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SEMANARIO

Rusia, de la caída de la URSS a la guerra en Ucrania

Santiago Montag

Omar Floyd

PANORAMA
Ilustración: Juan Atacho

Rusia, de la caída de la URSS a la guerra en Ucrania

Santiago Montag

Omar Floyd

Ideas de Izquierda

A poco más de seis meses de la invasión de Rusia a Ucrania, existen varios interrogantes alrededor de la posición que ocupa el primero en el sistema mundial. Intentaremos hacer un análisis de sus condiciones materiales y geopolíticas a partir del surgimiento del Estado ruso y la restauración capitalista posterior a la caída de la URSS (1991). Si bien han pasado más de 30 años del inicio del proceso de restauración –ocasionado por causas internas y externas [1]– es importante retomar algunas definiciones que explican la actualidad del gigante ruso y los cambios en su política exterior. Haremos un repaso por los cambios históricos y el pensamiento geopolítico ruso, así como su actual relación con sus vecinos, en particular China.

De la crisis del 70 a la restauración capitalista

La restauración capitalista en Rusia fue uno de los hechos de mayor impacto en la lucha de clases a escala histórica. León Trotsky, en su libro La revolución traicionada (1936) estudia las contradicciones internas de la URSS y la consolidación de una burocracia contrarrevolucionaria con intereses propios en la conducción del Estado obrero que liquida los Soviets y toda democracia proletaria. En función del programa del “socialismo en un solo país” se constituye en enemiga de la extensión internacional de la revolución y genera las condiciones para la restauración. El aislamiento relativo de la URSS dentro del mercado mundial cimenta, entre otras cuestiones, diferencias de productividad entre los países imperialistas y el llamado “bloque socialista”, y que –a pesar de la expansión territorial de la URSS y su órbita de influencia post Yalta– se fueron ensanchando varias décadas hasta los 80 [2].

Las presiones hacia la restauración capitalista en la URSS se incrementaron a partir de los 70 [3], ya que su economía planificada estaba “estancada”, con índices de crecimiento más bajos que los de Occidente [4]. A partir de 1985 Mikhaíl Gorbachov promovió dos reformas de flexibilización del sistema soviético para adaptarlo a las nuevas condiciones internacionales: una económica (Perestroika) y otra política (Glasnost) [5] que sentaron las bases para la emergencia de una nueva clase social que ejerció mayor presión interna hacia la restauración capitalista. En diciembre de 1991, a pesar de que el 77,8 % de la población había votado en un referéndum por continuar en la URSS pero bajo un régimen federal, Gorbachov anunció su disolución [6].

Boris Yeltsin asumió el mando de la República Federal Rusa e impulsó la plena restauración del capitalismo a través de mecanismos de acumulación por desposesión que desmantelaron las relaciones sociales basadas en la propiedad colectiva de los medios de producción y anularon las conquistas históricas de la clase obrera, conformando una estructura todavía más dependiente de la industria hidrocarburífera y energética, a la que se agrega la renta por el remate de recursos públicos, la especulación financiera y el aumento de la tasa de explotación; en contraposición se reduce cada vez más la importancia en el PBI de la producción industrial manufacturera [7]. A nivel territorial se consumó lo que Putin definió como “la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX”, con la secesión de regiones ricas en producción tecnológica, industria, agricultura e hidrocarburos como Ucrania, los países del Cáucaso, el Báltico y Asia central, que juntos representaban un tercio del antiguo territorio soviético [8].

Del fondo a la reconstrucción estatal

La crisis tuvo consecuencias a escala geopolítica, montándose sobre una unidad coyuntural de objetivos entre la oligarquía rusa y las necesidades geopolíticas de los de Estados Unidos y los países Occidentales, basada en los amplios beneficios que les generaba a ambos la apertura económica sin restricciones y la integración de Rusia a los espacios de gobernanza mundial en los que se apoyaba el dominio pretendidamente unipolar norteamericano. En esta etapa la OTAN y la Unión Europea dan grandes pasos hacia el Este incorporando a su espacio de influencia a los países bálticos, aprovechando el momento de debilidad rusa. Por su lado Rusia, si bien trató de mantener una política de apoyo a Serbia en el conflicto de los Balcanes, se vio obligada a mantenerse mayormente al margen de la guerra, en la que el factor externo más influyente fue la intervención en Kosovo por parte de Estados Unidos y la OTAN. Rusia tenía muchos problemas domésticos mientras aspiraba a convertirse en parte de Occidente, pero esa ambición duró poco por el rechazo sistemático de Estados Unidos.

La devaluación descontrolada del rublo, con una híper inflación y un brusco empobrecimiento producto del remate de los recursos públicos, la especulación y la corrupción sistemática desembocó en la crisis financiera del de 1998, llamada “efecto Vodka” [9]. La magnitud de esa crisis debilitó la autoridad gubernamental y forzó un quiebre al interior del régimen político, resuelto con la construcción del liderazgo y posterior ascenso a la presidencia de Vladimir Putin en el año 2000 [10]. Putin reprimió al separatismo checheno en la última etapa del gobierno de Yeltsin y logró evitar la proliferación de nacionalismos y grupos etno-religiosos con pretensiones de mayor autonomía en las regiones en las que la población étnicamente rusa y religiosamente ortodoxa es minoritaria; también impulsó un nuevo pacto de convivencia entre la burocracia estatal “empoderada” y los oligarcas para mantener la estabilidad [11], aprovechando el superciclo de aumento de precios de los hidrocarburos (2000-2008). Su vínculo con los servicios de inteligencia y el ejército facilitaron la centralización del poder, esta orientación se fue consolidando a partir de una lectura novedosa de los cambios a nivel internacional, auspiciada por la emergencia de nuevas corrientes del pensamiento geopolítico ruso.

