El PSOE recupera un discurso cada vez más españolista como parte de su política de contención de la derecha replicando parte de su discurso y políticas. El “progresismo” sigue así poniéndole la alfombra roja al avance de Vox.
Jueves 17 de febrero de 2022
Que la Mesa de Diálogo con Catalunya era un fraude pocos lo podrían dudar. Al menos un fraude a las expectativas que puso en ella una ERC dispuesta a construir otro relato mágico – y van unos cuantos – de que por medio de la negociación con el Estado, en este caso con el gobierno de PSOE y Unidas Podemos, se podrían dar pasos hacia el ejercicio del derecho de autodeterminación y la amnistía de los más de 3000 represaliados por el procés.
A Aragonés le ha servido para ganar tiempo, aunque no mucho. Esta semana se cumplía un año de las elecciones catalanas del 14F, aquellas impuestas por la Judicatura para que lograr un president del PSC y no les terminó de salir bien la jugada – y van una cuantas también -. A 9 meses de su investidura, ERC no tiene nada que presentar. Ha sacado adelante los Presupuestos con los votos de los Comunes, algunos compromisos de inversión para Catalunya, una porción de los Fondos NextGeneration aunque sin siquiera poder gestionarla directamente, y poco más.
A Sánchez, le sucede algo parecido. Ha logrado ganar tiempo y apoyos parlamentarios que no han sido menores. ERC, hasta la votación de la reforma laboral, ha sido junto con EH-Bildu el socio preferente del gobierno “progresista”. Con ellos se aprobaron los Fondos Europeos – también con los síes de Vox, no lo olvidemos -, los Presupestos 2022 o el pensionazo que busca alargar la edad efectiva de jubilación.
Contra la derecha españolista: ¡Españolismo!
Esta pantomima de conveniencia se encuentra en unas horas bajas de las que no es fácil que remonte. Primero, porque los relatos son eso, relatos, y aguantan lo que aguantan. Nuevas reuniones, nuevas fotos, hasta nuevas mesas... ya no tendrán el efecto de parecer que están haciendo algo que podían intentar transmitir con las primeras.
Y segundo, y más importante, el PSOE está en otra frecuencia ya. Su 2022 no ha empezado con muy buen pie. Las elecciones de Castilla y León han reabierto la crisis en el partido que las ganó, el PP. La victoria no fue lo que esperaban, y la dependencia de Vox para formar gobierno reabre la interna Casado-Ayuso y adelanta el escenario que pueden dejar las siguientes generales. Pero el PSOE, aunque no sea el foco de la atención mediática, se ha llevado un nuevo varapalo electoral – y van unos cuantos – que pone en cuestión que en 2023, o quizá antes, pueda revalidar una victoria capaz de sumar los apoyos necesarios para otra investidura.
Las recetas de Ferraz para hacer frente al avance de la derecha y la extrema derecha es justamente hacer cosas de derecha. En lo económico ya lo hemos visto con la reforma laboral, recetas que no cuestionen la década de recortes y ajustes previa, y que cuenten con el aval de la CEOE y el Banco Santander. No solo no enfadar a los grandes poderes económicos, sino seguir mimándolos a costa de los Fondos NextGeneration, el Mecanismo RED o el rescate bancario a la SAREB. En la política exterior, ser tan entusiastas atlantistas como el mejor de los Aznar, tal y como han mostrado en la crisis de Ucrania. En la política migratoria, devoluciones en caliente y militarización de las fronteras...
Por su puesto la cuestión territorial no podía ser diferente. El PSOE nunca dejó de ser un partido de la Corona, y, por lo tanto, de la defensa incondicional de la unidad de España. Su negación del derecho a decidir la vimos en 2017 cuando avaló la represión del 1-O y el 155. La volvimos a ver cuando su Abogacía del Estado logró la condena por sedición de los presos políticos catalanes.
Ahora bien, en esa particular comunión de intereses que se abrió en 2019 entre el PSOE y ERC, el primero interesado en gobernar con apoyo parlamentario, el segundo en encontrar una vía tranquila de retorno a la autonomía socioconvergente, Pedro Sánchez se permitió el lujo de algunos gestos de distensión como los indultos o la mesa de diálogo.
