Una cuestión de crítica a la economía política. La devaluación como estrategia y la inflación. Atacar la ganancia del capital.
Sábado 15 de agosto de 2015 16:35
Escribí hace poco tiempo un artículo polémico con el economista griego Costas Lapavitsas, perteneciente a la Plataforma de Izquierda de Syriza, promotor de una clásica política devaluatoria como alternativa a la sumisión de Tsipras al diktat de la ex Troika, actualmente denominada “cuadriga”. Un lector me señala que frente a una eventual salida del euro sería inevitable utilizar otra moneda (del tipo que fuere) la cuál, forzosamente, se devaluaría. Me indica que por otra parte, si no se saliera del euro pero se aplicaran las políticas planteadas, no habría liquidez suficiente para el normal funcionamiento de la economía capitalista griega heredada, cuestión que del mismo modo, exigiría la introducción de algún tipo de moneda. Por lo tanto, me consulta: ¿como sería en términos prácticos, una salida del euro sin devaluación?
Destino la columna de hoy al desarrollo de algunos elementos de respuesta.
En primer lugar es necesario resaltar una vez más que no se trata de un problema técnico-económico sino de un problema de economía política y mejor dicho, no sólo de un problema de economía política sino de crítica de la economía política, que no es exclusivamente crítica, sino práctica revolucionaria. Es decir, se trata de un problema de clase. Esta ubicación permite pensar la cuestión desde una óptica o desde un lugar íntegramente diferente.
Razonemos de la siguiente manera. Decíamos en la mencionada polémica, que Lapavitsas señala la cuestión de la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores y el pueblo pobre tras la devaluación, como un “mal menor” cuando en realidad se trata del objeto fundamental de este tipo de opción burguesa. La finalidad explícita de Lapavitas es la devaluación cuya esencia consiste en incrementar la competitividad de la economía mediante el abaratamiento de los salarios. Pero entonces la crítica principal recae en la devaluación pensada como estrategia y por lo tanto, invierto la consulta del lector y pregunto ¿es posible ante una eventual devaluación producida como consecuencia de la necesidad “técnica” –acá sí- de incorporar una nueva moneda o cuasimoneda, evitar una depreciación de los salarios? Veamos.
La pérdida salarial que se produce clásicamente tras las devaluaciones está íntimamente asociada a la inflación. Y la inflación que sigue a una devaluación se genera fundamentalmente porque el incremento automático de los precios de los productos importados, resta margen de ganancia tanto a los importadores –que los comercializan en tanto productos finales- como a los capitalistas que los utilizan ya sea como insumos o como bienes de capital. De modo que el sentido de la inflación que se produce en el caso específico que estamos tratando -es decir en la pos devaluación- consiste en recuperar el margen de ganancia perdido con el aumento de los precios de los productos de consumo final, los insumos o bienes de capital, importados. Política que permite a la vez, incrementar ese margen de ganancia mediante la reducción asociada de los salarios. O sea, la inflación responde a la necesidad de sostener e incrementar el margen de ganancia. Pero ¿es inevitable que una eventual devaluación asociada a algún tipo de moneda que fuera “técnicamente” necesario introducir, genere inflación?
Consideramos que no. Y este es el aspecto central que diferencia la política típicamente burguesa que plantea la Plataforma de Izquierda de Syriza y la que estamos proponiendo desde aquí. Esta es la oposición que separa a la devaluación como eventualidad, de la devaluación como estrategia. Y pero ¿cómo podría –en principio- evitarse un incremento de los precios internos? Creemos que a costa del margen de ganancia de los dueños del capital. Acá es donde inmediatamente se manifiesta el carácter político y no técnico del asunto y donde tanto la necesidad de una serie de medidas (un programa) y la participación activa de los trabajadores y el pueblo pobre (su “movilización”) en el rumbo y funcionamiento cotidiano de la economía, devienen piezas esenciales. Veamos.
En principio se trataría de mantener tanto los precios últimos de los bienes importados de consumo final como aquellos de los productos que contienen insumos o componentes importados. Cuestión -que al menos en gran parte- podría resolverse atacando el margen de ganancia de los precios finales de las distintas categorías de bienes. Aunque los precios de los productos importados se incrementen instantáneamente tras una devaluación no buscada, los precios finales de los bienes no tienen por qué aumentar. El incremento del precio final de los productos importados está asociado necesariamente a cubrir el margen de ganancia que el importador pierde con la devaluación y el incremento de precio de los productos que incluyen insumos, componentes o bienes de capital importados, tiene por fin sostener el margen de ganancia del capitalista que los produce. Pero si ese margen de ganancia se reduce o incluso se anula, los precios pueden mantenerse constantes –al menos en gran parte-, aún tras un encarecimiento de los productos importados.
Claro que para ello, se deberían conformar organismos de trabajadores y consumidores que con la participación de técnicos y especialistas –que concientemente contribuyeran a esta tarea- evaluaran por ejemplo los artículos cuyos precios se incrementaran más para el país y los que se incrementaran menos así como los que mejoraran su posición en el exterior. Nada impide –salvo los intereses de los dueños del capital- que ganancias y pérdidas contables puedan compensarse entre los distintos productos manteniendo los precios finales e incluso recargando eventualmente aquellos correspondientes al consumo suntuario y abaratando los de primera necesidad. Una evaluación estricta, conciente y centralizada con amplia acción de organismos de democracia popular podría calcular “costos” y “ganancias” y hacer que se distribuyan entre los distintos productos. De modo tal que, por ejemplo, los productos de exportación que generaran automáticamente ganancias extras, en lugar de retribuir a grandes productores, posibilitaran sostener los precios de otros productos que se verían negativamente afectados por la devaluación.