Rupturas y continuidades ideológicas del pensamiento geopolítico de Putin

El colapso de la URSS generó una profunda crisis de identidad en los 17 mil km2 donde conviven históricamente 194 etnias y nacionalidades diferentes (la mayoritaria es la nacionalidad étnica Russkii, 80 %), planteando un desafío a la reconstrucción del aparato estatal ruso. Como consecuencia, nuevas y viejas ideologías convergieron en el pensamiento geopolítico oficial ruso, siempre con el objetivo común de poner a Rusia otra vez en el centro de la escena mundial. En este sentido, el nacionalismo ruso adquiere una complejidad particular, donde es clave, desde su visión, la posición de centralidad territorial en el continente y la continuidad histórica del Estado ruso, independientemente de las rupturas [12]. Bajo este paraguas conviven diversas concepciones y tendencias en continua mutación con principios muchas veces contrapuestos. Entre ellos el Eurasianismo [13] (renacido en los años de Gorbachov) que por su carácter heterogéneo influye a varias escuelas geopolíticas posteriores. Si bien como corriente política se ha mantenido marginal, este pensamiento se asocia directamente a la ideología del Kremlin. Ciertamente, la influencia es innegable, pero se debe tener presente que comprende a varias corrientes políticas [14] y sus discursos alcanzan a representar tanto a los nacionalistas como a la oligarquía, que ven en esas ideas la realización de sus propios objetivos. La astucia putinista es mantener distancia al tiempo que los integra.

Lo que nos interesa es retomar la forma en que esta corriente percibe el espacio eurasiático, ya que para el eurasianismo es vital la reconstrucción del área de influencia rusa sobre el antiguo espacio soviético, privilegiando la negociación y la creación de intereses comunes por encima de la fuerza, pero dejando clara la hegemonía rusa [15]. Su objetivo central es controlar la “inestable periferia” (ex soviética) que puede exportar la situación de “inseguridad” al territorio de Ruso [16] y si bien mantienen desconfianza con el Asia-Pacífico, lo observan como el área de mayor dinamismo económico. Rusia tendría la misión de estabilizar y organizar el “corazón continental”, siendo, al mismo tiempo, un vínculo entre la civilización europea y la no europea, para cumplir con estas responsabilidades en la organización de la región eurasiática, Rusia debe volver a ser una potencia. La evolución de estas ideas, en consonancia con los intereses estatales, fue marcada por el proceso histórico que vivió Rusia en aquellos años [17].

Varios textos oficiales que plasmaron los objetivos a escala global de Rusia están cargados de las visiones e interpretaciones del eurasianismo, podemos citar como ejemplos algunos discursos del presidente Putin [18], las visiones geopolíticas de Vladislav Surkov (principal ideólogo de las operaciones en Ucrania 2014 y Siria 2015) dos artículos del Serguei Karaganov [19], jefe del Consejo de Política Exterior y de Defensa, en 2022 a partir de la guerra en Ucrania y dar cuenta de cómo las aspiraciones rusas de ser una gran potencia mundial [20] confluyen con el eurasianismo. Si bien es difícil poder ubicar a una sola escuela geopolítica dentro de la mesa chica del Kremlin, es posible identificar la dinámica entre las diferentes corrientes de acuerdo a las necesidades estatales y al eurasianismo cómo inspiración de varias de ellas. Como sugieren varios autores, priman los estatistas democráticos que observan una realidad multipolar en la que Rusia debe posicionarse para mantener un equilibrio entre la estabilidad interna y su relación con el exterior en su búsqueda por hegemonizar a sus vecinos.

En sus artículos Putin proclamó el ambicioso objetivo de construir “una poderosa asociación supranacional capaz de convertirse en uno de los polos del mundo moderno y servir como un puente eficiente entre Europa y la dinámica región de Asia-Pacífico”. Si bien hizo hincapié en que el proyecto se trataba de una integración económica, muchos (en Occidente) lo interpretan como un plan para restaurar el “Imperio ruso”. Putin comprende su política como una extensión de la tradición rusa que hunde sus raíces en tiempos pre soviéticos, basado en proteger sus extensas fronteras ampliando lo máximo posible su área de influencia y el control territorial en Europa del Este, política que –en contextos de guerra en las que estaba en juego su integridad territorial– han desplegado figuras tan disímiles como Pedro el Grande (Poltava, 1709), Alejandro I (Congreso de Viena, 1814) y Stalin (Yalta y Postdam, 1945) como “condición necesaria” para mantener la paz en su frontera occidental.

