En la sociedad actual donde un 82% de las riquezas del mundo están en las manos del 1% más rico mientras la mayoría de la población vive en la pobreza, expuesta a las miserias del machismo y la violencia incluso dentro de sus hogares, se abre el cuestionamiento de ¿Cómo podemos ser libres?
Jueves 9 de mayo de 2019
¿Cómo se constituye históricamente la opresión y la explotación?
En las sociedades primitivas en las que los seres humanos no tenían un dominio sobre la naturaleza y vivían de la recolección, la caza y la pesca, las mujeres participaban de las tareas para la sobrevivencia en igualdad con los varones, por lo que no existía una división sexual del trabajo. Además gozaban de un lugar privilegiado, porque cumplían un rol crucial en la reproducción de la especie al ser consideradas las creadoras de vida, lo que conllevaba a que los lazos de parentesco se definiesen por línea materna, y los niños fuesen criados colectivamente.
Con la aparición de la agricultura, la humanidad avanzó cualitativamente, dominando la naturaleza para suplir sus necesidades, abandonando la vida nómade, comenzando una actividad productiva tal que les permitió incrementar los productos necesarios para sobrevivir y a acumular riquezas, las que en un primer momento pertenecían a todos los miembros de la comunidad. Sin embargo, con el desarrollo a gran escala de la agricultura y la ganadería se produjo el excedente, generándose las bases materiales para el surgimiento de nuevas formas de vida que transformarán ese sistema social colectivo. Así la sociedad comenzaría a dividirse entre una mayoría que produce y trabaja y una pequeña minoría que vive a costa de este trabajo ajeno. Esta minoría es la que va a poseer el poder de las armas, ejercer el gobierno y es quien se apropiará de las tierras. De esta forma surge la propiedad privada y las primeras formas de Estado, transformaciones que irán de la mano de un cambio en la situación de las mujeres y la organización de la sociedad, donde las mujeres ocuparían un lugar dentro del espacio privado, es decir, en la reproducción: el cuidado de los hijos y la realización de los quehaceres del hogar; mientras que los varones o los pater familias tenían el control de todos los bienes y personas que pertenecían a la casa. Tenía la capacidad jurídica para hacer lo que quisiera y ejercer la patria potestad sobre los hijos, la mujer y los esclavos, ocupando el espacio público y la política.
Este giro se dio principalmente ya que las clases dominantes, es decir, aquella minoría explotadora, debía asegurar su descendencia y así poder heredar sus riquezas, el poder político y militar a sus hijos, cambiando de esta forma el derecho hereditario materno por el paterno. Engels, en El origen de la familia, la propiedad privada y el estado (1884) señalaría que “El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción”. Esta política opresiva hacia las mujeres, que las recluyó al interior del hogar, implicó por un lado la dominación de su capacidad reproductiva y de su placer sexual, es decir, el control de su cuerpo, disfrazado bajo el “amor romántico” de fidelidad al ser amado, exclusividad y monogamia; y por otro, el rol de madre, cuyo “amor por sus hijos” se evaluaría por la entrega total y prioritaria de su disponibilidad, tiempo y servicio.
Esta forma de organización es la que llamamos familia patriarcal, la cual se caracteriza según Engels por la "organización de cierto número de individuos, libres y no libres, en una familia sometida al poder paterno del jefe de ésta. En la forma semítica, ese jefe de familia vive en plena poligamia, los esclavos tienen una mujer e hijos, y el objetivo de la organización entera es cuidar del ganado en un área determinada".
