Hace algunos días, el jueves 4 de diciembre, en el que anunciaron como el último show del año en Capital, el trío conformado por Juan Pablo Fernández, Federico Ghazarossian y Luciano Esaín ratificó con un repertorio crudo y potente en el boliche de Abasto el gran año que vivió. La banda continúa con la presentación de Remolino, su segundo disco, uno de los mejores en la escena del rock local.
Jueves 11 de diciembre de 2014
Fotografía: Página Oficial de la Banda / Julieta Capezzuto)
Nobleza obliga, antes de comenzar a hablar del show de Acorazado, este cronista pide las correspondientes disculpas por no haber podido llegar a tiempo para cubrir también a José Unidos, la banda con la que Alejo Vintrob destila el talento que le conocimos en la batería y la percusión de la (grandísima) Pequeña Orquesta Reincidentes.
Después de los 2 primeros temas, algo no estaba funcionando así que a las recomendaciones que desde la batería sugería Lulo Esain, se sumó la calma pero potente voz de Juan Pablo Fernandez: "la gente no está conforme y nosotros mismos no estamos cómodos".
Acorazado Potemkin quería despedir su gran año de la mejor manera. Cuando al comenzar "Algo", tercer tema de un largo recorrido, la guitarra comenzó a conmover, pudimos dar cuenta de lo que esta gran banda tiene acostumbrado a brindar a quienes asisten a sus shows. Un rock sucio que ensucia el ambiente pero que no te libera cuando salís del lugar. Una suciedad que te queda por varios días. Un recital con cierta potencia melancólica, de una banda que siempre convoca gente nueva. “Miserere”, esa obra que recuerda al conurbano trabajador muriendo arriba de un tren, producto de la desidia y el abandono empresario-estatal.
Cuando suena “Desayuno”, llega la confirmación del sonido que puso a esta banda en un lugar único. Van combinando la agresividad de sus letras con melodías que no dejan al cuerpo quieto ni por un segundo. "El pan del facho" es uno de los grandes momentos de Remolino, el gran disco que sucedió a la joya que es “Mugre”, su ópera prima. La batería de Lulo Esain no descansa y se vuelve inexplicable como esos brazos flaquitos pueden darle tan duro.
Intensa primera hora da paso a "La Mitad": el amor se descompone en 20 mil partes y vuelve en forma de búsqueda. No hay problema técnicos que puedan con esta potencia. Fede Gazharossian es un bajista de los que no abundan: soberbio arriba del escenario, perfil bajo, no le pifia jamás. Nunca, ni una.
Acorazado llena el lugar. Como siempre. El intercambio con el público es una postal necesaria. La gente advierte: "más volumen a la guitarra" y el Acorazado responde pasándote por encima. Las canciones se suceden y cada verso, cada acorde de guitarra, cada golpe a la batería, cada juego de voz representa un matiz de esa paleta de grises brindados desde el escenario. Acorazado es gris, gigante y se lleva todo puesto. Como un tornado, como un rinoceronte, el mejor homenaje a la obra de Einsenstein de la que toman el nombre.
"La Carbonera" pone nuevamente al overol como principal protagonista, tiznando la piel de quienes prestan el oído para que el obrero cuente su historia.
Para el final, el ritual de despedida, "Los muertos" pone al público a cantar a coro sobre como la muerte puede liberarnos de muchas responsabilidades.
Se va el 2014 y el Acorazado sigue abriéndose paso en el mar del rock, sin pasar desapercibido.