Por otra parte recupera el concepto de “Democracia soberana” acuñado por Vladislav Surkov, “El cardenal gris”, que parte de un modelo autoritario, que restringe libertades y se acerca a la Iglesia Ortodoxa (como símbolo supranacional). En 2019, Surkov escribía su visión geopolítica: “la alta tensión interna asociada con la retención de vastos espacios heterogéneos y la presencia constante en medio de la lucha geopolítica hacen que las funciones militares y policiales del estado sean las más importantes y decisivas”. Y en 2021, “para Rusia, la expansión constante no es solo una de las ideas, sino el verdadero existencial de nuestra existencia histórica”. Asimismo, Putin se apropió de la “Doctrina Karaganov” que proclama la defensa de los rusos en el espacio cercano como forma de extensión de la influencia regional. Esto proviene de la idea de "Mundo Ruso") (Russkiy Mir, adoptada desde principios de los 2000 en la doctrina geopolítica oficial. Luego de la invasión a Ucrania, Karaganov explicaba en un artículo, que “no se trata de Ucrania” sino que “la tarea es más amplia: construir un sistema viable sobre las ruinas del presente. Y sin recurrir a las armas, claro. Probablemente en el marco más amplio de la Gran Eurasia”.

En la práctica

El momento geopolítico establecido en la pos Guerra Fría –marcado por el unipolarismo norteamericano– influyó en la percepción rusa de su “espacio de influencia” geográfico. Este se transformó, por un lado, en la Comunidad de Estados Independientes (CEI) –para mantener algún tipo de coordinación política, económica y militar–, y por otro en un concierto de Estados ex soviéticos que se abocaron a la reconfiguración de su identidad nacional, cultural y religiosa, reorientando su política hacia un acercamiento a los principales centros de poder mundiales en ese momento [21]. Varios de estos países se ubican actualmente entre los más pobres del mundo (como Kirguistán o Tayikistán) y ninguno –salvo los países bálticos– mejoró sus índices en relación a la etapa soviética. En este sentido ha primado una situación económica precaria, que se combinó con tensiones étnicas y religiosas en todo el cinturón de países que rodea a Rusia, siendo estas sus preocupaciones principales a nivel geopolítico y una fuente constante de inestabilidad.

Putin, en un primer momento mantuvo los lineamientos internacionales de Yeltsin y fue aliado de los Estados Unidos [22]. A principios del 2000, cuando el imperialismo norteamericano aún pretendía ser la “potencia unipolar” [23], Moscú tuvo una política de no confrontación con la Unión Europea y de colaboración con EE. UU. en cuestiones de Seguridad [24]. En palabras de Poch-de-Feliú [25], cuanto más se consolidaba internamente el régimen, más cedía en el plano internacional, y más hostilidad recibía de Occidente. En los años siguientes las llamadas revoluciones de colores pusieron contra las cuerdas el orden post soviético establecido por las oligarquías [26]. Si bien no cambiaron por completo las bases de los regímenes locales, fueron un golpe a la influencia rusa. El objetivo de Estados Unidos y la Alianza Atlántica estaba claro: evitar que Rusia resurja como gran potencia y avanzar en su semi-periferialización socavando todos sus apoyos internacionales y generando el cerco estratégico.

Ante esto, Rusia se fue concentrando en recuperar la influencia política en estas regiones intentando contrarrestar a Estados Unidos y Occidente. El cambio en los lineamientos geopolíticos rusos mutaron de la mano de la transición de una economía “piratizada” (como la llama Alfredo Jalife], refiriéndose al dominio de un sector que maximiza su ganancia no a través de la inversión productiva sino de la renta extraordinaria, la estafa al Estado, el endeudamiento, la especulación y la formación de activos en el exterior) con gran dominio de los oligarcas y el sector financiero, a una basada en el control mayoritario estatal de las empresas explotadoras de recursos naturales (con Gazprom a la cabeza) y una oligarquía vinculada al Kremlin. Los nuevos objetivos nacionales se fueron gestando ante la ampliación de la UE y la OTAN provocando profundos roces con Putin, que veía como se desgastaban sus frágiles apoyos internacionales.

El giro se fue haciendo evidente. Rusia no apoyó la ocupación norteamericana a Iraq y vio cruzada una “línea roja” en 2008 cuando en Kiev el Presidente Bush presionó para que la OTAN acepte las candidaturas de Ucrania y de Georgia para ingresar a la Alianza. Esto envalentonó al gobierno pro occidental georgiano que desató la guerra de Georgia contra Osetia del Sur en 2008, la rápida victoria militar rusa (5 días de conflicto) –y la nula intervención occidental a favor de Georgia– dio un enorme prestigio interno a Putin que orientó su política contra Occidente, consolidando una base social que será un firme punto de apoyo para su política de recuperación del “área de influencia”, y la reconquista de su status de “súper potencia” de carácter “eurasiático”.

Ucrania fue la otra “línea roja”, que se consolidó tras el derrocamiento del gobierno pro ruso de Yanukovich y la posterior intervención militar en Crimea (2014), apuntalada en el apoyo a las “milicias rebeldes” y las “Repúblicas separatistas” en el este ucraniano [27]. Esta operación es concebida por la doctrina oficial de Putin como parte de una acción militar defensiva, ante lo que se percibe como el avance occidental sobre áreas de interés estratégico irrenunciable para Moscú, como la salida al Mar Negro y el establecimiento de bases militares de la OTAN en países directamente fronterizos. Por esto, la retirada de EE. UU. de Afganistán y de Asia central [28] se percibió como un rasgo más de declive hegemónico del imperialismo, y Rusia ha buscado ocupar ese espacio proyectando su poder hacia diversas áreas, desde África, Asia central, Cáucaso y Medio Oriente [29]. Al mismo tiempo estos jalones económicos, combinados con su posición de nexo entre Europa y Asia, le dan al país una gran proyección geopolítica (como muestran los cortes de gas a la Unión Europea). Su problema radica en que el armamento y las materias primas no son suficientes para lograr la integración euroasiática esperada y Rusia aún está lejos del estatus de gran potencia económica.