Con el avance de la tecnología, en particular con la Revolución industrial a mediados del siglo XVIII y parte del siglo XIX comenzaría un nuevo proceso de transformación, que vio el paso desde una economía rural basada fundamentalmente en la agricultura y el comercio a una economía de carácter urbana, industrial y mecanizada, marcando un punto de inflexión en la historia, que acabaría con siglos de una mano de obra basada en el trabajo manual y el uso de la tracción animal, siendo estos sustituidos por maquinaria para la fabricación industrial y para el transporte de mercancías y pasajeros, lo que se tradujo en un rápido crecimiento de la población sobre todo en el ámbito urbano. Como consecuencia de este desarrollo nacieron nuevas clases sociales, el proletariado o clase trabajadora, que sólo cuenta con la venta de su fuerza laboral para mantener su existencia, y la burguesía, dueña de los medios de producción y poseedora de la mayor parte de la renta y las riquezas generadas por el proletariado. A este sistema lo llamamos Capitalismo, el cual en sus inicios se basaría principalmente en lo que Marx denominaría “plusvalía absoluta”, con bajos salarios y un régimen laboral de largas y extenuantes horas de trabajo, lo que impactaba en una mortalidad temprana de la clase trabajadora- se aproxima que trabajan 16 horas y morían a la edad máxima de 40 años- donde si bien en menor medida las mujeres y niños eran parte de la producción, estos trabajaban aún en peores condiciones, inclusive muchos pequeños quedaban a la deriva. Este tipo de producción comenzó a cambiar a partir de los avances tecnológicos, pasando de una “plusvalía absoluta” a una “plusvalía relativa”, donde en términos marxistas, se reduce el tiempo de trabajo necesario para la creación de materias o servicios, aumentando el tiempo de trabajo excedente, es decir, aumentando las ganancias para los empresarios. Este cambio en la producción, excluyó totalmente a las mujeres del ámbito laboral, fortaleciéndose aún más la familia patriarcal, sobretodo y conscientemente, por medio de la ideología que impartían las clases dominantes, el Estado, la Iglesia, entre otras instituciones. Esto para poder reproducir mayor mano de obra y ahorrarse los costos de lo que significa su mantención, en cuanto al trabajo reproductivo y doméstico, ya que seguiría siendo llevado a cabo de forma gratuita por la mujer, como parte de su “rol intrínseco”.
La explotación y la opresión en los tiempos actuales ¿Cómo vencer?
En la actualidad, el capitalismo de la mano del neoliberalismo y el patriarcado, se ha convertido en uno de los sistemas más brutales, donde según la organización caritativa británica Oxfam señaló que el 82% del dinero que se generó en el mundo en 2017 quedó en las manos del 1% más rico del mundo, afirmando luego en el año 2018 que 42 personas tenían tanto dinero como la mitad más pobre del mundo, donde el 70% son mujeres que además siguen cargando con el trabajo doméstico no remunerado.
El carácter de explotación y opresión de millones de seres humanos en este sistema, hace reflexionar en la “subsunción” de la clase trabajadora (compuesta por casi en un 50% por mujeres) a los intereses del capital y los empresarios- subsunción es utilizado por Marx para referirse a la pérdida de “humanidad” del trabajador o trabajadora, quien "se pone bajo control” de la máquina o servicio que esté realizando- teniendo no sólo efectos psicológicos, como la depresión o la ansiedad muy en boga en nuestros días, sino también en sus conciencias, ya que el capitalista busca transformarlos sólo en objetos, apéndices de la máquina que crea mercancía. Ahora bien, esta misma “subsunción” podemos observarla en las mujeres cuando realizan el trabajo doméstico, haciéndolas a muchas no sólo objeto de producción sino objeto de la reproducción a favor del capital.
Es así que el capitalismo busca reestructurar a la sociedad, manteniendo un modelo de familia y relaciones sexoafectivas favorables y al servicio de la acumulación de las riquezas que finalmente van a los bolsillos de las y los grandes empresarios, siéndole servil el machismo, la monogamia, la exclusividad, los celos, la violencia, los abusos, la competencia, la inseguridad y tantas otras miserias que se encuentran en el seno de las familias obreras, las parejas y en la sociedad en su conjunto.
Ahora bien, esto no significa que la clase trabajadora esté condenada a esta realidad y no exista salida, la clase trabajadora y con ella las mujeres pueden pasar a ser "sujetos", entendiendo esto desde el materialismo dialéctico, cuando dejen de contemplar pasivamente el mundo objetivo, es decir, cuando dejen de contemplar como una minoría explota y oprime a diario a millones en el mundo destruyendo a la vez los recursos naturales, pasando a actuar prácticamente sobre esto. Para ello, es necesario avanzar a construir una herramienta propia, un partido de la clase trabajadora con independencia de los empresarios y sus políticos corruptos, que tome en sus manos las demandas de la clase trabajadora y las y los oprimidos, pasando a ser "sujetos de partido", es decir, sujetos que, organizados en un sólo puño, puedan encarar juntos la tarea histórica de terminar con el capitalismo patriarcal, con las burocracias sindicales y políticas, transformando al mundo hacia el socialismo y con ello simultáneamente, transformarse a sí mismos, como sujetos y sujetas libres.