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Red Internacional
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Entre Ríos. Ridículo: la Iglesia encubrió a un cura abusador y ahora que está preso le prohibe dar misa

Se trata de Juan Diego Escobar Gaviría, condenado a 23 años por los delitos de abuso sexual y corrupción de menores. La sanción impuesta por una investigación canónica no le retira su estado sacerdotal. Para los familiares de las víctimas es una fraude más de la Iglesia.

Valeria Jasper

Valeria Jasper @ValeriaMachluk

Domingo 23 de julio de 2023 20:13

Foto| Uno Entre Ríos

Luego de siete años de que se conocieran las denuncias sobre abuso sexual y corrupción de menores contra el cura entrerriano Juan Diego Escobar Gaviria que lo llevarían a ser condenado en dos juicios, la Iglesia de Paraná anunció la finalización del proceso canónico seguido contra el sacerdote, sancionándolo con "la prohibición total en el ejercicio del ministerio público de la orden sacerdotal". Recordemos que Escobar Gaviria cometió abusos contra cinco menores de edad mientras se desempeñaba en la parroquia de la localidad de Lucas González, del Departamento de Nogoyá.

En un texto que se dio a conocer a través de los medios provinciales y que fue remitido a las familias de las víctimas, el arzobispo de Paraná Juan Alberto Puiggari, un especialista en encubrir y proteger criminales de sotana, sostuvo que "se ha acreditado con certeza suficiente la comisión del delito de abuso contra un menor de edad", sancionando a Escobar Gaviria a "la prohibición total en el ejercicio del ministerio público del orden sacerdotal por el mismo plazo de condena que se le ha dictado en el fuero penal secular".

Una vez más la jerarquía eclesiástica busca lavarse de culpa y cargo con una sanción simbólica que no modifica la situación del cura condenado. Escobar Gaviría tenía desde el 2016, cuando se abrió la causa penal, la prohibición de oficiar misas en público. Pero como bien resumió su abogado defensor, "Gaviria fue condenado por abuso, pero la Iglesia no lo condena; solamente lo sanciona"; una nueva maniobra del arzobispo de Paraná para intentar dejar lo mejor parada posible a la conducción de la Iglesia Católica, más allá del sufrimiento y los daños ocasionados a sus feligreses.

Traslados intempestivos, retiros religiosos, muertes dudosas, defensas acérrimas de inocencia frente a los supuestos planes macabros de quienes atentan contra la (no) santa Iglesia católica, son parte de un modus operandi que, desde las cumbres vaticanas que comanda Bergoglio, baja como preceptos para que los “representantes de Cristo en la Tierra” que cometan delitos sigan bajo el manto del encubrimiento. Una tarea que también han llevado adelante dos grandes amigos de Bergoglio como son Gustavo Zanchetta y Víctor "Tucho" Fernández, ambos congraciados con cargos en el Vaticano.

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En los últimos años Juan Alberto Puiggari fue señalado como encubridor de sacerdotes denunciados por abusos sexuales contra menores de edad. Cuando se dio a conocer la primera condena a Gaviria, el Arzobispado de Paraná emitió un comunicado sobre la situación dolorosa que atravesaba por las acciones de una de sus ovejas descarriadas, rechazando “este grave delito, y nos llenamos de vergüenza y de dolor cada vez que uno de nuestros sacerdotes es acusado de perpetrarlo (el abuso)”. Sin mencionar nunca a las víctimas, finalizaba pidiendo a “la misericordia de Dios, nos inspire para poder ser instrumentos de purificación y reconciliación en medio de las dificultades que hoy padecemos”. Fue el mismo arzobispo que en 2020, visitó a Escobar en el penal de Victoria, donde cumple su condena.

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Siguiendo este intento de cosmética bergogliana, en el texto que fuera acercado a las familias denunciantes, Puiggari manifestó su "dolor personal" por lo vivido por todas las familias y un "renovado pedido de perdón". Un perdón vacío y lleno de desprecio, si tomamos en cuenta un detalle que notó una de las madres denunciantes: todas las copias enviadas a las familias tenían como encabezado las mismas iniciales de una sola de las víctimas.

Sin dudas los crímenes sexuales cometidos por obispos, curas y laicos vinculados a la Curia y su sistemático encubrimiento por parte de la jerarquía católica, es uno de los mayores dolores de cabeza que aquejan al Vaticano. Las miles de denuncias a nivel mundial ponen en evidencia un naturalizado sistema en el que se crean las condiciones para los abusos, se concretan, se silencia a las víctimas, se traslada a los victimarios a otros sitios (donde siguen abusando), se abren expedientes canónicos que no investigan nada, se niegan los hechos y se amenaza y ataca a quienes denuncian. Un sistema del cual Bergoglio es una pieza fundamental.