La economía y la profundidad estratégica en Ucrania

Como vimos, en la economía rusa post soviética primó la fuga de capitales, la primarización y el establecimiento de una oligarquía financiera y petrolera (actualmente subordinada al Estado), que para crecer impulsó un esquema donde gran parte de la composición orgánica del capital ruso se desmanteló, perdiendo complejidad y competitividad en relación a la estructura económica de la época soviética. A pesar de esta situación, las sanciones aplicadas contra el país luego de la invasión a Ucrania no han tenido el efecto esperado por Occidente –en principio estrangular su economía y obligarlos a retroceder posiciones en el teatro de operaciones ucraniano–, centralmente porque Occidente aún no puede revertir su dependencia de la provisión de hidrocarburos rusos (lo que Rusia ha convertido en su “arma geopolítica” más poderosa), ni morigerar el impacto que el conflicto tuvo en los precios de petróleo y gas, que se han disparado a niveles históricos. Aunque esto le da cierto aire, Putin está aplicando medidas de ajuste que afectarán a su propia base social, ya que el país vive la peor desaceleración de crecimiento desde la crisis del 2008. El PBI ruso se ha reducido en un 5 % y la tasa de disminución aumenta cada mes desde que comenzó la guerra. La industria petrolera y gasífera retrocedió en 2 %, mientras que la manufacturera en 4,5 %. Además la inflación oscila entre un 15 y 18 % luego que el rublo se desplomó y luego se recuperó en marzo. Los salarios erosionados por la inflación cayeron en un 6 % en comparación con el año pasado.

Entre los sectores industriales más afectados se encuentran los automóviles, camiones, locomotoras y cables de fibra óptica, ya que ha caído su producción en más de la mitad por la ruptura de cadenas de suministro globales. Una de las causas es la retirada de empresas japonesas, estadounidenses y europeas de Rusia. Algunas de estas fábricas reabrirán bajo propiedad de empresarios rusos, pero operarlas de forma independiente será difícil a causa de las restricciones mencionadas, algo que revelan los datos mensuales de las importaciones rusas de componentes industriales, que están muy por debajo de los niveles anteriores a la guerra.

El problema de la industria es importante por distintas razones vinculadas a la recuperación post crisis del 98, y porque es una enorme fuente de empleo en ciudades llamadas monogrods, donde las poblaciones dependen exclusivamente de la producción de las fábricas. Allí han tenido lugar protestas anteriormente contra los despidos, y las sanciones actuales anuncian que estas industrias no podrán soportar el impacto de las restricciones externas. Los costos de la guerra se acumulan a seis meses de la invasión (desde la recuperación de equipos dañados al aumento del presupuesto militar) a lo que se suma la presión de los gobiernos regionales, y una oleada de gastos que estimulará la inflación. La clave es la dependencia de los precios de los hidrocarburos que se encuentran en una leve baja desde el pico en junio luego del comienzo de la guerra lo que traerá problemas fiscales al gobierno. Por otro lado, los ingresos fiscales no petroleros han caído alrededor del 15 %. Por esto es que, salvo un repunte en los precios del petróleo, el gobierno ruso enfrentará un duro camino para contener una situación interna entre continuar con el gasto social y tolerar los déficits presupuestarios y la alta inflación, o aplicar un ajuste tal que ponga en juego su propia legitimidad. La economía rusa no pareciera que vaya a colapsar de manera que detenga el esfuerzo bélico del Kremlin. Sin embargo, el país enfrenta una fuerte recesión, una larga rutina de bajos niveles de vida y pocas esperanzas de una recuperación rápida.

Como explica Poch de Feliú, Rusia ya traía de arrastre una crisis que con la invasión a Ucrania, “el Kremlin, la elite gobernante rusa, ha pospuesto y a la vez profundizado su crisis”. Para 2021 el nivel de apoyo a Putin no superaba el 65 % (algunos medios occidentales daban un 30 %) luego de una reforma que atacaba las pensiones. “La nueva invasión ha resuelto [...] ese problema en lo inmediato, pero crea otros mucho más graves a medio y largo plazo”. El periodista español, a 6 meses de la invasión, afirma que el contrato social del putinismo se ha disuelto, que para los rusos la prioridad del bienestar está sobre la identidad de gran potencia y anuncia que la represión no podrá impedir una quiebra del régimen político [30].

Estos elementos refuerzan el concepto de “imperialismo militar” utilizado por Matías Maiello, donde prima una estructura económica que le brinda al país una profundidad estratégica de corto alcance, de hecho la guerra en Ucrania está desgastando sus capacidades a largo plazo (ver artículo de Esteban Mercatante en esta edición). Por esto, no es casual que Ucrania haya tenido margen para una “contraofensiva”.

Rusia y su relación con China

Es aquí donde entra el problema de China como nuevo competidor más que como un aliado.

