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Red Internacional
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Separemos la paja del trigo y la biología del patriarcado

El biologicismo, una vez más, sirviendo de argumentos a los antiderechos. Esta vez, contra el movimiento de mujeres, cuestionando a las identidades trans o tratando a las niñas violadas como meros envases gestantes.

Sábado 9 de marzo de 2019 18:10

El enorme crecimiento que viene dando el movimiento de mujeres y disidencias sexuales en su lucha para conquistar mayores libertades despabiló a los antiderechos de todo tipo y color. Desde los que se oponen a la ESI y dicen “con mis hijos no”, los que piden juntar los pañuelos verdes y celestes y no enojarse con la Iglesia o los feudos de Jujuy y Tucumán que le niegan el derecho al aborto a niñas violadas.

En esta nota discutiremos con las agrupaciones autodenominadas “Feministas radicales”, Rad.Ar y FRIA en sus versiones nacionales. Estas agrupaciones vienen intentando poner en debate su transfobia para echar a las personas trans y no binaries del movimiento de mujeres como la marcha del 8M o el Encuentro Nacional de Mujeres.

Liberemos a la Biología de las antiderechos

Somos muchas las biólogas y los biólogos que defendemos esta disciplina de los que la deforman o abusan de sus conclusiones llevándolas a problemas para las que no fueron desarrolladas. Querer explicar la opresión de las mujeres y disidencias sexuales estudiando la anatomía de los cuerpos, no solo es querer sacar un tornillo con un martillo, sino pretender encerrarnos en nuestra biología. Como dijeron los biólogos marxistas estadounidenses ligados al movimiento Science for the people (Ciencia para el pueblo) en los años 70s:

“La humanidad no puede ser desvinculada de su propia biología, pero tampoco está encadenada a ella. […] Este es el motivo por el que la única cosa sensata que se puede decir sobre la naturaleza humana es que está en esa misma naturaleza la capacidad de construir su propia historia.” [1]

Las feministas radicales abusan de la biología para justificar su transfobia diciendo en sus comunicados: “Reconocer que la opresión social que denominamos género se apoya en el dimorfismo sexual no es biologismo, sino un enfoque materialista de la relación de opresión entre clases sexuales”.

Y entre las publicaciones de sus militantes encontramos caricaturas ridículas como por ejemplo “soy grupo sanguíneo 0 pero me autopercibo AB ¿puedo recibir transfusión de cualquier tipo de sangre?”.

Separemos la paja del trigo y la biología del patriarcado. Si una persona va a hacer una consulta médica para prevenir cáncer de próstata o de útero serán sus genitales los que determinen con qué especialista médico harán su consulta. Tener próstata o útero es biología y el trato que reciba del médico es género.

La identidad de género, como toda identidad, es una construcción social que cada persona va formando dentro de un contexto económico, político y social. Nuestro género no está determinado por nuestra genitalidad, niveles hormonales ni cromosomas. Es por eso que nuestros genitales no se debaten a la hora de construir un movimiento fuerte y de lucha contra el patriarcado que nos permita conquistar mayores derechos y libertades.

El determinismo biológico se actualiza permanentemente, ya que está motorizado por intereses sociales conservadores que intentan mantener un status quo. Por ejemplo, hace unos años la reconocida editorial EUDEBA publicó un libro del Biólogo Cabrera con diversas narraciones evolutivas intentando naturalizar la violencia machista, se puede ver la reseña EUDEBA publica que la violencia machista es un producto de la evolución. También tenemos exponentes mediáticos de las neurociencias, como Facundo Manes, afirmando que el cerebro femenino puede haber sido moldeado por la evolución para realizar tareas domésticas.

Es necesario retomar y profundizar las disputas que se abrieron en diferentes momentos dentro de la ciencia para visibilizar los intereses que la mueven y a quiénes beneficia. Como el trabajo de R. Lewontin y R. Levins, que reseñamos en este diario El biólogo dialéctico o el de la bióloga Ruth Hubbard, quién en 1979 causó escándalo entre los académicos conservadores preguntando “¿solamente los hombres evolucionaron?”, y en 1990 publicó “La política en la biología de las mujeres” donde afirmaba que:

“El tema de la biología de las mujeres es profundamente político. Los científicos, principalmente varones, que describieron nuestra biología la han hecho, al menos en parte, para explicar porque es natural funcionar como funcionamos en la sociedad”

Por supuesto, el desarrollo de estas críticas al interior mismo de las disciplinas se dió al compás de las luchas sociales contra la opresión de género, y contra la utilización de criterios biologicistas por la medicina y la psiquiatría para patologizar al colectivo LGBTI.

