“Nuestro dinero lo maneja gente que pasa el día bebiendo, drogándose y yendo de putas”. El lector podría pensar que estas palabras, claramente indignantes, parecen sacadas de la película “El lobo de Wall Street”. Pero como se suele decir, la realidad supera siempre a la ficción.
Carlos Muro @muro_87
Martes 8 de noviembre de 2016
Leonardo Di Caprio en su intepreptación de la vida del estafador Jordan Belfort en la película "El lobo de Wall Street".
Estas palabras son de John LeFevre, un ex inversor en el mercado asiático, que recientemente publicó su autobiografía “Directo al infierno”. En una entrevista a El Confidencial, LeFevre, refleja la verdadera cara de Wall Street. El retraso de la vida cotidiana de las clases dominantes en Estados Unidos basada en hechos reales.
Si el lector ha podido ver la película de Scorsese pareciera que es una completa exageración. Pero la realidad es que la película refleja verdaderamente la cultura neoliberal de los mega ricos. Los mismos que durante años, con la complicidad de los partidos patronales, bajaron sueldos, especularon y provocaron la mayor crisis de la economía mundial desde los años ‘30.
La decadencia llevada a la máxima expresión. Como si de una escena de una película pareciera, LeFevre cuenta muchos de esos momentos de la vida en las altas esferas, “en la boda del cliente de un ’hedge fund’, con muchos banqueros y managers de fondos de inversión, convertimos una de las estancias de la iglesia en una habitación comunal para tomar cocaína”. Y prosigue diciendo “pero imagínate cinco banqueros trajeados sentados en una mesa de miniatura de plástico drogándose”.
O cuando presenció “a un comercial de un ’hedge fund’ ponerse hasta las trancas y darle un puñetazo a un cliente. También he visto a un banquero llevar a un grupo entero de becarios a un club de ’striptease’ donde había quedado con un cliente”.
“Una vez perdí una petición de bonos con Deutsche Bank porque la competencia le dio a la esposa del CEO un bolso de Hermes Birkin”, resalta LeFevre.
Lo indignante de todo esto es que la vida de millones de familias trabajadoras está en las manos de sujetos como LeFevre, uno de tantos ejemplos paradigmáticos de unas clases dominantes en decadencia.
Estos mismos que juegan con nuestro dinero pretenden -además de expropiarnos la riqueza que nosotros generamos con nuestro trabajo- dar “clases de moralidad” a los más pobres. Una de las frases que LeFevre escuchó a un alto cargo en el ascensor de Goldman Sachs -donde el mismo autor trabajaba- fue decir que “jamás doy limosna a los indigentes. Mi conciencia no me permite recompensar el fracaso”.
Lefevre recuerda, curiosamente, como “mi primer mentor en Asia, un vendedor de ’hedge fund’, me dio el número de su camello en cuanto aterricé en Hong Kong. Dijo que lo iba a necesitar para los clientes, y tenía razón”. O cuando el mismo LeFevre le pidió a su analista que volase a Singapur solo para traerle su “Playstation porque estaba aburrido durante una conferencia de bonos”. Recordemos que esto no es el argumento de ninguna película, sigue siendo la pura realidad.
Como lo sigue siendo que en Estados Unidos seis de cada 10 hogares se encuentran bajo el umbral de la pobreza y tienen al menos uno de sus miembros empleados, según el Instituto de Política Fiscal. Es decir, que el trabajo lejoes de permitirle a la clase obrera norteamericana salir de la pobreza, la sigue condenando a ella. Es más, en EEUU las familias pobres representan el 65,8 % y tan solo en New York el 62,3 % según este mismo instituto.
Mientras, el autor se festeja a sí mismo. “Si eras bueno bebiendo, jugando al golf y guardando secretos te ponían en más equipos de negociación, te llevaban a más reuniones, viajes de negocios y conferencias”, dice, así que básicamente “llegamos allí teniendo éxito en la cultura de vestuario del alcohol, las novatadas y otros comportamientos desviados”.
Alguien podría alegar que todos estos son casos aislados y que no podemos generalizar a todos los “individuos capitalistas” y todos los países. Es cierto, no podemos generalizar. Pero sería ingenuo pensar que esta no es la quintaesencia del capitalismo imperialista. La “cultura neoliberal” del individualismo y la “cultura de clase contra el pobre” está propiciada, de una u otra forma, desde los distintos regímenes políticos.
La “tierra de las oportunidades” está hoy en elecciones para elegir entre Hillary Clinton y Donald Trump, los representantes -por así decir- de distintas facciones de esta élite económica en decadencia. Ninguno de ellos representa al pueblo trabajador norteamericano, o como se decía en el movimiento Ocupy Wall Street “el 1% no representa al 99%”.
Carlos Muro
Nació en la Zaragoza en 1987. Es estudiante de Historia en la UNIZAR. Escribe en Izquierda Diario y milita en la Corriente Revolucionaria de Trabajadores y Trabajadoras (CRT) del Estado Español.