El desplazamiento al que se ve obligada Rusia para preservar su posición de “potencia regional” es construir una (durante mucho tiempo improbable) alianza estratégica con China. Las profundas diferencias con los rusos [31], había empujado a los chinos a abrir las puertas a la influencia norteamericana (y sus aliados) en la década del 70, en plena guerra de Vietnam, momento en el cuál comienza a gestarse el comienzo de la restauración capitalista en China [32]. Bajo la premisa de consolidar espacios de discusión multilateral y articulación regional alternativos, China impulsó la formación del bloque BRICS, proyectó la Ruta de la Seda –que en el Ártico y en el centro de Asia requieren la colaboración estratégica de Rusia– y le dio mayor impulso a la formación de un área de influencia económica china con reglas distintas a las impuestas en Occidente en áreas sensibles, como el comercio, las finanzas, la transferencia tecnológica, la defensa y las patentes. En esta orientación china, Rusia es un actor clave.

El cerco de la OTAN sobre Rusia y las sanciones impuestas luego de la invasión a Ucrania obligaron a Putin a apoyarse en Pekín para construir un marco de acuerdos y complementariedades que le permitan desafiar las pretensiones de los Estados Unidos elaborando una agenda común con los chinos.

Este acercamiento no deja de ser un “matrimonio por conveniencia” entre dos grandes ámbitos de acumulación capitalista y estructuras de poder territorial [33], donde Rusia aparece subordinada a China. Solo puede mantener una relación de igual a igual en apariencia, a costa de poder convertirse a largo plazo en un proveedor de insumos energéticos a bajo costo para financiar el crecimiento chino. Rusia para China es entendida como una “herramienta geopolítica” que puede “desatar” o “ayudar a contener”, dependiendo de las oscilaciones de su vínculo con Occidente y el progreso de sus propios reclamos territoriales en el Sur del “Mar de China” y Taiwán. Resultaría beneficioso a China mantener como “parias internacionales” a países como Rusia o Irán, que habiendo sido tradicionalmente países competidores y hostiles hacia China, por “arte” de las sanciones occidentales pasan a ser más dependientes que nunca en su historia del gigante asiático.

Por lo tanto, la vuelta de Rusia como actor de peso en la arena mundial, tiene ciertos límites, expresados en su relación asimétrica con su principal socio y la voluntad explícita de los Estados Unidos para aislarlo dentro del escenario internacional, situación que no está en condiciones de revertir por el carácter bajo nivel de productividad (salvo en áreas estratégicas) y escala reducida del capitalismo dentro de su ámbito de acumulación, asociada a su debilidad demográfica en regiones extensas y ricas en recursos naturales no explotados como Siberia.

Algunas conclusiones

Rusia tiene objetivos en principio pragmáticos, pero anclados en aspiraciones de gran potencia mundial con capacidades materiales que ponen en duda su cumplimiento. Por el momento, no persigue objetivos más allá de la preservación de su “área de influencia”, o sea continuar teniendo el privilegio de oprimir a su periferia más cercana. Para mantener cierta autonomía geopolítica se apoya en su fuerza militar (nuclear) y palanca hidrocarburífera, jerarquiza las herramientas de carácter “multilateral” para establecer relaciones internacionales “multipolares” para confrontar con imperialismo atlantista, también limitar a China y para hacerse un lugar en el concierto mundial. En este sentido fueron los ejercicios militares Vostok 2022 en Siberia organizados por Rusia junto a 14 países eurasiáticos, entre ellos dos gigantes antagónicos como India y China [34]. Esta necesidad constante de Rusia de apoyarse en diversos aliados “alternativos” muestra sus capacidades de influencia política limitada a escala continental. Da cuenta que se trata de una potencia de alcance regional con elementos que lo ubican junto a países centrales dándole márgenes de autonomía relativa frente a otros competidores y capacidad de poner en cuestión el equilibrio capitalista, pero de conjunto priman sus rasgos de dependencia atenuada.


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NOTAS AL PIE

[2Estos debates son a partir del problema de la transición hacia el socialismo en un país de enorme atraso industrial en un contexto de reflujo de las tendencias a la revolución en los países centrales y ascenso del fascismo en Alemania, Italia y España, sobre la base de las lecciones sacadas en los primeros 20 años de la Revolución rusa en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Ver, Castillo, Christian y Maiello, Matías “Lecciones para reactualizar la perspectiva comunista en el siglo XXI”. En León Trotsky, La revolución traicionada, Buenos Aires, Ediciones IPS, 2014.

[3Las estructuras productivas de la URSS eran muy rígidas por la planificación centralizada (esto en principio permitió resistir la crisis en el bloque capitalista), reactivas a las innovaciones técnicas e insensibles a las demandas del mercado. El sistema fue enormemente eficiente para convertir economías agrarias en países industriales, pero no se adaptó a la velocidad de los cambios de innovación que se produjeron en la economía mundial después de los 70, justamente por los impactos sociales que produjeron, lo que pondría en cuestión los privilegios de la nomenklatura. Su economía basada en la industria pesada y los recursos naturales no pudo competir con la “nueva economía” occidental, intensiva en capital y basada en la producción de bienes de uso electrónicos en permanente innovación, gracias a la productividad creciente de grandes empresas que competían en un mercado exigente y expansivo, el episodio de Chernobyl (1986) puso al descubierto la precariedad de su infraestructura y la crónica ineficacia del sistema político. Tampoco pudo mantener su status de “superpotencia” en términos militares, fracasando en su invasión a Afganistán (1979-1989) con un costo humano, político y financiero que aceleró su crisis estructural y generó las condiciones para una caótica restauración capitalista.