La nacionalización de la banca, bajo control y acción directa de trabajadores y sectores populares, permitiría a su vez, centralizar los recursos de la economía favoreciendo ampliamente una planificación, entre otras cosas, de los precios. Además permitiría eliminar todo tipo de pagos a los banqueros en concepto de comisiones, intereses y obviamente debería suspenderse todo tipo de pago de deuda externa. Una banca nacional de este tipo garantizaría un servicio barato de contabilización central que contribuiría a ahorrar inconmensurables recursos. Una banca central nacionalizada junto a organismos obreros y populares de control, establecería un estricto seguimiento de la ruta del dinero, evitando todo tipo de especulación tras la aparición de la eventual nueva moneda.
A su vez, sería indispensable el control centralizado del comercio exterior que debería establecer la entrada y salida de productos según las estrictas necesidades de la población y no según los intereses y las ganancias de los distintos grupos de capitalistas y banqueros. El control del comercio exterior bajo supervisión de amplios sectores de masas involucrados y con la ayuda de técnicos, profesionales y especialistas, contribuiría cualitativamente al control y evaluación del movimiento de los precios.
La garantía de un gobierno realmente barato que eliminara enormes costos burocráticos y administrativos además de garantizar que los sueldos de los funcionarios no excedan el de un obrero medio, tal como lo llevó a cabo la Comuna de París, representaría otra fuente de ingresos incalculable. Estos ingresos podrían incluso estar al servicio de evitar los aumentos de precios para la población.
Los ingentes recursos ahorrados mediante la nacionalización de la banca, el control del comercio exterior, el no pago de la deuda y el establecimiento de un gobierno barato, podrían ser destinados al establecimiento de salarios que equiparen una canasta que esté a la altura de las necesidades sociales. Pero mientras el interés de pequeños productores o comerciantes –que no explotan mano de obra- se vería incluso favorecido por un sistema de créditos baratos posibilitado por una banca estatal única y centralizada y eventualmente por subsidios extraíbles de los recursos ahorrados con las medidas planteadas, por supuesto nada de esto convendría a los dueños del gran capital. Los grandes capitalistas perderían interés en producir y realizarían sin lugar a dudas, todo tipo de actos de sabotaje incluyendo cierres de empresas e intentos de fuga de capitales fuera del país. Ante situaciones de esta índole sería necesario avanzar sobre la gran propiedad capitalista.
Invariablemente políticas de este tipo, dividirían a la sociedad entre una mayoría y una pequeña minoría de grandes propietarios del capital, que no casualmente tiene el control del Estado y las fuerzas represivas. Por supuesto y por decirlo con ironía, medidas de este tipo no podrían desarrollarse con partidos de la derecha nacionalista xenófoba como lo es Anel en el Ministerio Defensa…La participación activa y cotidiana de los trabajadores y sectores populares en la instrumentación y control del destino de la economía –que por supuesto incluye como factor fundamental el manejo y control de los precios más aún en un caso de eventual devaluación como el mencionado- exigiría la conformación de instancias de autoorganización de las masas. Exigiría desarrollar la lucha por el monopolio de la fuerza del Estado y la instauración de un gobierno obrero apoyado en esos organismos dando lugar a una forma de democracia infinitamente superior a la democracia burguesa.
Los elementos parciales, por ahora algebraicos y, si se quiere, especulativos expuestos aquí, adquirirán en su momento valores concretos y se colmarán de realidad. Sólo intentamos poner de manifiesto –en principio- que no sólo el capitalismo y sus métodos son posibles. Pero incluso los elementos esbozados aquí plantean sólo aspectos de un plan de emergencia y por lo tanto transitorio. La economía griega es pequeña, se basa fundamentalmente en la fabricación de barcos, en el turismo y en algunas industrias como la pesquera, la del oliva y del algodón. Naturalmente no podría subsistir por mucho tiempo, aislada y con una moneda poderosamente debilitada. Si un programa como el que proponemos se pusiera en acción, no sólo sería el producto de un gran ascenso de masas en Grecia sino que requeriría de la maduración en su seno de un partido revolucionario. Ciertamente despertaría las fuerzas del proletariado europeo -como siempre sucedió en la historia- en el contexto de una crisis que es mundial y en gran parte, europea.
Es inconmensurable el ánimo y “empoderamiento” que generaría en todos los trabajadores y pobres de países como Portugal, España, Italia, Irlanda sometidos a los dictados de la Troika. Los millones de trabajadores que manejan efectivamente la producción y los servicios de toda Europa, desarrollarían su creatividad y todo tipo de acciones para sostener transitoriamente la situación griega. Aunque la clave sería el trabajo arduo por estimular el surgimiento de partidos revolucionarios en todos esos países. No sería una tarea exclusivamente “griega”, por supuesto, sino que se desarrollaría un movimiento objetivo, sobre el que inevitablemente los revolucionarios deberán actuar. El plan de emergencia griego debería proponerse en principio “resistir”, promoviendo situaciones similares en los países más fuertes de Europa, que con gran desarrollo de fuerzas productivas podrían ir en su ayuda. A decir verdad, la cuestión de los precios y una eventual devaluación –no buscada- a la inversa del efecto perseguido por la Plataforma de Izquierda que aspira a una utópica Grecia capitalista fuerte, sería en tal caso, nada más que un momento episódico de la revolución griega.
Paula Bach
Nació en Buenos Aires. Es Lic. en Economía (UBA) y se especializó en el análisis de la economía internacional. Miembro del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS). Autora de múltiples artículos que abordan aspectos tanto teóricos como politicos y geopolíticos en relación con la economía.