Retomando ese mismo sesgo reduccionista, las feministas radicales separan a las personas en dos “clases sexuales” definidas en el manifiesto de FRIA como: “las mujeres con capacidad reproductiva y de cuidado y los hombres que se benefician de ello.” De esta manera reducen las construcciones de género,la sexualidad y a meros aspectos biológicos creyendo así explicar las relaciones de poder, opresión y explotación que impone el sistema capitalista.

Su biologicismo, que niegan, las lleva a posiciones reaccionarias jerarquizando opresiones e intentado dividir un movimiento que lucha en unidad con todas las identidades oprimidas y violentadas por el patriarcado, y que sabe muy bien que el enemigo no son nuestros compañeros varones sino un sistema que nos roba día a día el producto de nuestro trabajo para que unos pocos acumulen sin desenfreno. Asimismo, como señala Josefina Martinez, así como esta posición no es nueva, el debate contra ésta dentro de movimiento de mujeres tampoco, y colectivos feministas negros vienen criticando desde hace décadas duramente el reduccionismo biologista del feminismo radical, que lo llevaba a definir las identidades en términos biológicos y así separar raza, género y clase.

No hay lugar para las antiderechos en el movimiento de mujeres

En su página la agrupación FRIA denuncia:

“… [el] silenciamiento de diferencias teóricas que, en todo caso, deberían ser discutidas. Los intentos por expulsar y perseguir, antes que discutir, la diversidad de lecturas respecto de la manera de conceptualizar el género, manifiesta una avanzada de intolerancia y autoritarismo en un movimiento caracterizado históricamente por su pluralidad.”

El problema es que su conceptualización de género ataca justamente la pluralidad y fuerza de un movimiento que se organiza y lucha contra la explotación y opresión que ejerce el patriarcado sobre las mujeres y toda persona que se revela a las imposiciones binarias de sexo y género. La concepción de género que realizan las feministas radicales violenta nuestra libertad de construir una identidad de género y una sexualidad sin los mandatos sociales del binarismo.

Las feministas socialistas sabemos que el capitalismo y el patriarcado tienen una alianza histórica y que es necesario acabar con toda forma de explotación y opresión para construir con total libertad nuestras identidades y sexualidades. A nuestros aliados y enemigos no los definen sus genitales sino el lugar que ocupan en este sistema de explotación y opresión. Así es que nuestros compañeros de trabajo son nuestros aliados y las mujeres empresarias que nos explotan en el trabajo, las mujeres policías que nos reprimen en las calles, las que militan contra el derecho al aborto y las que pretenden oprimirnos con herramientas teórico-ideológicas,son nuestras enemigas.

Nos une la lucha contra el patriarcado

Este 2019, como lo demostramos el 8M, mujeres, travestis, trans no binaries junto a nuestros compañeros estaremos en las calles. Porque seguimos reclamando el derecho al aborto seguro y gratuito. Porque el ajuste que vienen aplicando el macrismo, con la complicidad de las conducciones sindicales y los gobernadores del PJ, pega más fuerte a las mujeres que tienen trabajos más precarios, sueldos más bajos y, muchas, llevan solas las tareas de crianza y domésticas.

Porque una mujer es asesinada cada 28 horas por ser mujer y las travestis viven en promedio 35 años por ser travestis. Porque nuestros derechos los conquistamos en las calles y organizades como lo demuestra la historia y no detrás de armados electorales que prometen una salida a la crisis sin aborto, con niñas madres y comiendo bizcochos con el FMI.


[1R.C. Lewontin, S. Rose y L.J. Kamin, No está en los genes. Racismo, genética e ideología, Barcelona, Ed. Crítica, 1984.