[4Las soluciones tecno-productivas y espaciales que aplicaron los países atlantistas fueron sobre la base del disciplinamiento de la clase obrera y la aplicación de las primeras políticas de Tatcher y Reagan, luego cristalizadas en el Consenso de Washington que más tarde se lo denomina como neoliberalismo. Las soluciones para recuperar la tasa de ganancia y aumentar la productividad fueron propuestas por la escuela de Chicago, y se implantaron de forma progresiva, entre ellas la desregulación del sistema financiero internacional, flexibilización de los contratos de trabajo, abandono convertibilidad oro y dólar, achicamiento déficit fiscal que impactó en la salud y educación. En otro nivel, el acercamiento con China tuvo dos grandes objetivos, el geopolítico fue explotar las grietas en el “mundo socialista”, y establecer las bases geoeconómicas para dar un gran salto a partir de su apertura económica, algo que generó enormes beneficios para Japón y Alemania primero y luego Estados Unidos. Esta solución permitió bajar precios de los productos a partir del aprovechamiento de una mano de obra disciplinada barata, y el inicio del desarrollo de las grandes cadenas globales de valor. Mientras que a nivel tecnológico la forma flexible de producción fue acompañada de la mano de una innovación en la electrónica y la robótica sin precedentes que impulsaron la productividad.

[5Estas permitieron mayor autonomía a los directores de empresas estatales (muchas de ellas de carácter estratégico) para funcionar con lógicas y relaciones de mercado capitalista, lo que habilitó una acumulación superior e individual, generando un nuevo tipo de intereses más vinculados a los capitalistas de Occidente en términos de eficiencia y productividad, orientada a la acumulación y ganancias en base a la desposesión y privatización de empresas estratégicas y especulación financiera. Martin Baña desarrolla en extenso este proceso en su libro Quien no extraña el comunismo, no tiene corazón. De la misma manera que Rafel Poch-de-Feliú en La gran transición. También ver artículo de Claudia Cinatti “La herencia de Gorbachov: de la restauración a la guerra en Ucrania”.

[6La pregunta del referéndum fue “Ustedes consideran necesario mantener la URSS como una federación renovada de las repúblicas iguales y soberanas, en la cual en su plena forma serán garantizados los derechos y libertades del ser humano de todas las nacionalidades?”, el original en ruso era “Считаете ли Вы необходимым сохранение Союза Советских Социалистических Республик как обновлённой федерации равноправных суверенных республик, в которой будут в полной мере гарантироваться права и свободы человека любой национальности?”.

[7Ivan Felixovich y León Zhukovskii, “La involución periférica de Rusia y la geopolítica del capitalismo global”, en Gabriel Esteban Merino y Carlos Rang, ¿Nueva Guerra Fría o Guerra Mundial Fragmentada?, Posadas, EDUNAM, 2016.

[8Podríamos dividir en tres grupos de países: Europa oriental, con Ucrania, Bielorrusia y Moldavia; Asia central, con Kazajistán, Tayikistán, Uzbekistán, Turkmekistán y Kirguistán; la Repúblicas Bálticas, con Letonia, Estonia y Lituania; y los caucásicos: Georgia, Armenia y Azerbaiyán.

[9Conocida por el impacto durísimo que tuvo en las Bolsas de todo el mundo, cuyo correlato a nivel interno fue un “ajuste por inflación” de magnitud inédita y una “limpieza de capitales” que constituyó una transferencia extraordinaria de recursos hacia los sectores que mejor aprovecharon aquella devastación para maximizar sus ganancias.

[10Putin era conocido por haber sido responsable del Servicio Federal de Seguridad (FSB), la sucesora del KGB y Secretario del Consejo de Seguridad Nacional.

[11Poch-de-Feliú lo describió así: “‘el Estado les dejaría hacer y no cuestionaría sus nuevos y turbios patrimonios y fortunas, siempre y cuando ellos no desafiaran al Estado’, esto es no se metan con el poder político. Quienes no aceptaron fueron duramente reprimidos, entre ellos, Boris Berezovski, Vladimir Guzinski y más tarde el magnate Majaíl Jodorkovski”. En Para Entender la Rusia de Putin, Madrid, Akal, 2017.

[12Ver, Carles Jovaní (2015), “El nacionalismo ruso y sus visiones geopolíticas de Eurasia”. En Revista Geopolítica(s),vol. 5, núm. 2, 2014.

[13El concepto de eurasianismo se originó entre los rusos Blancos en la década de 1920 por Nikolai Trubetzkoy y Pyotr Savitsky como reacción a la derrota de los liberales rusos (pro-occidentales) a manos de los bolcheviques. El término en esencia significa que Rusia no es Europa, y que las normas, valores y principios europeos no se adaptan a Rusia, que esta “seguirá su propio camino”. Esto implica alguna forma de gobierno represivo y la necesidad de expansión territorial hacia un espacio circundante que funcione como área de influencia privilegiada, basada en una supuesta función “civilizatoria” de la “cultura eslava” –presentada como unidad etno-cultural– que sostiene vínculos históricos y económicos, cuya reversión implicaría un “retroceso a la barbarie”. Esta ideología está anclada en un problema de identidad de Rusia como Estado-nación estructurado en un territorio concreto, donde los discursos nacionalistas –que sustituyeron la visión Internacionalista del Socialismo por una concepción Conservadora, basada estrictamente en el interés nacional ruso– están plagados de referencias hacia Eurasia y reivindicaciones de la influencia rusa sobre Europa oriental como del espacio legítimo de influencia en el que se basa la “idea rusa” (russkaya ideia) de la que derivaría una misión imperial y civilizatoria. Ver, Carles Jovaní, op. cit.

