A 50 años de la Revuelta de Stonewall Inn, necesitamos recuperar el legado combativo de la diversidad sexual en las calles, junto a profesores, estudiantes y el gran movimiento de mujeres que se ha levantado alrededor del mundo.
Sábado 22 de junio de 2019
Hace 5 décadas, se vivía un fuerte clima de persecución estatal, psiquiátrica, religiosa, mediática y policial hacia la comunidad LGTB, las consecuencias que vivieron miles de gays, lesbianas y trans se traducían en torturas en hospitales psiquiátricos, encarcelamiento, patologización y rechazo social generalizado (incluso en los sectores más conservadores de la clase trabajadora), a pesar de eso, fue en ese clima donde decidieron tomar en sus manos la lucha contra la persecución y segregación hacia las diversidades sexuales, enfrentándose a la policía en las calles en una revuelta que duró 4 noches.
El movimiento LGTB, si bien se caracterizó por su combatividad con grandes ejemplos como la unificación con las Panteras Negras en Estados Unidos o la muestra de solidaridad en Inglaterra, en el marco de una gran huelga minera, con el “Lesbians and Gays support the Miners” (Lesbianas y Gays en apoyo a los Mineros), se comenzó a girar hacia la institucionalidad y el identitarismo, es decir, surgieron mediaciones desde la misma diversidad, que la hicieron llevar adelante sus demandas respetando el orden social existente y buscando llevar la pelea hacia la mera igualdad jurídica, en ese sentido, la consigna de liberación sexual se convirtió en un aliado utilitario del neoliberalismo y grandes empresas aprovechan el “gaymarketing”, mientras que las ONG y agencias LGTB internacionales ocupan puestos en distintos gobiernos negociando nuestros derechos y aspiraciones.
En la actualidad, el sistema neoliberal no tiene nada que ofrecernos, pues la carencia de derechos básicos en una época de crisis del capitalismo es un hecho, en 70 países la homosexualidad se considera como delito, en varios casos castigado con la pena de muerte, mientras en las democracias capitalistas, surgen fuerzas de extrema derecha que buscan liquidar los mínimos avances y conquistas que le hemos arrancado a este régimen en décadas de movilización en las calles.
Bolsonaro en Brasil, Kast con su Acción Republicana o el Partido Social Patriota en Chile, Le Pen en Francia, el VOX en España, Alternativa por Alemania, etc, son expresiones de la reagrupación de las fuerzas políticas conservadoras de distintos países, que se oponen con fuerza al movimiento de mujeres, las diversidades sexuales y a los derechos democráticos, con un fuerte apoyo de las burguesías internacionales en pos de avanzar en una agenda (casi generalizada) de “las derechas” a nivel internacional que buscan ajustar y precarizar a las grandes mayorías, con reformas laborales, previsionales, de salud o educacionales, en el marco de una crisis de la que el capitalismo aún no se recupera.
En Chile, nos enfrentamos al resurgimiento de la extrema derecha y un alza inminente de ataques homolesbotransfóbicos, pero también al gobierno empresarial de Sebastián Piñera, que se ha destacado por sus brutales ataques a la juventud con Aula Segura y otras medidas represivas, como parte de un “primer paso” para hacer pasar sus principales reformas, la laboral y la previsional. Sin embargo, es un gobierno que se ha debilitado progresivamente, desde la crisis por el asesinato de Camilo Catrillanca y el viaje a China de la familia presidencial, el gobierno no ha logrado asentarse, a excepción del apoyo incondicional de la DC y otros sectores de la ex Nueva Mayoría.
En este marco, los profesores se han movilizado casi un mes en un paro nacional indefinido, con un fuerte apoyo popular, por otro lado, los estudiantes enfrentan la brutal represión policial, la criminalización y el autoritarismo, y dinamizando aún más el descontento con el gobierno, explota la huelga de Chuquicamata.
El movimiento LGTB debe tomar en sus manos estas demandas, pues somos estudiantes, profesores/as, trabajadores/as, y en una gran alianza, luchar por cada derecho que este sistema nos niega, por la conquista del petitorio de profesores, por un movimiento estudiantil que se proponga enfrentar con unidad y autoorganización la represión y conquistar la educación gratuita, laica y no sexista, por los derechos elementales de las mujeres como el aborto legal, libre, seguro y gratuito.
El gobierno, de la mano con Alessandri y el criminal ministro Chadwick, han reprimido brutalmente a los estudiantes del Instituto Nacional como también a otros liceos como el Liceo 1 o el Barros Borgoño, por otro lado, la policía amedrenta a los mineros en huelga de Chiquicamata, es necesario que enfrentemos esa represión, siendo miles en las calles contra Piñera, un gobierno que tiene en sus filas a personajes como Eduardo Durán, o Jaqueline Van Rysselberge, no puede declararse nuestro aliado, como tampoco la ex Nueva Mayoría que cajoneó nuestros derechos por décadas.
Desde la diversidad sexual de Pan y Rosas, y de la agrupación estudiantil Vencer, a diferencia del Movilh, que quiere tenernos de rodillas esperando la buena voluntad de los gobiernos de turno, creemos que esa es la forma para avanzar a la conquista inmediata de los derechos que este régimen de la mano con las iglesias y los empresarios nos niegan, pero tomando una perspectiva política de que no sólo buscamos la conquista inmediata de nuestras necesidades, sino que entendemos que poniendo en el centro a la diversa clase trabajadora que mueve el mundo y luchando por un programa que enfrente al capitalismo, está la posibilidad de que la diversidad sexual vuelva a jugar un papel revolucionario en la constitución de una alianza que agrupe al conjunto de los oprimidos y explotados. Está una de nuestras mayores armas: unir lo que los capitalistas tratan de separar a toda costa.
No queremos sólo su igualdad jurídica o su tolerancia, queremos la transformación radical de una sociedad capitalista que, a lo largo de siglos de explotación, opresión, guerras, hambre e imperialismo, merece pasar al basurero de la historia.