".
Los EEUU, por su parte, no ha ocultado sus intenciones y métodos, sosteniendo hasta el día de hoy que “todas las opciones están sobre la mesa”, recordándole a todo el mundo que fueron los impulsores y organizadores de un sinfín bloqueos, sabotajes, golpes de estado, invasiones y guerras alrededor del planeta.
Fuera de la ONU, ya desde 2017 la derecha latinoamericana había creado el “Grupo de Lima”, que suscribió una carta abiertamente injerencista, declarando la ruptura de la institucionalidad democrática en Venezuela, desconociendo a Maduro y reconociendo como presidente a Guaidó, planteando que Venezuela no cumple los requisitos para pertenecer ni a la ONU ni a la OEA, desconociendo la Asamblea Constituyente y, contradictoriamente, que respetaba la soberanía de Venezuela pero que debía abrirse a la ayuda humanitaria internacional, debía realizar elecciones anticipadas y condenar todo tipo de violencia.
A este grupo adhirieron desde un inicio los gobiernos de Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, logrando la adhesión posterior de la OEA, la UE y obviamente la oposición venezolana, de quien es su apoyo internacional.
Reafirmando su injerencismo, planteó la ilegimitidad del Gobierno de Maduro y el carácter constitucional de los hechos de ayer, rechazando al mismo tiempo que sean calificados de “golpe de Estado” pero llamando nuevamente a las fuerzas armadas a ser leales a Guaidó, lo cual evidentemente no podría significar otra cosa que un golpe de Estado.
Les salieron los colmillos golpistas
En Chile las posiciones más abiertamente golpistas fueron las del presidente de la República, Sebastián Piñera, y las del referente ultraderechista José Antonio Kast. El primero reafirmó todo su apoyo a Guaidó, y en un mensaje de twitter transparentó lo que realmente piensa al plantear que “la dictadura de Maduro debe terminar por la fuerza pacífica”, lo cual no es sino un eufemismo de golpe de estado. El segundo fue más allá en su tono amenazante y abrió con que “Lamentablemente, no hay salida democrática para Venezuela”, mostrándose como más experto en golpes de estado y dictaduras que el mismo Guaidó.
También mostrando su experiencia golpista y con plena frialdad, el ex presidente de la DC Ignacio Walker hizo una verdadera recomendación: “La via es politica, no militar, como cuestion de principios y de eficacia practica!”
La “oposición” y su subordinación a alguna variante del imperialismo
El Partido Comunes, integrado por Poder Ciudadano e Izquierda Autónoma salió a denunciar el golpismo de Piñera y el Grupo de Lima, llamando a defender la democracia, la constitución y las instituciones, “respaldando la mediación de los países que han buscado una resolución democrática de la crisis”, lo cual es la política del mecanismo de Montevideo.
Revolución Democrática hizo un abierto llamado a “acoger la propuesta impulsada por el Grupo de Contacto Internacional”, que es la política del imperialismo europeo, llamando a elecciones anticipadas y rechazando los “regímenes dictatoriales”.
Pamela Jiles simplemente celebró el fracaso del golpe de estado, mientras que Hugo Gutiérrez calificó de golpistas a Guaidó, Leopoldo López, el Grupo de Lima y la OEA.
El no injerencismo y la autodeterminación de los pueblos
Como puede verse, todos dicen estar a favor del diálogo en Venezuela. A partir de eso, las variantes del imperialismo pueden resumirse en no injerencistas e injerencistas. Los primeros argumentan sobre la base de la soberanía nacional, mientras que los últimos parten de una base común que desconoce a Maduro y reconoce a Guadó, y pueden dividirse a su vez en dos grupos: los que promueven una caída del régimen de manera controlada, por ejemplo llamando a elecciones anticipadas, y los que no descartan ningún método. En los hechos, claramente, ha primado ésta última opción.
Todo esto, a su vez, no puede sino significar palabras vacías o deseos de buenas intenciones sin resultado práctico, si tenemos en cuenta que la preocupación de fondo de los EEUU es impedir la entrada a su patio trasero de inversiones chinas o rusas, ya sea en Venezuela misma (por el petróleo) o en el conjunto latinoamericano. Es decir, en realidad todos luchan por una mayor injerencia en Venezuela.
Por otro lado, en vista de que lo que opera sobre Venezuela es un abierto intento de golpe de estado, o en su defecto la intervención militar directa, la “no injerencia” no puede significar otra cosa que la abstención política y el “hacerse a un lado” bajo la excusa de la autodeterminación de los pueblos, cuestión que no es más que un silencio cómplice ante un ataque imperialista.
La simple defensa de la "democracia", por otra parte, intenta ocultar lo que más les cuesta reconocer a los (aún) chavistas: que en Venezuela no ha habido ninguna revolución socialista; que todo ha sido siempre un gobierno nacionalista burgués que hizo una redistribución de los ingresos nacionales gracias a la renta petrolera (que ya no existe); que la enorme crisis social le ha generado un rechazo popular de iguales dimensiones; y todo el régimen descansa hoy en las FANB.
Ninguno de los partidos y conglomerados de la llamada “oposición” en Chile, ya sea de la ex Nueva Mayoría o del Frente Amplio han tenido una política independiente a esto, que es una cuestión elemental para cualquier posición antiimperialista o que quiera romper la profunda dependencia tanto de Chile como de los pueblos latinoamericanos.