[14La ideología moderna del neoeurasianismo debe mucho a las creencias de los primeros euroasiáticos -intelectuales asombrados por el colapso del imperio zarista- y al trabajo de León Gumilev, un historiador, antropólogo e intérprete de la era soviética que dedicó su carrera a estudiar los orígenes y la evolución de los grupos étnicos (“etnogénesis”). Estos explican el surgimiento del Estado ruso por una convergencia entre los principados rusos en desarrollo y las invasiones tártaro-mongolas en el siglo XIII, al tiempo que veían una complementariedad entre el cristianismo ortodoxo y el Islam. Esta corriente comprende un arco amplio de pensadores eurasianistas postsoviéticos donde podemos incluir desde los más pragmáticos como Vladislav Surkov, al Partido Comunista de la Federación Rusa (dirigido por Guennadi Ziugánov) a los de ultraderecha como Alexander Dugin, Alexander Panarin y Alexander Prokhanov quienes han continuado las ideas de Gumilev, encontrando en su filosofía apoyo para su propio rechazo a Occidente y la creencia en la preeminencia del estado ’sagrado’ sobre el individuo, en la misión especial del pueblo ruso en el mundo moderno, y en una vulnerabilidad estratégica de la soberanía rusa ante las invasiones de un Occidente hostil que justifica estructuras políticas militares u opresivas. Sobre la concepción de Estado ruso, ver Claudio Ingerflom, “El Dominio del Amo”. Buenos Aires. Fondo de Cultura Económica, 2022. El neo eurasianismo, como continuidad moderna, es una ideología reaccionaria que tiene en el centro a la ortodoxia cristiana; al nacionalismo paneslavo (entiéndase ruso); la unidad cultural y destino histórico común de los rusos y los pueblos del antiguo Imperio (e inmediaciones); así como la centralidad geográfica de Eurasia como espacio de la organización política imperial, nacida, según su lectura retrospectiva de la historia, del Rus de Kiev en el siglo XII y sus formas de organización política (autoritario militar); al tiempo que la reivindicación de la diversidad cultural combinada con un rechazo a la autonomía plena de los pueblos no rusos, que si bien son mayoría en algunas regiones no tienen permitida la aplicación de políticas que cuestionen a Moscú o perjudiquen a la población étnicamente rusa.; algunas corrientes plantean un rechazo y/o incorporación de algunas las ideas de la “democracia” liberal, el institucionalismo parlamentario y el constitucionalismo nacidos de la Revolución Francesa da cuenta del rechazo, no solo de la influencia económica e ideológica de Occidente, sino del repudio a los fundamentos históricos de las instituciones de la modernidad occidental.

[15Esta posición se enmarca en lo que se llamó “neo-eurasianismo económico pragmático”.

[16Existe la percepción de una posible proliferación de grupos islámicos radicales cuyo ejemplo fue el separatismo checheno que empleó métodos terroristas en el territorio ruso.

[17Carles Jovaní, op. cit.

[19Ver acá y acá

[20Ingerflom, Claudio, op. cit.

[21Muchos priorizaron su ingreso (o acercamiento) a la OTAN y la Unión Europea (ejemplo, los bálticos), otros adquirieron un vector geopolítico que mantuvo su relación con Rusia (como Bielorrusia), y otros casos una línea intermedia entre ambos polos (ejemplo, Ucrania y Azerbaiyán).

[22Putin en 2017 hizo público que en el 2000 tuvo intención de ingresar a la OTAN. El mismo Bill Clinton que en octubre de 1996, durante su campaña para la reelección, indicó que estaba a favor de la expansión de la OTAN hacia la antigua esfera soviética, dejando en claro que el objetivo de la organización seguiría siendo “cercar a Rusia” a pesar de la caída del muro de Berlín y la disolución de la URSS. Con el republicano George Bush Jr. en el gobierno, Putin colaboró con la invasión de Estados Unidos a Afganistán en 2001 mediando con los países de Asia central para el establecimiento de bases militares y generando lazos políticos con la Alianza Norte afgana opositora a los talibanes.

[23Para esto se apoyaban en la concepción geopolítica de Zbigniew Brzezinski –asesor en cuestiones estratégicas de Carter, Clinton y Obama– que retomando la “Teoría del Heartland” de Mckinder consideraba que resultaba “vital” para la supervivencia de los Estados Unidos como “primera potencia hegemónica no eurasiática” mantener separados a las potencias de Europa occidental y a China y Japón de cualquier acercamiento a Rusia, que debía perder su “status europeo” con la secesión de Ucrania. Esta fue una estrategia que sintetizó Zbigniew Brzezinski en su libro El tablero mundial.

[24A EE. UU. le inquietaba la asociación político militar con China alrededor de la Organización para la cooperación de Shanghai en 2001 meses antes de la invasión a Afganistán.

[25Ob. cit.