Las últimas declaraciones del presidente del Gobierno sobre Catalunya no dejan ninguna duda. Se acabaron esos lujos. El independentismo vuelve a ser una doctrina obsoleta del siglo XIX y, lo que es más importante, los referéndum dividen. Estas han sido las últimas declaraciones del plurinacional Sánchez. Así que nos quedamos con la modernidad de vivir bajo una monarquía borbónica y soldamos la unidad a base de negar el derecho a decidir y hasta el de pronunciarse para todos los pueblos del Estado, so pena de acabar otra vez – y van unas cuantas – con intervenciones de la Judicatura, inhabilitaciones, procesos judiciales y hasta nuevas condenas a prisión.
ERC y la impotencia del retorno autonomista
ERC se lamenta y amenaza, esta vez en serio - ¿en serio? -, de que si el PSOE no avanza en contenidos de la mesa de diálogo tendrá problemas para seguir en Moncloa. Suenan nada creíbles estas palabras en boca de Aragonés, pero supongo que algo tendría que decir... Además, la “renuncia” de Sánchez no es más que la otra cara de la “renuncia” del govern ERC-JxCat. Su Generalitat es la primera en haber abandonado toda perspectiva de ejercer el derecho a decidir y en materia de represión sigue personada en numerosas de las causas contra independentistas.
La CUP por su parte compró las promesas en 2021. Si bien nunca ha apoyado la llamada Mesa de Diálogo, sí que votó la investidura y regaló un margen de 2 años – queda todavía más de uno – para ver si aquello funcionaba. A pesar de los incumplimientos sistemáticos del acuerdo de mínimos que suscribieron con ERC y de la continuidad de las políticas neoliberales de siempre, sigue sin romper con su mano extendida – y van unas cuantas – y disponerse a hacer una oposición independiente y desde la izquierda a la bancarrota del procesismo senil.
Los socios de investidura le piden al gobierno de “izquierda” que haga algo de izquierdas
En el Congreso, los socios de la investidura, con la complicidad de Unidas Podemos, le dicen al PSOE que para hacer frente a la derecha hay que hacer políticas de izquierda. Justo lo contrario que viene haciendo el gobierno “progresista” con el aval parlamentario de estas mismas fuerzas como ERC, EH-Bildu, Compromis y Más País. Suenan, por tanto, también poco creíbles. En su lógica malmenorista sin límite todo apunta a que seguirán respaldando a un ejecutivo cada vez más a la derecha, aunque esto signifique seguir dejándole todo el campo de la oposición a la derecha y la extrema derecha para que siga avanzando.
De entre los elementos tractores del avance de la derecha y, sobre todo, la extrema derecha en el Estado español, el españolismo anticatalán ha sido uno de los principales. Junto a los discursos misóginos y racistas, han sido los tres pilares discursivos sobre los que se asienta el proyecto reaccionario y ultraneoliberal de Vox. El PSOE, y Unidas Podemos y la izquierda parlamentaria que es parte del sostén de su gobierno, han comprado y replicado buena parte de este marco. En el caso catalán ha sido así desde antes de la emergencia de Vox, con el PSOE apoyando el 155 y Unidas Podemos negándose a dar apoyo al referéndum del 1 de octubre por ni ceñirse a la legalidad constitucional.
Necesitamos una izquierda independiente de Moncloa y la Generalitat
Levantar un dique contra la extrema derecha, o al menos una alternativa desde la izquierda que se prepare para disputarle el descontento y hacerle frente, no pasa por replicar con unos grados menos de fiebre y algo de “progresismo” parte de sus fundamentos que están logrando instalar como un relativo nuevo sentido común. Si queremos hacer frente realmente a la amenaza que supone, es necesaria una izquierda distinta a la que es muleta del gobierno del PSOE y Unidas Podemos, y también de que lo siguen siendo de la Generalitat “republicana”. Necesitamos una izquierda que ponga en el centro el desarrollo de la autoorganización y la movilización social, que acabe con la paz social custodiada por las burocracias sindicales y de muchos movimientos sociales afines al gobierno.
Que se proponga enfrentar desde ahí a la extrema derecha, a la derecha y a las políticas de derecha, aunque las aplique el gobierno de “izquierdas”. Instalando otros marcos políticos, luchando por un programa anticapitalista, que apunte sin tapujos a los beneficios, privilegios y la propiedad de los grandes capitalistas, y que defienda en todo el Estado demandas democráticas como el derecho a decidir del pueblo catalán o el fin de la monarquía.