[26Se utilizó este término para caracterizar a los procesos de manifestaciones lideradas por partidos políticos que exigían mayores libertades democráticas pero sobre todo de mercado, planteando vectores afines a los regímenes occidentales. Cada uno de ellos utilizó un color diferente de banderas por los partidos que las lideraron: la Revolución Naranja en Ucrania en 2004, en Kirguistán fue la Revolución de los Tulipanes en 2005, de las Rosas en Georgia 2005 y de Terciopelo en Armenia en 2018.

[27Para profundizar en la guerra en Ucrania ver: “Claves para entender el conflicto en Ucrania”, “Ucrania en el tablero mundial”. Ver, de Ignacio Hutin, Ucrania/Donbass. Una renovada Guerra Fría., Buenos Aires, Ed ARETE, 2022

[28Esta tendencia se fueron profundizando desde 2005 cuando se cierra la primer base norteamericana por presión del gobierno uzbeko en ese país, seguida de la base en Kirguistán cerrada en 2014, mientras que se bloquea la posibilidad de abrir una nueva en Tayikistán en 2012 por la renovación de un acuerdo entre el gobierno de ese país con Rusia para mantener la base 201 hasta el 2042.

[29Apoyó al régimen de al-Assad en Siria (2011) para evitar su caída, la pérdida de un aliado clave en Medio Oriente, ante la posible consolidación de un Califato Islámico con poder territorial e influencia regional y fundamentalmente preservar su único puerto de aguas cálidas y única Base Naval Rusa en el Mediterráneo ubicada en Tartús, ciudad costera de Latakia, feudo de los Al Assad. Además de ubicarse como un actor importante durante la guerra del Cáucaso, donde Azerbaiyán (con apoyo turco) atacó a la República de Artsaj (también conocido como Nagorno Karabaj), hogar de miles de armenios, para frenar los bombardeos y lograr un inestable acuerdo de “alto el fuego”. En África han desplegado soldados de la empresa de seguridad privada Grupo Wagner, sobre todo en Libia (donde también confronta con Turquía), Malí y gran parte del Sahel donde da apoyo financiero a nuevos regímenes surgidos de golpes de estado. En Kazajistán recientemente Rusia envió tropas para reprimir un levantamiento popular contra el gobierno en ese país utilizando el organismo del Tratado de Seguridad Colectiva, que agrupa a los países de Asia central y Rusia. Ver, “¿Qué pasa en Kazajistán?”] aunque sin expresar una potencia comparable al despliegue norteamericano. Paralelamente amplió y fortaleció las instituciones multilaterales de predominancia militar como la Organización de Cooperación de Shangai, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), y económica como la Unión Económico Euroasiático (UEE).
Si bien, la estructura económica rusa tiene muchos elementos de un país dependiente de la renta petrolera, otros lo ubican en un nivel superior, si tenemos en cuenta su desarrollo en laboratorios, tecnología militar, nuclear y aeroespacial (en gran medida como continuidad de los avances soviéticos) que tienen una inserción global limitada, pero con una importante exportación de capitales vinculados a los hidrocarburos[[Como la construcción de gasoductos en diversas regiones del mundo, entre ellas África, donde la guerra incluso les ha puesto límites a sus inversiones como indica este análisis.

[30Ver la interesante entrevista a un integrante de un sindicato de repartidores: “Kurier, el sindicato ruso de los repartidores que desafía a las empresas y a Putin”; y a una activista feminista "Estamos contra la ocupación en Ucrania desde la anexión de Crimea, en 2014".

[31Desde el conflicto sino-soviético de 1956 y una estructura económica distinta que disputaba abiertamente la influencia en regiones de la magnitud de Mongolia y Kazajstán.

[32Tras los acuerdos de Kissinger y Reagan con Mao y Zhou Enlai (1972), y luego bajo el liderazgo de Deng Xiaoping (1979) China se convirtió en un aliado estratégico de Washington en su política de debilitar a la URSS, y para el país asiático en sus ambiciones de modernización, innovación tecnológica y desarrollo económico. En este punto es que comienzan las reformas que dan paso a la restauración en China tomando un camino divergente al de la URSS doce años después. La complementariedad entre la economía China y la norteamericana creció como nunca en los 90 e hizo posible la reincorporación de Hong Kong a China (1997) y su ingreso a la OIT (2001), pero hubo un brusco cambio de la lectura global tras la crisis financiera internacional de los "subprime" en 2008.

[33Que responde tanto a la necesidad de preservar y extender lo más posible la soberanía de un Estado Nacional –que han sido grandes Imperios y actualmente son potencias regionales– sobre un territorio y adaptarse de la mejor manera posible a las necesidades de concentración económica, innovación tecnológica e integración comercial y productiva que exige el capitalismo contemporáneo.

[34Las maniobras terrestres se focalizan en los polígonos de Siberia Oriental, e incluyen despliegue de blindados, tanques y artillería pesada. Se habla de cerca de cinco mil piezas. Por su parte, los ejercicios aéreos y navales se realizan sobre el mar de Ojotsk, al norte de Japón, con un despliegue de 140 aviones de guerra y 60 buques de distintos países. Se estima que un total de cincuenta mil efectivos participaron activamente de los distintos ejercicios que se extendieron hasta el 7 de septiembre, inclusive. Ver, análisis de Kevin Bryan.
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Santiago Montag

@salvadorsoler10
Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.

Omar Floyd

Escribe en la sección Internacional de La Izquierda Diario.